31/1/11

COMPARTIR JUNTOS LA VIDA

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Tus palabras, qué dulces son
cuando dices que me quieres
y que morir prefieres,
que perderías la razón
si de tu lado me fuera.

Y qué grato es escucharte
cuando pronuncias mi nombre.
Cuando me llamas tu hombre
lo dices tan dulcemente
como nadie lo dijera.

Si supieras, vida mía,
cuando no estoy a tu lado
me siento muy desdichado
A veces no sé qué daría
por escucharte de nuevo.

Estaría siempre contigo
amándote tiernamente,
apartados de la gente
y sólo Dios por testigo
disfrutando de nuestro amor.

Compartiendo así la vida,
penas, llantos y alegrías.
Viviendo siempre en armonía.
La vida así concebida,
queriéndonos hasta morir.

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Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

4/1/11

EL HOMBRE DE LA BARCA

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*Dedicado a Octobila Hernández, sobrina de la maestra.

Hasta llegar a la playa, hacia su barca varada sobre el banco de arena, por el camino más corto fui caminando. Por los atajos de siempre, por donde pasara antaño cuando bajaba corriendo con mis amigos jugando. Con la ávida celada por los rincones busqué y no encontré aquello que estaba buscando… También habían muerto los árboles donde solía colgarme, las viejas moreras que nos daban las hojas para que comieran los gusanos de seda. Ni estaba aquella casita, la de la señora gruñona que me botaba piedras para que no me detuviera bajo la esbelta palmera en busca de sus dátiles. No estaban los perros que me ladraban, ni las cabras del señor de la cachimba. Ni la chocita abandonada donde jugábamos a los buenos y a los malos, tirándonos flechas hechas de cañas del abundante cañaveral al borde de los caminos, entre las verdes plataneras. Ni las atarjeas que llevaban el agua fresca y cristalina para el riego.

Los pájaros del campo, en nutridas bandadas, se posaban a picar los hermosos y rojos tomates y los frutos de las higueras. Había un nisperero tan cargado de amarillos nísperos cada año, que hoy, sólo al recordarlo se me hace aguas la boca; en el, muchos puñados cogí para llevarlos a la Escuela y se los daba a la maestra –una señora mayor- que me quería “demasiado” a pesar de llevarle regalos, que siempre eran frutos del campo.

Yo le escuchaba embelezado, me agradaba oírle; ahora mismo me está induciendo a recordar cosas de aquella época que nos tocó vivir. Mientras me hablaba mi mente buscaba entre las cosas viejas retazos de aquella infancia y abundaron, en consecuencia, con la ternura y la inocencia propia de los muchachos de antes.

Es posible que aún encuentre entre los agujeros del alejado tiempo, resquicios que me permitan ver cuando yo era pequeño… Algunos recordarán a doña Carmen Álvarez la maestra. Vivía y allí estaba la Escuela, en la calle Zamora, frente a la casa donde vivía doña Valeria, más tarde; primero vivió e instaló su Imprenta, mi tio Luís Herreros Peña que luego fue a vivir en la casa de la Real Aduana, en Puerto de la Cruz.

La casa de la maestra era terrera, con una puerta no muy alta y un escalón a nivel del piso y desnivel de la calle. Tenía dos ventanas a los lados, recuerdo pintadas de verde. Una para la habitación de dormir y la otra, para la sala de las visitas. Entre ambas habitaciones había un pasillo que conducía a un pequeño pero delicioso patio, todo lleno de cacharros con plantas y flores; otras sembradas en sendas macetas de barro cocido. A la izquierda, seguidamente de la primera habitación era donde se impartían las clases, la cual comunicaba, asimismo, con una pequeña huerta donde tenía gallinas. Había un estanque pequeño y algunas hortalizas plantadas para el gasto diario. Hierbas para infusiones, hierba-buena, poleo, ruda, hierba huerto, perejil, etc. Y la célebre hierva Luisa para las tazas de agua… A continuación, siguiendo por el lado izquierdo, la cocina, donde también hacía de comedor.

Doña Carmen vestía los hábitos de la Virgen del Carmen. Era muy religiosa. Le gustaba arreglarse bien para salir a la calle.

En verdad, me tenía verdadero cariño, tal vez demasiado. Y lo mismo por los otros “chicos y chicas”, se preocupaba por que aprendiéramos a leer, escribir y las cuatro reglas… Y hablando de reglas, ¡cómo zurraba! Cuando las cosas no se hacían como ella quería o no nos salían como tenían que ser. A mí me traumatizó de tal manera, que hasta soñaba con ella. Pero antes de seguir, permítanme contarles. Con tres o cuatro años de edad, yo era quien la depilaba, le liberaba las pelusas y algún que otro vello del bigote y la barbilla. Y era tal el pánico que me inspiraba, que hasta temblaba y en lugar de arrancarle los vellos, por cada uno, seis pellizcos con la pinza le daba y, a posteriori, seis reglazos me daba.

Yo iba a vigilar en la cocina la leche que tenía al fuego, para que no se le derramara cuando hirviera. Le iba a buscar el petróleo a la venta, el pan, etc. A veces nos turnaba. Es que la pobre señora vivía solita, no tenía a nadie, así, a la mano y recurría a nosotros. El hecho de salir a la calle y estar un rato libre era el mejor recreo. Y todas esas tonterías, propias de la infancia, que hoy estoy evocando y que fueron verdad, contribuyen en gran manera a la educación de un niño. A ver si actualmente los padres lo tolerarían y mucho menos los niños, tan proclives a su ego personal, desatentos y orgullosos. La fiel semejanza de lo que han hecho de ellos los propios padres, su precaria educación.

Todo se superaba, indudablemente que sí, y tal vez es necesario algo de disciplina, para que nos acostumbremos a ser, por lo menos, responsables en nuestros actos y conscientes de ellos.

Todos los días teníamos que rezar y se estudiaba el Catecismo “Ripalda” y el librito de Urbanidad, etc. Lo demás era secundario, aunque también importante.

Como anécdota, no olvido que, para aprender a escribir la “P” mayúscula de Pepito, por ejemplo, fue a base de palmadas en la cabeza. ¿Cómo iba a salirme bien si estaba temblando?.. Lo cierto es que hoy, después de tantísimos años, aún me acuerdo de ella cada vez que escribo esa letra y parece que la siento detrás de mí, porque aún no me sale tan bien como ella hubiera querido.

Nos ponía de rodillas en la puerta de la calle, sobre granos de algún cereal…con un gorro de papel pintado y los brazos en cruz con peso en cada mano, sólo para ridiculizarnos a ver si así nos aplicábamos más, o qué sé yo. Lo cierto es que le temíamos mucho a ese desgraciado castigo. Otra anécdota que me viene a la memoria –y ahora si acabo- . Antes las maestras iban a la casa de los alumnos, casi siempre buscando prebendas, -ponía mucho interés por los niños- y daba igual la hora de la visita. Una noche, estando ya acostado, serían las nueve, y más despierto que una lechuza, cuando oigo su inconfundible voz “medio santa, medio dictadora”, pero era encantadora. E instintivamente, apagué la luz y me hice el que llevara rato durmiendo. Como oyera que se acercaba a mi cama, junto a mi adorable madre, hablando precisamente de mí, me puse a contar en voz alta: Uno más uno son dos. Dos más dos son cuatro, etc. Y no paraba de contar, mientras que escuchaba que decía: ¿Ves, María Candelaria, lo que te decía? Es muy bueno este niño, e inteligente a la vez, hasta durmiendo estudia.

El hombre de la barca… Me hizo recordar con sus narraciones a doña Carmita Álvarez, ¡cómo son las cosas, nunca se lo había dicho a nadie! Aunque muchas veces he recordado aquellos días llenos de ternura, cuando el respeto se le inculcaba a los niños desde muy pequeñitos. Cuando era para las familias el mayor de los orgullos tener a los hijos bien educados, que nadie de la calle viviera a dar quejas. Y hoy es lo contrario, por que los padres sólo ven por los ojos de los hijos, por comodidad “muchas veces”, otras, sabe Dios por qué. Claro que hay muchísimas excepciones y eso es gratificante, triste sería que no fuera así. Tengo la suerte de reconocerlo y el orgullo de dedicarles, en la memoria y en el presente, si me es posible, a todos esos buenos educadores y maestras, estas espontáneas líneas. Que a pesar de tantos años ya pasados, perdura el respeto y el cariño que siempre le profesaré


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

CASUAL HALLAZGO POÉTICO EN UN LUGAR ROMÁNTICO

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En mi mente bullen temas diferentes para iniciarme en estos momentos, o lo que es lo mismo, escribir algo mientras pasa el tiempo y el relajado ambiente que me envuelve me lo permite.

Tengo frente a mí un montón de elementos propios de un Bar. Restaurante, andamios, repisas escalonadas llenas de botellas, jarras de barro fundido… Salchichones y patas de cerdo colgando, etc. Secadores eléctricos para la cristalería, taburetes… Pero hay algo más, que me está cautivando, que no deja concentrarme en mis propósitos anteriores, escribir algo de nuestra actualidad cívica y social, que argumentos no faltan.

Hay varios óleos bien distribuidos en las paredes del concurrido local donde me hallo “matando el tiempo”, verdaderamente, no esperaba esa sorpresa. Hay un hermoso cuadro, un soberbio óleo imposible de ignorar su temática y familiares perspectivas, su estampa es una calle toda empedrada a la antigua usanza, con la luz reflejada de un claro poniente que llega nítida a inundar la pared impresionante de una vieja casona, balconada espléndida ilustrada para involucrarnos y hacernos partícipes de sus encantos con sendas buganvillas, una color lila y violáceas y la más cercana de un naranja encendido; y adentro, a través de un viejo portón se divisa una cuidada siembra de floridos geranios rojos. El amplio muro oponente, frente por frente ensombrecido discretamente a todo lo largo del mismo, otra buganvilla color rosado que lo cubre casi por completo en su parte superior. Y como no podía faltar en el místico y a la vez real episodio natural y artístico de nuestras islas canarias, se observa erguido un fantástico y representativo drago bellamente iluminado por nuestro cielo y la innegable luz de nuestro sol. Detrás otras casas del campo y las palmeras sonrientes de nuestra campestre vegetación, ambiente que se ilustra aún más con la presencia de la cordillera dorsal que por momentos se torna color violeta y pizarra brumosa y silente… Y entre brumas espesas y de condensadas formas, aparece majestuoso nuestro gran vigía, el Teide gigante e impetuoso. Y las nubes que le cortejan desde lo más alto, allá en su atalaya... aún nevado en cualquier día invernal, como queriendo felicitarnos con su dulce presencia, en esta esperanzada Navidad y con cuya compañía voy a brindar por que así sea…

Nunca sabremos a dónde nos van a conducir nuestros pasos, ciertamente... Mas, pienso que ocasión como esta, frente a un bello óleo como el que tengo frente a mí, nunca iba a sentirme tan a gusto… ¿Saben?, hasta he soñado mientras escribía esta espontánea narración; y he caminado pisando con buen pié, sus solitarios senderos y la empedrada calle, pavimentada con las más dulces pinceladas artísticas.

Sin querer turbar ese silencio sobrecogedor que imprime tanta soledad, tanto recogimiento; y hasta pensé que si estuviera acompañado por quien yo sólo sé, hubiera sido como trasponer los difíciles umbrales de la eterna felicidad, con ella…

La Calle San Felipe de Puerto de la Cruz, me condujo a este recoleto y recogido lugar. Y cuál no sería mi sorpresa hallar a unos metros más del señalado lugar, donde se fraguan tan maravillosas obras de arte, de un excelente pintor portuense, reservado y discreto, autor de esos delicados cuadros… No digo quién, por respeto y querer preservar el derecho a su intimidad.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

HOMENAJE A FEDERICO GARCÍA LORCA

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( 1 )

En torno a los verdes hierbales,
cuando pasa el gélido viento,
despierta el viejo sentimiento
dormido entre los olivares.

Desde el triste recuerdo se oyen
los pasos del poeta gitano
bajando el sendero serrano,
y los esbirros que le siguen...

Con esa evocación sentimos
de los secuaces repugnancia
recordando a quienes perdimos

víctimas de la intolerancia,
por un puñado de asesinos
ofuscados en la ignorancia.


( 2 )

Desde Granada se le lloraron,
y al confirmarse la noticia
del ocaso de su existencia,
¡que la vida no le perdonaron!..

cruel fue aquella mañana infernal,
para el pueblo granadino,
al conocerse su destino...
Cual fuera hoy, un genio universal.

Son ante Dios los elegidos,
más que marionetas de teatro.
Fueron mortales bien nacidos.

Buscaron el liberal trato
en los lugares reprimidos
hallando ese revés ingrato.


( 3 )

García Lorca, el rebelde poeta,
con honor pasó a la Historia
y está en nuestra memoria,
revelándonos su alma inquieta.

Y, ahora está proyectándonos
su luz de inigualable lírica
con el ensueño de su mítica,
mensaje que acaba embriagándonos.

Era como un niño despierto...
A veces era temerario,
cuando iba con su pecho abierto.

Y, como un viejo solitario,
si morían las flores de su huerto
o gemía el tosco campanario.


( 4 )

Cuando la blanca Luna asoma
sobre los montes de Granada,
se queda su luz reflejada
sobre las sombras de la loma

que en sus sueños edificó.
Viendo desde sus esperanzas
un mundo de inmensas bonanzas,
por el que tanto suspiró.

Y son sus lunas las más bellas
del cielo azul de Andalucía,
siendo diáfanas como estrellas.

Contemplándolas él sonreía
absorto, alelado con ellas,
sin disimular su alegría.


( 5 )

Verdes olivares de entonces
que impotentes le vieron morir;
ayer, tal vez nos quisieron decir
algo más sus calladas voces.

Eran igual que fue el gran poeta,
bellos y jóvenes, lozanos;
unidos como hermanos,
frente a la tempestad alerta...

En el polvoriento camino
quedaron huellas de sus pasos,
y en el acabó su destino.

Se trenzaron los fuertes lazos
del amor, cual poder divino,
al tomarle Dios en sus brazos.


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Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com/
celestinogh@teleline.es

¡AMADA!

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Me imagino estar a tu lado
recostado en tu regazo,
sintiendo que tu talle engarzo
con mi cariño apasionado.

Así nuestros cuerpos unidos
en ese mágico sosiego.
Percibiendo el calor del fuego
sobre la lava tendidos.

Me imagino, de tu mirada,
aquel destello refulgente
brindándome tu amor ardiente;
verte en mis brazos alelada...

Revivo aquellos momentos,
amándonos tiernamente.
Que no salieras de mi mente
para escuchar tus lamentos.

En las teidíferas cañadas
aún se oye el eco de tu voz,
como el ave que cruza veloz
dejando fragancias amadas.

Me imagino soñar que no sueño,
que camino hasta la encrucijada
contigo, hasta la alborada. ¡Amada!
Despertando del sueño, risueño.

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Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

RETORNO AL LUGAR AMADO

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En una barca de nácar partiste
surcando la mar rumbo ignorado
dejando atrás el entorno amado,
la bahía desolada y triste.


Fueron las estrechas callejuelas
de tu Cádiz testigos de amor,
fuente de inspiración y candor
entre ¡oles!, bailes y castañuelas.


Y sin saber a dónde te fuiste
con la confusión de tu exilio,
rompiéndose el hermoso idilio
del lugar que tanto amor le diste.


“Que siguieron tu callada ruta
muchas melancólicas gaviotas”
cantan desde entonces viejos poetas
“y la mar al verlas pasar, disfruta”.


Ellas también te vieron llorar
recordando a tu tierra amada
que la imaginabas... asomada,
sobre las olas, como queriendo volar.


Que en la lejanía la veías
como si fuera en un bello sueño
y el sueño se te hacía pequeño,
triste... y que la abrazabas sentías.


Rafael Alberti, bate universal,
pintor y poeta en tierra y en la mar,
hombre de bien, nadie te va a olvidar.
Serás siempre lo que al mar es la sal.


Lo que es el día viendo amanecer,
después de una noche tenebrosa;
eres como la luz generosa,
como el calor poético del placer.


Aún notando tu triste ausencia
viendo los caminos yermos llorar,
aún faltando tu voz al no hablar,
sentiremos tu grata presencia.


Por el camino abierto llegaste
inundando de luz sus márgenes,
despertando viejas imágenes
que ayer sin querer abandonaste.


Vi en ti los mágicos destellos
que deslumbraron el largo paseo;
supe al fin cumplido tu deseo
de poder mirarte en sus ojos bellos.


Un poeta universal, como lo fuera Rafael,
seguirá en solitario cruzando mares,
adentrándose por los mágicos lugares
de su inspiración, cual ávido timonel...


Alberti fue señero bate iluminado
con verso marinero y voz angelical,
como el agua de un divino manantial
y barco en la playa solitaria varado.


En mares encrespadas, su lírica prosa
templó la furia incontenible del vendaval
con sus versos su inmenso caudal,
ahuyentándole lejos cual pesada loza...


Al llegar de nuevo a su patria amada
y ver el cielo azul, sus claros y oscuros...
fue como dejar atrás los tristes muros
que le vieron llorar su juventud añorada.

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Celestino González Herreros
http://www.celestino gh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

EL ENIGMA DE LAS PALABRAS

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Sin saber qué, voy a escribir como si estuviera cautivo en un profundo abismo; e inconsciente espero frente al blanco papel... Mi mente dando vueltas busca un motivo que me obligue a reflexionar, en tal o cual sentido. Se va poblando mi intelecto con quiméricas visiones antes que brote la palabra; y no cejo en mi empeño, entre fórmulas distintas: recuerdos lejanos, vivencias entre amigos, placeres, tragedias, trabajo, alegrías y, un sin fin de conjeturas también, que no acabo de descartar o decidirme por algo determinado. Debe ser que no se asoma aún la oportuna expresión de la palabra. De todas formas, no me satisface esperar tanto, menos cuando en deseos ardo, cuando siento esta imperiosa necesidad de aliviar mi tensión emocional. Quisiera poder contagiar mucha alegría, mas, siempre no lo consigo. Cuando quiero no ser repetitivo, peco igual, pero así es la vida; y así siente uno, a veces... Igual no sé qué hay dentro de mí.

¿Será normal, que no sepamos, si en verdad estamos tristes o contentos? ¿Si abundamos o carecemos de verdaderas motivaciones?.. ¿Y menos normal, sufrir el hecho de sentir la sensación de sufrir sin estar sufriendo?

Algo debe preocuparnos, entonces, de esta vida, que no todos hemos sabido entender o descifrar sus extraños enigmas... ¿Será que no queremos entenderlo y tememos saber la realidad del laberinto psíquico que nos confunde? Máxime, cuando creemos tener todo lo elemental. A lo mejor no somos nosotros los únicos, y otros tantos echen de menos algo así y no sepan ni lo sabrán jamás, de qué se trata, cuál es la causa para completar la felicidad. Quienes estén en bien consigo mismo y los que le rodean, también con Dios; ¿qué puede faltarles, cuál puede ser el motivo de tanta insatisfacción? Por más que busquemos, moriremos insatisfechos, “así es la vida”, todo lo bueno nos parecerá poco, y de lo malo, decimos estar hartos. ¿Cuál huequito quedó en nuestro corazón, tan desierto, que nadie sabe, ni uno mismo, qué está latente ahí? Un viejo sentimiento, quizás, que no nos deja en paz... ¿Una obsesión? ¿Algún resquicio de algo que pudo haber sido y no fue?..

Algunas veces siento esta misma necesidad de escribir algo que no sé qué es y sin embargo me condiciona y me entristece sobremanera, anulando así toda inspiración; quedándose eso en su oculto mundo de insospechada soledad... ¿Quién sabe desde cuándo ni hasta cuándo? ¿O será fantasías o efectos de mi demencia lírica, que quiere hallar expresas inspiraciones?

Lo único, creo, es buscar en nuestras palabras un sentido armónico, entre la realidad y los sueños... Dejarnos verlas partir con las corrientes del sentimiento y navegar, hasta donde nos lleven las pertinaces dudas; perderse en la verde espesura del intuido celaje. Algo así, como huir sin dejarnos huellas, sin dejar de seguir buscando ese algo especial, sin apartarnos mucho de la realidad; y escribir lo que vamos viendo en la senda nueva que vamos transitando, decir lo que se siente sin desvirtuar el encanto que hubiera en ese inmenso lago gris de lo desconocido... Dejarnos llevar por esa mágica corriente, como un episodio onírico; y no despertar confusamente, dejar que salgan las palabras del sueño con idílica resonancia y brindarles un trato especial, considerándolas dentro de nuestra ética sentimental. Como cuando recibimos de la fuente espiritual del sagrado manantial la fuerza inspiradora que tantas veces aplaca la sed de nuestra incomprensión hacia uno mismo y todo lo demás.

Debe ser muy hermosa la verdad, al ser más perceptible. Si fuéramos menos calculadores y oyéramos más a menudo lo que dicen nuestros naturales sentimientos, esos que lloran y cantan, los que enamoran y matan, los que se arrastran y mendigan, los que mueren de sufrimiento, los que no sucumben ante nada y se revelan ante todo. Entonces no habría dudas, no fuera un misterio lo de las continuas percepciones que al ser humano acosan.

Hay duendes soterrados, o deambulando en la lejanía; cual constantes vigías. Como errantes penitentes en permanente desvelo, buscando acomodarse, sin interferir la realidad que no alcanzan definitivamente, sólo se pasean frente a ella, como una aparición intuitiva de algo que ocurrió por azar y dejó el encanto de los recuerdos, como un dogma de algo que no llega a materializarse. No es dañino, es según le percibamos por intuición y si nos confunde no nos obliga. Es algo que pertenece al pasado, no al presente, por eso lo vemos con afecto, gratitud y, a veces, con mucha lástima...

Nada debe extrañarnos si percibimos alguna vez la influencia de esas percepciones casuales, no estamos en poder de toda la razón ni nuestros conocimientos alcanzan hasta hoy los límites suyos. Nosotros, los mortales, jamás acabaremos de aprender todo aquello que sería suficiente para alcanzar la verdadera felicidad. Sólo nos queda la conciencia, ese indispensable santuario que sí nos propiciará la esperanza de no equivocarnos si seguimos los normales causes que ella brinde. Eso cada cual es, sobradamente, responsable de sus actos y de elegir su ruta…


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
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