26/6/12

LAS DOS CARAS DE LA CIUDAD TURÍSTICA

Evidentemente, existen contradicciones muy notorias en los respectivos análisis que hagamos respecto al perfil de nuestra ciudad, no ocultamos los contrastes que hallemos, ni negamos las mejoras ni los defectos existentes.

Como honrada contribución, quiero decir que no hay lugar como este, que reúna abundantes excelencias y cuyo ambiente cosmopolita enamore tanto. Hay rincones o lugares dentro de nuestro perímetro geográfico, realmente óptimos para satisfacer las exigencias reglamentarias turísticas. Las infraestructuras existentes lo corroboran, buena parte de la ciudad se ha restaurado y como ya he dicho en anteriores ocasiones, es un placer pasear por determinadas calles que poco o nada tienen que envidiar a otros lugares turísticos de nuestra isla de Tenerife, pese a los escasos recursos económicos de que disponemos, ni el apoyo institucional de los organismos oficiales tan necesarios en estos asuntos. No lo digo yo solamente, lo dicen la Prensa, Radio, TV y las gentes en la calle. Pese a ello, tratamos de mantener en las mejores condiciones a nuestra ciudad, con el objeto, principalmente, de darle a nuestros visitantes todo el confort y atenciones propias de la misma demanda, responsabilidades que en ningún momento hemos eludido.

Matizando un poco, debo añadir que no es tan importante crear como conservar lo que hayamos creado. La falta del mantenimiento de las Obras que se han hecho en Puerto de la Cruz, es el agravante de nuestros fracasos. Se gastan los millones en crear cosas necesarias, hacen maravillas y luego las dejan que se deterioren, el sol, el agua, el viento, etc., etc. Mejor no hagan más y cuiden lo poquito que tenemos. Y, no culpemos a nadie…

La otra cara de la ciudad, es evidente que existe y muy triste. Prácticamente, se trata de un tema aparte. Yo le titularía: Desidia en mi sufrida ciudad. Apatía, pobreza, abandono… Desde el añoso Paseo de Las Palmeras de Martiánez, al terminar ese agradable trayecto, fui caminando por la calle Valois hacia el Centro, pasando por El Belair, Estacionamiento La Estrella, Hospital Tamaragua, Torreón de Ventoso, resumiendo, llegué hasta la antigua Estación de Las Guaguas, Residencia de la Tercera Edad y paro de contar. Da pena ver y profunda lástima, la suciedad en las fachadas de los Edificios, no olvidemos, en la calle Dr. Ingrand, hace poco tiempo remozada. En la esquina, la vieja casa comercial de Hernández y Hnos. de tan céntrica ubicación, da pena… Locales comerciales cerrados, aceras inmundas por culpa de los chicles pisados, basuras, tierras, la in operabilidad extrema. Viví la sensación de estar pasando por una zona urbana en cuarentena después de una fatídica epidemia. Sentí vergüenza ajena y pánico a la vez, pensé que si esta trágica estampa seguía creciendo… ¡Adiós, mi Puerto querido!

Es cierto que hay muchos, muchísimos comercios en ruina, cerrados, pero si el entorno es un basurero, pierden, obviamente, credibilidad aquellos negocios que quieren progresar. No quisiera pecar de derrotista y hasta de entrometido, en Puerto de la Cruz lo que hace falta es control y vigilancia, ordenanzas municipales y personal que las haga cumplir. Las fachadas de las casas y edificios hay que adecentarlos, buscar las formas, pero ante todo, háganse valer. Hay que mantener limpia la ciudad, constantemente. Dado que las aceras son la vía para el transeúnte de a pié, hay que actualizarlas, limpiarlas… Si hubiera más vigilancia municipal y respeto ciudadano, no habría tanta miseria. Hay lugares que dan verdadera lástima, cochinos de verdad, pero, por suerte no es así en el resto de la ciudad. ¿Quieren que les diga más? Adolece la educación ciudadana y no es culpa de las gentes de la calle, es la tolerancia del sistema, la inconciencia de quienes permiten el libertinaje que se ha apoderado de nuestra ciudad, sus calles y lugares de ocio. Rompen coches, arrancan de raíz plantas y flores, pintan las paredes los grafistas… Hacen sus necesidades fisiológicas donde más fácil les sea, pelean, gritan, hacen el amor en cualquier rincón, vomitan… Y nadie les ve.

Y como el libertinaje está de moda, viene mucha gente de fuera a practicarlo aquí. ¿Qué les vamos hacer?

La verdad, que la cara fea de la ciudad es mucho más conflictiva de lo que parece y como no le pongan remedio, nos invaden y deshacen todas nuestras democráticas estructuras gubernamentales, convirtiéndonos en indefensos habitantes…

Celestino González Herreros

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celestinogh@teleline.es

25/6/12

EL SILENCIO DE MI VALLE

El Valle parece que gozara del sueño estival oportuno, como si aquella fisonomía de años atrás se hubiera alegrado y otros aires esperanzadores le estimularan... Viéndole hoy, aún sin ocultar la huella del evidente abandono del que ha sido víctima, diría que hasta el verde de su alegre platanar, bajo el sol radiante de estos meses, brillara hoy con evidente lucidez. La profunda oquedad de sus sombríos barrancos se pronuncian más oscuras que otras veces por contrastes luminiscentes en sus claros márgenes de la superficie, donde la campiña se abre al socaire de los rayos solares brindando su tierra fértil

Y el vuelo de las aves que regresan a sus nidos parece que marcaran otros ritmos que recuerdan melódicas sinfonías que sincronizan entre sí alegres notas musicales que se encuentran dispersas en el espacio etéreo, como ecos celestiales de armónicas alabanzas...

Pero, ¿qué le ocurre hoy a mi Valle de La Orotava que hasta los caminos se alegraron y el campesino parece que sonriera más convencido y satisfecho de lo que suele estar habitualmente, mientras va sachando la tierra bajo el cielo azul que fulgura ardientemente y encandila como el agua cuando corre por la ceñida atarjea emulando al pequeño arroyo y al cortejo de la vida y bajo esa luz radiante, por su angosto cause hasta llegar al profundo abismo salpicando a su vera el entorno florido, como si de un juego angelical se tratara, celebrando la alegría de nuestro arcaico Valle?

Al otro lado del camino me arrimo, para asomarme curiosamente buscando más deleite en la abundante estampa del silente campo y me sorprende sobremanera, ver los frutales colmados de olorosos frutos de vivos colores ya madurados, y la hierba crecida de exuberante sabia que se expande abundantemente a todo lo largo y ancho de los atajos y las orillas de los caminos hoy reverdecidos y profusos, que antes tantas veces anduve en busca de la hierba fresca, las flores silvestres y de la apetitosa frutas para ofrecérsela celosamente a quien al otro lado, siempre me esperaba al pie del vetusto castaño... Y seguíamos por las pendientes y escabrosas veredas hacia la era, donde nos sentábamos sobre las dispersas piedras del bordillo, íntimamente juntos, a contemplar la majestuosa alfombra verde, mientras seguíamos degustando la rica fruta que le había llevado. Abajo, hasta llegar al mar, se podía ver la estampa más emotiva que nadie pudiera soñar y a la par, que tanto deleitaba; transmitía bonanza y pasión y hasta que le dábamos fin a los apetitosos frutos hablábamos de cosas bellas, del milagro de la Creación, de la sensibilidad del ser humano cuando su entorno es la Naturaleza y el marco inspirador, un rincón cualquiera con olor a campo, con la paz y el silencio de mi Valle: entre animales y flores, al lado de una apacible campesina que solo sabe mirarte y decirte sin palabras sus nobles pensamientos, con olor a brezos y a hierbales del campo mezclados con el de la leña quemada...

Todo el tiempo estuve acompañado de mi fiel amigo Lukas, que no cesaba de dar saltos y cortas carreras durante el trayecto circundado de abruptas y empinadas lomadas cubiertas de los acostumbrados matojos que crecen con sus desiguales y onduladas formas, que trepan hasta la espesura del callado bosque a medidas que ascendemos por senderos y veredas según las vamos sorteando, para aminorar la distancia que nos separa del lugar inamovible y fantástico que nos ilusiona ver y cuyo enclave son nuestras entrañables Cañadas del Teide.

Caminamos aún un largo trecho hacia arriba, entre gigantescos pinares que en espesa formación parecen unidos sus ramajes que no dejaban pasar al sol, por lo que era tremendamente agradable la frescura bajo sus verdes ramas que asemejaban techumbre sobre la frescas pinocha y provocaba echarse, pero había que seguir...

Hacía un día espléndido, el azul del cielo y el verde del fresco monte mitigaba la sensación de cansancio e inspiraba profundamente idílicas percepciones que armonizaban con lo bello y silencioso del lugar y de los eufónicos cantos de la suave brisa que alguna vez acariciaba la piel y los sentidos, como queriendo eternizar para el recuerdo aquellos momentos llenos de eufórica evasión. Y hasta la tierra parecía que sintiera, al paso de nuestras sombras que lamían su desigual declive cuando le dábamos las siluetas reposadas de nuestros cuerpos y se escuchaba el quejido por nuestras parsimoniosas pisadas.

Lukas, media lengua fuera y sus nerviosillos ojos bien abiertos acechaba cualquier movimiento que surgiera y corría tras los insectos levantando gran polvareda en cada batida y no cesaba de ladrar y mirarme; me daba a entender que era feliz, que estaba a sus anchas y muy a su gusto haciéndome compañía. Como si me preguntara, qué cosa era lo que yo buscaba entre tanta vegetación, cuesta arriba y tanto silencio...

Atrás quedaba, en la fértil hondonada la esplendorosa platanera, y en el páramo más cercano nos detuvimos, sólo un momento, para asomarnos por si veíamos aún nuestros pueblos norteños que ya los iba ocultando la espesura del mar de nubes, que como inmenso cortinaje de esponjosas formas algodonosas corría presuroso hasta cubrirlo todo. Mi acompañante, al unísono que ladraba fijaba su atenta mirada a unos metros de distancia, como si algo se hubiera movido y me obligó a detenerme. Guiado por el interés del perro y viéndole avanzar sigilosamente pude comprobar de qué se trataba. Había una pareja de conejos preciosos comiendo hierbas tan distraídamente que no advirtieron nuestra presencia. Mas, Lukas seguía mirándome, como preguntándome que si atacaba o no. Verdaderamente, le tuve que contener si no se hace con las criaturas y de verdad, no nos faltaba comida y esos animalitos estaban en su mundo, viviendo su vida... ¿Qué daño nos habían hecho?, ninguno. Di un par de palmadas y desaparecieron como por arte de magia. El perro me echó una fulminante mirada de rencor y me ladró dos veces seguidas, luego, tomando una piña de pino que hallé en el suelo, la tiré lo más lejos que pude para que iniciara el juego que tanto le gustaba y contento la trajo a mis pies, evidentemente seguía siendo mi entrañable amigo; le di un trozo de queso blanco y quedó feliz, como siempre cuando está a mi lado.

Haber contribuido, de alguna manera, ayudando a aquellos inofensivos animalitos del lugar, dándoles la oportunidad de que escaparan del salvaje instinto del perro, completó el placer que el paseo en contacto directo con la Naturaleza me estaba deparando, eran sensaciones incontrolables de desmedida bonanza, como la terapia espiritual que viviera un ermitaño...

Ya se adivinaba un día claro, más claro que el cielo de nuestro Valle y que despuntaba de entre las desnutridas nubecillas del monte, apareciendo, paulatinamente, el calor solar como una caricia reconfortante que invitaba a seguir sin aminorar la marcha. Mientras mi amigo jugaba con dos piñas de la abundante pinocha, mis pensamientos tornaron nuevamente hacia el Valle y me hacía la misma pregunta: -¿Qué le estaba ocurriendo al Valle, que desde unos días atrás lo veo más fresco y alegre? ¿Será una premonición mía, o tal vez sea cierto que otros aires le animan? Dios quiera, porque nuestra gente también se ha vuelto más optimista. ¿Acaso es cierto que la Providencia no nos abandona en estos cruciales momentos de evidente renovación y profunda reflexión?

Con esos pensamientos anduve hasta detenernos bajo un frondoso pino y juntando un montón de sus desechos caídos, hice una buena elevación con los mismos y me eché sobre ella, con la mente perdida en arcanas meditaciones, acariciando la ardiente cabeza del perro que se alzaba insistentemente y no paraba de mirarme, guiñándome sus preciosos ojos con interrogante expresión, se acercó más a mí y descansando su cálido hocico sobre mi pierna, también se echó el plácido descanso de un ligero sueño reparador de energías antes de seguir caminando.

Reemprender el camino fue pensado y hecho, me coloqué la gorra y ayudado por un trozo de estaca que llevaba, comenzamos andar, ahora por el borde izquierdo de la carretera, disfrutando del delicioso paseo.

A menudo entablaba algún diálogo con Lukas, quien parecía como si me entendiera, respondiendo a mis monólogos con su nerviosa y mocha colita, que en agitados movimientos transmitía su lenguaje habitual cuando quería darse por aludido o intuía la necesidad de una comunicación expresa. Modalidad que yo, más o menos ya entendía, así como él comprendía mis connotaciones espontáneas y con intermitentes pausas, para no caer en el aburrimiento de la soledad y que por evitársela también consolaba al compañero más inmediato, el que nunca me dejará, sino cuando le llegue su triste hora...

Después de un largo rato y de haber hecho varios altos en el camino, bien sea saludando a algún conocido, o simplemente a alguien que se cruzara en la beneficiosa marcha, bien sea por casualidad o imperativos de rutina, o para tomar alguna fotografía interesante de algún motivo que no podía pasar desapercibido por su singular encanto. Reparando en lo andado, iba notando cierta lejanía. De mí se fue apoderando un sentimiento de tristeza que evidentemente comprendía, era fácil de entender. Aunque estuviera mi fiel amigo conmigo me sentía solo. Y aunque hablara con las piedras del camino y con las montañas, no me contestaban y yo sabía que me oían... Y que adivinaban mis callados pensamientos. En ocasiones, yo miraba al Cielo elevando un sugerente y único sentimiento: -Señor, Vigía del caminante en estas alturas, ¿sabes, que tanta soledad me abruma? Estoy pensando en lo triste que ha de ser tener uno que irse "en el viaje sin retorno" y dejar todo esto de impresionantes bellezas "TU Obra" y luego, no poder sentir jamás este silencio sobrecogedor, ni percibir nuevamente el perfume de la tierra seca imantado al milagro ecológico y ambiental de la florida retama de exuberante frescura, de nuestras violetas teidíferas y de los gélidos ecos de las brisas llegadas del inmenso océano de atlánticas influencias... La paz de mi Valle se acrecienta aquí, en el aire majestuoso de esta soledad, y a la vez, en este abanico de contradicciones y encantos. Se han despertados los hechizos y surge la irresistible visión de un encuentro sensorial excepcional, despiertan en la mente como un preludio celestial que anuncia la capacidad del hombre al poder alcanzar la belleza terrenal en nuestras cumbres y sus frondosos pinares que ocultan los misterios de un encantamiento bíblico y poético entre sus sombras y los claros del viril follaje con solemnidad y dulzura irresistible. Donde se refugian los sueños que con las brisas emigran hasta sus celadas, y como el águila solitaria vuelan a las alturas de aquellos peñascos gigantescos de elevadas prominencias a buscar la paz... E intuyendo con esta sosegada meditación la fortaleza de la mano creadora capaz de deslumbrar la ceguera del mundo, simplemente con la presencia de un trocito ilusionado de su Creación, en lo que a nuestro Valle se refiere, y sus faldas oceánicas y esas cumbres visionarias que se alargan y se pierden melodiosas hasta llegar al Teide, a dos pasos del Cielo.

Fue una experiencia única y al mismo tiempo puede ser repetido el placer que me produjo, porque ahí está, para propios y extraños, es un lugar entrañablemente respetuoso y bello, puedo volver a verle y sentir sensaciones distintas, es quizás, el lugar más pluriespectacular de nuestra Isla de Tenerife, varía su fisonomía al mismo ritmo siempre, más bello y atractivo, más impresionante. Ese es el paraje de nuestras Cañadas del Teide.

Y con estos pensamientos, después de haber pasado un día delicioso, tomamos el rumbo del regreso, luego de descansar lo suficiente e incluso, de haber charlado con alguna gente, que como yo, estaban tremendamente complacidos de haber sabido emplear inteligentemente el tiempo libre, y lejos del mundanal ruido...

Y como siempre nos ocurre a los canarios, en mi especial circunstancia, le comenté a mi fiel e inseparable amigo: -Oye bonito, sabes, desde hoy en adelante todos los domingos y fiestas de guardar, tú, quién nos quiera acompañar y yo, nos vamos a ir de paseo "pa" arriba que es donde estamos mejor.

Celestino González Herreros

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24/6/12

DICEN QUE EN LA DISTANCIA LE VIERON…

Ví amanecer mirando al mar y tuve la sensación de estar navegando sobre sus tranquilas aguas mar adentro y sin rumbos fijos, yendo a la deriva, sin saber a dónde… Mientras la aurora matinal alumbraba la superficie líquida, mi mente seguía poblándose de gratos recuerdos, de imágenes inertes y breves secuencias proyectadas allá, en el vacío inconciente del tiempo pasado que no acaba de esfumarse.

Aún sin haber aclarado el nuevo día, allá afuera, faenaban algunos barcos. Ya iban apagando sus tiznados mechones y enfilaban la proa hacia la distante orilla. Unos regresaban… Otro, en cambio, con el pensamiento salía, rayando el alba en busca de lo inalcanzable, pero insistiendo con el empeño de hallarla…

Dicen que en la distancia le vieron, perdida en una de las playas de la otra orilla, iba descalza, hollando la arena del onírico lugar. Dicen que estaba sola, también mirando al mar… A la vez, dicen que en varias ocasiones, se les supone, se encontraron sus miradas sin darse cuenta del hecho, pero sus cuerpos por segundos quedaron petrificados, tal vez por la influencia del amor, de aquella atracción natural que une los cuerpos y las almas que penan en el desértico mundo de la incomprensión.

No hay distancia, por muy pronunciada que sea, cuyos espacios no puedan ser allanados por un amoroso pensamiento. Así tuve ocasión de comprobar su presencia, de percibirla y escuchar el eco de su voz dominando todos mis sentidos y llenar el inmenso vacío que dejara la soledad. Sentí al mismo tiempo, la crítica sed de la desesperación al saber que aquel sueño de amor, en el mismo silencio que naciera, se quebrara en mil pedazos al despertar y no hallarme en la playa mirando al mar. Los efluvios del amor son confidentes, a veces, del subconsciente, como las brisas que empujan la liviana barca de un frágil sueño.

Celestino González Herreros

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23/6/12

ECOS DE GRATAS VIVENCIAS VENEZOLALAS

No creo ser el único que se emociona cuando, oyendo música del lugar donde haya vivido algún tiempo como inmigrante, luego residente, en algún país distinto al suyo de origen, aparecen los recuerdos de tantas vivencias pretéritas que dieron vida a las páginas más dispares y a la vez hermosas de mi pequeña historia llena de satisfacciones –los ratos tristes mejor es olvidarlos-. La música de mi querida Venezuela llegó a cautivarme y hoy, a pesar de los años transcurridos, me impacta oírla y hace sentirme inmerso otra vez en aquel ambiente de gratas sensaciones.

Aquellas noches, tibias y sensuales y la brisa intermitente que acaricia, lleva consigo aromas inconfundibles de sus reverdecidas quebradas, como soplos melancólicos, olor a sus abundantes manglares. Dicho sea, también, que los cafetales abundan y cubren extensiones considerables que armonizan con el silencio de las sombras nocturnales; y el quejido hiriente del arpa cuyas cuerdas parecieran que agonizan en el desértico paraje de las junglas solitarias del campo venezolanos.

Desde lejos suele oírse como un eco triste y herido el lamento del cuatro tocuyano acompañado de los tambores que agudizan las notas musicales del canto que expira y apaga la suave brisa tropical.

Recuerdo ir por la calle caminando y quedar admirado viendo cosas diferentes que no las habían en mi pueblo natal; a diestra y siniestra me sorprendían motivos diferentes y sus gentes, como si las conociera de siempre. Las saludaba y me correspondían afablemente, como si fuera cierto que siempre hayan estado esperándome… Me ilusionaba seguir sus pasos, ver a donde iban, qué harían… Y así, poco a poco, fui integrándome a su forma de vida, hasta sentirme como uno más entre ellos. Les preguntaba por cosas simples, desconocidas por mí y siempre hallé una sonrisa como inicio de una contructiva conversación, una afable comunicación; de esa forma fue gestándose el comienzo solidario del entendimiento necesario para la mejor convivencia ciudadana.

Mis experiencias se remontan allá por la década de los cincuenta del siglo XX, siendo yo un muchacho todavía y tal vez, debido a mi escasa edad, magnificara esas vivencias, las viera desde mi escasa habilidad o pericia, desde esas sutiles perspectivas propias de la edad y a la vez pensara acerca de todo cuanto acontecía con la agudeza de las mismas fantasías como las vivía en esos especiales momentos. Pues no fue, expresamente, por esa razón, ya que desde entonces ha pasado mucho tiempo, sesenta años; y aún siento igual como si fuera ayer, cuando Venezuela me cautivo, pienso que para siempre. Aún hoy, repito, me emociona oír música de mi querida Venezuela. Siento y vivo, igual que ayer, intensamente, aquellos momentos de entrega y afecto por todo aquello que represente a mi Venezuela.

Aquí, en Tenerife, he participado y contribuido en programa de Radio y Televisión, divulgando, como mejor he podido hacerlo, el nombre de Venezuela. Precisamente, hace un buen rato, estuve oyendo cintas de las antiguas de cassette grabadas hace once años y no pueden imaginarse lo que disfruté oyéndolas nuevamente, algunos de aquellos programas radiofónicos y el calado social que imprimían en nuestras islas canarias, los que dichos eventos protagonizaron. La vida del emigrante, sus ilusiones, venturas y fracasos, tantos sufrimientos y la satisfacción del deber cumplido en pro de los pueblos que, tradicionalmente, se han sentido siempre unidos por los más fuerte lazos de la comprensión, la amistad y el más puro afecto.

Y, ahora digo yo. ¿Cuál poder tienen los recuerdos que son capaces de mantener viva la luz de la ilusión, sin tener en cuenta los años que transcurran, sin contemplar las circunstancias y las vivencias, las motivaciones, las distintas experiencias, que todo se perdona y siempre prevalece el cariño que nos dieron, cómo nos recibieron y en definitiva, por qué seguimos amando a un país que en la distancia del tiempo se va desintegrando y a la vez transformándose en otra cosa distinta que, a veces, ni nos atañe por sus diferencias naturales, políticas y sociales. Sólo queda en el subsconciente la primitiva imagen que nunca muere…

Celestino González Herreros

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22/6/12

EL TRABAJO HAY QUE BUSCARLO NO VIENE HASTA NOSOTROS

Y EL QUE BUSCA SIEMPRE ENCUENTRA

Evidentemente, vamos a tener que agotar todos los recursos de que dispongamos. Llegará el momento que no habrá comida suficiente para todos, las ONG se verán tan desbordadas que les va a ser muy difícil, si no imposible, continuar con la labor humanitaria que hoy, aún, pueden realizar.

Si no hay trabajo suficiente para todos, de alguna manera habrá que buscarlo, hasta debajo de las piedras puede surgir el milagro. La comida la da la tierra, agricultura y ganadería, y del mar los peces… ¿Se han dado cuenta la cantidad de tierras abandonadas que hay en todas las Islas Canarias y en toda España? ¿Saben la cantidad de alimentos que “continuamente” puede ofrecernos el campo? Sólo que hay que trabajarlo, hay que doblar el espinazo según lo hicieron nuestros abuelos y en circunstancias más difíciles que las actuales nuestras. Olvidémonos de la emigración hacia otros lugares, antes hay que atender nuestra tierra, sacarle todo el provecho posible, llevar los frutos a mercados libres, sin intermediarios abusadores y por consiguiente, venderlos directamente y a precios razonables. Pero para ello es necesario contar con políticos capacitados que puedan orientar la idea a nuestra juventud. Gentes que sepan las artes del campo, la agricultura y la ganadería y que orienten a los que necesitan progresar en esas labores...

Dado que la construcción hoy es imposible ejercerla, de donde salieron cuantos parados hay del sector del ladrillo, que vuelvan a su lugar de origen que la tierra les espera deseosa, sedienta y sumisa. Esperando los brazos jóvenes para poder ver nuevamente los surcos de la fértil tierra reverdecer y al ganado pastando la rica hierba de las verdes llanadas…

Políticos despiertos capaces de realizar los sueños hoy frustrados de nuestros mayores, viendo el terreno morir en el más absoluto abandono, como si fuera un imposible eso de consumir lo nuestro sin necesidad de importarlo todo, aunque paguemos el precio que fuera. Necesitamos, ante que nada, concienzarnos, ver lo que se nos avecina, no perder más el precioso tiempo que nos queda aún para realizarnos y cuidar lo nuestro y así vivir de sus excelencias y de la abundancia que promete nuestro campo.

No sé si alcanzará para todos lo que recolectemos, pero primero consumamos lo nuestro y si no alcanza vayamos por lo importado, que lo sigan pagando aquellos que pueden. Así las ONG sólo quedarán activas para los ancianos menesterosos en tanto, nuestros futuros gobiernos buscan donde alojarlos dignamente, que lo tienen bien ganado.

Para salir adelante en estas esporádicas crisis, sólo puede conseguirse trabajando, no lamentándonos; y si no hay trabajo para todos hay que improvisarlo. Cuántos oficios ya no se ejercen por que el consumismo los anuló, las mismas gentes cayeron en la trampa de ese virulento fenómeno, prefirieron vivir bien, como si en realidad fueran ricos… Y hoy no tienen ni donde caerse muertos. Una lección para nunca olvidarla.

Celestino González Herreros

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19/6/12

LA PALABRA AMIGA Y CONFIDENTE

Escúchame, solamente escúchame ya que leer no puedes. Oye el concierto de las palabras, que aunque mal digan no enmudecen por que son libres, se me escapan sin poder contenerlas y van en tu busca, en ese mundo desvanecido que nos cuestiona y aparta...

Mis palabras ya están contigo, es lo importante, precisamente ahora, cuando vamos acercándonos a la "pasividad" de la vida y por la que debemos hacer el esfuerzo más importante para desembarazarnos de esos prejuicios ante los días que nos quedan de agradecida permanencia. Superarnos a nosotros mismos con intuición animosa debe ser el primer objetivo, ahora que podemos disponerlo como un derecho universal.

Deduzco por el interés que prestas (siempre ha sido así) a las bellezas de la vida, aunque ya casi no veas, que tienes una gran sensibilidad humana; y que como cada cual sabe hacerlo, tú lo manifiestas con ternura, que supone tanto como querer asumirlo con amor desmedido, y cada vez más; por que las añoranzas de nuestras quimeras nos van condicionando y nos hacen a veces niños de verdad o más viejos de lo que ya somos.

Mucho tiempo ha pasado desde cuando sentí deseos de dedicarte uno de mis espacios. Y que conste, por mi parte, para ti, no ha sido abandono, aunque si, premeditación. Quería sentirme realmente motivado para comprenderte mejor, sentirme más identificado con tu situación actual, molesta, pero irremediablemente asumidle. Antes me perecía que siendo más joven no iba a saber llegar hasta ti como realmente deseaba. Ya me siento algo mayor y me parece que tuviera la misma edad que todas las personas mayores, pero con la salvedad de que, aún sé zambullirme y puedo hacerlo sin reservas, en el mundo de la ilusión y la fantasía e intuyo de que podría contagiar estos sentimientos de libertad y adopción, a seres que como tú, creen haber terminado su trabajo...

Filosofando un poco. El hombre nunca termina nada, todo lo que desee o haga es inconcluso, estamos reducidos a muy poca cosa. La dimensión de esa trayectoria implícita es mucho más larga, interminable y tan bella... Es como una estela luminaria en los caminos, yendo en dirección hacia una supuesta meta que a la vez de animarte te consuela... Empero, aún así, si mirásemos hacia atrás, con el pensamiento, es cierto, intuiríamos nuestros aciertos y los fracasos; y los esfuerzos realizados desde la partida de nuestros compromisos, pero también el deseo de algún encuentro especial.

Aún hoy, cuando creímos que los habíamos superado todo, que podíamos ser ignorados, hay muchas cosas que nos siguen preocupando, por que sabemos que nos necesitan, si a mí no, a todas ustedes sí, a quienes bien sabes me refiero... "Cada eslabón de la cadena cuando cierra sus atenazados brazos sella para siempre su función, pero otro se abre, y luego otro, y así sucesivamente."

El hombre no tiene edad ni tiempo para llegar a la pasividad de sus aptitudes, no mueren sus posibilidades. Siempre servimos para algo, pero no olvidemos la metáfora de "los eslabones de hierro". La capacidad del ser humano es infinita hasta que fenece, pero antes es integral, solo que, puede llegar a la fragilidad si no le acompaña el espíritu amable y positivo que suele nutrirse de la razón, aceptando los distintos estados de la vida como vienen. Claro está, siempre que sea respetado y atendido con justicia por el resto de la sociedad, que algo nos deben a cada uno de nosotros. Mas, no se trata de pasar la factura, por nadie hemos sido atendidos consecuentemente, en lo que parece. Sólo, eso sí, pido encarecidamente, ese premio de consolación tan hermoso y humano, que es, el reconocimiento o si quiera el respeto y el cariño, hacia tantas personas (ausentes unos, presentes los otros) de edad avanzada, por lo mucho o poco que hayan podido hacer en "sus vidas dinámicas" en favor de nuestro conglomerado social. Que se les reconozcan esos méritos y se les premie, repito, con el cariño que de seguro muchos estarán pidiéndolo, (por razones obvias algunos, otros por que se encuentran solos, -abandonados a la suerte que Dios les de, pernoctando en sucios barracones, muriendo en soledad, de frío, hambre y sed...

Qué inmenso consuelo deben sentir, y qué apego a la vida, aún estando imposibilitados, algunos, de sus fuerzas motrices o sensitivas, sabiéndose aceptados con sus inevitables problemas por los familiares y amigos, que se vuelcan, en la medida que sea, por verles contentos (dentro de la obligada resignación). Dichosos aquellos, también, que saben devolver la ilusión a los que sintiéndose desesperadamente infelices, buscan ese apoyo moral que les incentive a seguir viviendo. Esos tienen la mano de Dios presta en cualquier momento, y deben sentirlo dentro de su pecho, en el corazón, como un mensaje de gratitud constante.

Ya ves, cómo llegan mis palabras y se trepan por doquiera buscando el eco de su sentido en las profundas oquedades de la sombría soledad del hombre, para hacerle compañía con la avenencia oportuna de ellas, a través del pensamiento; sólo escuchando dictados de la conciencia e imaginémonos los caminos más gratos por donde nuestros últimos pasos serán obligados, y allá, al final del mismo, no olvidemos, que estará Dios esperándonos, a los más viejos y a los más jóvenes

Que mis palabras, sencillas pero sentidas, te sirvan de consuelo, para ti las escribo que siempre fuiste una persona eminentemente buena e inteligente y que sabrás en los peores momentos resignarte con la entereza que te caracteriza, asumiendo tu destino con dignidad cristiana para que cunda el ejemplo entre los demás. Levanta pues, ese corazón y zambúllete en el mundo ilusionado que aún nos queda mucho por vivir... Que nuestra felicidad está ahí, siempre esperándonos.

Celestino González Herreros

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17/6/12

PRONTA EVOLUCIÓN PORTUENSE

No sé si hago mal, tan reiteradamente escribir sobre las cosas de mi pueblo, con la salvedad de que, no sólo escribo respecto de lo que está mal hecho, también lo que está abandonado. Más frecuentemente, valoro las cosas que están bien realizadas, lo aceptable, lo que habitualmente se ve, cosas que están a la vista y que complacen verlas y disfrutarlas.

Ayer, con mi esposa, en el coche, junto con dos señoras amigas nuestras, les di unas vueltas por las calles de la ciudad portuense y no acabaron los elogios en tan buen rato. Dichas vías públicas estaban, aparte de sumamente limpias, atractivas de verdad, no se les puede pedir más. Resumiendo, los cuatro nos sentimos orgullosos de nuestro Puerto de la Cruz, sin menos precio respecto a tiempos pasados, aquel añorado y sentimental ambiente ciudadano, aquel civismo…

Hemos evolucionado bastante, bien se ve. Tal vez no todo lo que deseáramos, pero las diferencias son notorias y hasta diría abismales. El Puerto viejo tenía tantos encantos, que jamás vamos a disfrutarlo igual. Está demás pensar en repetirlos, mas, hay que ser razonables y darle el valor que se merecen, el trabajo y el esfuerzo, a quienes se han preocupado, a través de los años, en contribuir al embellecimiento de la ciudad turística, en su plural conjuntos. Independientemente de los políticos que fueran quienes hayan intervenido a participar en tal metamorfosis, a través del tiempo transcurrido, por que no trato de justificar a nadie en particular. Aunque lentamente, por las razones que fueran, lo han hecho bien y les brindo mi humilde reconocimiento a todos ellos. Repito, ha habido cosas mal hechas, algunas de esas deficientes actuaciones, en su momento se han corregido y otras, actualmente, se acometen, obviando los dineros mal empleados, pero eso es cosa del pasado. Ahora pensemos en nuestro futuro, seamos realistas… Lo importante es que hay deseos de superación y eso ayuda a seguir en la brecha, haciendo cosas necesarias para la evolución de Puerto de la Cruz en base a las exigencias turísticas ante todo. Poco a poco iremos lográndolo, a pesar de las crisis que quieran venir, por que la actual no será la última, habrá más…

¿Conformista yo? ¡Jamás! Otra cosa puede ser que sí, que peque de osado para aquellos enterados, inadaptados socialmente, inconformistas exaltados “que haberlos los hay” que ni comen ni dejan comer, buscándole a todo lo que se haga el lado defectuoso, lo negativo. Y que cegados por la contradicción no ven lo positivo del trabajo que hayan hecho los otros, los que no son de su agrado. Así, a veces, se dañan las voluntades y en la confusión nace el enfrentamiento dialéctico y con el la consiguiente apatía y la falsa idea de no hacer más, dejar las cosas como están y que otros, los que vengan luego, las continúen.

Nuestra ciudad es de todos, no solamente de los portuenses, siempre ha sido lugar de encuentro, de grandes posibilidades para propios y extraños, sin que jamás hayamos perdido la incondicional costumbre de ser solidarios con los demás y entre nosotros mismos. Los foráneos que se sientan como en su propia casa, como en sus respectivos lugares de origen. Siendo así, debemos respetarnos mutuamente y que cada palo aguante su vela. Que cuando miremos hacia algún determinado lugar, lo hagamos, en todo momento, con los ojos del alma, también, así se ve más bello…

Celestino González Herreros

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15/6/12

CUANDO GERMINAN LAS SIMIENTES DE LA ESPERANZA

Me pregunto: ¿Qué van hacer “sus dueños” con tanta tierra fértil abandonada, arrasada audazmente con miras mercantilistas esperando a que alguien las compre para urbanizarlas? Como se suele decir: El tiro les salió por la culata… Ahora, ni agricultura, ni urbanizaciones. Ahí están que dan pena, secas y hambrientas de semillas, sin agua, ni manos que las cuiden. En ese lamentable estado llevan varios años; es que la Crisis se veía venir con pasos agigantados y a pesar de ello, sus egoístas dueños fueron tan incautos que ahora, ni una cosa ni la otra.

Y por favor, no me hablen de hambruna, ni que la cesta de la compra está insoportable, que todo está carísimo. Mas, sigo preguntándome: ¿Qué van hacer “sus dueños” con tanta tierra desasistida?.. Desde luego, nadie las va a comprar en muchos años. Casi toda la isla está desatendida, es tal la incuria, la negligencia, que les da igual el triste destino de la misma. Y que no se quejen a mi lado, que nadie se lamente… ¡Trabájenlas! ¡Doblen la cintura!... Y no me digan que no hay trabajo. Lo que no hay es ganas de trabajar.

Lleguen a algún acuerdo económico con los dueños de esos terrenos y háganlos producir, que se involucren los correspondientes gobiernos, que incentiven a los futuros campesinos; y los dueños de esos fructuosos suelos, si no los quieren ver producir, pónganles fuertes impuestos o que hagan lo que más les convengan, pero que actúen convenientemente a fin de sacarle algún provecho: comida abundante. La tierra siempre fue muy generosa cuando la han tratado con cariño y los mejores cuidados.

Hoy, por necesidad tuve que trasladarme a varios lugares del norte de Tenerife y es escalofriante ver como están todas abandonadas, tierras tan fértiles capaces de dar los mejores frutos y tubérculos, legumbres y todo lo que se siembre, es imperdonable verlas así, en ese triste estado. No cabe duda de que no hay interés por trabajar. Ellos dirán: ¡Que trabajen los viejos, como siempre lo han hecho, de sol a sol! Las nuevas generaciones quieren vivir bien, presumir de buen coche, de yates, de fincas veraniegas y, por supuesto, que trabajen otros para ellos. Pero se les acabó el cuento, los viejos, aunque precaria, por lo menos tienen una paga con que ir escapando… Lo triste es, que también, en la mayoría de los casos, tienen que darle de comer a sus hijos y sus nietos. Y no les digan que trabajen la tierra, se ofenderían, para ellos vale el ladrillo bien pagado o el turismo…

¡Que baje Dios y lo vea! A veces he pensado si esto de la Crisis es una enfermedad contagiosa donde se escudan para no dar golpe. De todas formas, es una lección que jamás debieran olvidar. Y, sólo estamos comenzando…

Celestino González Herreros

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12/6/12

GRATA COMPAÑIA LA DEL VIEJITO

En el más puro recogimiento, mirándole siento, ¡OH, Gran Poder de Dios!, su infinita bondad que me invade devolviéndome las fuerzas perdidas. Viéndole siento hasta ganas de llorar, por que no hay nada más dulce y noble que la expresión de su mirada.

Todos queremos compartir con EL estos momentos, más, viéndome postrado a sus pies... Todos sabemos que a su lado no estaremos perdidos, y le clamamos para que nos dé el valor necesario y poder sobrellevar esta corta permanencia con dignidad para merecer mañana SU REINO.

Mis plegarias fueron más íntimas que otras veces, necesitaba hallarme a mí mismo, deshacerme de tantos temores encontrando la esperanza en su profunda mirada; y sentir el calor de mis lágrimas, ahora que estaba solo con EL y nadie perturbaría mis calladas oraciones... Necesitaba revivir mi fe estando tan cerca al Nazareno, participar de su calvario para enriquecer mi espíritu con su gracia infinita y el ejemplo de su fortaleza, viéndole sufrir en silencio por todos nosotros. Eterna deuda de la Humanidad, la que tenemos que saldar en nosotros mismos si queremos la salvación del alma.

¡Señor, perdónanos! ¡Que no sabemos lo que hacemos! Cada instante de nuestra corta vida está en peligro si estamos lejos de TI.

Ese día había pocos fieles en la Iglesia. Afuera la tarde estaba lluviosa y fría. Me había entretenido viendo, bajo mi paraguas abierto, las flores de la Plaza recibiendo la tenue caricia de la lluvia que caía incesantemente. Tuve ocasión de sentirme único espectador del emotivo pasaje y recorrí todo el espectacular rectángulo florecido de los jardines, brindándole mi admiración personal por lo bellamente cuidados que les veía; hasta llegué a emocionarme viendo a las esbeltas palmeras que me acechaban y parecía que susurraban algo que se mezclaba con el monótono y acariciador ruido de la lluvia al chocar y deslizarse sobre la tierra, las plantas y la oscura tela de mi paraguas. Tal vez, al reconocerme, comentaban entre ellas algunas de mis travesuras de cuando yo era niño... Entonces me parecían mucho más altas que hoy. Y la pila central con su hermoso pato de cemento, que una vez me quedé con la mitad de su pico en las manos y por consiguiente caí al agua. Eso no lo sabía nadie.

Luego, viendo la fortaleza, edificada en piedra de nuestras canteras del sur, la torre de la Iglesia "Nuestra Señora de la Peña de Francia" elevé la mirada hacia su cúpula y vi. el cielo enlutado por grisáceas nubes de pronunciada oscuridad, reflexioné durante unos instantes, haciéndome la pregunta de que si era yo o era el tiempo, que parecíamos sufrir las mismas inclemencias depresivas con los sombríos perfiles... La tarde, y yo deambulando, hallamos dispersos detalles que nos involucraron en la nostálgica danza de los recuerdos que no quieren morir.

Sin dejar de pensar, después de recrearme en todo mi entorno, acaricié, como quién se despide para siempre, todo aquello que me traía tantos recuerdos. En mi subconsciente, vi. aquellas gentes que hoy no están entre nosotros, que ya se fueron... Y sentí tales desconsuelos, que tuve la necesidad de ahuyentar mi dolor yendo a los pies del GRAN PODER DE DIOS. Cerré los ojos. Y no querían abandonarme los recuerdos que seguían mortificándome y mi dolor aumentando... ¡Cuántos años han pasado desde entonces!

Señor, tu Reino es grande, ¿hay cabida para todos? Quisiera verles nuevamente. Y, ¡cuántos de ellos habrán venido a verte cuando te encuentras solo entre estas silenciosas paredes!

Esa tarde acompañé al Viejito, no sé el tiempo, parecía que estaba con todos aquellos que nos han dado la triste despedida de aquel viaje inevitable.

Y, advertido ya, de lo tarde que era, me persigné y salí del Templo. La lluvia había cesado y el cielo descubierto por completo me ofrecía el azul aún perceptible de su celestial bóveda, todo había cambiado de aspecto.

Desde algún lugar cercano me llegaba el eco de acordes musicales, algo sonaba que me agradaba al tiempo que caminaba hasta llegar a la calle Quintana. Parecía como si la gente fuera más sonriente, o era yo que estaba alegre, feliz de haber vivido el grato placer de acompañarle unos momentos en esa comunión espiritual que tanto necesitaba... Me sentía el más feliz de todos los presentes; fui calle abajo, hacia la Plaza del Charco como en los viejos tiempos, con expresión ilusionada, sin preocuparme nada.

Celestino González Herreros

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11/6/12

REPASANDO VIVENCIAS DEL PASADO

Asomada en su balcón le vi, al pasar por su casa y hubiera querido que la tierra me tragara... La distancia, desde abajo, no me permitía verle tal y como estaba en esos momentos, mas, preferí pensar que estaba bien... Independientemente de que ahora somos mayorcitos. Sin embargo, nuestros ojos se miraron con vehemencia, absoluto respeto y consideración. Ya la vida nos había pasado facturas desconsideradas de nuestros involuntarios errores; y las pagamos "a plazos" pero todas están saldadas. Creo no equivocarme. Quizás quede el más doloroso saldo, aunque pensemos que nada nos debemos. Fuimos amigos en nuestra tierna edad, cuando nos creíamos huérfanos de todo lo bello que la vida nos deparara. Cuando comenzábamos a entender la capacidad sentimental del imprevisto amor, su firme proyección e insospechados desengaños. Cuando despertábamos en el bello mundo de la entonación poética, generado entonces, de ciertas crisis emocionales y necesidades evidentes de afecto... Pero un afecto distinto, ya no el que necesitan los huérfanos de verdad, un afecto conductor de ese mágico e indescifrable lapsus afectivo y sentimental. Sin intrigas ni oscuras desviaciones. A pesar de ello, de esa manifiesta inocencia, sufrimos el castigo de lo imprevisible. El destino dijo su última palabra.

Fuimos amigos leales, amigos con el único compromiso de respetarnos siempre y guardar nuestros recuerdos, aquellos recuerdos gratos de tal amistad, mientras Dios nos permitía seguir viviendo. Vivir para vernos aunque sea de lejos, si hubiera inconvenientes en nuestro futuro, o que el destino nos desviara del camino que soñamos ir siempre juntos. Así fue. Nuestras vidas cambiaron sus rumbos y divergieron nuestros pasos hacia derroteros distintos, sin que por ello, rompiéramos definitivamente aquel proyecto de adolescentes amantes: no olvidarnos, pase lo que pase. De no olvidar nuestras quiméricas fantasías, nuestros infantiles deseos... Y los ratos vividos, sin escondernos nunca, porque en nuestra amistad sólo cabía el cariño y afecto de dos buenos amigos que se entendían y habían conocido juntos la noble sensación de saberse, a la par, correspondidos. Y a ese cariño nos aferramos, como quien se aferra a una mastodontica muralla de humo; y al cabo del tiempo nos vimos con las manos vacías, pues aquel amor se había esfumado, fue el destino quien lo aleccionó...

Pero quedaron los recuerdos, aquellos párvulos e infantiles recuerdos, aquellos tiernos deseos de estar siempre juntos, aunque sólo sea en el pensamiento; y con el cual dignificar aquella amistad sin mácula alguna. Entonces nos necesitábamos mutuamente, sólo queríamos estar juntos, o muy cerca el uno del otro; y, todo el tiempo posible.

Muchos años han pasado desde entonces y aún nos seguimos respetando. Nuestra madurez ha contribuído para que sin recelos entendiéramos que la vida es así, increíblemente dominante, pero con aquel cariño nuestro nunca pudo.

Hoy nos vemos, nos saludamos, hablamos un rato, nos miramos a los ojos y buscamos todos aquellos retales perdidos en ellos. Sólo nos falta decirnos: ¡Aún te quiero!, pese a los años trascurridos y las circunstancias vividas. No podemos estar mucho tiempo junto, nos flaquecerían las fuerzas…

Celestino González Herreros

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10/6/12

COMEMOS TODOS O NO COMEMOS

Cuando se es honesto, cuando con nuestro ejemplo solidario logramos contagiar esos buenos sentimientos de prodigar ayuda a quienes nos necesitan, independientemente de la gran satisfacción que nos llena y hasta desborda en nosotros tanta comprensión a causa de nuestra sensibilidad altruista; también despertamos conciencias ajenas, con el ejemplo, adormecidas involuntariamente. Hasta que sufrimos el dolor ajeno, somos testigos oculares del horror que sufren tantas familias caídas en el infortunio, casi sorpresivamente. Hoy durmiendo en las calles, en chabolas hechas con cartones, pernotando en el suelo con el rigor del frío y acompañados por las ratas que también sufren hambre y no hallan comida. Matrimonios con niños pequeños, con ancianos a su cargo, quienes antes vivían decentemente en cómodas viviendas que fabricaron con préstamos hipotecarios, cuando todo iba bien, cuando tenían trabajo, las principales necesidades familiares cubiertas, casa, coche, etc. Y eran honrados contribuyentes… De la noche a la mañana se quedaron sin nada. Hipotecados sin solución alguna, sin esperarlo todo les vino junto; y así, miles de familias, sin tener donde refugiarse, sin trabajo, sin comida. Hemos vuelto a la peor época que nos ha tocado vivir. ¡Qué desgracia y qué vergüenza! Y los que más dinero tenían, ahora han multiplicado sus haberes económicos. Con lo que le han quitado a esa pobre gente le compran a los Bancos por cuatro euros, casa, coches, barcos, fincas, etc. Para eso les sirve el dinero, para exprimir al pobre cuando este no puede hacer frente a sus obligaciones financieras. No quiero ahondar mucho más en este triste y lamentable temas, le haría un flaco favor a los perjudicados atormentándoles más aún. Que piensen ellos que al menos en Tenerife, nunca estarán solos, hay en cantidad y calidad, suficientes ONG, que les van a ayudar, que no les van a faltar las ayudas necesarias, según las posibilidades económicas de cada uno de los comprometidos. ¡Comemos todos o no comemos! A Caritas, la Iglesia, Empresariado tinerfeño, a los pobres para los pobres, a determinados medios informativos, etc., Dios les colme de bendiciones

No sé si serán descabelladas mis perspecciones, a veces pienso que esta bendita crisis es obra de la Divina Providencia, ¿cuántos valores humanos habrán despertado? Y, ¿cuántos corruptos habrán aflorado? Esto ha sido como un Juicio Divino cuyas sentencias firmes han servido para separar el grano de la paja. Y es evidente que nos conocemos mejor cada día que vivimos, nos valoramos a nosotros mismos como nunca lo habíamos experimentado; y al que tenemos al lado, con sus defectos inhumanos, sus errores han sido sentenciados, pero con ello también han ganado. Pronto habrá transcurrido el tiempo necesario para poder colocarnos cada cual en el lugar que nos corresponda y gracias a esta crisis y a los múltiples sufrimientos que de ella han derivado, en breve, habrá paz, la tormenta habrá pasado de largo, volverá la calma y entre los que no estamos “imputados” reinará la felicidad que despiadadamente pretendieron para siempre quitárnosla.

Celestino González Herreros

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8/6/12

LA MEJOR ELECCIÓN DEL HOMBRE

Desde los albores de la Historia, los hombres hemos luchado por liberarnos de ataduras convencionales y antinaturales, y de prejuicios sociales manifiestos, aquellos que habitualmente suelen reprimirnos. Más aún, serán muchas las batallas que tengamos que librar, pues nos queda la difícil tarea de entendernos a nosotros mismos y saber qué es lo que realmente queremos. A pesar de los éxitos logrados, nunca estaremos conformes o lo que es lo mismo, nunca nos sentiremos del todo satisfechos. Miremos nuestra imagen reflejada ante el implacable espejo de la vida, veremos algo en nosotros que nos mantendrá descontentos, igual ayer que hoy y mañana será peor... Sin entender que cada vez vamos perdiendo intimidad personal, reflejos ahora irrecuperable. Se nos va de las manos lo que no alcanzaremos jamás, aquello que ya no nos pertenece.

Inexorablemente se han ido con el tiempo; y cuando uno se imagina subido en el veloz tren de la huida, nos parece entender mejor la vida y al tener conciencia de ello, sentimos más apego a lo poco que nos queda ya de ella, y a todo aquello que vamos dejando atrás en el azaroso y umbrío camino de la incertidumbre y la duda. No podemos detener al fatídico expreso, ni frenar su marcha vertiginosa, sólo aceptar la realidad por cruel que esta nos parezca y sufrir con dignidad la evidencia misma.

Antes, la vida fue muy hermosa y no hubo tantos temores acerca de aquello de la recta final del místico trayecto hacia el más allá. Sufrimos ahora por no haber sabido, ante el postrero instante, aprovecharnos de tantas excelencias que nos ofrece la vida, tantas realidades espléndidas, ignorando el futuro... Hoy de nada nos sirve, sólo para entenderlo mejor, mirar hacia atrás y lamentar no haber participado más intensamente de ella, la efímera permanencia.

En mis experiencias profesionales, con lógico pesar, he leído en la última mirada de algunos semidifuntos, el dolor y la tristeza, al entender que se iban... Pienso que sufrían, más, algunos, por no haber sabido agotar hasta el último momento, lo que perdían. Otros por tener que dejar a tantos seres queridos Si, lamentaban lo que perdían, por no haber querido escuchar la voz de la conciencia.

Mas, aún nos queda algo, no será un trayecto muy largo, pero sí suficiente para tratar de encontrarnos con nosotros mismos y elegir el camino tantas veces señalado y por el que pocas veces hemos transitado. Anunciado está, y, a menos que no le despreciemos, en él hallaremos, sin importarnos, juntos, el sacrificio y sus asperezas, la nueva luz de la esperanza y, hasta "quizás" hallemos algo de lo perdido y la paz de nuestra conciencia.

Nadie podrá detenernos, aunque no sea infinita esa ruta de eternas realidades, fuente de amor que calmara la sed de nuestro espíritu. Volverá a brotar el agua de la fuente inspiradora apagada en el olvido.

Con el devenir de los años, uno ha conseguido comprender, aunque parcialmente, la maraña afectiva de las cosas de la vida. Digo bien, no siempre podemos acertar a ver, entre tantos entrecijos hostiles o no, la evidencia de las cosas que nos suceden o pueden sucedernos, ello implica cierto reparo o miedo y nos obliga a ser más cautos en nuestras decisiones y a calcularlas con mesura. Ya no nos sobra el tiempo, disponemos del justo para reflexionar detenidamente sobre el que nos queda; y no perder ocasiones que puedan mantener ilusionados todos nuestros sentidos. Puedo decir, que no hay despertares más gratos que los que vivo... Uno ya tiene sus años. Cuando abro los ojos, cada mañana, doy gracias a la vida y al Todopoderoso. No puedo menos que sonreír, a pesar de los achaque propios de la edad, levantarme, aún con los ojos medio cerrados y acercarme hacia la ventana, cuando recibo la luz del nuevo día que irradia en mi espíritu toda ilusión, no hallo palabras con qué darle gracias a Dios y a los autores de mis días: mis queridos y añorados padres por haberme dado la vida.

Celestino González Herreros

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5/6/12

CON EL SIGILO DEL SILENCIO

Aunque abunden los motivos y la intención de escribir algún tema sea firme, de nada sirven esas buenas intenciones si no estamos poseídos de antemano por los verdaderos duendes de la inspiración. A veces, ni uno mismo sabe qué hacer. Ya nada debe sorprendernos... Llenos de euforia y dispuestos a trabajar en ello, lo intentamos y no adelantamos ni un ápice. Hay un lapso extraño que evidencia nuestra sorpresiva impotencia para ordenar nuestros sentidos, cuando de ellos ningún estímulo recibimos. He dicho sólo “a veces”; si es al contrario, nuestra mente es un río que desborda su mágico caudal sobre el blanco papel con evidente fluidez... Y es tan maravilloso lo que sentimos, cuando acertamos; porque descubrimos lo que llevamos dentro. Y aprendemos, cada vez más, de nosotros mismos; nuestras nuevas e insospechadas pasiones, y la capacidad de poder sentir y de amar que tenemos. Muchas veces me asombra saber lo que guardo dentro de mí, como si no fuera yo el que siente lo que escribo; advierto mi complicidad también, cuando no puedo contener la emoción, por lo que digo o narro oportunamente. Sí, igual, parece una necesidad inminente de transmitir los verdaderos sentimientos, que no otra cosa; y nos depara ello una paz interior verdaderamente increíble.

Cuando comienzo a escribir, me veo, súbitamente, dominado por influencias extrañas que me obligan, influjos deliciosos que me llevan por senderos desconocidos a un mundo diferente. Cuando escribo, es como si soltara mis cadenas imaginarias, me libero de mi propio ego y soy otro diferente que ama más profundamente, desconocido también por mí. Cuanto me rodea me resulta ser tan hermoso; y ambiciono tener la capacidad necesaria para poder abarcarlo todo, ese mundo tan delicioso... Es como una fuerza sobrenatural que nos arrebata el alma y la vemos irse gozosa, y en su vuelo fantástico, contenta de vagar ilusionada en esa venturosa huida que nos prodiga caricias anónimas y nos elevan hacia el sueño sinuoso de la inspiración. Como en las bella sinfonías, los bajos, los altos, cada tiempo musical va alternando el sentido poético que cada cual lleva adormecido dentro y nos hace más humanos; acaso espectros desconocidos que revolotean alrededor del hombre preso que somos algunos de los mortales. Cuando escribo soy libre como un pájaro que puede remontar su vuelo, puedo desplegar mis alas y sentirme suspendido en el aire, cual pluma al viento, gozando de la libertad. Cuando sueño me ocurre lo mismo. Cuando voy corriendo por el campo, venciendo toda clase de obstáculos, todos imaginarios, parezco un potro salvaje... Y, cuando estoy con ella, no soy yo, tal vez yo sea otro. La sigo por donde vaya y si la pierdo hasta no hallarle no cesa mi sueño.

Son sueños distintos a los otros sueños. Hasta poder verle estoy corriendo por los campos. Bajo por las quebradas hasta llegar al pie de los barrancos y vuelvo a subir logrando vencer la verde pradera; y le busco en el inmenso platanal y la verde maleza... Sueños que se repiten sin hallar en ellos el consuelo apetecido, sueños que nunca acaban; y uno muere con el desconsuelo propio del desencanto. Morimos mirando atrás con insistencia, presos de nuestra evidente impotencia. Mas, el alma vuelve de su viaje expiatorio y romántico, le vemos llegar, otra vez gozosa, después de su grata experiencia por el mundo de esos sueños y desde allende, las alturas... Luego puede llevarnos con el espíritu del amor al Edén prometido; y nos acompañan nuevas melodías por ese camino... Y allá, al final de todo, se oirán otros ecos musicales que nos darán la bienvenida.

Celestino González Herreros

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celestinogh@teleline.es