28/11/11

CAMPANAS DE NAVIDAD ... repique del amanecer / no quisiera llorar / porque quiero cantar / a la musa de ayer.


Estas líneas que transcribo, son un extracto afectivo de una carta que en breve saldrá hacia Venezuela, enviada a unos primos en Barquisimeto que emigraron hace más de cuarenta años y son muy felices allá y están muy bien, en todos los sentidos; y no olvidan a Canarias.

Dado que se acercan fechas de un profundo significado, tanto religioso como social, me adelanto para desearles lo mejor y que las disfruten, con amor ante todo y luego con salud, que es también importante. Todos los que estamos, bregando aún, por la vida, por los ausentes rogaremos; con la resignación a que estamos acostumbrados, ya que otra cosa no podemos hacer. Estarán en nuestra memoria y con el recuerdo alimentaremos el amor que les debemos, mientras haya vida en nosotros.

Ahora veamos a nuestro alrededor lo que realmente tenemos y demos gracias a Dios por todo.

Seamos, pues, conscientes de nuestra “fragilidad” y brindemos por el sublime hecho de estar juntos, a pesar de todo y las distancias.

Pienso recordar, como siempre, con veneración, a mi querida Venezuela. Nada se me va a olvidar, aunque estemos tan lejos, en el pensamiento estaremos juntos. O les traemos a todos para acá.

Sinceramente, hay veces que me gustan más las Navidades de Venezuela. Será, quizás, por mi forma de ser o por lo ideal que para mí es ese bello País y sus gentes. Será también, que su música me llama y sus hermosos paisajes. O serán los recuerdos de mi juventud que me reclaman... Recuerdo, desde cuando era un muchacho, en Caracas, lo feliz que fui con mi familia - rama paterna - y puede ser que ello sea razones más que evidentes, recuerdos propios de aquella edad. Del dolor de estar solo, de estar tan lejos de los míos; y del cariño que recibí en todo momento, de todos. Que sea lo que me obliga a magnificar esas fechas, tan tristes, a veces, cuando no, para tantas gentes, los días más felices para chicos y grandes, para todos.

En Venezuela, por ejemplo, sin menospreciar cualquier otro lugar del mundo, la Navidad tiene un encanto extraordinario. Desde el mes de Octubre se despierta la inquietud fiestera del pueblo, el ambiente se va transformando con la magnificencia del buen deseo para con los demás. ¡Buen comienzo! Los ánimos se van sedando y la reflexión obliga a reconocer nuestros errores y el rencor que hemos anidado en nuestro corazón durante el resto de los meses del año. Parece como si se minimizaran los problemas cotidianos y al llegar los “días calientes“ de la gran reconciliación, el país entero respondiera con amor. Que el Niño Jesús haya conseguido, nuevamente, unirnos en el fraternal abrazo de la solidaridad; y que todos juntos seamos más fuertes, estando unidos. Entonces da igual ser pobre o ser rico, cada cual acepta su destino.

A todos nos sobra amor para repartir. A veces, hasta el maleante y el peor de los indeseables, parece que se sensibiliza un tanto y deja de ser el enemigo del bien. Todos buscamos ser y hallar lo que siempre hemos deseado, y estar cerca de los seres queridos... Los cerrojos de las puertas están quitados para que podamos entrar... Y la noche del cañonazo es, como un río de alegría que se desborda e invadiera con la presencia de un amor especial, el ámbito nacional. El cordial y respetuoso abrazo dignifica al hombre y a la mujer. Todo queda en el respeto mutuo y las puertas siguen abiertas para que el vecino entre y pueda honrar el hogar que se le ofrece... Y el compadre con sus amigos... La música y la alegría lo invade todo. ¿Cómo es posible tanta ternura? ¡Y que eso sea una tradición de tantos años!.. Pues si, yo lo viví ampliamente y por ello insisto, al decir: Quién no haya gozado unas Navidades en Venezuela, no sabe lo que se pierde.

Aquí, en mi tierra, me falta ese “sabor criollísimo”. Sin embargo pienso: Será por los siglos de civilización y todo lo que me quieran decir respecto a Latinoamérica -sin olvidar de que Canarias antes era así- y que eso ha desconectado los verdaderos sentimientos en nuestros pueblos, de sus verdaderas raíces, y hoy, sólo seamos un producto más del progreso convencional de intereses foráneos... Las luces en las calles, el despilfarro y la falsa algarabía, nada dicen respecto al amor entre los hombres. Es pues, una cobertura política y social de frías connotaciones para captar los verdaderos sentimientos de quienes esperamos que todos los pueblos sean iguales, con las mismas oportunidades. Que se acaben las guerras y el hambre... Y desaparezcan los intereses partidistas...

Yo aprendí una lección, hace más de cuarenta años, allá, en Venezuela. Una lección que jamás he podido olvidar. Entonces éramos conscientes de la necesidad de luchar “todos juntos” para darle al País el impulso necesario para verle salir a flote, después de tantos desmanes políticos sufridos. Aún era Venezuela un país próspero y prometía poder ayudar a todo aquel que quisiera trabajar... Pero los políticos seguían haciendo de las suyas, enriqueciéndose a costa de la indefensión popular. Y la lección que aprendí, fue, que nunca hay que desfallecer, tarde o temprano, preveíamos, todo se iba arreglar...

Esperemos que sea así y que se cumplan mis predicciones. De momento no sé cómo están las cosas por allá. No quisiera generalizar, pero como anda la Humanidad, presumo que también habrá llegado allá la degeneración política, la delincuencia, la hambruna y las contiendas políticas queriendo justificar sus nobles hazañas sin méritos algunos, y sí, todo lo contrario. Las gentes están desencantadas, todo va en picado hacia abajo, hacia el penoso fracaso, pese a los esfuerzos que hagan por evitarlos tantos defensores de nuestros pueblos como ciertamente siempre han existido. ¡Hay que cambiar tantas cosas por otras más alentadoras! ¡Ah!, pero como ya llega la Navidad, a compartir la felicidad. ¡Olvidemos los malos momentos, que ya vendrán tiempos mejores!..

Celestino González Herreros

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celestinogh@teleline.es

27/11/11

LAS FECHAS NAVIDEÑAS QUE SE APROXIMAN

No van a ser tan gratas para aquellos que no tengan trabajo y para colmo de males, estén pagando una hipoteca…


Debe ser muy triste no poder llevar a la mesa, como en años anteriores, todo aquello que se suele degustar y alegra al paladar y al estómago, más que nada, dulcifica el ambiente familiar, hoy enturbiado por la nefasta crisis que estamos sufriendo.

La acidez de las uvas será evidente. Al estallarlas en sus amargos paladares sentirán el sabor agriado de las mismas. ¿Por cuál futuro van a brindar, si la incertidumbre les ahoga? Habría que vivirlo para poder comprenderlo, sin embargo, reflexionando en ello, podrían hallar consuelo, pensando en aquellos que tienen menos y se sienten resignados ante esa evidencia, con lo poco que posean y lo limitado que puedan llevar a la boca.

En la calle se ve cada caso que impresiona; y uno reflexiona: ¡OH, DIOS!, no tenemos cómo implorarte para dar las gracias por no estar sufriendo por lo que están viviendo, tan resignadamente, aquellos que llevan en sillita de ruedas a un hijo enfermo de parálisis, por ejemplo, y aún tienen fuerzas para sonreírnos, acatando su destino y religiosamente alabando el nombre de Cristo, para que les siga dando esa fortaleza tan necesaria para sobre llevar tal cruz hasta el final… Esos padres saben mejor que nadie, cómo celebrar estas fechas navideñas, rodeados de amor, un trozo de pan y las bendiciones del Cielo para todos ellos. ¡Que DIOS bendiga sus hogares! Y que no les falte nunca esa alegría espiritual tan envidiable y que contagia. Que no les falte, al hallarse sin trabajo esas humildes familias, la solidaridad de sus vecinos y conciudadanos que les ayuden…

Las fechas navideñas que se aproximan, son también motivo de espiritualidad. Darle abrigo al tullido, alimentos al hambriento y techo al desamparado. Que los respectivos Gobiernos y sus más directos colaboradores no lo olviden nunca. Que piensen en los menos favorecidos y se hagan cargo de sus lamentables situaciones.

¡DIOS bendiga nuestra mesa y los frutos y alimentos que en ella ofrecemos! ¡Que nunca nos prive de nuestra cristiana solidaridad y comprendamos mejor y siempre, el dolor ajeno!

No es que quiera ser más papista que el Santísimo Papa, sólo expresar lo que siento y pienso de tan difíciles situaciones por las que los mortales podemos vivir y demás avatares de la vida. Ni quiera explotar las desgracias de los demás. Lo que si intento, es consolar a quienes no les vaya bien en la vida y manifestar que si no existe resignación cristiana difícilmente íbamos a soportar las dificultades, las tragedias y los sinsabores. Así, pues, yo que soy creyente y practicante, pienso en ello como una señal divina. Aquello que aquí nos falte, nos sobrará alguna vez, cuando se hayan cumplido nuestros días. Es más. Que si algo nos sobra no olvidemos a aquellos que tanto lo necesitan y lo desean.

Compartiendo con los demás nuestras cargas aliviamos el peso de las mismas y caminaríamos más ligeros y satisfechos por donde la providencia nos lleve…

Celestino González Herreros

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25/11/11

EL VERTIGO DE LAS ALTURAS…

En el lugar donde me hallo, a cierta altura, tengo frente a mí una enorme franja de mar y el horizonte presenta mitad con cielo claro y el resto, una cortina gris oscuro que anuncia una descarga de agua que se aproxima vertiginosamente… Ya están cayendo las primeras gotas, la lluvia no se hizo esperar.

Cómodamente sentado dentro del coche, mientras espero a un familiar, mato el tiempo escribiendo lo que se me ocurra, no tengo predilección alguna y si, ganas de aprovechar este silencio tan inspirador…

Súbitamente, mi mente se fue poblando de gratas visiones. Después de la tempestad el velo de la lluvia, al cesar, maquinalmente imaginé, en esa bella franja de mar, la presencia de varios barcos de distintos tamaños y motonaves, cruzándola en distintos sentidos, de ida y vuelta, algunos activando sus acústicas bocinas, acercándose al nuevo muelle pesquero, deportivo y comercial en Puerto de la Cruz. Unos entrando, otros partiendo hacia alta mar. Y varios veleros de recreo maniobrando.

De ser cierto y no un sueño, ya estuviéramos ganando todos, sin excepción alguna. Todo sería diferente. Imaginémonos la actividad generalizada en nuestro Norte de Tenerife, dándole trabajo “nuevamente” a quienes lo necesiten; los Comercios llenos de gentes, los Restaurantes, las Plazas y terrazas, los distintos lugares de ocio, etc. Todos íbamos a ganar con ello y en todos los aspectos. Volveríamos a recuperar la ilusión perdida y a ser lo que fuimos y, por supuesto, más sensatos también. El dinero volvería a rodar y a inspirarnos aquellas perspectivas emprendedoras y hasta volveríamos a sonreír como antes…

Ya se que es una utopía, aunque pudiera ser una realidad, de haber voluntad política y solidaridad, afán de superación compartido, sin dejarnos llevar por la cochina envidia y la falta de sentido común.

Tantos años esperando es lamentable. Mientras, por doquiera, realizan obras salomónicas que nada tienen que ver con nosotros. Dineros a mansalva y para nuestro necesario muelle, nada de nada. Es evidente que no ha habido buena voluntad, al menos hasta hoy día.

Lo triste es que no comprendan que si progresa el Norte, aquí habrá trabajo suficiente, sin necesidad de tener que ir a buscarlo fuera de nuestras islas y nuestros jóvenes estudiarían más incentivados cerca de los suyos y viendo más radiante ese horizonte que tienen enfrente, al alcance de la mano y con grandes perspectivas.

Nuestras islas necesitan unirse, comunicarse por mar, así como lo estamos por aire. Nos sentiríamos más independientes y a la vez, más unidos, cosa tan necesaria y urgente. Seríamos más grandes y poderosos, habremos logrado ese abrazo indispensable para culminar nuestro progreso ante la Europa Comunitaria. Sería como construir una poderosa plataforma en medio del Océano, donde ofrecer trabajo, tranquilidad ciudadana e incentivos distintos para los grandes y pequeños emprendedores de ideas y puestos de trabajo. Un edén en mitad del Atlántico, una Plataforma ambiciosa, y a la vez, una posible realidad.

Celestino González Herreros

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22/11/11

LA TRISTE ENCRUCIJADA DE NUESTRAS VIDAS

Parece que haya sido ayer, cuando juntos recorrimos aquellas veredas y caminos vecinales, que si hablaran de nosotros narrarían los episodios más hermosos de nuestras vidas. Mas, allí quedaron relegadas al olvido las huellas de nuestros pasos y el eco adormecido de nuestras voces, cuando musitábamos nuestras palabras de amor.

Parece que haya sido ayer, cuando por primera vez nuestras manos se juntaron y aquella sensación extraña nos unió para siempre en cuerpo y alma, jurándonos amor sincero y sellamos con un cálido beso nuestra eterna promesa. Y, hoy como ayer, seguiríamos queriéndonos y sería así, hasta cuando el destino nos separase. Entre tanto, juntos fuimos envejeciendo, nos percatábamos de ello, aunque no quisiéramos aceptarlo, pareciéndonos que nada había cambiado, que éramos los mismos de ayer sin haber sufrido transformación ninguna evidente; pero no éramos aquellos adolescentes que en silencio nos comunicábamos, mirándonos a los ojos, acariciándonos sólo las manos y muchas veces murmurando aquellas tiernas frases con las que nos decíamos tanto y tantas veces lo mismo.

En vano no han pasado los años. Hoy, intuyendo aquel pasado, con las sienes ya plateadas, vemos con regocijo los frutos de aquel cariño, los hijos ya crecidos, la ternura de los nietos y aquel camino, aunque más desolado y triste, todo cambiado. Empero, aún siguen erguidos los juncos y la madreselva dando sus aromáticas flores, a pesar de los años y la brisa sigue acariciando… Tal vez invitándonos a pasear juntos por aquellos recordados lugares, jugando con las margaritas, que si, que no me quieres… Y el corazón, aunque latiendo con más dificultad, abierto a todos aquellos acontecimientos que siempre perdurarán, aún después de muertos, también.

A veces, mientras me arrulla la mecedora, cierro los ojos y vuelven a mi mente aparecer esos lugares añorados y con la transparencia y la soltura de aquella hermosa juventud, me dejo arrastrar con los recuerdos y me pierdo, con la ausencia propia de la evocación, por esos parajes que intuimos sean los mismos y dejo transcurrir el tiempo, sin prisas por volver a este contrario presente. Siento pasar el tiempo aunque no pueda detenerlo y no me resigno a perderlo, como he perdido aquellas gratas horas que no volverán. Hasta el aroma de las flores es distinto y el eco de la voces, hoy apagadas en la distancia de los recuerdos.

Ella siempre presente, como los juncos erguida y sonriente, mirándome y compasiva viéndome tan viejo; y yo simulo como si no la viera, ocultando mis lágrimas entre la tupida maleza, negando mis desconsuelos, ocultándome entre la tupida malla del tiempo… Sintiendo no alcanzar el ritmo de otras épocas, no alcanzar la cima de nuestras ambiciones, ni demorar los impulsos aquellos ya minimizados dado los ímpetus acostumbrados de aquella edad que no halla jamás resistencia alguna.

Cuando la Luna asomaba, tras la rizada cresta de la montaña, no avisaba e inundaba de luz nuestro reducido entorno, y cuando no, se ocultaba tras los grises nubarrones del espacio etéreo en la distancia, coqueteando entre sus claros resplandores… Y recuerdo verle llorar un día distinto, cuando dolido por su ausencia también me lamentaba. Y a mi amada en el Campo Santo, de hinojo sobre su lápida también sollozaba… Allí la estuve consolando y la Luna compasiva me acompañaba.

Celestino González Herreros

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20/11/11

PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS

Preso por la emoción

esa noche de amor

comprendí su dolor

y sentí compasión...

¡Jesús crucificado!

Viéndole que se acercaba

que sin aliento ya estaba,

con el cuerpo golpeado

antes de haber expirado...

Su piel amoratada,

yerma, su dulce mirada

del rostro se había borrado.

Al comenzar el día

y el alba despuntar

y sin mi emoción ocultar,

vi. a la Virgen María

a sus pies sollozando

con el corazón herido

de tanto haber sufrido;

sollozando y a Dios rezando.

Con paso silencioso

me pareció verle andar...

queriéndo revindicar

su ejemplo más amoroso,

que aunque le viera morir

no fuera en vano su muerte,

sintiendo su cuerpo frió e inerte

ya abatido de tanto sufrir

y aquello de querer revivir

justificando su muerte;

y renacer nuevamente,

pese a su agonía y dolor...

*****

Celestino González Herreros

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18/11/11

TIEMPO DE SANA REFLEXIÓN POLÍTICA

Ahora a reponer energías y a reflexionar equitativamente en el cúmulo de razones e ideas con las cuales se han manifestado a lo largo de la Campaña Electoral que acaba de concluir. Pensar con cuáles fórmulas van a cumplir todo aquello que han prometido en sus distintos discursos electorales; y no olviden que nuestras gentes tienen buena memoria. Al menos sabemos reconocer y valorar cuanto se nos cumple, considerando, claro está, las condiciones y los avatares que se nos presenten. Al mismo tiempo, también no perdonamos ligeramente, si nos engañan deliberadamente… Cuatro años pasan rápidos y en la siguiente oportunidad electoral, castigamos con los votos. Así será siempre, nunca con la abstención. Para eso vale el voto, para redimirnos ante las urnas hasta hallar nuestras reivindicaciones sociales, políticas y económicas. Democráticamente tendríamos la oportunidad de hacernos valer y que se nos respete en todo, que nos consideren en las distintas ocasiones que la vida nos depare.

Las luchas políticas no deben confundirse con guerras sucias entre bandos diferentes sin perspectivas ningunas, sólo aquello de hallar las mayorías para hacer y deshacer lo que ya está hecho, sin tener en cuenta los sacrificios vividos para lograrlo. Las luchas políticas debieran tener un objetivo común, luchar por el bienestar de los ciudadanos con la misma equidad para los de un lado como para los oponentes, con respeto y el sentido humano que quisiéramos nos trataran a cada uno de nosotros. Una vez ganan unos, otra vez ganan los otros, a fin de cuenta, todos pensamos igual.

Por esa simple razón, creo que lograr esa ambicionada mayoría, se presta a desequilibrios sociales.

Dirigiéndome a todos los políticos y con el máximo respeto lo hago, sugiero tengan en cuenta, que quién avisa no es traidor. ¿Saben la opinión que tienen de ustedes en las calles las gentes?, que son – bueno, por no escribir adjetivos más impresentables- unos engreídos, unos embusteros, mentirosos y oportunistas… No lo digo yo. Que les han engañado una y mil veces, luego les piden el voto… ¿Con qué cara?

En tiempos de reflexión, que Dios les ilumine y puedan verificar a las gentes, que son todo lo contrario y demuéstrenlo. Así ganaríamos todos y viviríamos mejor, más pacíficamente.

Celestino González Herreros

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17/11/11

TENERIFE NO TIENE FRONTERAS

No veo más allá si miro, sólo veo mar y el cielo, e intuyo que vivo inmerso en el laberinto social de nuestro reducido mundo, en medio del Océano Atlántico; como si mi vida flotara cual cascaroncito de nuez que no avanza entre el vaivén de las olas del mar, bajo el infinito azul…

La vida acontece entre murmullos de voces y de olas que se enfurecen, entre sorpresas inauditas surgidas en el constante desafío que los hombres protagonizamos, buscando liberarnos del yugo acostumbrado, impuesto por los regidores mal llamados, a organizar las querellas, entre unos y otros, como en los mejores tiempos, cuando éramos respetados, literalmente. Considerados y a la vez admirados Así era el pueblo canario. Cada cual en su lugar, un ejemplo de convivencia social fingido y austero que nos permitía desenvolvernos como fuera, dentro de tantas precariedades. Tras las rejas de la incomprensión y el autoritarismo impuesto… ¡Pero vivíamos! Hoy el laberinto es tal, que da lástima, propia y ajena, al comprobar a dónde nos han traído y a dónde nos quieren llevar. ¿Y, quiénes somos ya? ¿Y, en manos de quiénes estamos, sin poder quitarnos la mordaza de la esclavitud?.. Hacen de nosotros lo que quieren, nos ultrajan y vejan. Nos han privado de nuestra “relativa” libertad, nos han degradado aún más y nos han quitado la ilusión de vivir…

Pero la libertad siempre ha costado lo suyo, la lucha se hace, a veces, hasta sangrienta y las palabras enmudecen. Sólo son los hechos la espada en alto que señala la evidencia, las drásticas posturas que exigen los hombres para verse definitivamente libres de la nefasta opresión.

El rebelde no nace así, lo hacen las circunstancias… Cansados de tantos improperios, de tantos abusos de toda índole, el ser humano se transforma, se hace osco y agresivo por propio instinto. Estará así, mientras su entorno social no cambie, a la defensiva y ello confirma su desconfianza… Nuestro archipiélago canario era un lugar tranquilo, o al menos, más tranquilo que en la actualidad, después que tantos políticos y gentes de arriba –que no todos- se degeneraron y metieron las manos en la lata del gofio, muy alegremente –diría yo, o descaradamente- la Sociedad y sus mejores valores han ido perdiendo la estima que antes disfrutaban.

¿Se han dado cuenta cómo nos están haciendo imposible la vida?

No quisiera ser tan pesimista como perezco, pero la evidencia no nos engaña, cada vez vamos a peor, si no, lean las últimas noticias, los abusivos recortes, los gravámenes nacionales y la subida de los impuestos municipales… Da la impresión de que quieren dejarnos en calzoncillos y escondernos el calzado para que no podamos movernos, manifestarnos, ir a la calle y gritar que ¡ya está bien!..

Pienso que lo de la “crisis mundial” es un puro cuento. No hay tal crisis, aunque si, mala administración en cada uno de los países que tanto se lamentan. También pienso, que si no cambian los esquemas del sistema político en todo el mundo civilizado, irrevocablemente, iremos a peor. Y al final podría comenzar una larga guerra… Lo estamos viendo en España y más severamente, en nuestras Islas Canarias. No hay que ir muy lejos para comprobarlo.

Si señor, los políticos tienen que darse un buen lavado de conciencia y no provocar a sus conciudadanos con intolerables abusos de poder y el constante engaño al que nos tienen acostumbrados. No hace falta que lo diga yo, ya lo sabemos… Oímos y leemos.

Si el hombre de la calle está preocupado, más aún lo están aquellos que gobiernan el destino de nuestros pueblos. Repito, no lo digo yo solamente. Entérense y tiempo al tiempo.

Celestino González Herreros

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REVISEN VUESTRA AGENDA POLÍTICA Y LLÉVENLA CONSIGO

Me imagino lo atiborrada que nuestros políticos tendrán la inseparable e imprescindible Agenda de promesas y compromisos ofrecidos al pueblo que representan, no sólo como notas informativas, respecto a sus obligaciones futuras para después de celebrarse el escrutinio laboral y ya sepamos quienes se van y cuales son los que se quedan. Faltan ya unos días, horas, para salir de dudas… Claro, que los que van a seguir o continuar, habrán tenido ocasión, durante toda la campaña y el ejercicio anterior, de revisar lo que no han cumplido, con o sin razón alguna. Y hayan comprendido y hasta lamentado, no haberlo hecho mejor; porque no se atendieron oportunamente aquellos urgentes asuntos denunciados y si, despreciados en su momento, por capricho u otras razones políticas o financieras.

Y si van a seguir gobernando los destinos del pueblo, ¿van a volver aplazar asuntos tan delicados, como lo son: generar fuentes de trabajo, reducir impuestos a las Empresas que quieren salir adelante y por estar ahogadas, no pueden ni respirar? En fin, enfrentarse dignamente a los problemas que sufren los ciudadanos, ayudándoles a resolver sus acuciantes problemas y no a entorpecerles con el fatídico acoso a que están acostumbrados. Sin olvidar que están obligados a intervenir y mediar frente al abusivo proceder de los Bancos con las endiabladas hipotecas y la pertinaz negación de créditos con más bajos intereses.

Nuestros políticos, cuando viajan a Madrid, que no se olviden de sus Agendas, que se las lleven bajo el brazo y defiendan sus contenidos, nuestros intereses canarios, muy particularmente, que para eso van y que regresen, no sólo ilusionados, también, con nuestros problemas declarados y a ser posible, debidamente aprobados.

El pueblo jamás perdona y cuando se le cumple son incondicionalmente agradecidos. Lo hemos aprendido socialmente de otros municipios, que a la vista están. Repiten porque así lo quieren sus conciudadanos, porque han sabido aceptar la participación en la busca de posibles soluciones y sanear errores cometidos. Con la sola intención de corregirlos y no caer, repetidamente, en los mismos fallos. Participación que ayuda a ver en toda la geografía municipal, los desperfectos hallados y la escoria almacenada en exposición… El abandono en distintos Centros de Recogimiento y de Ocio, en los Parques Infantiles, Guarderías, Instituciones Políticas, etc. Esa ayuda jamás debe despreciarse. Debe sanearse lo que está deteriorado, mejor sin demora alguna, según las circunstancias lo vayan permitiendo y no ir acumulando desperfectos que tanto incomodan, a la porter… Eso no quiere decir que los vecinos se inmiscuyen directamente en los asuntos municipales, que buscan protagonismos. Eso es solidaridad y ayuda a quienes sepan respetar los sentimientos y las inquietudes cívicas de los ciudadanos participativos.

Celestino González Herreros

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15/11/11

SENTIR DE LA NAVIDAD EN VENEZUELA

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Con lo puesto encima partieron, nada de equipaje, para un par de días que duraría el viaje, no era necesario más. En el trayecto conseguirían comer algo hasta llegar.

Era una mañana de esas que parecen propias para señalar un momento importante; no era otro que encontrarse en sus respectivos ranchos, con sus familias, después de un año completico de trabajo, lo que se dice trabajo de verdad, aunque se piense lo contrario. La tierra es cruel con los hombres, se hace difícil a veces domarla por lo dura que se pone; luego el Sol, cuando arrecha, no hay quién lo soporte, pega muy duro... Pero también es generosa cuando se le da lo que pide: Sol y agua, aunque sea la del rocío.

Por un camino de tierra que parecía interminable, los dos amigos llevaban buen rato andando y, para apagar la sed que sentían, hallaron a un chamo ambulante, subido en una pequeña lomada con una pila de cocos que vendía, como medio de sustento, para negociar con los que transitaran por allí; a la vez descansaban un poco. Después de beberse la sabrosa agua de coco con ron, y repuestas las fuerzas gastadas en el largo viaje, siguieron adelante, hasta llegar a un trozo de vía medio asfaltada de vieja ejecución, que haría menos penoso el trayecto. En ambos márgenes de la misma, se adentraba la fronda abundante del lugar, como queriendo cerrarla y dominar lo que antes fue suyo, mutilado por el progreso habitual para dar paso al movimiento urbano de los pueblos adyacentes, en su continuo y diario trajín. No hubo un sólo carro que se detuviera para llevarles, ni por asomo. Está claro, nunca se sabe las intenciones verdaderas del peatón - antes era distinto, la gente no sentía malicia...- y es obvio que la desconfianza genere miedo... Mas, por suerte, ya cerca de unos solitarios y umbríos páramos, refrescó el aire; sendas nubes bajas y abundante neblina, les envolvió de súbito, liberando sus agobiados pulmones para respirar mejor y adelantar el paso.

Un carro que venía a sus espaldas, hizo como si fuera a detenerse, y haciendo un gesto obsceno con la mano el conductor y risas de los acompañantes, aceleró la marcha del vehículo en muestra de mamadera de gallo o lo que es igual, de burla.

-¡Desgraciado, que un rayo te parta en dos!; ¡Que te devore una culebra tragavenado!

-¡Coño e madre!- Inquirió el otro.

Siguieron adelante, profiriendo maldiciones. Hasta que olvidaron el incidente al cambiar el tema de la conversación, haciendo planes para cuando estuvieren con la misia y los muchachos... También pensaban en los animales que habían dejado. Mientras conversaban las horas volaban. Volvió el calor, habían dejado ya lejos el frescor de los páramos y las sombras de las nubes. También es verdad, que la tarde se sentía más apacible mientras se avecinaba la noche, tibia y sensual, con el vientecillo propio del trópico abanicando el ambiente.

A la sombra de un hermoso palmeral, guarecidos entre la maleza, disfrutaron a piernas tendidas, un sueño dichoso, hasta muy cerca de la madrugada. Pensaron partir antes que amaneciera para evitar el molesto castigo del Sol. Así ganarían camino sin tanto agobio.

- Oye la queja del viento en el camino que nos lleva a la aldea, dejamos atrás la quebrada y el tupido carrizal. Como que va a amanecer horita; y aquí estamos, compadre, parados siempre, aunque el andar cansado; la ilusión nos mantiene erguidos, pensando, claro está, en la familia que nos espera, más ahorita, cuando se viven estos días de la Navidad.

- Si, mi hermano, aunque llevemos pocos reales en los bolsillos, piense en ellos, todos en torno a la mesa, adornada con los típicos manjares de nuestros campos; y el hervido de gallina calentico... ¡Ah mundo!...

- Todavía nos falta para llegar.

- Diremos que se nos escapó el autobús y nos echamos andar para ganar tiempo. Estas alpargatas que llevamos puestas en los pies, nos protegerán hasta llegar al bohío... Aún siento la impresión de la lejanía, de soledad, de llanura perdida. Como si nos siguieran las voces de aquellos compañeros de trabajo, algunos, quizás, no tienen familias y les da igual quedarse cerca de la Hacienda. Al no tener dónde ir; y no quieran perderse el calor humano del afecto que les brindan, algunas veces, el patrón, el capataz o el bollero Juan. Ellos celebrarán la Navidad a su modo y no estarán solos. Se me antoja, estar oyendo la música criolla de una típica “chipola”, de allá, del Estado Portuguesa. Como antes las cantaran el Trío Cantaclaro, que me cuenta el viejo de por los años 37. - Imaginémonos dichas notas sentimentales... Verdad, que siente uno aún más, las ganas de llegar y poder escuchar en el cerro, el parrandón, los aguinaldos y las gaitas, unos de los más bellos aires musicales navideños de nuestro folklore, y sin lugar a dudas, el motivo que alegra tanto la Navidad.

Les diré a los muchachos que me canten “Espléndida Noche”, tan profundo y sensual: << Espléndida Noche / radiante de luz, / es la Noche Buena / pues nació Jesús >>

Apenas había amanecido, ya estaban, pues, llegando al lugar ansiado; como caballos viejos adelantaron la marcha y al final casi corrieron. Los dos amigos se separaron, tomaron caminos distintos para llegar a sus respectivos y cálidos hogares. Allá les esperaban con la impaciencia propia de la añoranza, del ser querido, que ha tenido que salir afuera a buscar la arepa para ellos.

Ya hoy, llegaban jubilosos, como si llevaran un gran capital; de trabajar largos meses en el Estado Portuguesa, en las tareas de peones de la Hacienda que los habían contratado y cuyos propietarios, de puro contento por la buena conducta de estos o sumisión, como quieran entenderlo, les renovaban, año tras año, los respectivos contratos de empleo y paga. Lo demás, todos entendemos, unos más que otros, la rutina de los acontecimientos, esos episodios cotidianos y con mucha suerte, aquello de la paz y del amor que se viven en esas fechas, desde un par de meses antes de su celebración.

Ahora es la vida en el rancho y sus alrededores, con los familiares y los amigos de siempre, y ordenando un poco las cosas que habían quedado a medias durante la ausencia. “Ocasión única, para aprender a valorar lo que Dios les ha dado y que aún tengan: la familia, el trabajo y los buenos amigos que en estos días tan especiales, parece que cobraran mayor dimensión y hacen sentirse tremendamente felices.”

Sobre el chinchorro descansaba, una de esas tardes serenas - radiantes de luz - el viejo campesino. Y le quedaba fácil ver el cielo, ahora poblado de grises nubes, otras se tornaban de un color naranja encendido, emulando al resplandor del fuego, sobre la distante montaña que a lo lejos se erguía, desde los valles lejanos y los precipitados páramos y barrancos que morían en el silencio de la niebla reinante. Viendo al cielo, medio adormecido, un sentimiento reflexivo le abordó de súbito, dejándole a expensas de su conciencia, que, sumamente emocionado le hizo claudicar ante el poder mágico de sus percepciones. Como si alcanzara a ver la divinidad de un encuentro místico, pensando en el Nacimiento de Jesús. En la última revelación del encendido ocaso, al filo del comienzo de la noche, con ese hermoso e ilusorio espejismo, durmió un rato, sin perder la fúlgida imagen del más bello sueño... Vio a los pastores, a Jesús niño y María, el asno, el buey y a los tres Reyes Magos... Toda una escena de Paz y de Amor, hasta que la cálida brisa tropical le increpó, despertándole, aunque dejándole la grata sensación de haber vivido un feliz sueño en su propio rancho de paredes de cartón <> un lugar de su Belén; y el irrepetible encuentro con el Niño; que supo romperle el llanto interior de su infelicidad, tornándola en alegría, ante la admiración suya, bajo el Sol dorado de esa fúlgida luz crepuscular...

Ahora, rodeado de los suyos, se había olvidado de tantos sacrificios pasados. Ahora se sentía inmensamente rico, si la riqueza consiste en saberse querido y arropado por los suyos. No sabían qué hacer para verle así, contento, pero no podía ser más.

La señora le miraba con expresión compasiva, medio triste, medio alegre; pasarían los días y otra vez se iría...

- Amor, ¿te traigo otra cervecita? ¿O prefieres aguardiente?

- Arrímate "pa" acá, compañera, traedme otra, pues...

Iba y venía de un rincón a otro, como si estuviera estrenando rancho nuevo. ¡Cuántos recuerdos por doquiera!.. Los muchachitos habían crecido un poco, la niña casi ya es una mujer; y él se sentía más viejo y cansado. Pero estaban todos juntos y esta Navidad iba a ser distinta.

Salió al exterior con el botellín en la mano, y apurando un trago y al echar hacia atrás la cabeza, viendo al cielo, sintió un extraño sentimiento, que perecía le ahogara; por su mente cruzó un pensamiento, que, casi le hiela la sangre, echaba de menos seres queridos que ya se fueron... y, ¡qué lejos los sentía!, para brindar por ellos con sincero respeto. Habían partido para siempre; pero estarán en su corazón en todo momento, para sentirlos más cerca.

Ya era Navidad, también en su humilde caserío. Desde la quebrada llegaban las voces de los aguinaldos... Los muchachos corrían de un lugar a otro con el nerviosismo propio del momento. Ya el fogón estaba prendido y la gallina en la olla. Por el camino polvoriento venía uno de los compadres a buscarle, para estar juntos un ratico, allá, en el Botiquín de la esquina, para oír música y hablar de sus cosas, cosas de pobres que saben vivir la Navidad a su manera y no envidian a nadie, si se hallan entre los suyos, brindándoles su amor...

Por todas partes se oían las gaitas navideñas; y las tracas explotaban en el carrizal, en las afuera del rancho.


Celestino González Herreros

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celestinogh@teleline.es

13/11/11

EVASIÓN...

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Esa fue una mañana propicia para caminar un rato, a pocos metros del mar, evadirnos y recuperar del incesante trajín de la vida, aquellas energía perdidas. Circulé buscando donde aparcar, como me lo había propuesto, pero me detuve un tiempo razonable, aún dentro del coche y ya estacionado, antes de apearme del mismo en las inmediaciones de Playa Jardín, cuando de súbito, de entre los matorrales de la acera de enfrente surgió un precioso gallo el cual me mantuvo expectante y hasta medio emocionado. Me miró, pienso yo, y comenzó a cantar, como si me dedicara su matutino saludo de bienvenida. Dado el tiempo que no oía esa grata sinfonía campestre, curiosamente esperé a oírle más veces. Luego, mientras buscaba nutrientes para su supervivencia, seguía batiendo las alas y arrogantemente erguía su rojo cuello y se explayaba entonando sus cantos, mas, opté por no bajar del auto en tanto le estuviera viendo y oyendo. Creo que fue el recibimiento del gallo lo que me entristeció y despertó en mí tantos recuerdos soterrados en el tiempo. Volví a revivir aquella infancia y primera juventud ya perdida, cuando los gallos nos saludaban, nos despertaban alabando el milagro de la vida, recordándonos aquellos alrededores y el entorno mismo, cantándole a la madre Naturaleza y el prodigio de la Creación

Una vez adentrado en los sorprendentes jardines que lindan desde la avenida hasta el asfalto y la espaciosa arena negra, los bajíos y la mar, uno se queda sorprendido. En mi caso y luego de haberlos transitado en varias ocasiones, esta vez no sé por cuál razón no estaba muy al ciento, pudo ser la hora tan temprana, o por que siempre no estamos ni sentimos igual, lo cierto es que y a pesar de ello, disfruté enormemente y todo el tiempo estuve elogiando y admirando la cantidad de palmeras y la variedad de esa especie allí presentes, erguidas como queriendo alcanzar el cielo, increíbles y bellas. Como si hubiera visitado ese lugar por vez primera. Me hubiera quedado en ese confortable lugar más tiempo, a no ser que advertí, sin intención alguna, la presencia de la mosca blanca que por momentos llegó a molestarme al pasar por determinados lugares, según los arbustos… ¡Qué lástima no poder combatirla eficazmente! Si se lo propone, acaba con los jardines de la Playa. Sería un doloroso suceso, ya que nunca vi lugar más hermoso y atractivo.

Las aves eran felices, ajenas al grave peligro de esa plaga de la mosca blanca; disfrutaban de su libertad selvática y anidaban entre los recodos del ramaje de los árboles. Iban y venían, ignorándome por completo.

Al acercarme a la playa, a pesar del oleaje, los bajíos de la orilla destacaban su bella fisonomía. Recordé por momentos, aquellos años tan lejanos, jugando con el agua de los charcos y persiguiendo los pequeños peces… En esta ocasión había pocos bañistas, vi. un señor de edad avanzada en traje de baño, con una bolsa en las manos recogiendo piedritas de entre la arena, posiblemente eran para sus nietos. Lo que si abundaban eran las personas aquellas cuyos respectivos médicos aconsejaban hacer ejercicios y pasear, como idónea terapia…

Sinceramente, Playa Jardín necesita más cuidados, cualquiera que le visite lo notará. Vean el Parque infantil, por ejemplo, su imagen ratifica la veracidad de mis palabras. Debe ser que no hay dineros, por que es imposible que sea falta de buena voluntad, entonces sería imperdonable. Creo que ha habido tiempo suficiente para acometer las mejoras necesarias, que tampoco son tantas, pero créanme, son detalles que nuestros visitantes, sobre todo ellos, lo habrán censurado y hasta comentado allá en sus lugares de origen. De ninguna manera nos conviene retroceder, en ello nos va nuestro futuro. Pequeñeces si quieren, pero muy importante… ¡Ay, si Cesar Manrique viviera!.. Siquiera por respeto a su memoria debieran solventarse esos pequeños desperfectos hallados.

Celestino González Herreros

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12/11/11

VISPERA DE SAN ANDRÉS Y LAS CASTAÑAS TOSTADAS


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Próximos a la fiesta del cacharro, ya los castaños han brindado el rico fruto para que celebremos la víspera de San Andrés, mejor cada año,, en familia o en grupos de amigos y amigas, con nuestra típica comida – cena, de las castañas tostadas, el pescado salado guisado y las papas y batatas, el ñame y los plátanos pintones guisados siempre acompañados del buen vino de la zona norte de Tenerife y después de la cena a correr los cacharros junto con aquellos que desde las primeras horas de la tarde ya habían comenzado su loca carrera, arrastrándolos ruidosamente.

San Andrés y su víspera, forman parte de esa añosa costumbre, desde hace muchísimos años, en cada lugar de forma diferente, como ocurre, por ejemplo, con las tablas en Icod de los Vinos y de diferente forma en otros lugares de nuestra geografía. En Puerto de la Cruz, siempre tuvo gran importancia, como vieja tradición, e incluso, es de señalar que varios días antes de esas alegres fechas, ya en las calles y plazas, así como en lugares de ocio, la costumbre de tostar las castañas, como sucede habitualmente en nuestro muelle pesquero, donde, a veces, hacemos cola para proveernos del embase de papel calentito de las mismas; o sentados en provisionales sillas y nos las traen a la mesa acompañadas de la botella de vino del norte. Al lado del mar, escuchando el tenue rugir de las olas y percibiendo con agrado del aire fresco y salobre que nos llega…

Esa estampa costumbrista hace las delicias de numerosos extranjeros que no pierden ocasión de disfrutar de nuestras costumbres y el ambiente que generamos en torno al fuego y el abundante humo del carbón quemado.

Nosotros, acostumbrados a este encuentro tradicional, tal vez no sepamos valorar la dimensión del momento, ellos si, tanta armonía en los tiempos que vivimos, tanta bonanza y simpatía; y ejemplar conducta cívica, es digna de la más placentera admiración. Y los que nos visitan dan fe de ello.

Es cierto, que a veces, uno se siente un tanto sentimental, viendo la Plaza del Charco tan cerca y entonces con el rigor del frío, la vemos tan bacía… Recordemos cuando éramos jóvenes, llenita de gentes paseando en ella, saboreando el tostado fruto en compañía de las amigas y amigos (arreglados a las posibilidades de cada uno) o sentados en los incómodos bancos de piedra “chascando” las sabrosas castañas tostadas. ¡Qué tiempos aquellos!

Bueno, cada edad tiene sus momentos y las apetencias son distintas, los que ya peinamos canas, y hemos de ser más prudentes y de acuerdo a lo permisible, cada cual, si no come tanto come cuento y el vasito de vino que no falte.

Celestino González Herreros