30/10/08

Desenganchado el vagón del mal el tren marcha mejor...


-Escuchar al subconsciente fue mi acierto, no entendía nada hasta entonces, todas esas cosas que van sucediendo a nuestro alrededor y a las que, muchas de ellas, no les hallamos sentido. Confuso atravesé el umbral de mis dudas dejando atrás lo incomprensible, lo vago... ¡Todo era trivial, insustancial, hueco y sin dimensión alguna!-

-Al escuchar esa voz interior, como salida desde la tumba de mi conciencia, detuve con suerte la marcha de tantas y estériles meditaciones para fijar mi atención al hacer un detenido análisis de todo aquello que me estaba ocurriendo. Y oí los consejos implacables de la razón, había que elegir otro camino, ya que, por el que iba no hallaría la salida, estaba viviendo un laberinto emocional, estaba atrapado y hubiera sido definitivamente fatal seguir por esos derroteros.-

-Desde entonces he alimentado la esperanza de haber sabido elegir por donde hoy voy, y me consuela decir que soy feliz en gran medida, aún reconociendo que nadie lo es del todo. Veo muy lejos de mí, aquellos momentos de desazón y desconsuelos, de aquel aislamiento obligado, como si estuviera incomunicado e interponiéndose otra voluntad que no fuera la mía, entre la realidad y el miedo.-

Pero bueno, lo importante es que estás cambiadísimo, ¿quién iba a decírmelo? Si no lo veo no lo creo. Has vencido muchacho, te lo garantizo. No puede ser de otra forma, has logrado desterrar al enemigo infernal que tanto daño te hacía y que no respetó el terrible dolor que también causó a tus familiares y tantos buenos amigos que tienes. Ayer lo supe por tus padres y vine cuanto antes pude a verte. La verdad es que me alegro, ya sabes que yo les aprecio mucho y que te conozco desde cuando eras un mocoso.

Las amistades hay que saber escogerlas. Nadie es más tonto que aquel que se hace pasar por tonto; ese cae fácilmente. La calle está llena de "golfos" ¡Ay, si pudiéramos acabar con todos ellos! Luego, también están los "grandes", ellos ocultos en sus lujosas madrigueras, tirando la piedra y escondiendo la mano, se aprovechan de la parte débil de nuestra juventud harto desorientada, sin trabajo, ni perspectivas que les den la esperanza incentivadota, a corto o largo plazo que sea, de hallar la solución de sus más elementales aspiraciones, saber que serán atendidas (sin tantas demoras) sobre sus futuros, de alguna manera. No, no estoy justificando la conducta equivocada y lamentable de esos desalmados sin escrúpulos, que por un puñado de pesetas están asesinando a tantas criaturas cada día, eso nunca. Bueno sería buscar entre todos la solución a tantísimos problemas que sufre la Sociedad y que no habrá Gobierno capaz de superarlos mientras no exista trabajo para todos y para las siguientes generaciones: "cultura", desde el ceno de las familias, los colegios y las distintas Administraciones jurídicas, políticas y sociales. Es trabajo de todos, si no nada positivo se conseguirá, la vida será un desastre.

Pero bueno, esperemos que tú no vuelvas a caer, podría costarte la vida, tenlo siempre presente. Búscate una ocupación, y si no la hay la inventas. Lo importante es, que no vuelvas a las andadas, no caer en las redes del mal...

Como quien ve desenganchado el vagón, que se aleja con su inercia del fantástico tren de la vida, donde va el enemigo aterrador de la droga y se aleja, en sentido opuesto, como una pesadilla y para siempre...

¿Qué queda entre la vida y la muerte?


A veces cavilo en mis vagas ausencias empíreas, pensando que voy ascendiendo desde la hondonada, ladera arriba, hacia la frondosa paz de mi valle, que voy en busca de aquellos tiernos resquicios que tanto sustentaron las bellas ilusiones que tanto alentaron a mi joven vida. Desdeñando estoy el mundanal ruido de las grandes concentraciones, las ciudades colapsadas. Hoy todo parece distinto, en estos instantes la fuente generosa de mi inspiración me lo dice, hubo algo difícil de conseguir hoy, serán los años o será que estamos algo desplazados de nuestro mundo ideológico, de nuestras formas y aquellos esquemas sociales tan añorados, no sólo por mí, son muchos los nostálgicos…

En aquella discrecional reserva de viejas tradiciones y aquel modo vivendis al que estábamos tan acostumbrados cuidamos siempre nuestros principios cívicos y aquel concepto nato de nuestra solidaridad y respeto hacia nuestros semejantes. Nunca fue una condición obligada, sabíamos elegir sin dañar nuestros prioritarios principios, en ese añorado mundo suelo refugiarme, hoy como ayer, ocultándome en las sombras quiméricas del pasado; quiero ser ignorado, también, por mis propias fuerzas, escapar de mi mismo y perderme en el ancho espacio de la lejanía. Ocultarme en la oscura maleza de mi campo espiritual. Ladera arriba, desde la cumbre de mis sueños, hacia la sombría angostura, buscando a mi dulce compañera: la eterna soledad...

Y al despertar, no es malo, sentir en los labios el dulce y suave roce de la brisa mañanera; y el aire matinal bañando a los sentidos y llenando a los pulmones de vida natural. Sí, doy gracias a Dios por tanto bien recibido, no le pediré más, y rogaré, eso sí, que no me quite lo que me ha dado. Es cuando pienso en los demás. Y me entristece saber los desconsuelos que sufren aquellos que no tienen ni eso, mi fiel vocación.
Hago acopio de mis excentricidades y un somero resumen de mis pesares, porque, ¿quién no sufre en esta vida, decepciones, desengaños o traiciones?.. ¿Quién no conoce el lado cruel de su destino? ¿Y, quién no ha tenido que resignarse tristemente ante lo evidente?

Antes de salir afuera, asomado en la ventana, mirando hacia la alameda, recreé la vista pasándola sobre los rojos geranios y el esbelto palmeral perfectamente alineado en dirección al Campo Santo y hacia el sorprendente litoral, Castillo San Felipe y la monumental Playa Jardín. Capté el silencio del aire yodado y el grato aroma salitroso que llega desde la orilla marinera. Y pensé, viendo hacia abajo: ¡Qué solos deben sentirse nuestros muertos, en su lugar santo, algunas veces!.. ¡La eterna soledad!.. Abismo sepulcral entre la vida y la muerte. Silencio y sueño eterno...

Como un pasaje onírico vi la ciudad desierta, anduve caminando hasta llegar al muelle pesquero, no vi a nadie conocido durante el trayecto, muchos turistas si, cual río humano, como ilusas marionetas gesticulando entre ellos mismos, con sus propios lenguajes y modo de pensar y sin advertir mi presencia... Tuvo que haber sido un sueño, de otra manera no sabría explicar mi confusión... Dios mío, también, a veces, qué solos nos sentimos los vivos.

¿Por qué en los sueños se ama distinto? ¿Por qué son más tiernas las caricias en esa dimensión onírica? ¿Y las palabras? Mudas son, aunque las articulemos con énfasis y ternura. ¿Porqué son tan lentos los besos, interminables?.. En los sueños, ¿porqué somos tan espontáneos y sinceros?, ¿porqué lo damos todo?, a veces sin esperar nada a cambio. ¿Cuál es el profundo misterio de ese silencio angustioso y a la vez delicioso, donde el amor se siente distinto?

Son dos mundos diferentes y entre ambos el silencio se hace infinito, infranqueable hasta el punto más remoto. Es como el eco de una voz que se hace imperceptible en la distancia... Entre lo uno y lo otro, entre la vida y la muerte, todo es desierto, sólo en esa fría magnitud caben los sueños y los mágicos recuerdos, a través de la evocación más íntima: el mundo de los sueños e intuiciones espirituales.

21/10/08

Como en los viejos tiempos


Alineados en el suelo esperaban los bultos, a que fuera la hora de la partida. Antes debía llegar el grupo de amigos, según lo convenido y al lugar que se divisaba desde una de mis ventanas. Lukas yacía echado ante la puerta que conduce a la calle, yo como siempre, dando vueltas y más vueltas para dejarlo todo en orden.

Eran las seis de la mañana cuando me percaté de que habían llegado. Sin demorar un instante más, recogí mi morral, la garrafita con agua, un par de bolsas más y acompañado de Lukas, mi inseparable cocker, sigilosamente abrí la puerta. Ya en la calle, en sendos coches, nos distribuimos para ir lo más cómodos posible y enfilamos la ruta desde el Puerto de la Cruz, en la dirección acordada. Para darle más esplendor al viaje decidimos desechar la autopista del Norte y nos fuimos, aún con las luces de los coches encendidas, por toda la carretera vieja. El Botánico, Barranco La Arena, San Pablo, Cuesta de la Villa, Santa Ursula, La Victoria de Acentejo, La Matanza de Acentejo, etc. El aire era fresco en esas horas de la mañana, aún no había despertado el alba, y sin embargo, los caminos estaban animados. Claro, había coches circulando en ambos sentidos; mas, con deleite, pude comprobar lo atractivo del momento. En determinados lugares y en los márgenes del camino, se veía, también en ambos sentidos, carretas tiradas por bueyes que transportaban la hoja del maíz; otras, llevaban pinochas o hierbales para el ganado. Y las hermosas bestias cargando los olorosos frutos del campo y la verdura fresca... Me sentía tan halagado y complacido, que, emocionado paré el coche e hice señales al resto del grupo para poner pie en tierra y gozar del singular momento charlando con las gentes de nuestro campo que animosamente nos saludaban; e incentivados por el grato ambiente, decidimos entrar en una ventita alumbrada por un par de antiguos artilugios de carburo, a la vieja usanza y allí pedimos, a pesar de lo prematuro de la hora, un poco de vino, queso de cabra, pan del día anterior y para quién apeteciera rosquetes del lugar. Con esas mismas personas hablamos del campo y ellos comentaban lo de la influencia absorbente del turismo en las ciudades, con el consiguiente abandono de la tierra por los muchachos de hoy, ese éxodo preocupante que trata de buscar nuevos horizontes llamados por la codicia y el bienestar, sin darse cuenta que podrían perder una cosa y la otra, que la tierra es firme y generosa si se la trata con amor y sacrificio, también con inteligencia. Lo del turismo es cuestión de prepararse bien, yendo a Escuelas especializadas a tal efecto. Ahora es solo una ocasión que tiene alas, como las aves de paso, hoy se da bien aquí, mañana no sabemos. Puede surgir un mañana difícil para esa rica fuente de trabajo. Pienso que la tierra es un don de la Naturaleza, es la verdadera promesa de la vida hasta el final de nuestros días, nos dará cobijo y alimentos y será la cuna perdurable de todos nuestros sueños, donde descansarán para siempre nuestros huesos, que aunque sean materia muerta están ahí abrigados por esa noble masa señalando nuestro paso por la vida...

Embebidos estuvimos, en la grata compañía y la sana alegría de esa gente noble del campo, que al expresarse transmitían confianza, la sensación de ser amigos de siempre: de estar entre familia celebrando un feliz encuentro. Y es que no se puede saborear "lo nuestro" sin detenernos en ese ambiente, aunque sea sólo por un momento. Gastamos media hora en la acertada parada y aprendimos la lesión más hermosa de esa grata mañana ya aclarada por el celestial lucero del alba, que ascendía a través de las montañas saludando con su espléndida presencia, cuando acababa de correrse el gris velo de la madrugada, anunciándonos el nuevo día...

A las once de la mañana todavía estábamos de jarana según entrábamos en los pueblos, donde también hacíamos compras de frutos frescos y secos y verduras, para recogerlos al regreso y mientras tanto, pues, comíamos algunas truchas rellenas de mermelada de membrillos o de dulce de batatas. Hablando con nuestra encantadora gente del campo a los cuales envidiaba en esos gratos momentos, me sentía influenciado por sus costumbres, por su forma de ver la vida, tanto, que llegué a desear ser uno de ellos y olvidar tantos perjuicios y estúpidas limitaciones que nos impone nuestra confusa sociedad. Llegué a sentirme tan a gusto y relajado que no deseaba otra cosa que continuar entre ellos, sin ir más lejos. Pero lo hermoso era, que si seguías adelante ocurría lo mismo, todo era igual de hermoso... Lástima, cuando uno sale así, con el tiempo programado, sin opción para cambiar los esquemas acordados y tienes que dejarlo por imperativos de orden... Luego surge la promesa que no vamos a cumplir, cuando decimos que hay que repetir y de que entonces será por más tiempo, etc. etc.

Después de tanto deambular de un lugar a otro, decidimos llegar hasta el impresionante y bello Monte de La Esperanza y dijimos de terminar la última comida del presente día allí. Fueron momentos inolvidables.

Llegamos hasta el verde y soberbio monte ya entrada la tarde, aunque la bruma baja aún no había hecho acto de presencia y, aunque el Sol declinaba hacia su inmediato poniente, pensé que era el momento justo de extender el arrugado mantel sobre la fresca hierba, y, sacamos lo que habíamos llevado o lo que ya quedaba de ello y lo fuimos depositando sobre la estampada tela, en cuyo centro coloqué la garrafa de vino que compramos en La Matanza de Acentejo. La comida toda fue en frío, no hicimos fuego, no fue necesario. Ya lo habíamos acordado antes de organizarnos para gozar este día, siempre ante el temor y el propio riesgo que ello podría suponer en el monte si hacíamos fuego para calentar... Con el vino y nuestras vitales energías sobraban calorías. Fue un rato delicioso el que vivimos, a los postres siguieron los chistes salpicados de sano humor y alguna que otra balada... Cogidos de las manos, algún matrimonio se alejaba un poco, muy caramelizados y se perdían entre el ramaje espeso de la frondosa vegetación. Y yo acariciaba la cabeza de mi perro, sintiéndome algo melancólico, y mi mente también se alejaba por derroteros diferentes, perdiéndome en la maleza y sin saber a dónde iba, sólo buscaba distanciarme hasta llegar a un pasado ya lejano que me hablaba de otros momentos vividos con la tierna y espléndida lucidez de la juventud, en aquellos años apasionados, llenos de fantasías y clamores incontenibles... Y sólo hallé las sombras de mis sueños en la espesura del bosque, sin escuchar apenas un eco... estaban muy lejos, en los recuerdos, en el tiempo y la distancia. Mas, tuve que conformarme acariciando nuevamente al perro que insistentemente me miraba y con expresión triste parpadeaba viéndome tan callado... Así estuve un buen rato, hasta despertar envuelto en el jolgorio y la natural algarabía que entre los demás habían organizado, la que armaban los amigos mientras se disponían a recoger las cosas y "dejar todo limpio" como lo habíamos encontrado al llegar a ese entrañable y paradisiaco lugar... Haciendo un razonable esfuerzo me sobrepuse imitando a los demás, todo el mundo felices y contentos... No había otra opción que fingir que estaba del todo alegre, obviando la identidad de aquel pasado que en mí no muere...

16/10/08

HA FALLECIDO EN EL PUERTO DE LA CRUZ UN HOMBRE BUENO (Luís Francisco González Herreros)

A veces sorprende la capacidad solidaria de las personas de bien y hasta donde llega.

Uno no alcanza a saberlo hasta que te sientes disminuido, atravesando un doloroso trance, como es, perder a un ser muy querido, que se lo van a llevar, aún presente y sin vida su cuerpo. Cuando adivinan el dolor que sentimos se vuelcan para darnos su cariño, su sentida condolencia, su sano afecto antes oculto o ignorado todo el tiempo y que se descubre al vernos abatidos por la desesperación, angustiados, presos del dolor, de cansancio… Ese vuelco emocionado de las personas que se acercan a acompañarnos y que quieren darle el último adiós al finado, es cuando se confirma la evidente realidad… ¡Quien siembra amor sólo recoge amor!

Y en consecuencia, toda nuestra familia, no sabemos cómo agradecer a esas buenas personas que pudieron acercarse a despedir a mi hermano Luís Francisco, que lo hicieran tan cariñosamente rogando por su eterno descanso, la paz de su alma.

A pesar del dolor que nos embargaba en esos tristes momentos, al menos yo, aquello para mí fue, aparte de una sentida manifestación de duelo, también un exponente más de sensibilidad humana y ante todo, de fe cristiana. Todos estábamos unidos en lo divino, implorando en silencio compasivo y amor con nuestro hermano Luís, hermano de sus amigos y amigo de sus hermanos. Luego al concluir la santa Misa de corpóreo in sepulto, celebrada en la Parroquia de la Virgen de los Dolores, apenas habíamos traspuesto la puerta principal hacia la Plaza, aquella suelta de palomas y “su alma” entre ellas, en armonía volaron hasta remontar el vuelo y ya no verles más. Aquel momento fue impresionante y a la vez, la más expresiva realidad. Alcanzó su alma las Alturas rumbo fijo le acompañaron y le dejaron a la diestra de Dios Padre, donde otros tantos familiares y amigos le esperaban.

Luís era un hombre tranquilo, respetuoso con los demás, escurridizo, noble y consecuente. El estaba conforme con su destino y lo único que ambicionó siempre fue ver a las gentes felices, no tenía enemigos.

Su óbito fue súbito; y hasta pacífico, no molesto a nadie. Según vivió, así murió, sin hacer aspavientos, sin proferir queja alguna, cumpliendo su destino acá, en este convulsionado mundo, con ilusión callada, sin querer sobresalir en nada, pero si, convencido de que una vida le debía a Dios y renunció a esta porque así tenía que ser… Sabemos que nacimos para esto, para algún día buscar a Dios donde con amor nos espera.

Gracias a cuantos nos acompañaron en las dos Misas de duelo que se oficiaron, el lunes y el martes siguiente, la primera, otra vez en la Parroquia de la Virgen de los Dolores y el martes en la Iglesia Nuestra Señora de la Peña de Francia, con gran asistencia de fieles en prueba de solidaridad y amor por el finado y familiares, gracias, de corazón.

¡Lo que no sabía él, era el dolor que nos iba a dejar, porque todos le queríamos mucho!


Celestino González Herreros

2/10/08

Vida y obra de un médico ejemplar

Ya recuperado del duro golpe que supuso la trágica noticia de la muerte del paisano y amigo de todos, del doctor FELIPE HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, en Barquisimeto (Venezuela); o al menos, al sentirme en condiciones optimas, para poder hacer de él una semblanza personal, comenzaré certificando que fue una gran persona y mejor médico, hijo natural de Puerto de la Cruz, amante de su pueblo marinero y su singular gente.

A grosso modo, tal y como prometí hacerlo, les voy a dar a conocer una ínfima parte de su vida y obra, algo elemental, porque la suya es muy fructífera y grande, tan dilatada que no habría espacio suficiente para narrarla. Así, pues, para no extenderme mucho, por imperativo de espacio, en esta ocasión glosaré lo más brevemente posible.

Allá quedó su desconsolada esposa, también hija de Puerto de la Cruz, rezando por él. Lo único que ya podemos hacer.
Ella vivió muchos años en la antigua casa de la Real Aduana, con sus padres y hermanos.

Felipe trabajó en Venezuela el resto de su vida, unos cincuenta años, en el Estado Lara, como Médico Jefe del Servicio Dermatológico del Estado. División de Lepra. Cosechando multitud de premios, condecoraciones e importantes homenajes en el trascurso de su ejercicio profesional y por los Trabajos Médicos, a nivel nacional y para el Exterior. Todo un bagaje profesional que ya está archivado en las ilustres páginas de la medicina nacional de la República.

Primero aquí, en su pueblo natal, pese al acoso político de que fue objeto sin consideración alguna, hasta por sus propios compañeros de profesión, pero ya eso pasó... Y tendrían que haberle visto trabajando, cómo se desvivía por sus enfermos y familiares, donde quiera que estuviere. Primero aquí, luego estuvo trabajando un par de años en una Naviera italiana, como médico y luego emigró a Venezuela. No voy a entrar en detalles, por ahora, sólo decir que donde más le han llorado ha sido allá, en ese país que le brindó la más hermosa oportunidad de su vida, trabajar libremente la medicina, entregándose a ella con devoción y el máximo respeto hacia sus enfermos. Pacientes que siempre les consideró la razón de su vida; y lo digo con conocimiento de causa, pues tuve la suerte de haber trabajado con su Equipo unos ocho años ininterrumpidos, los más felices de mi vida... Y puedo asegurarles que cada día que vivía tenía en sus labios al Puerto de la Cruz y en sus pensamientos. Y lo expresaba con la palabra más elocuente, como nadie creo pueda pronunciarse. Sus protagonistas más íntimos, cuando recurría a los recuerdos y que nombraba más en sus cuentos y narraciones eran nuestros pescadores y sus familiares, la gente de la mar, a quienes ayudó siempre que solicitaran sus servicios profesionales.

Y hoy me dicen en la calle, aquellas personas mayores que le trataron como médico y como amigo, cuánto lamentan su perdida. Muchos de ellos me narran sus experiencias con él y, verdaderamente, son expresiones emotivas, tanto que te marcan el corazón para siempre.

Como amigos de él, sólo les pido a esas personas tan agradecidas de su trato profesional y su conducta ejemplar, que se acuerden alguna vez,, de elevarle a Dios, una sentida oración por el eterno descanso de su alma, que él desde donde esté ahora, lo va agradecer y rogará por todos nosotros.

Falleció el día 29 de agosto de este año, 2.008, a la edad de 84 años, en Barquisimeto (Venezuela). Se le ofrendó una Misa el jueves día 4 a las siete de la tarde p.m., en la parroquia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, a la que asistió gran número de fieles.

Qué rápido se trunca una vida, apenas da tiempo de organizar el cortejo fúnebre, ni prender las cuatro velas... Todo acontece con precipìtación, las prisas crecen cuando de la muerte se trata. A veces ni tenemos tiempo de oír pronunciar el último deseo, sólo queda en los labios la mueca apagada de la despedida y la mirada ausente...

Las hojas de las ventanas cerradas, apenas dejan llegar la luz al lecho del dolor y el aire se hace irrespirable. ¿Por cual entresijo habrá escapado el alma si todo estaba cerrado? Dios está en todas partes, sin vallas ni fronteras que le detengan; y así es el alma, traspone todos los umbrales... Y con el alma, nuestro querido amigo Felipe se nos fue. Que él era todo alma. Acá sólo dejó su despojo y los recuerdos. También a su desconsolada familia, sus conocidos y sus amigos. Partió con él, sus buenas acciones, sus humanos sentimientos. ¡Hermoso bagaje! Valioso tesoro andante ya que a la vez se dejaba querer. Elevó su vuelo en busca de nuevos enfermos para ayudarles a soportar y mitigar sus dolencias. Se fue, posiblemente, donde se fueron quienes como él, aquí, en este polémico mundo, dejaron mejores ejemplos de amor y solidaridad humana.