24/12/12

LAS HOJAS CAÍDAS DEL VIEJO CALENDARIO

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Imaginemos por momentos en medio del clásico silencio de la soledad un soplo de cálida brisa, muy tenue y sigilosa, que al cruzar dejar el lastimero eco de una suave melodía, distraída como la estela que dejan las fugaces estrellas en el firmamento que no se detienen, sólo se pierden el vacío, dejando como lamentos profundos en su precipitado curso.

Imaginemos que pudiéramos acariciar ese soplo nostálgico y pudiéramos detenerle para identificarle, saber descifrarle y apagar su llanto melancólico. A veces, intuyéndole cual cascada musical, nos parece adivinar en la cadencia de sus rítmicas notas musicales el lamento que arrastran consigo al ver distenderse su contenido  por aquellos causes silenciosos… Y ver correr como el agua del arroyuelo, como la fugaz estrella, como si se nos escapara de entre las manos y huyera de nosotros despavorida entre la maraña de nuestras dudas e imaginables intuiciones. Ese dorado hilo musical sólo deja la estela del tiempo consumido y los sueños rotos, viéndole volatizarse y alejarse sollozante, como un delicado llanto que en la distancia se apagara, se esfumara lentamente.

Así son los días de nuestro calendario, cuando se desprenden las hojas mustias del viejo curso del melancólico anuario; y en cada nuevo amanecer buscamos un nuevo eco de paz y de amor, en el futuro año de nuestra incierta existencia. Que cada nuevo amanecer sonriera igual para todos y recuperemos la dignidad perdida y el equilibrio socio económico tan necesario para reorganizar nuestras vidas, con música e ilusión, con trabajo y respeto. Que veamos nuestro futuro más alentador, que no se lleven las aguas del arroyo esos deseos nuestros de paz y felicidad.


Celestino González Herreros


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