27/12/10

SAN TELMO DELICIOSO LUGAR DE ENCUENTRO

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No voy a retroceder en el tiempo para evocar vivencias imborrables y personales, ni de tantas generaciones pretéritas; no voy a revivir todas las mías, sino algunas, por que no acabaría en tan buen tiempo. Solo decir que me entristece, cuando me acerco por ese emblemático y enternecedor lugar, y veo a tantas gentes, sin distinción de edades, disfrutando casi durante todo el año de su playita favorita, de piedras y arenas negras que se complementan, para emular el bello arenal de otras playas que, si bien tienen mejor lecho, nunca el encanto familiar de su acogedor ambiente... Este antiguo desembarcadero del boquete de San Telmo, supongo que, a cada uno de nosotros, a todos, nos habrá ocurrido algo semejante. Hubo una edad, un momento en la juventud, que sólo nos alimentaba la fantasía, como si no tuviéramos los pies en la tierra y las ideas flotaran como estrellas en el firmamento y se alinearan buscando realidades, aunque fueran insólitas; y nos aventurábamos en el ejercicio de las mismas. Es quizás, el complejo urbanístico, social y turístico mejor asentado que tiene Puerto de la Cruz y el que menos gastos genera, por que todo allí es natural. En ese paradisiaco lugar, siendo niño aprendí a nadar, me empujaron otros muchachos y no tuve más remedio que mover los brazos, las piernas y los pies. Allí aprendieron a nadar mis hijos y ahora los nietos. Actualmente, lo digo así porque el tiempo ha transcurrido inexorablemente; veo con frecuencia a algunos de los que fueron activos protagonistas aquellos muchachos de entonces, ya con las sienes plateadas algunos, que aun siguen ejercitando el cuerpo como antes lo hicieran; algunos con el mismo estilo que cuando eran jóvenes. Digo, me entristece, porque reconozco que he perdido habilidades. Recordemos cuando nos lanzábamos al mar desde el muro de la Ermita de San Telmo -todos aquellos buenos amigos están en mi mente- o de la gran grúa que entonces existía en el Penitente. Cuando nos íbamos nadando, primero hasta la “Cebada”, luego la gran aventura del risco “El Pris”, el lugar más distante desde la punta del muro. Ya sé, habían otros aventajados que hacían el recorrido desde el Muelle Pesquero hasta la Playa de Martiánez. Algunos viven aún, para corroborar lo que digo y dirán también que me quedo corto. En las rocas de Santo Domingo, al lado del Penitente, se celebraban, al igual que hoy, verdaderas competiciones de saltos al mar y las gentes curiosas lo pasaban muy bien, viendo los acrobáticos saltos de la muchachada de entonces. Casi siempre exhibiéndonos para “cautivar” la atención de las muchachas que por razones obvias admiraban tanto valor y riesgo de unos y otros. Hoy en día, igual que antes, la gente va a la playita a relajarse y olvidarse de todo y con ello recuperar la paz del espíritu en buen grado y las energías perdidas por el incesante esfuerzo y el estrés por el precipitado curso del tiempo de que disponemos para resolver los asuntos propios y los ajenos en el trabajo; poder estar al día en todo.

En verano como en invierno y con ello digo todo el año, da gusto ir a la playita de San Telmo y sus atractivos bajíos junto a la escollera que los resguarda. En el extremo del muro está lo más delicioso para los que saben sostenerse en el agua: el Reboso. Como su nombre indica, cuando llega la mar hasta su hondo cause se llena hasta rebosar para enseguida bajar súbitamente y volver a subir bruscamente. Es un juego divertidísimo y tan atractivo escenario se llena de bañistas. En el muro -muellecito rompeolas- cuando las olas baten con fuerza, premeditadamente, en la parte posterior del mismo hay un descanso y allí agarrados o simplemente agachados llegaba la ola rota propinándonos la abundante espuma cual si fuera una mágica ducha. El charco “Los Espadartes” cuando hay pleamar es una gozada y los charquitos adyacentes para los niños pescar peje verde y cabozos, además de zambullirse ellos, pues son ideales. para el baño y a la vez jugar..

Está muy bien cuidado ese recinto abierto al mar, con bar, terraza, solarium, duchas y ese santito, San Telmo, que desde su hornacina vela por todos los presentes en ese delicioso lugar de encuentro.

Mientras abajo, en la playa, los bañistas lo pasan “bomba”, la calle San Telmo, moderna y marinera arteria urbana de Puerto de la Cruz, se ve concurridísima de gentes de distintas procedencias y condición social, que van y vienen, entrando y saliendo de los muchos comercios que la conforman, si bien y casi siempre, con sus prisas habituales por razones obvias. No dejan de mirar hacia abajo, ni disimulan sus desconsuelos por no estar ahí, gozando de esa bella y popular ribera, tan acogedora, que le da al entorno tal semblanza de romanticismo y ternura, que, en la mirada de buena parte de tantos transeúntes se asoma una mezcla de emoción y envidia de tan placentera contemplación que convoca decididamente a participar de ese ambiente. A mí siempre me cautivó. Cuando joven, acostumbraba a contemplar ese bello lugar con desmedida nostalgia; miraba al mar con cierto recelo, pues me atraía considerablemente y a la vez respetaba su silencio cuando estaba en calma, con sus suaves marejadillas que sigilosas llegaban a las orillas, tanto de la arena como de los basálticos acantilados y riscos de los estáticos bajíos... Cuando la mar rugía, golpeando la muralla, también sentía ese incondicional respeto, pero en mi fuero interno sentía una extraña sensación de ira que me hacía cómplice del natural arrebato de las olas; en la mar veía reflejado mi espíritu y por eso le entendía. Largas horas contemplándola viví, ajeno a todo cuanto me rodeaba y en ella buscaba evadirme de mi propia confusión, que son las dudas de esa tierna edad. Del porqué de las cosas que van sucediendo en la vida... Era pues, un lugar especial para mí, lo confieso sin rubor alguno. Allí, desde la calle, mirando al mar, oí la voz de mi destino, cuando me llamaba con insistencia; y no descansé hasta cruzar el “charco” . En sus profundas oquedades intuía su silencio más profundo, como si abajo hubiera un atractivo mundo de ensueños... Viendo los colores marinos del subsuelo, adivinaba senderos de márgenes distintos a los habituales y sin fronteras que detener pudieran a mis pasos; entonces buscaba entender el final de un presente tedioso que me aburría, sin horizontes... Quería rehacer un sueño roto que, desde la infancia se había quebrado cual ánfora rota en mil pedazos. Entonces yo luchaba por restaurar el encanto perdido de mi inocente adolescencia, quería, al sentirme hombre, trasponer los umbrales que me condujeran, sin dilación alguna, a algún lugar estable y seguro. Llegué a América, concretamente a Venezuela, país que me dio el temple que necesitaba para sentirme mejor. Allí se forjó mi espíritu y estando allá siempre recordaba al blanco muro de la calle San Telmo, cuando apoyado en él, tantas noches, bajo los claros de luna, con mareas altas o bajas y siempre en el silencio de la noche oía voces que llegaban de allende, quién sabe de dónde, invitándome a serenar mi espíritu. Me ofrecía la ruta de otros navegantes que se fueron y muchos de ellos hallaron lo que buscaban.

San Telmo y todo su bello entorno, es seguramente el lugar más apetecible, antes, hoy y lo será siempre, para soñar despierto, para vivir soñando la paz y el sosiego del descanso, recuperando la ilusión perdida de algunos y la libertad de otros en el contexto espiritual y eso ayuda a vivir más tiempo y enseña a sonreír como lo estáis haciendo.

Sin duda alguna, la playita de San Telmo es el lugar más atractivo, visto desde la calle Santo Domingo, mirador excitante y de excepción, de nuestra alegre ciudad, donde solemos detenernos al transitar el lugar con desmedida admiración al contemplar tanta belleza natural desde su angular visión. Esa única panorámica, por sus atractivos encantos ha seguido la ruta de los sueños, está repartida por todo el mundo llevada en la retina y en el corazón de nuestros visitante y, a través del mágico celuloide.

Cuando ha pasado algún tiempo desde el día que escribí hasta aquí y publiqué en algún Diario regional, lo dicho en esa ocasión, desde un punto de vista sentimental por lo que ello representó siempre para mi generación, los románticos de ayer, que por cierto, muchos de ellos ya no están físicamente entre nosotros, debo añadir como respuesta a mis actuales observaciones, la evidencia de los logros urbanísticos de la zona en ciernes y sus afines lindes. Desde que comenzaron a ejecutarse las obras de modernización en esos límites urbanos, cada vez es mayor mi entusiasmo y observo con lógica complacencia la aprobación colectiva de mis conciudadanos y visitantes.

Es ese lugar como una parcela marítima de excepción e índole familiar, allí casi siempre veo a las mismas personas, asiduos beneficiarios que no faltan a la sita, haga frió o haga calor, asisten al diario acontecer a disfrutar del aire yodado, limpio y salitroso que se respira deliciosamente y del baño tan recomendado como revivificador y el sol tan necesario tomado con prudencia en todo momento, necesario y regenerador.

Siempre que paso por la calle Santo Domingo, el lugar llamado “Punta del Viento” al llegar a esa altura mágica, me detengo para contemplar la soberbia y hermosa estampa marinera, social y deportiva, esa calidez ambiental que enamora y sugiere libertad y progreso. La imaginación, como siempre me ocurre, vuela sin poder evitarlo, me traslada a pretéritas etapas de mi vida, a mi niñez, primera infancia y aquellos años de mi juventud, como a tantos otros debe estarles ocurriendo, Mi mente se va poblando, inevitablemente, de tantos recuerdos… Nuestra playita de San Telmo para mí fue y lo sigue siendo, lo mismo que para muchas personas conocidas que veo al transitarlo, abajo en la diminuta playa, yendo placidamente de un lugar a otro, el obligado movimiento o paseo por el muro hasta la orilla final del mismo. El “Reboso”, aquella sensación cuando la mar nos sube… Éramos también como peces en el mar. Hoy ya no es igual, al menos para mí. Hace tiempo me despedí de ese enorme placer, necesariamente, por imperativos mayores. Más, si recomiendo, sin límites de edades, disfrutar todo el tiempo que la vida les permita seguir asistiendo a ese entrañable lugar.

Desde la atalaya de Santo Domingo suelo extasiarme largos ratos, en silencio asomado; y leo el pensamiento de cuantas personas ven el panorama veraniego y eminentemente llamativo, que ven con expresión de desconsuelo y natural envidia al no estar abajo entre tantos bañistas de todas las edades viviendo momentos inmejorables, mientras en sus lugares de origen nieva abundantemente…

Celestino González Herreros
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24/12/10

UNO DE LOS CHIRINGUITOS DEL NORTE Y SU AMBIENTE

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El campo de la Victoria de Acentejo, en Tenerife, ha reverdecido, primero con las sorpresivas lluvias, luego con los últimos calores climáticos que ha amenazado la cosecha y que aún resiste tantas inclemencias naturales. Los viñedos estaban cargaditos de limpias hojas que auguraban hermosos racimos, con ello el ambiente no decae, está siempre alegre. Se nota a sus gentes, ufanas y sonrientes, la muchachada caracterizada por la piel clara como sus ojos y el rosado color de sus mejillas. Es un clima ideal donde hasta las piedras sonríen… Después de recorrer varias parcelas y tomar algunas fotografías antes de volver a mi pueblo natal, Puerto de la Cruz, los tres amigos que íbamos juntos, nos detuvimos en el guachinee de un conocido, a refrescarnos el paladar. ¡Y qué vino, señores! La hora era propicia para pasar la hoja e iniciar la siguiente, En esos gratos lugares parece como si el espíritu se doblegara un poco y buscara armonizar la realidad de la vida, como si corriéramos ese tul imaginario que cubre todas nuestras miserias y asomara a la vida su ingenuidad, aunque para ello nos baste una alegre sonrisa, un gesto desenfadado o la misma trivialidad de un grato encuentro. Los momentos surgen, se aprestan a medida que bebemos ese mágico néctar nacido en ese mismo lugar, brotado de la tierra que le distingue, de La Victoria de Acentejo, Uvas doradas con la luz y el calor de las últimas lunas luego del sol que acarició su delicada piel. La uva que una noche su estallido me despertó…

Comimos y bebimos a todo confort; y estuvo bien de precio. No podía ser de otra forma.

Ya me están preguntando, dónde es eso. El lugar del guachinee. ¿Y, porqué me lo preguntan? ¿Por el vino? Vamos pues. Está ubicado como ya he dicho, en La Victoria. Subiendo la calle “La Resbala” a la mano derecha. A él lo llaman “El Barba” y tiene en el negocio para la calle un letrero para señalar el lugar que dice: TOÑO… Los precios son únicos y la comida inmejorable, muy casera. Al dueño lo que le interesa más es vender todo el vino y cuanto antes mejor. Yo siempre que le veo le pregunto: ¿Cuánto te queda?..

Vean estas fotos tan elocuentes y ese estilo de saber qué escogen para leer, lo que llega puntual a las manos más inteligentes. Mi amigo Toño, su padre e hija, han posado gentilmente para nosotros y para contagiarnos esa franca vitalidad de ellos… Es, sin lugar a dudas, una revelación artística del carácter canario y su gentilicio universalista.

Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

GUSTAVO DUDAMEL PROMESA UNIVERSAL DE LA MÚSICA

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MÁS QUE SÓLO MÚSICA
(Enrique Sánchez Lansch)

Todo comenzó en 2.002, cuando conocí a Edicson Ruíz mientras trabajaba en Rhythm Is Lt! Él acababa de convertirse –con diez y siete años- en el miembro más joven de la orquesta en toda la historia de la Filarmónica de Berlín. Lo que me había contado el amable y modesto contrabajista de Venezuela me parecía increíble: a los diez años entró, más por casualidad y casi a regañadientes, en la orquesta infantil de un barrio pobre de Caracas. Le dieron una viola, pero él oyó las frecuencias graves del contrabajo e insistió en tocar ese instrumento en el siguiente ensayo. Nació en él una gran pasión por su instrumento y a partir de entonces estudió día tras día con un entusiasmo cada vez mayor.

Nunca me cansaba de oír las muchas historias sobre este movimiento que agrupa a más de doscientas orquestas, fundado en 1.975 por el economista y músico José Antonio Abreu con un puñado de jóvenes. Unos meses más tarde Edicson me presentó a un amigo de Caracas que iba a pasar varios meses en Berlín. Y también este director joven y modesto se mostró muy atento y prometió informarme en detalle sobre estas orquestas infantiles y juveniles de Venezuela. Aquel fue mi primer encuentro con Gustavo Dudamel.

Rápidamente tuve claro que quería hacer, que tenía que hacer, un documental sobre este proyecto único. En 2.004 viajé a Caracas y visité escuelas de música y orquestas de todos los tramos de edad... Fui testigo de cómo Gustavo Dudamel dirigía a una orquesta con seiscientos músicos y de cómo dirigía por primera vez una ópera. Participé en un festival Beethoven en Caracas, un maratón, en el que la Orquesta Juvenil Simón Bolívar interpretó en el lapso de una semana las nueve sinfonías y otras obras orquestales de Beethoven. Y apenas podía salir de mi asombro tanto por la variedad de ensayos, talleres y conciertos como por el entusiasmo y la pasión con que aquí se hacía música.

Viajé una segunda vez a Venezuela, cuando Sir Simon Rattle ensayó e interpretó en Caracas la Sinfonía “Resurrección” de Mahler con 250 jóvenes instrumentistas y 500 cantantes en el coro. Observé como cientos de rostros expectantes absorbían, por así decirlo, las palabras del director y me asombré con él de con qué flexibilidad sonora transformaban sus ideas musicales.

En estos viajes conocí a muchos músicos en persona que habían crecido con el movimiento orquestal. Niños, adolescentes y futuros profesionales me contaron su evolución y qué oportunidades habían recibido gracias al movimiento orquestal, como los que acabarían siendo también más tarde protagonistas del documental, la violista Jhoanna Sierralta y el percusionista Félix Mendoza.

Pero habría de pasar aún algún tiempo hasta que pudiera acometer mi proyecto de documental. No fue hasta comienzos del 2.007 cuando encontré en Deutsche Welle, Unitel y Bernhard Fleischer Moving Images los socios decisivos para The Promise of music. Luego todo fue deprisa: en el verano de 2.007 rodamos varias semanas en Caracas y viajamos por todo el país, siguiendo los pasos de Gustavo y de los otros cuatro protagonistas de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar. Inmediatamente después viajamos con la orquesta a Alemania para poner fin al documental, al concierto celebrado en el festival Beethoven en Bonn.

Durante el rodaje, pero también en los meses que pasé en la sala de montaje, vi con claridad, qué importante había sido este lento acercamiento a lo largo de varios años. Cuán esencial había sido cimentar poco a poco la confianza con los diversos protagonistas. Muchos proyectos necesitan tiempo. El movimiento orquestal venezolano ha necesitado 30 años para desarrollarse de esta forma que nos muestra el camino a seguir.”

Traducción: Luís Gago

Gustavo Adolfo Dudamel Ramírez, nació en Barquisimeto, capital del Estado Lara (Venezuela), el día 26 de enero de 1.981, bastante joven para ser tan afamado músico y director de orquesta venezolano.

Bajo la tutela de su padre y a la edad de cuatro años, comenzó a educarse musicalmente en el sistema de orquestas juveniles e infantiles de Venezuela. En ese famoso programa de educación musical tomó el violín cuando sólo contaba con diez años de edad. Luego comenzó a estudiar composición musical en el Conservatorio Jacinto Lara, en donde José Luís Jiménez le enseño las técnicas del violín de la mano del maestro José Francisco del Castillo, en la Academia Latinoamericana de Violín. Con voraz entusiasmo se aplicó en dirección de orquesta, allá por el año 1.995, siempre apoyado por grandes maestros. Fue concertino durante muchos años de la Sinfónica Infantil de Venezuela. Tiene en su haber la composición de hermosos trabajos musicales e interminables éxitos logrados.

Hoy día, puede considerársele un genio de la música en Venezuela y en el resto del mundo, dejando en varios países por donde actuaron el inconfundible sello de su talento y su indiscutible simpatía profesional.

Participó como director invitado de la Filarmónica de New York en varios conciertos. Se le concedió el privilegio de dirigirlos con la vetusta batuta que utilizó, toda su vida, el fallecido Leonard Bernstein, que acabó hecha pedazos mientras Dudamel dirigía a la afamada orquesta en la ejecución del último movimiento de la Quinta Sinfonía de Prokofiev.

En el año 2.006, Dudamel casó con Eloisa Maturen, en Caracas. La boda tuvo lugar en la iglesia de la Universidad Católica Andrés Bello, en Montalbán, una linda urbanización de Caracas. Eloisa también es natural de Venezuela, es bailarina de ballet y periodista.

Escribir sobre los progresos de Dudamel y su orquesta, se hace imposible en este corto espacio de que dispongo. Muchas páginas serían necesarias: lo que si les recomiendo lean su joven historia musical, y no por joven menos importante, más bien, admirable por su hermoso contenido, orgullo de Venezuela. Ello lo pueden conseguir a través de Internet.

Esto lo tenía escrito desde el pasado mes de septiembre y cual sería mi gran sorpresa, al enterarme por este mismo Periódico El Día, de que Gustavo Dudamel está entre nosotros, que ayer en la noche, (lunes 18) debutó en la XXVI edición del Festival de Música de Canarias al frente de la Sinfónica de Gotemburgo, en el Auditorio de Tenerife. Esta noche ofrecerá el estreno mundial de “Rituales amerindios”

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

18/12/10

PUERTO DE LA CRUZ MAGICO SUEÑO

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La muralla me traslada, con la expectación propia de aquella infancia, a un mundo diferente. Me hallo caminando calle abajo, pisando las empotradas piedras del pavimento, muy ilusionado, buscando a los amigos que van delante con los aparejos, las cañas y la pequeña pandorga, para ir por la captura de los pequeños peces, los cabozos, algunos burgados y cangrejos o las sabrosas almejas, allá, por los alrededores del muelle. Aquello nos parecía inmenso, con sus caladeros y bajíos, desde la bahía o la punta; luego si mirábamos hacia San Telmo, pasando la mirada por El Penitente, recordando sus respectivas leyendas y la agresividad de las olas golpeando el acantilado de Santo Domingo. Y, mirando hacia Punta Brava, a lo largo de toda aquella hermosa costa, era emocionante ver la cantidad de caladeros y abundantes bajíos que hacían pensar con entusiasmo lo atractivos que serían sus charcos entre tantos riscos y peñascos.

Sin saber cómo, me hallé en el Muelle pesquero mirando al mar. Aparte de las tranquilas aguas, me vi. completamente solo, cosa extraña en el acostumbrado y concurrido lugar ya tan de moda últimamente, pero hoy es nuestro. Las pequeñas barcazas y los arrogantes lanchones no interrumpen el silencio conseguido y ello por azar; al contrario, me ayudan a elegir las palabras amotinadas que quieren todas salir de su cautiverio, encerradas en la mente.

La marea estaba baja, con lo que destacaban los perfiles de los riscos del bajío en el reposado descanso del bravío oleaje en sus constantes batidas. El fondo bastante cerca, sus limpias aguas dejaban ver las piedras que parecían moverse cuando ondulaba el agua por el soplo de las brisas que iban y venían como antes las olas en plena mar.

El estático horizonte dibujaba la línea imaginaria del tiempo como un eco melancólico, hoy envuelto en la danza de los recuerdos... Más allá, entre el mar y el cielo están aquellos, los que se ausentaron, en otros continentes; y esa es la ruta de los sueños, donde el camino avanza y vuelan los pensamientos. El camino de las distancias, mar adentro...

En el tranquilo y emotivo lugar me hallo pensando, como si el tiempo no hubiera pasado, sintiéndome inmerso en el pasado, entre los barcos y mi silencio, mirando hacia la vieja casona de la Real Aduana, y a la vez soñando... El tramo adoquinado de la calle lo paso con pisadas firmes, como cuando era un muchacho e iba ilusionado a verles, buscando el calor familiar de todos ellos, mi familia. La grata palabra que consuela. Nada más subir las amplias escaleras, su pasamano me transmitía ese candor, Al llegar arriba, aparecía la tía Juana con su encantadora sonrisa. Yo era entonces algo reservado, estaba en la edad de las confusiones constantes, buscaba y no sabía qué, eso sí, deseaba luchar, “hacerme un hombre”. Quería viajar y escuchaba las cosas que me decía mi tía, como si me las dijera una sonriente hada; y siempre quedaba extasiado mirando al mar desde los alegres ventanales de la casona, respirando el aire fresco y yodado, como si estuviera ya, sobre la marinera cubierta de un enorme barco rumbo a América. Intuía verme con expresión melancólica portando la maleta de madera cual triste emigrante, acariciando el pequeño escapulario de la Virgen del Carmen que me regalara mi madre para que me acompañara por la ruta que antes otros valientes siguieron para buscarse un medio de vida digna y aprender de ella tantos misterios y experiencias nuevas que forjan al espíritu de un muchacho para hacerlo hombre.

Las gaviotas mientras buscaban su alimento moviendo la arena unas, otras zambulléndose en el agua, me daban cierta paz, ellas luchaban también por su subsistencia y la supervivencia de su especie; y con toda normalidad, aceptando esa lucha con dignidad y esforzándose por superar los obstáculos que aparecieran, abriendo nuevos surcos en la vida dejamos en ellos la semilla del amor... Como en los caminos crece la hierba que dan las flores más bellas del escondido follaje de la Naturaleza...

Las gaviotas me recuerdan del emigrante su paso por la vida con resignada tranquilidad, como si fuera normal todo lo que estén sufriendo, como un destino entre tantos destinos; sufriendo en silencio y callando su llanto por que saben que no les escucha nadie. Y, casualmente, ahora llegan más gaviotas a la playa, como si quisieran distraer mi obsesiva meditación y quisieran devolverme a la realidad, despertándome del recuerdo como si de un sueño se tratara y quisieran verme alegre caminando sobre los húmedos callaos, jugando con la arena...

Dirán, o simplemente pensarán, que me extralimito en mis apreciaciones, en mis nostálgicas reflexiones. Pero acéptenlo como una inocente desviación hacia un equilibrio consensual de aquello que hoy tenemos encasillado en la época pretérita de nuestros tiernos sueños idealizados por la edad del momento. Que fue el comienzo de la vida y fuimos haciéndonos a los golpes, aprendiendo la lucha y los medios para combatirla... Hoy somos fuertes, representamos a la madurez y aunque haya atisbos de tierna juventud en cada uno de nosotros, no podemos negar el desgaste ya sufrido. Somos más sensatos, menos crueles y mucho más humanos. Ahora todo lo ajeno nos duele; y nos conmueven las cosas "pequeñitas" de la vida, mucho más que las grandes manifestaciones. Somos menos calculadores y más humildes. Nos vemos tal y como somos, y respetando las glorias del pasado alimentamos la esperanza de hallar en nuestro camino la comprensión hacia nuestro deterioro... Somos la fuerza de la continuidad... Para bien o para mal, hemos sido los protagonistas de la evolución y sin embargo en el presente construido, se nos dice que estamos desfasados, que estamos anticuados. ¿De qué han servido entonces nuestros sacrificios y los largos y angustiosos desvelos?, ¿de nada? ¿Quién ha señalado el camino donde aún están las huellas de nuestros cansados pasos allanando los senderos, ocultando nuestros fracasos?.. ¿Quién elevó el faro para siempre eternizado, guía de la convivencia entre los hombres?, los que hemos luchado por ello y en el trayecto hemos dejado todos nuestros encantos, las ilusiones rotas y los harapos de nuestras maltratadas vestiduras para que los retoños nuestros vivan mejor y no pasen por los desconsuelos que nosotros, "los desfasados" hemos pasado.

Yo creo que el hombre con su fuerza creadora e influencia renovadora, a corto plazo, conseguirá la estabilidad cívica y social que le lleve al verdadero camino... Los pueblos entenderán las causas de sus torpes distanciamientos y en la exquisita reflexión hallarán el cause desierto de sus ambiciones Para hacer un mundo mejor. Algo nuevo que nace dejando atrás crueles esquemas que fracasaron por sus propias contradicciones e influencias. El hombre, universalmente, busca comunicarse para que en ese empeño podamos descubrir nuevos caminos hacia variables situaciones que desemboquen todas ellas en la armonía y la paz durante el tiempo que dure la existencia misma.

Un reparto justo de los sufrimientos, de las decepciones... Ya para ilusionar la panorámica actual o para dejar un precedente y que a las generaciones venideras les sea más fácil alcanzar esas perspectivas de bienestar económico, cívico y social. Un reparto con los más pobres y luchar sin condiciones antepuestas, por educar al hombre y enseñarle a convivir en armonía y respeto entre los demás hombres. Es un apostolado, ya lo sé, pero sería hermoso conseguir, siquiera el eco de estos deseos míos que es el mismo de casi todos los hombres. Yo me conformaría con que no se entendieran mis palabras como reacciones demenciales por que entonces al carecer de sentido vería la esperanza de tantos, junto a las mías, perdidas en la miseria y para verlo no quisiera vivir...

Dirán: ¿por qué nos dice estas cosas? Y si quieres que sea aún más sincero, tampoco yo lo sé. Nadie lo tiene todo. Menos las gentes que sienten la necesidad de descargar la presión emocional que les agobia... Solemos ser un tanto aislados, a veces infelices, muchas veces. Nos escondemos con las decepciones recibidas y creamos en el imaginado escondrijo un mundo donde refugiarnos, buscando una calma espiritual que no sabríamos definir por su complejidad y hermetismo; donde no queremos que entre nadie, y somos, o al menos eso creemos, centinelas y fieles guardianes de nuestros sentimientos. Nos duele que se desvelen las miserias de un mundo que siempre habíamos soñado que fuera mejor, donde el hombre no tuviera ocasión de revelarse. Aunque muramos nosotros "los románticos", pero nunca dejaríamos de espiar la marcha alegre de la vida...

El hombre está constantemente buscando esa comunicación, ya no se conforma con hallarse a sí mismo, necesita una voz que le consuele, una respuesta a todos sus desvelos, a sus temores e inquietudes. Una clara respuesta a su verdadera vocación. A la suerte de sus reflexiones, si mueren o crecen, para propagarlas a una infinita e indeterminada dimensión…

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

MI ALMA ETERNA VIAJERA

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Una fulgida estrella alcanza
al volar el pensamiento
ido con el sentimiento
que me inspira la esperanza.
Cuando la ilusión despierta
de entre las ansias dormidas
aquellas horas vividas
renacen mi alma desierta.
Para mí siempre fue el Cielo
el camino interminable...
La distancia inalcanzable
hacia donde siempre vuelo.
Las alas sin detenerme
En el aire se agitan
y a continuar me invitan
mientras puedan sostenerme.
Mi alma, eterna viajera,
empujada por los vientos
atrae, con mis pensamientos,
tu llamada mensajera...
Tras las estrellas seguiré
mi cansancio conteniendo,
siempre tus pasos siguiendo,
y así, mejor moriré...

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CELESTINO GONZÁLEZ HERREROS
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

SUERTE SI EXISTEN LOS ABUELOS

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Los abuelos de la presente generación, siguen siendo iguales que los abuelos de antes, ambos son personas que, con suerte, han superado diferentes etapas de la vida y a tiempo han sido sorprendidos con el advenimiento de los nietos, para ser integrados a la tierna y dulce realidad de su mundo. Luego la tierna juventud de ellos y sus nuevos conceptos de la vida: reciclados dentro de esquemas adoptados por convicción, que no herencia; y donde los "viejos" nada tenemos que hacer, porque no nos lo permiten. Lo nuestro es callar, ni un consejo, como era antes... Sin embargo, aquí estamos para consolarles si la vida les castiga o si no les salen bien las cosas. Somos el pañuelo de lágrimas de todos cuantos nos necesiten, siempre estamos dispuestos ayudarles si existen posibilidades para ello. La abuela recuerda etapas pasadas que son inolvidables, todas son imborrables, vivencias que afloran inexorablemente en el recuerdo, y sonríe con ternura desairando los sinsabores sufridos y las horas de insomnio velando el sueño del ser amado. Los niños "otra vez" recostados en su cálido regazo, percibiendo el ritmo cansado de su viejo corazón de madre, de eterna madre, acurrucándole con ademán protector y fraterno, con todas las delicadezas que representa y sus inalterables encantos, que no hay nada más bello y hermoso que una madre. Ella quiere lo mejor para su hijo, desde antes de venir al mundo y cuando comienza su andadura vital, desde entonces le está procurando los caminos menos escabrosos para que pueda algún día, seguir solo por los senderos de la vida sin necesidad de tanto amparo maternal que siempre lo tendrá... La buena madre nunca intercederá en la felicidad conyugal por propio egoísmo, ni perturbará la felicidad de la nueva pareja y los hijos, que son los verdaderos perdedores.

La abuela, y el viejo un poco más distante, con otras preocupaciones diferentes, hasta poder tener dedicación entera, así como se desviven por sus hijos del alma, sólo viven por condición natural, pendientes de la suerte de esos entrañables nietos, indefensos, a veces, y juguetes de la mala intención y egoísmo de la otra parte, cuando hay injerencias de terceros en la pareja, separación conyugal o diferencia marital, pues, asumen un difícil papel en los respectivos conflictos. Entienden que, aquellos que no cavilan dentro del raciocinio elemental, dañan la integridad conceptual de los hijos acerca de los padres, que repercutirá, en un próximo futuro en ambas partes. Los niños, difícilmente podrán ser engañados por los padres, cuando han superado un índice equidistante de su propia madurez infantil, llegando a ser justos jueces del destino de sus progenitores y de la suerte que han de vivir ellos mismos. ¡Cuidado con los niños!
Estoy contento de haber abordado este candente tema, que, afortunadamente, ya no es tan complejo. La sociedad actual está "mentalizada" después de haber sufrido muchos escarnios vergonzosos, tanto el hombre como la mujer. Y, los hijos están siempre en el triste plano de la justicia representativa, justicia tan fría como los sombríos atajos del escabroso camino que a tientas, en la lobreguez del miedo y las tenaces dudas, a punta de pié, hemos andado, sin hacer ruidos para no levantar el vuelo de la vergüenza, de la pena, más tarde casi siempre injustificada.
Hoy día, cuando las madres pueden acceder a un puesto de trabajo, existen razones infundadas de descontentos por parte de algunos esposos egoístas.
Hay una cosa que es muy cierta: cuidado con los hijos pequeños, que muchos de ellos se dan cuenta del dramático proceso del distanciamiento familiar entre los conjugues y saben valorar las distintas conductas; y no se dejan embaucar con falsas atenciones, regalos inútiles, ofrendas y fiestas, que saben, sólo buscan conquistar a la pobre víctima, al inocente que mañana no va a perdonar.


Hay, para todos los problemas conyugales, soluciones aceptables, altruistas - si se quiere la expresión- y convencionales. Pero ante todo, debe prevalecer el respeto a esas indefensas criaturas, que son los hijos, ya que por poca edad que tengan se dan cuenta de todo y sufren las desavenencias entre los adultos. Suerte si existen los abuelos. Si los padres reparan en el respeto mutuo que se deben, si aceptan con valor, después de meditarlo concienzudamente, la evidencia de sus propios problemas, si llegan a entenderlo con la razón que asiste a los civilizados, con esa suerte irían mejor las cosas. Hombres y mujeres, una vez liberados de los equivocados lazos que les unen, a través del divorcio, vuelven a ser libres - ante los hombres, no ante Dios- y pueden conservar, asimismo, el amor de los hijos, como si nada hubiera pasado, sólo que hubieron divergencias conyugales, etc. y a ellos, eso, poco les va a importar., si se ha mantenido el respeto mutuo, la consideración personal y el maravilloso cariño hacia esas criaturas que la esposa trajo al mundo, muchas veces con riesgo de su propia vida si las cosas no vienen bien. Nadie tiene derecho a romper lo que el amor y Dios unió para siempre con los lazos del matrimonio. A mí, personalmente, me cuesta entenderlo, pero ahí está. Yo diría: ¡No permitan que terceras personas vilmente intervengan para destruir vuestra joven familia, nunca más va a ser igual; y el arrepentimiento llega un día u otro! Mejor es pensarlo bien y oír al propio corazón, ser justos con uno mismo y los demás, ver dónde está el fallo y solventar los problemas de la intimidad sin hacer partícipes de ellos a nadie más, solamente a la conciencia de cada cual.


Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

UN RAYO DE LUZ ES EL AMOR

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Sendas cuartillas en blanco dispersas sobre la mesa, solícitas, esperan ver roto el silencio de mi meditación; una de ellas, la más próxima, sufre bajo la presión de mi mano que estática sostiene la ligera pluma. Inmóviles ambas y mi mente embelesada en el lánguido abandono de la quietud, igual luchan, en mares enfurecidas que arremeten contra los salientes de los acantilados, cuyas aristas basálticas rompen a las embravecidas olas pasivamente, que, cual blancas rasgaduras de limpios encajes se dispersan y confunden con otras blondas de inquietas burbujas de hilos plateados que emergen del azul del mar y el verde marino de las profundidades. Un surrealismo tal, me va poseyendo y atenaza la dinámica de mis torpes movimientos. El blanco papel continúa desierto. Mientras, mi mente va tejiendo la maraña de mis ideas, cobrando formas que surgen del subconsciente. Se van asomando asustadizos los perfiles que avanzan inexorablemente buscando los causes dialécticos de la comunicación y se aproximan, como fantasmas organizados, al diáfano papel... Es entonces cuando surge el milagro e intervienen los elementos sensoriales y las ideas se plasman entusiasmadas y surge el coloquio literario ansiado de esa inspiración declamada antes por el espíritu y luego por esa necesidad creadora del individuo. El motivo surgió espontáneamente. Glosó sobre el amor, enturbiado tantas veces por la incomprensión, vituperado también sin causa justa muchas veces; el amor como algo realmente hermoso, quizás, ¿y por qué dudarlo?, lo más hermoso y tierno, lo más grande, generoso y profundo, la identidad más enternecedora y si es sincero "también será eterno”...

Como quien desgrana cuentas de nácar sobre el pulcro mantel de la mesa familiar, mis intuiciones fueron exigiéndome canalizar el curso poético de mis fantasías. Comienza así el tránsito verbal, palabras que van brotando buscando la transparencia de ese caudal de sensaciones anímicas y tiernas emociones que tratan de aglutinar mensajes líricos, regalos amorosos y hasta el consuelo a quienes se han visto defraudados, ¿y cómo no?, palabras amigas que sólo quieren mitigar, de alguna manera, el dolor de tantos seres traicionados sin el menor de los escrúpulos, cobardemente.

Es curioso, hablando de las separaciones conyugales, rupturas del Sagrado Mandamiento del matrimonio -no quiero entrar en polémicas-, pero sí decir, que, los que han superado su confusión, los que han madurado, moral y psíquicamente, los que han vuelto a unirse, al haber recapacitado, salvo ciertas excepciones, hoy son los matrimonios más felices, y si tienen hijos se sienten tremendamente afortunados. Los errores, con justicia, se les achaca a la inmadurez de las parejas, también existen otros factores sociológicos, ambientales, etc. Casi siempre, aunque nunca lo confiesen, los exconyugues sienten arrepentimientos, bajo todos los conceptos, de haber dado ese delicado paso, llevados por influencias negativas, por esa inmadurez tantas veces aludida y por la ambición demencial de querer poseerlo todo a la vez, aunque a la postre se quedan con las manos vacías. Esos factores y otros tantos, susceptibles al diálogo comprensible entre personas maduras e inteligentes, hubiera evitado tanto mal desalentador, causa de la obstinación, soberbia y la traición; de la irresponsabilidad y la descarada alegría y desvergüenza de querer una libertad fácil a costa de traicionar a la única verdad que existe; reconociendo que la tolerancia y el respeto mutuo de la pareja, antes debieron cuidar. ¿Y qué me dicen de los hijos?.. Son temas muy susceptibles de ser tratados muy reflexivamente, más ampliamente.

El verdadero amor aún nadie ha tenido palabras para definirle, es algo tan sublime, es como un océano que se agita y contiene la inmensidad generosa necesaria para alimentar las propias fuerzas del que da y espera... El verdadero amor es como una fantástica grieta que se agranda y desbordan a través de ella las pasiones más palpitantes y ardorosas, es el fuego de la vida y nada ni nadie puede apagarlo, porque está escrito con sangre encendida en el corazón...
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Celestino González Herreros
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EL FUEGO DE LA FE

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Cuando suenan las campanas en el templo de mi alma, oigo junto con ellas como un coro de Ángeles que me enviaran con las brisas que llegaron “una noche silenciosa” cuando bajaban del cielo las estrellas para anunciarme la llegada del Niño Dios. Y recuerdo que en ese mismo instante yo caminaba en solitario hacia el monte, donde mis cosas están enterradas para sentirlas seguras. Cayeron mis rodillas en tierra como un devoto cristiano y recé juntando mis manos, rogué al recién nacido y pensé, que si antes no había comprendido el solemne valor de ese magno momento, será porque nunca había mirado tan atentamente a las pálidas estrellas, buscando a la mía entre todas ellas. Mirando al cielo pude ver una que se destacaba entre las demás y que todo el camino alumbraba, venía desde Oriente, refulgiendo su divina luz hasta caer sus lánguidos destellos sobre las rocas de la colina y sin saber lo que ocurría, hasta comprenderlo más tarde, fue cuando me acerqué al promontorio. Acudí entonces a presenciar el Nacimiento de Jesús… La visita de los Reyes Magos y los regalos. El silencio de la noche era tal, que impresionaba, el frío se sentía más crudo cada vez. Y desde donde yo estaba –trepado sobre una roca- apenas si podía ver lo que acontecía, pero supe de tan magnífico momento, cuando comenzaría el gran tormento del Redentor. Pobre como nadie, en un pesebre abandonado, sobre un puñado de paja seca, allí estaba, al fondo de la cueva, representando a la humildad y la grandeza, la alegría y el llanto; el frío insoportable, el silencio y el calor de la fe, ejemplo de amor Allí estaba el consuelo de la Humanidad, la única salvación del hombre.

Bajé del parapeto donde me había trepado y caminé hacia el otro extremo del escenario soberbio de luz divinizada, pude ver mejor ahora desde donde ya estaba. Era EL, no cabían dudas, porque tanta hermosura es difícil hallar y ya en sus ojos se atisbaba, a través de su dulce y profunda mirada, la grandeza de su Poder “Dios y Hombre verdadero”.

Sudoroso y asustado me senté en mi lecho, luego bajé y, como suelo hacer, me dirigí hacia la ventana y miré el reloj, eran las cuatro de la madrugada. Mirando nuevamente a la calle, me percaté de que estaba lloviendo; todo había sido un sueño, mas, sentí un desconsuelo inmenso, casi sin fuerzas y aún adormitado... Nunca había tenido un sueño tan hermoso, tan lleno de amor y esperanza, tan enternecedor… Que era el Creador, cuando nació y yo estaba presente, a hurtadillas, viéndole sonreír…

Y lo perdí todo, el sueño se quebró como una tinaja llena de amor; y el desconsuelo por todo mi cuerpo corrió helando mi corazón y hasta cobrar los sentidos y la razón no pude dejar de sonreír también.

CELESTINO GONZÁLEZ HERREROS
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EN LA CIUDAD DE AGÜERE SÚBITA MIRADA DE AMOR

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Viéndole desfallecer sentí toda su tragedia. Le ví arrastrar con el mayor de los dolores, todo el peso de su pena. Contuve mi rabia e incluso traté de olvidarme, mas, conociéndole, pensé que tal vez no haría mal en acercarme a ella y decirle cualquier cosa que la pudiera animar, que pueda pensar que no estaba tan sola y dónde me podría encontrar. Viéndole como estaba, tan desampara, no podía dejarla así, abandonada a su suerte. Y hoy lo cuento con este valor que no invento. Ya no estará más a mi lado, aunque esté fija en mi mente, traída por los aires insuflados de iras y amores, de recuerdos y tímidos fulgores, casi opacos resplandores de dudosas reflexiones. Si, ya no estará más a mi lado, ¡y la tengo tan presente!

Fue una tarde otoñal. Densos nubarrones acechaban, de un oscuro presagiante, y la brisa fresca nos llegaba de las cumbres, montañas de San Roque que se prolongan hasta Las Mercedes; La Mesa Mota y San Diego del Monte. Sin olvidar el precioso conjunto montañoso de La Esperanza, brisas que bajan hasta la llanura de La Laguna de Agüere, trayendo los perfumes más exóticos, deliciosos y cuya fisonomía de la primera época colonial con sus bellos palacios, sus conventos e iglesias extraordinariamente hermosas, así como sus calles largas y anchas, conserva su grandioso entorno el más puro y tradicional tipo arquitectónico canario. Ciudad episcopal y universitaria -por excelencia y derechos propios-, catedral de nuestra vieja y actual cultura canaria. La Laguna, donde se acentúan sus bellezas naturales y arquitectónicas y el silencio –por suerte- en sus calles ponen una nota de fantasía poética en todo su grácil conjunto. El Camino Largo –antes yo decía: Paseo Largo-, lo recuerdo lleno de charcos de agua cuando caían las primeras lluvias, viendo en ellos reflejadas las siluetas de los árboles más próximos, elegantes y bien nutridos de sabia abundante…. Y las hojas secas, cayendo y volando, como si fueran mariposas de doradas alas. Los muchachos chapoteando sobre el agua estancada de los charcos, con sus botas de agua –no todos las llevaban- y las niñas más afortunadas con sus flamantes bicicletas, disfrutando atravesando el agua, como si quisieran romperla, cual frágil lagunita de cristal con sus pesadas ruedas. Con las manos dentro de los bolsillos del pantalón buscando calor, unos subían, otros bajaban por las empedradas calles hasta La Carrera. En la Plaza del Adelantado se reunían los amigos de estudios a hacer las consultas pertinentes de los temas estudiados en la clase anterior. Y las chicas, sonrientes, se acercaban, preguntaban y se iban, no todas.

Otra vez lloviendo y a correr en busca del portón o zaguán más cercano o bajo el frondoso árbol, los más viejos de esa romántica ciudad lagunera –protectores y amigos- de tantas generaciones ya pasadas y las presentes, del Sol, agua y el viento… ¡Cuántas promesas de amor habrán escuchado en el silencio de la tarde, cuantas escenas románticas habrán presenciado. En sus gruesos troncos recostados galantes y enamorados seductores y bellas damitas hasta los tobillos arropadas, escuchando el rugir del volcán emocionado que le dice cosas muy cerca hasta llegarles al más sensible rincón de su alma. ¡OH, el amor!

Las blancas e inquietas palomas que van a posarse en la torre de la iglesia de la Catedral lagunera, advertidas de la presencia amenazadora del depredador cernícalo que acecha…

Y la perra callejera, caminando calladamente, sin molestar a nadie, por el interior de la acera, casi rozando la pared y las puertas de las casonas, sin mirar a nadie, con el hocico bajo casi rozando el gastado pavimento de la limpia acera. ¿Qué estará pensando, me pregunté en varias ocasiones? ¿Cuáles serían sus ánimos en tales momentos? Cuando la veía pasar tan aprisa y malhumorada, huyéndole al agua y a las gentes que no la escuchaban cuando ladraba, que no le hablaban, sentía lástima de ella. La perra –sin nombre- siempre estaba por los alrededores de donde paraban las guaguas que venían de los distintos pueblos y, villas y ciudades de Tenerife. Allí se hacían los trasbordos de los pasajeros y mercancías –los clásicos encargos y paquetes-. Parecía como si me estuviera esperando, en la cafetería, nada más entrar pedía un café con leche grande y bien caliente y el bocadillo correspondiente y ya la tenía a mi lado mirándome con insistencia, haciéndome guiños de ojos y con su larga lengua relamiendo sus fauces como preparándose… Cuántos gestos expresivos hacía hasta que le llegaba a la boca el primer trozo de pan mojado en leche –de suerte que los panes eran bien grandes- y se echaba en el suelo esperando la próxima ración, sin apartar la vista del bocadillo. Así un día tras otro, hasta que ocurrió lo imprevisto, cuando ya se alejaba de mí algo satisfecha. La vi. cruzar la calle e hizo una súbita parada para ver hacia atrás y hacerme el saludo de siempre, moviendo su mocho rabo y “todo fue dicho y hecho”, las ruedas de un coche le pasaron por encima. Y grité: ¡No! ¡No!.Aún le quedaba un suspiro para mí, lacónicamente me seguía mirando. ¿Qué querría decirme, cuando llegué a su lado? Ya nada pude hacer, serró los ojos y expiró calladamente. Sequé sus lágrimas y en medio de la confusión, la recogí del suelo y la llevé al lugar más apartado, donde hoy, pienso que si, reposan sus triturados huesos en un profundo hueco que hice con sudor y lágrimas, a pesar del rigor del frió de ese malogrado día. Han pasado muchos, pero muchos años y no la olvido. Ya no pude volver como hiciera antes, a esa nostálgica ciudad. La veía por todas partes, como si fuera ella. La buscaba si hacía viento o frió, para que no estuviera sola. Le llevaba galletas y algún trocito de queso… y se lo daba antes de irme, al primer perrito que se me acercara.

CELESTINO GONZÁLEZ HERREROS
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A LA SOMBRA DEL VIEJO ÁRBOL

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Cuando las voces callaron supe que aún mi corazón seguía latiendo; había perdido la noción del tiempo y, en medio de la algarabía, me sentía desdichado por lo que mis ojos veían... Estaba sucedido algo poco común en ese lugar, aunque sepamos que en nuestra geografía esos desmanes proliferan sin pudor alguno. Literalmente hablando, están a la orden del día y en aumento, lo que pasa es que no podemos estar en todas partes a la vez para presenciarlo.

Se oyeron lamentaciones y blasfemias, la indignación creció por momentos, con estupor temí lo peor, que aquello se convirtiera en una lamentable tragedia entre unos y otros. Los hombres del lugar y algunas mujeres acompañadas de sus hijos, presos de la indefensión moral, ante las fuerzas del orden público que iban extraordinariamente equipados y que se limitaban a cumplir una orden superior a la de sus propias conciencias, protestaban por el atropello injusto que ante ellos se cometía, derribando con una pesada máquina, al hermoso árbol, el más viejo del pueblo que hasta esos momentos tristes y crueles, aún estaba lleno de vida y exuberante sabia. Y viendo cómo clavaban, los manipuladores del monstruoso artificio, los enormes dientes de la pala en su arrugado tronco, hubo gente que sintió en su propio cuerpo el dolor de las agresivas arremetidas, como si fueran en su corazón...

Fue casual que yo pasara por allí, y claro, atraído por el bullicio me acerqué a ver qué ocurría, hallándome junto a dos viejos, uno de los cuales, apretando sus desencajadas mandíbulas y los puños fuertemente, musitaba muy quedo, un balbuceo de palabras medio ahogadas por el sentimiento. El otro, más viejo aún, con su arrugado y sucio pañuelo enjugaba un par de lágrimas que rodaban por sus mejillas y limpiaba su nariz con ademán de rabia incontenible y a la vez queriendo disimular el terrible dolor que los recuerdos le traían. "A la sombra del viejo árbol, cuántas promesas”…

El árbol ya estaba en el suelo, mutilados sus gruesos brazos y ancho tronco, su hermoso ramaje disperso y sucio ahora con la tierra acumulada y su derramada sabia, mezclados como un amasijo de inclemencia e ironía, parecía la atribulada y desgreñada melena del desencanto, toda trenzada con la miseria burlesca del hombre. Herida y despellejada sobre el pavimento...Tuve que apartarme del sangriento lugar, no soportaba la escena, ni entendía cómo es posible que hayan personas capaces de dar órdenes para que arranquen un árbol sin buscar antes las alternativas idóneas que contenten a los vecinos por igual y dejar tranquila de una santa vez las cosas del pueblo, esos vestigios que despiertan tiernos recuerdos a todos aquellos que le vieron nacer y crecer, compartiendo sus sombra... Callado testigo de tantas historias que escuchara y apasionadas confesiones, -ellos- recostados en su firme tronco, amén de tantas promesas amorosas. ¡Y siempre silente! El que diera frutos y abrigo bajo su verde follaje al caminante, o quizás algún noctámbulo y trasnochado pensador enamorado, o simplemente un currante que se sienta apaciblemente en lugar tan grato a consumir el almuerzo que lleva en su cestita de mimbre... Un árbol es algo sagrado que nadie tiene derecho a asesinarle, "quitarle del medio", para con ello satisfacer a unos terceros, o así mismo, en sus proyectos “progresistas” aunque arrasen tantas ilusiones, tantos recuerdos que son vivencias también del alma. Se necesita ser insensible, inhumano, para decretar su muerte, a menos que estén amenazando la integridad física o supervivencia del hombre (eso hablando hipotéticamente), porque para todo hay soluciones, pero nunca comenzar recurriendo a las más drásticas por ser las más cómodas. Si amenaza con caerse, se apuntala. Si está completamente seco (vamos a pensar que no ha sido previamente envenenado), entonces se le sustituye por otro de su misma especie. Que esté siempre presente en el camino por si alguna vez retornaran los espíritus amados (¡¿quién sabe?!) y puedan orientarse, o detenerse como hicieran antes, bajo el frescor de sus sombras y al abrigo de sus ramas, por que sí, porque les apetece, o simplemente, para volver a soñar como antes, cuando esperaban se diera la hora de la cita amorosa... O, para recoger sus frutos deliciosos y frescos, y entre tanto, ¡tal vez! conversar un poco...

No era necesario que le preguntara a aquellos dos viejos el por qué se iban tan heridos y tristes, ¿acaso no sufrían tanto o más de lo que pudo haber sufrido "aquel árbol”? Se habían quedado solos y sin la sombra de sus cariñosas ramas, donde solían ir para recordar y soñar caminos y montañas nuevas e ir en busca de la felicidad perdida. Ahora sin sus silenciosas sombras, donde cada tarde iban a oír el susurro de las brisas y el trinar de los pájaros cuando regresaban a sus nidos y oír el piar de sus polluelos. ¿Qué harán ahora, aún más abandonados y más solos? Porque el acogedor árbol ya no estará.

Pienso, si habrán sabido orientarse hasta alcanzar el camino, si es que ya partieron hacia donde estén tranquilos, sin tanta incomprensión y agravios. Que en el Edén habrá muchos árboles inamovibles, seguros, como los viejos de todos los pueblos, como todas las aves y sus crías, sin la persecución del progreso mal orientado, sin escrúpulos, ni sentimientos que lo detengan.


EL ÁRBOL AMADO

El cielo este otoño es tornasolado y aburrido,

con sus entonaciones hoy nos parece estar enfermo

intuyendo al Sol posado sobre el camino yermo,

aquel caminito verde que antes fuera tan florido.

En este singular otoño el Sol muy poco calienta,

por cuya razón buscando calor emigran las aves

y no volverán en primavera a posarse otra vez

donde el árbol llorado y sentenciado a muerte violenta

Dejando para siempre aquel refugio acostumbrado

ya que sus verdes hojas también se fueron lejos

muerto tristemente aquel árbol por todos tan amado.

No habrá aquella sombra en el camino para los viejos

si disfrutaban entre amigos hablando del pasado,

ahora los románticos soñarán, sí…¡viendo a lo lejos!


DON ANDRÉS CARBALLO Y DON ENRIQUE GONZÁLEZ

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Cayendo la guillotina de la fatalidad y ausentándose la materia del espíritu, siento colapsados mis sentimientos, la angustia que me produce este dolor me inhibe cuando quiero superarlo, me ahoga a veces. Se me hace difícil hacerme a la idea de que al irse lo he perdido para siempre, que ya no oiré su voz tan sonora y agradable, tan llena de vida entonces y tan callada hoy, para siempre apagada. Aunque su eco retumbe dentro de mis sienes como una cadenciosa caricia, interminable, a mi dolida existencia consuela. Frágil existencia a pesar de los años…Cuanto de él se haya dicho y se escribiera, no creyó que se dijera una vez que partiera…No era vanidoso, sentía, tal vez, desconsuelos por no haber podido seguir en la brecha, siempre lo dijo: Me siento como un chico, si no fuera por mi vista ¡Cuántas cosas más hubiera hecho! Aún siguen -ya no es posible- llamándole por teléfono:

-Don Enrique, estoy desesperada, no encuentro quién venga a mi casa, dígame, ¿qué hago? Ud. sabe los inconvenientes, yo sola no puedo…

-¡Tranquilita! ¡Tranquilita! Yo le busco uno, sé a quién llamo y le explico, al menos, para que le saque del primer apuro. Bueno, hasta luego.

Así se puede escribir, no sólo una, muchas páginas, más que eso, toda una historia de amor cristiano. Claro, él era el último alumno que ya quedaba de su clase, quiero decir de los que hasta hoy quedaban, de aquellos buenos Practicantes en Medicina Auxiliar, obviando a algunas imitaciones, pero nunca iguales.

Ahora se dicen tantas cosas bonitas, que llegan al alma. ¿Cómo es posible que siendo un hombre tan sencillo, pueda hacer tanto bien como hizo?, lo cierto es que, en todos los niveles sociales, alguien habrá suspirado por él, pobres y ricos. Hasta las piedras de nuestro pueblo han llorado su ausencia. Si aquellos viejos adoquines hablaran, tantas pasadas de allá para acá, tantas llamadas, tantas sonrisas de agradecimiento –que era, más de las veces, lo único que cobraba a sus enfermos-. A la hora que fuera, con viento o con agua. Quienes le veían a esas horas, fueran o no intempestivas de la noche, patear por donde fuera, saludaban:

-Siempre luchando, don Enrique, ¡qué barbaridad!

Y en el seno familiar, ¡qué esposo, qué maravilloso padre! Para definirle, aunque por modestia, no sea yo el más indicado, sólo por ser uno de sus seis hijos, y tal vez crean están demás las palabras que yo pueda decir. Quienes lo dirían más elocuentemente, más humanamente, es en la calle, cada puerta que traspuso para ayudar a algún enfermo –como Practicante, se entiende-. Esas puertas para hablar de su bondad no se cerrarán jamás para él, aunque las tapien fuertes cerrojos, destilaría a través de sus hendiduras el halo inconfundible de su cálida voz, sus pisadas y la sombra de sus movimientos.

Ahí está, veámosle en el recuerdo, oigámosle… Y en el campo las brisas llevan su mensaje de amor por doquiera, alimentando la esperanza del campesino en el lecho de la muerte. Consolando a la señora que ya casi no tiene fuerzas para llorar, sonriéndole otra vez al hombre bueno que viene desde tan lejos y a pié; como caminan los ángeles sobre la tierra, resignado y atento a su deber, buscando sólo la satisfacción de asistir…Oyendo brotar frases tan hermosas como: ¡Que Dios se lo pague algún día, cuando más falta le haga!

¡Cuántas plegarias hoy, de tantas pobres familias que no tenían donde dormir, ni qué comer! ¡Cómo les iba a abandonar! Y yo me pregunto: En la actualidad, ¿hay muchos que se parezcan a él?

Para mí, el mayor de los consuelos que siento, es la inmensa sensación de paz que me inunda, es el presentimiento de que Dios le vio y supo de su lucha y del amor que dio al prójimo. El respeto hacia los demás. Y que no se acostaba, en sus largas noches, sin antes darle gracias a Dios… Y besar la fotografía de su anciana madre. Quién quiera conocer cuál fue su vida profesional, que llame a cualquier puerta, nadie le negará una relevante y dulce respuesta. Y si alguien tuvo quejas de él, que le perdonen, somos humanos y por ende somos mortales, nadie es tan perfecto como cada uno de nosotros quisiéramos ser... Somos débiles en cualquier momento de nuestra existencia y cada cual tiene su propio carácter, ajeno casi siempre a nuestra propia voluntad. Ahora bien, quien es mala gente de verdad no puede simular lo contrario, se le ve en su egoísmo y maldad por donde quiera que vaya. Por el contrario, quien es buena persona, aunque quisiera, no podría ocultarlo, se le ve.

-¿Ya le llamaste, agradeciéndole?.. No, no lo pienso hacer tan pronto, he de reflexionar un tiempo. Y por la forma que pasan las horas me veo vencido, pero quiero eso, más tiempo para serenarme un poco, luego diré, no sé qué, algo a ese amigo de mi difunto padre, que sabe expresarle su sincero afecto, nada menos que con esas poesías que llegan a lo más hondo, muy adentro, capaces de desnudar a un árbol para abrigar con su sabia corteza a una cosa tan frágil y, a la vez, lo más importante de nuestra polémica y confusa existencia, como es el alma –de quién sea, da igual cuál es la criatura-. Ya le llamaré. Es que si antes hablara con él, como se suele hacer, por teléfono, no hubiera podido articular palabra alguna a través de ese medio. Hubiera oído mi llanto y estoy seguro que le habría contagiado mi angustia y no quiero… Tampoco mi padre hubiera sido partícipe de llegar a tal extremo. Pero don Andrés Carballo Real, es UD., porque sigue siéndolo –amigo del alma de mi llorado padre; y Vd., en mí tiene, ya que se lo merece (con humildad me ofrezco) al obediente hijo y a la vez amigo del que se fue para siempre y que tanto le consideró, al extremo de llegarme a decir: ¡Qué buena persona es Andrés! Eso es poco, respecto a cuántas cosas más dijo, esa especial tarde, tan bonitas, tan alentadoras. Hay cosas que calan muy hondo. Y luego, ese delicado y muy sentido poema en su sentido óbito… Sólo Dios sabe cuál es el precio. Siempre hemos dispuesto, pero sin la venia de Dios nada es realizable.

El objeto de estas líneas –les parecerá extraño- es estar todo el tiempo posible con Ud., como mi padre hubiera querido, agradeciéndole cuánta deferencia tuvo con él y todos sus familiares –igual que otros, en los que estoy pensando-. Ud. es uno más, no está bien que diga –el mejor, ya comprende- entre tantos que han sabido reconocer los valores humanos de un hombre sencillo que dio todo sin esperar recompensas, en el virtuoso convencimiento de que esa es la única forma de honrar a Dios y al prójimo, y, ¿por qué no decirlo?, también asimismo. Ese tiempo del que antes hice mención, corresponde en toda su medida al deseo y reconocimiento mío de que atienda al ruego que le hago, UD., que sabe rezar… Tenga presente a mi añorado padre en sus sentidas oraciones; es lo único que le pido respecto a él, que Dios lo tenga junto a mi inolvidable madre en la Gloria y junto a tantos seres queridos que también se han ido… Que contemple eternamente y alabe a su Hacedor. Que Dios del Cielo dé todo el resplandor al camino que en sus delirios, en sus sueños ilusionados suplicó tanto; UD., que sabe hacerlo, le suplico acepte mi eterna gratitud.

Este sincero y sensible escrito, fue compuesto hace algún tiempo, estando aún entre nosotros nuestro querido y recordado maestro, don Andrés Carballo Real; y sirva para resaltar, también, sus preciosas dotes humanas.

CELESTINO GONZÁLEZ HERREROS
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Miércoles 15 de diciembre de 2010 - MI REENCUENTRO CON TENERIFE

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Ahí están mis cordilleras, mi mar y su cielo azul. Ese Teide tan amado, ya vestidos de blanco, los penachos de sus accidentados barrancos y las crestas de las montañas adyacentes. Guía y faro de los navegantes; vigía que contempla el paso de los milenios.

Las faldas de los montes y los arrecifes, que rompen las espumosas olas de este mar bravío, que cuando amaina acaricia y baña la Isla toda, besando sus playas de arenas negras, donde arriban muchas veces las graciosas caracolas, ¿y porqué no?, a donde llegan ecos del canto de sirenas... Playas tranquilas, soleadas y románticas.

Contemplando la más próxima, desde la ventana de mi casa, por las noches, aparecían siempre las mismas imágenes. Sobre la mar rielaba la tenue luz de los mechones encendidos de las barquitas que salían a faenar, eran como pequeños puntos luminosos, igual que si fueran luciérnagas en la lejanía, flotando sobre la inmensidad del mar.

Acuden a mi mente lugares entrañables, como fueron los caminos de La Fuente de Martiánez, el paseo de Las Palmeras, que era la ruta obligada para llegar a la tranquila Playa de Martiánes, aunque hoy tenga en su entorno un perfil diferente; ahí estaba siempre esperándonos. Reencuentro de emociones, el pasado y el presente... Hoy me pierdo en una nueva ciudad de luces y atractivos turísticos, de bellos edificios, comercios por doquiera, salas de fiestas, elegantes discotecas y mucho movimiento urbano. Este no es el Puerto de la Cruz aquel, plácido, de luces opacas de la posguerra, del racionamiento y contados con los dedos de la mano, aparecían algunos coches. Me siento extraña, todo para mí es nuevo. Cuando me muevo por la ciudad, en ocasiones pregunto: ¿Donde estoy? Y me responden: - En la calle Pérez Zamora, por ejemplo. Entonces sí. Reconozco la casa donde viví de niña. Solo poseo unos puntos de referencia o partida en este nuevo Puerto deslumbrante. La antigua Casa de La Real Aduana. Esta referencia me parece fría, si recuerdo la de aquel entonces, calle de Las Lonjas número 1, dirección de las cartas que recibíamos de nuestros abuelos y tíos desde Cuba. En esta casona residieron personas que dieron calor a esas paredes que guardan alegrías y tristezas. Sólo puedo recordar a los que un día allí vivieron, mi abuelo Luis Herreros González, con sus hijos Luis, María Candelaria, José y Oscar, de los que vive José Herreros Peña. Del segundo matrimonio contraído con Emilia Reyes Hernández, mi abuelo dejó también tres hijas, a saber, Emma, Rosalía y Emilia. Con el transcurso de los años fue ocupada por mi padre Luis Herreros Peña y Juana Álvarez Ramón, con sus hijos Mary, Esther, Berta y Luis Herreros Álvarez, fallecido recientemente en Venezuela. Juana Álvarez, pintora destacada de acuarelas y óleos, expuso sus obras en ese País hermano, en varias ocasiones, por Ej. en Barquisimeto, en la residencia del Doctor en medicina don Leoncio Estévez Merino, también destacado artista de la pintura, orotavense él; en el Iltre. Colegio de Médicos y otras en la misma capital larense. Méritos logrados que no deben quedar en el anonimato, siendo hija de este Puerto de la Cruz.

Recientemente, tuve la suerte de visitar esa casa tan querida, por la gentileza del señor Don Agustín Gabriel Baillon, hoy dueño de la misma, el cual ama tal reliquia y me dijo con firmeza: -Le prometo, que, mientras viva, esta se conservará -. A lo que le respondí: Su casa es y será un Museo.

Subía los peldaños de la amplia escalera de acceso a la vivienda, el sonido peculiar de las máquinas de las impresoras de la Imprenta, llegaban hasta mí, muy perceptiblemente, el de la guillotina cortando las tiradas impresas, la actividad de las horas de trabajo. Asimismo, las ventanas abiertas entrando el Sol a raudales. Oía en el eco de mis añoranzas, mi voz, al clamar: ¡madre!... que se desvanece en la oscuridad de los años. Elevé la mirada hacia el granero y me pareció ver a mi palomo, al que mi padre llamó Pancho. Esta ave que acostumbraba a posarse sobre mi hombro, que me buscaba, recuerdo hacía unos días que no salía de mi habitación por estar yo enferma y hasta allí fue a buscarme, dándome su mejor arrullo sentimental en mis momentos de aflicción.

Los acercamientos nostálgicos de aquel añorado pasado hacen sentirme un tanto dolida, quisiera llorar de sentimiento viendo todo tan lejos, pero aquí está mi dulce presente y me hallo rotando por las calles de mi añorado puertito de curtidos y admirados marinos. Distanciándome hacia ese ayer lejano, y dirigiendo mi ansiosa mirada a lugares de entonces, tiernamente amados, veo que ya no está la Fabrica de Hielo de Don Antonio Castro, la Ciudadela del Muelle, la casona de El Sindicato, Yeoward, la Viuda Yánez, la vieja Pescadería, etc. Lugares transitados mentalmente tantas veces, resquicios de aquel pueblito pintoresco y cordial que no se apartan de mí, por más que el destino me aleje de su grato calor.

La Plaza de El Charco, otro lugar de irrenunciables vivencias, en ella, estoy dando riendas sueltas a tantas y cálidas emociones del pasado, donde de pequeña jugaba; y en mi adolescencia fue escenario de las bellas ilusiones contraídas, y con el paso del tiempo, aun prevalecen esos recuerdos. Luego, hablemos ahora del Circulo Recreativo Iriarte, su hermosa biblioteca siempre concurrida por los numerosos socios, y que, también viene a colación decir, cuando esa Sociedad abrió las puertas de sus salones para elegir las Misses de nuestras bellezas canarias, bailes en días festivos, de máscaras, blanco y negro y aquellos recordados bailes infantiles del Carnaval. Hubo encuentros en ese destacado y romántico recinto, que muchos recordamos como los más felices de toda esta agradecida permanencia... Cuando la Patria necesitó de sus salones, ellos fueron testigos, que señoras y jóvenes, de las que recuerdo, a Doña Manuela Miranda, en tiempos de guerra, cuando tejíamos suéter, pasamontañas, se preparaban vendas, entre otras prendas de primera utilidad, dedicaban su mejor tiempo con solidaria pasión. También se embalaban aguinaldos y se enviaban paquetes a los chicos del Puerto de la Cruz que luchaban en el Frente de Liberación Nacional. Igualmente en el Cine-Teatro Tophan, con la misma finalidad, se representaban obras de zarzuelas, teatro, reuniones fin de fiesta, juegos florales, etc., dicho sea también, en los que intervenían niñas de esta ciudad, ensayadas por señoras competentes en estos menesteres. La Orquesta la componía músicos locales.

Hoy no me canso de andar por aquellos viejos rincones, me resisto a tener que apagar esta antorchita ilusionada que da lumbre en mi añoso corazón. Me detengo frente al Cinema Olimpia, frente a la Plaza de El Charco, justamente al lado de la imponente y atractiva casona EL Capitán, que recientemente a recobrado su primitiva nominación "Isla de enfrente"; entonces, no lejos de Iriarte, transito esa emblemática acera con la ilusión de aquella edad, casi corriendo, para alcanzar al grupo de amigas que hablaban de ir al baile... Todo son pinceladas del ayer que se asoman a mi mente y obviamente, no puedo reflejarlas tal y como quisiera, porque no alcanzaría el níveo "lienzo" de estas cuartillas... Aun sigo trepándome, en lontananza, por el vetusto callejón de Las Lonjas, que es la llamada Casa de Miranda (¿?) y que perteneció a mis antepasados.

Voy dejando atrás, sigilosamente, la estela melancólica de los recuerdos aquellos, son la parte más hermosa de mi pasado, para poder disfrutar plenamente de mi estancia en Tenerife, que, aunque hoy sea tan diferente, sus abundantes encantos no mueren y me deleitan enormemente. Así disfruto de mi querida isla y la veo, palpablemente, inmersa en sus atractivos encantadores, el embrujo de su silencio bucólico y a la vez, también, la bulla folklórica del movimiento turístico que tanto impera en esta inigualable ciudad cosmopolita. Aunque siga recordando cosas y situaciones, como si de un grato sueño se tratara, voy soñando mientras camino... Por supuesto, seguiré añorando aquel viejo entorno de humildes pescadores.

En el presente escrito, quiero manifestar mi agradecimiento a todos aquellas personas, señalando con inmenso cariño, ante todo, y por razones obvias, a mi tío José Herreros Peña, luego al resto de mis familiares y tantos buenos amigos y amigas, que han hecho posible esta deliciosa estancia mía en Tenerife, después de largísimos años de ausencia, por la acogida cariñosa de que he sido objeto por todos.



MARY HERREROS ÁLVAREZ

Puerto de la Cruz. 28 de Diciembre de 1.995
Publicada en el Periódico El Día. Tenerife

Desde entonces han transcurrido muchos años, mi prima Mery viajó a la Perla del Caribe (Cuba) y allí contrajo matrimonio, tuvo familia y vivió muchos años en aquella ensoñadora isla, luego vivió en Venezuela y ahora se halla en Santo Domingo, República Dominicana.

Sinceramente, el contenido de su escrito, claramente, deja entrever su gran amor por su Puerto de la Cruz y lo expresa profundamente con sus nostálgicas palabras, añorando todo aquello que hemos perdido y ponderando la nueva y alegre ciudad donde reposan tantos recuerdos suyos…

La foto que ilustra este trabajo es ella, unos días antes de partir para la Habana, está preciosa.

CELESTINO GONZÁLEZ HERREROS
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

VIEJOS RETALES PORTUENSES Y LA REALIDAD ACTUAL

(I)

En el mes de noviembre se van acumulando los grises nubarrones, desde el ancho mar hasta la cumbre, para estacionarse sobre la parte alta del Valle; pasando primero por toda la ladera desde Punta de Teno, cubriendo la cordillera norte hasta ocultar por completo al Lance de Icod El Alto, del Municipio de Los Realejos, y vertiginosamente hacia arriba hasta el Teide, visto desde el Puerto de la Cruz, que no llega a ensombrecerse y permanece su cielo limpio mirando al mar casi todo el año bañado del sol radiante que alegra indescriptiblemente su cálida orografía. Se mantiene con modernas instalaciones hoteleras y asentamiento recreativos y de ocio, tan necesarios para complacer y armonizar la demanda turística a la cual se debe y que acoge cada año senturias de miles de forasteros que vienen amparados de nuestras excelencias urbanísticas. Curioso, antes se ganaba más dinero, comparativamente, y los visitantes se iban contentísimos, e incluso volvían. Hubo menos lujo y mejor atención al cliente... Recordemos, simplemente, los Bares y Restaurantes, siempre estaban llenos, la gente manejaba dinero porque lo ganaban bien, los trabajadores se hicieron sus casas, los negocios eran rentables, los Bancos prestaban dinero a intereses bajos. El sector de la construcción se movía ilusionado. Las tiendas de comestibles y de tejidos, lencería, peleterías, todo el mundo trabajaba. Los taxistas eran felices, no me digan que no, ni me vengan con el cuento de que la ambición mató a la Vaca de Oro, ella acabó de muerte natural y otros factores que no podemos obviar y que fueron imperativos ajenos a nuestros deseos y escasas posibilidades económicas. Pero, que habrá vacas gordas, no lo duden, hoy se perfilan nuevos horizontes y alentadores aires... No hay mal que dure cien años… esta “natural” crisis pasará como antes superamos otras tantas crisis. Aún no se le han tensado suficientemente las cuerdas de la Banca para que de una vez revienten y renazca la confianza en el sector empresarial sin necesidad de ayuda de nadie. Confianza es lo que falta para que genere la inversión privada y hasta pública y el motor de nuestra economía arranque. Pero aún hay que apretar algunas tuercas más. Mientras esperamos pacientemente, no bajemos la guardia, cuidemos lo poco que nos queda y no olvidemos que la impertinente crisis es mundial sólo que todos no saben luchar igual para poder contener sus nefastos efectos.

El Puerto de la Cruz, aunque siga siendo el lugar por excelencia y "puerto seguro" de la avalancha turística internacional existente, tiene otra importancia añadida. Es un lugar entrañable y acogedor, con tipísmo y solera y una condición social poco común. Pero, sólo eso no le basta al turismo, que con cuatro perras en los bolsillos, quieren conquistar el Paraíso; sin que jamás se les haya negado nada, y a ese precio, ¿que más podemos darles nosotros?, sin embargo dejamos abiertas nuestras puertas...

El Puerto de la Cruz de los años de la fama como Meca Internacional del Turismo, que por suerte, aún hoy sigue siendo apetecible por sus variados encantos era como un sueño... Hoy, sólo recordándole podemos recrearnos en él, con sus casitas terreras próximas al mar unas, las otras dispersas por los campos formando núcleos de familias de agricultores y ganaderos, o asalariados que fueron constituyendo los barrios. Aún quedan algunos vestigios de aquellos primeros años de laborioso empuje de esa época. Las casas enjalbegadas de blanco y las que no tenían azoteas lucían los rojos tejados, que hacía resaltar el verde de las ventanas a las que se les adjuntaban los pequeño y disimulados postigos abiertos hacia arriba y afuera, las puertas de doble hoja y ventana adosada. Los geranios crecían como por encantamiento por doquiera, los sembraban en macetas, en los muros o simplemente en cacharros de latón que luego colgaban en los lugares idóneos para alegrar el entorno con sus expresivos colores que comunicaban alegría y personalizaban las viejas costumbres. ¡Y cómo olían entonces los geranios aquellos! Luego las calles, todas ellas empedradas con piedras de nuestras canteras de la zona sur contorneadas con estilo y maestría, guarnecidas por los altos adoquines que bordeaban las aceras peatonales.

De la unión entre piedra y piedra nacía la pequeña hierba que en su conjunto y en los días invernales daban ese toque primitivo de las cosas viejas que agradan por su simplicidad, algunas, otras por su espontanea presencia y abandono, como un signo natural propio del lugar... Los rebaños de cabras bajando por los callejones, igualmente empedrados, sirviéndose de la hierba más crecida y dejando atrás, como los burros y las bestias, los inevitables excrementos que perfumaban junto al olor del orín la corriente suave del aire que cruzara el transitado camino.

Y aquellos carros de tracción humana, algunos, otros arrastrados por el animal, el medio de transporte más usual, tanto para el reparto de la leche, el pan, la leña, el carbón, mercancías, como los productos del campo. También para la recogida de los desechos, basuras, etc. Entonces era normales esos usos y costumbres y daban tal encanto al ambiente que al evocar hoy esas circunstancias valoradas como únicos recursos para la supervivencia nuestra, yo le doy un valor extraordinario, aparte del sentimental ante nuestro alejamiento en el tiempo.

(II)

Cuando hablamos de un pueblo marinero, debemos siempre tener en cuenta esa peculiar circunstancia que no puede ser omitida, por que al final se delata... es esencia particular que emana de un sentimiento íntimo y racional, y por supuesto, que estamos obligados a respetar. Por su historia, ese tiempo que pasó y representa para sus protagonistas algo tan sagrado, como el más exigente culto, por que forma parte de una época memorable para ellos, por que en esas páginas están impresos muchos sacrificios, muchas lágrimas y sinsabores... El hombre de la mar, ¡Por Dios! pienso, debe ser intocable, en el sentido de su descrédito, y sí, por el contrario aceptados con sus defectos, con sus escasos niveles culturales (eso era antes) con sus escasas capacidades intelectuales, y premiarles por su valentía, que es suficiente como para recordarles con especial ternura. Que nadie difame, ni haga reprobaciones cretinas de los hombres de la mar. Y en el caso de mi pueblo, de mi respetable Ranilla, mucho menos, por que peca de grosero y sucio y no debe tener buenos sentimientos para con los demás... ¡Cuánto menos, si es un hijo del Puerto de la Cruz!

Volvamos pues, a dónde nos quedamos en el anterior episodio.

¿Y quién no recuerda a los vendedores del Periódico, gritando la última noticia por las calles a la salida de los primeros ejemplares, que llegaban aquí dos o tres horas más tarde, por las distancias, desde los talleres de impresión?

Falta el canto del gallo en las apacibles madrugadas. Qué grato oírles desde la cama, el eco se repetía y se perdía en la lejanía. Aquí ya no hay gallos (de pico corvo y cresta, se entiende) molestaban al turismo y alguien dio la orden de acabar con ellos, como con los cochinos de rabo corto, otros en cambio fueron disculpados... Y también prohibieron aquellas extasiadas parrandas bajo la luz de la luna, al pie del balcón o la pequeña ventana, dedicada a la muchacha amada... Su música llegaba como una suave caricia hasta la almohada, como no queriendo turbar el sueño y sí, despertar un sentimiento tan profundo como los deseos del galante trovador. A veces, hasta en pleno mes de septiembre "llovía" algún cubo de agua, pero sólo saber que lo habían logrado admitía con placer la refrescante mojada, súbita e inoportuna. A la misma hora comenzaban a oírse el ruido de las escobas de hojas de palmera de los barrenderos de entonces, que junto al sonido agudo, impertinente y monótono del grillo macho, que con sus inquietas alas, duras y cortas producen ese molesto y típico canto que quita el sueño, trastocando como una queja melancólica el silencio de la noche. Cuando el pueblo amanecía estaba tan limpio de basuras que se podía uno sentar en el borde de las aceras sin ensuciarse el pantalón. Han visto como están las aceras hoy día y el pavimento de las plazas públicas, de los odiosos chicles, ello da verdadera pena, y eso no ocurre solamente en Canarias y nos vino de afuera...

Había menos porquería que hoy, o tal vez más espacios abiertos, donde a falta de urinarios públicos y propagandísticas papeleras, la gente a la salida del cine o de los bailes se cuidaban de hacer sus necesidades fisiológicas donde no fuera luego a pasar alguien. Hoy nos orinan hasta en las ruedas de los coches aparcados, y no hay quién los pille...

Y el señor cura era respetado, como los señores carteros, barberos, maestros de escuela, boticarios, etc., todos. Por que antes había "urbanidad". ¡Eso hoy no se conoce! -Y perdonen que emplee palabras raras al expresarme así: “Urbanidad”.

¡Qué diferencia, respetables lectores, es que asombra el cambio!

Volviendo a nuestro pasado, acerquémonos a él, a través del tiempo, a las costas marinas, desde las playas El Ancón, siguiendo luego por la de Martín Alonso (Los Patos), a continuación la de El Bollullo, la de Martiánez, San Telmo, El Penitente, El Muelle Pesquero del Puerto de la Cruz, los bajíos del Peñón, Punta Brava, Los Roques, El Socorro, San Juan de la Rambla, San Marcos y Los Roques de Garachico, etc. El olor de las algas llegaba hasta los pueblos colindantes. No había mayor ilusión que bajar a la playa, la prole completa, con sus casetas de campaña improvisadas con sábanas de dormir y unas cañas... ¡También han sido prohibidas! Y aquellas excursiones a los montes de Las Mercedes y La Esperanza, o a las mismas Cañadas del Teide, a las que íbamos con toda la familia, primero en camiones acondicionados a tal fin, a pasar un día de recreo, tanto viejos, jóvenes, como niños. Llevando la comida hecha y los garrafones de vino y todas esas cosas nuestras indispensables para sentirnos a gusto. No podían faltar las guitarras y los timples, el sombrero de paja ni el paquetito de la baraja para el envite, la mala y la perica, partidos animados con sendos vasos de buen vino. Esos usos y costumbres, también han sido prohibidos. Yo no recuerdo que hubiera incendios en nuestros montes, la pinocha se recogía para su uso, también doméstico, camas para los animales, elaboración del estiércol y otros usos, Pero lo más importante es que no había gente capaz de provocar intencionalmente, algún incendio. Había mucha y buena conciencia a pesar de las diferencias políticas y de clases...

Al cabo del tiempo uno se va sintiendo nostálgico, yo no sé si a todos les pasará igual. Así como recordamos, con tristeza que no ocultamos, de nuestra niñez, cosas ya perdidas en el largo caminos, vivencias de un ayer lejano que dejaron una huella imborrable en nuestra conciencia; también nos vienen, con el mismo sentimiento del recuerdo, todo lo que hicimos ayer, lo bueno y lo malo, por que es así de cierto, y nos sentimos acompañados en los momentos de soledad, como el niño aquél con su primer juguete o el joven que sueña poder llegar a viejo. La vida nos condiciona, a veces duramente para que podamos aceptarla como es, con sus perspectivas halagüeñas y esas otras consecuencias indeseables que nos vienen, avatares infructuosos, desmedidos y crueles, que decimos han sido sin razón alguna, pero que nadie nos oye... Aceptar todo lo que nos viene parece que fuera nuestro destino. Y así, frente a este panorama irreversible sólo nos resta la prudencia, esperar... Y entre tanto, nosotros los que antes hemos vivimos otras situaciones humanas y de diferente reciprocidad social, tenemos un gran consuelo que nadie nos lo puede quitar: los recuerdos.

Si, hoy todo es diferente, más abundancia, lo que genera más complicaciones. El hombre es más egoísta y tiene más de donde echar mano, más oportunidades para robar, engañar al incauto y adulterar la verdad. Hoy la vida más parece un interminable carnaval, aquellos que no llevan caretas puestas la llevan en el corazón. El honor y la vergüenza casi se han perdido. Los pobres cada día que pasa son más pobres. Los Bancos son más usureros cada vez y la vida más difícil vivirla. Con un panorama así, hay que ser muy optimista y fuerte para salir adelante. Sin embargo, aconsejo no tirar la toalla, esto tiene que cambiar para bien. Unamos esfuerzos y seamos un poco más austeros y racionemos un poco el gasto. Nos hemos acostumbrado a vivir como ricos y gastamos más que ellos.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com

EN LOS OCULTOS RINCONES DEL ALMA SE OYEN VOCES...

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Su voz no pude reconocerla, podría tratarse de una "vieja" amiga que no quiere identificarse, amiga de aquella bella infancia, de nuestra juventud que ha pasado tan rápidamente. Mas, insisto en mis dudas, algo debe haber en este infrecuente enlace; para mí, pienso que se trata de un impulso sentimental inspirado por la presión emotiva de la interpretación que le dio a mis argumentos, que al coincidir con los suyos se haya sentido halagada...

Su voz, a través del hilo telefónico, sus gratas palabras, supieron estimularme oportunamente, al decir que le gusta todo cuanto escribo, que mis diálogos dicen siempre algo positivo... Yo aún no me lo creo, ni se lo hice creer, tampoco es un dilema. Siempre he dudado haber conseguido los objetivos deseados, mis anhelos primordiales, que en definitiva son los de transmitir un mensaje... La vida me ha enseñado a ser realista y pese a esa integridad adquirida, suelo ser tolerante con mis huidas sentimentales, me gusta escaparme y caminar senderos visionarios que me transporten a otras dimensiones. Sin abandonar mi ego me gusta soñar, entonces me siento más a gusto. A veces le doy alas sueltas a mis pensamientos y a mis deseos una meta siempre anhelada. Sin dejar de ser humano me convierto en un impulso radical, en un latir constante de sueños que despiertan y vida que renace desde su cautiverio y a la mar se hacen esos impulsos buscando su libertad y a las brisas le dan sus fatigados alientos. Yo soy el pastor sin ovejas... Como un nostálgico enamorado que busca en las huellas borradas por el tiempo un resquicio alentador de aquellos tiempos pasados y traer, deseo, los recuerdos para eternizarlos.

Veo más allá de donde miro y me detengo siempre en el lugar preciso. Con usted, hoy me ocurre eso, sigo sus pasos por si adivino quién es. Para agradecerle personalmente que me haya llamado; no es que sea vanidoso, no valgo para tanto; me doy cuenta, cada vez con más convencimiento, de que estamos frente a una enorme pared… Y siempre nos sentiremos solos por muchos logros que alcancemos, ya que necesitamos "comprensión", sobre todo cuando hemos dedicado toda una vida a buscar el bien de los demás, la paz física y espiritual, sin aspavientos ni ridículos protagonismo. Y, escuchar de pronto, que el silencio se quiebra en las tinieblas y hay voces que dicen cosas que nos llegan al alma: "voces amigas" que no se ahogan, para decir el consejo espiritual, el consuelo que tanto agradecemos quienes sentimos la necesidad de abrir el corazón, por ejemplo, escribiendo, dentro de lo mal que pueda darse, aunque sí, siempre con el deseo, repito, de transmitir una ilusión que convenza, transmitir esos buenos deseos que llevamos dentro, o simplemente un proyecto amoroso cualquiera. Yo siento increíbles sensaciones de paz cuando escribo, y aunque estuviere engañado, creo que no hago mal con ello; hay una fuerza más poderosa que la voluntad y que nos obliga a expresarnos así; y proponiéndomelo deliberadamente, poder dar un mensaje afectivo. Mi identidad se anula por completo, se apaga, se consume y se extingue ante el poder profundo que me subyuga ante todos los elementos idealistas que me condicionan. Yo soy la mano del ciego que a tientas busca un sendero idealizado de paz y de amor que quiero compartir después con los demás; luego, es cierto, he hallado ecos de agradecidas voces amigas: como la suya, encantadora fémina, y que me dice que siempre me espera en ese animoso camino, para compartirlo conmigo, disfrutando del caudal de mis análisis sentimentales acerca de la vida, del cuerpo y el alma, y de la forma turbulenta como se vive hoy día. Buscamos en este túnel agobiante un resquicio de luz al final del paupérrimo trayecto... Y hallar a Dios en el amor y sentir en el dolor el placer del perdón... Salir de ese laberinto que agobiaba, con la esperanza de sentirnos nuevamente ilusionados escuchando las voces del camino, invita a vivir.

Volveré a escuchar su dulce voz en mis poéticos sueños, sentiré el consuelo de no andar solo, al saber que ya no estarán desiertos los caminos, que, emulando a las flores, a la brisa y a los aromas de los brezales, estarán sus pasos esperando y sentiré el aliento de su respiración. Tal vez escuche también su contagiosa risa...


Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

UN RAYO DE LUZ ES EL AMOR

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Sendas cuartillas en blanco dispersas sobre la mesa, solícitas, esperan ver roto el silencio de mi meditación; una de ellas, la más próxima, sufre bajo la presión de mi mano que estática sostiene la ligera pluma. Inmóviles ambas y mi mente embelesada en el lánguido abandono de la quietud, igual luchan, en mares enfurecidas que arremeten contra los salientes de los acantilados, cuyas aristas basálticas rompen a las embravecidas olas pasivamente, que, cual blancas rasgaduras de limpios encajes se dispersan y confunden con otras blondas de inquietas burbujas de hilos plateados que emergen del azul del mar y el verde marino de las profundidades. Un surrealismo tal, me va poseyendo y atenaza la dinámica de mis torpes movimientos. El blanco papel continúa desierto. Mientras, mi mente va tejiendo la maraña de mis ideas, cobrando formas que surgen del subconsciente. Se van asomando asustadizos los perfiles que avanzan inexorablemente buscando los causes dialécticos de la comunicación y se aproximan, como fantasmas organizados, al diáfano papel... Es entonces cuando surge el milagro e intervienen los elementos sensoriales y las ideas se plasman entusiasmadas y surge el coloquio literario ansiado de esa inspiración declamada antes por el espíritu y luego por esa necesidad creadora del individuo. El motivo surgió espontáneamente. Glosó sobre el amor, enturbiado tantas veces por la incomprensión, vituperado también sin causa justa muchas veces; el amor como algo realmente hermoso, quizás, ¿y por qué dudarlo?, lo más hermoso y tierno, lo más grande, generoso y profundo, la identidad más enternecedora y si es sincero "también será eterno”...

Como quien desgrana cuentas de nácar sobre el pulcro mantel de la mesa familiar, mis intuiciones fueron exigiéndome canalizar el curso poético de mis fantasías. Comienza así el tránsito verbal, palabras que van brotando buscando la transparencia de ese caudal de sensaciones anímicas y tiernas emociones que tratan de aglutinar mensajes líricos, regalos amorosos y hasta el consuelo a quienes se han visto defraudados, ¿y cómo no?, palabras amigas que sólo quieren mitigar, de alguna manera, el dolor de tantos seres traicionados sin el menor de los escrúpulos, cobardemente.

Es curioso, hablando de las separaciones conyugales, rupturas del Sagrado Mandamiento del matrimonio -no quiero entrar en polémicas-, pero sí decir, que, los que han superado su confusión, los que han madurado, moral y psíquicamente, los que han vuelto a unirse, al haber recapacitado, salvo ciertas excepciones, hoy son los matrimonios más felices, y si tienen hijos se sienten tremendamente afortunados. Los errores, con justicia, se les achaca a la inmadurez de las parejas, también existen otros factores sociológicos, ambientales, etc. Casi siempre, aunque nunca lo confiesen, los exconyugues sienten arrepentimientos, bajo todos los conceptos, de haber dado ese delicado paso, llevados por influencias negativas, por esa inmadurez tantas veces aludida y por la ambición demencial de querer poseerlo todo a la vez, aunque a la postre se quedan con las manos vacías. Esos factores y otros tantos, susceptibles al diálogo comprensible entre personas maduras e inteligentes, hubiera evitado tanto mal desalentador, causa de la obstinación, soberbia y la traición; de la irresponsabilidad y la descarada alegría y desvergüenza de querer una libertad fácil a costa de traicionar a la única verdad que existe; reconociendo que la tolerancia y el respeto mutuo de la pareja, antes debieron cuidar. ¿Y qué me dicen de los hijos?.. Son temas muy susceptibles de ser tratados muy reflexivamente, más ampliamente.

El verdadero amor aún nadie ha tenido palabras para definirle, es algo tan sublime, es como un océano que se agita y contiene la inmensidad generosa necesaria para alimentar las propias fuerzas del que da y espera... El verdadero amor es como una fantástica grieta que se agranda y desbordan a través de ella las pasiones más palpitantes y ardorosas, es el fuego de la vida y nada ni nadie puede apagarlo, por que está escrito con sangre encendida en el corazón...


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es