21/6/11

SINTIENDO EL GALOPAR DEL TIEMPO

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En cualquier lugar de la ciudad, en el campo, en cualquier sitio y a la misma hora, aproximadamente, el viejo se veía acosado insistentemente, por acercamientos cariñosos que señalaban una necesidad fisiológica inexcusable que acababa en aullidos y ladridos de su fiel amigo. Tuviera o no tuviera ganas de sacarlo a dar el cotidiano paseo, había que hacerlo. Obviamente, el afecto era recíproco, y no podía existir la tentación malsana de una negativa. Ambos siempre terminaban en los lugares más frescos cuando la estación meteorológica era caliente, buscando las habituales parcelas de tierra, donde no molestaran la sensibilidad de los demás. Luego, caminaban hacia las alamedas más próximas, la plaza contigua o el solar pedregoso del viejo caserón abandonado...




Nuestro hombre, con la visible presencia de sus años, mientras su perro olfateaba todo lo que a su paso hallaba e intermitentemente levantaba su patita trasera, con mirada escrutadora seguía atento a lo que quedaba de la vieja casa. Había un muro y el marco de donde hubiera antes una puerta, desde el cual se veía un pasillo lleno de escombros, hierbajos, y entre otras cosas, despojos que recuerdan que allí hubo vida. Restos de una mesa con sólo tres patas carcomidas por las polillas, y el respaldo de una silla... Más adelante, donde debió haber estado el salón y en un rincón del mismo, una perezosa de madera y mimbre totalmente deteriorada pero identificable, el lugar preferido del abuelo; y muy cerca, otro espacio abierto en la descompuesta pared, posiblemente esa sería la ventana de los sueños, por donde escapaban los suspiros evadidos de su alma y, por cuya abertura, llegaba también el trinar alegre de los pájaros que anidaban en los frutales de la abandonada huerta. Llegaban hasta allí, discretamente, todos los aromas campestres y las caricias de las brisas otoñales a ese recóndito lugar, en lontananza donde habitualmente iba a refugiarse, huyendo de los ruidos de la casa, para concentrar mejor sus ideas, esas percepciones que los viejos sienten cuando apenas ya por si solos no se pueden valer... Me parecía ver al anciano sentado allí, meciéndose en silencio con los ojos cerrados y su expresión triste como tantas veces... pensativo y frotando sus temblorosas manos, caídos sus cansados hombros y sus labios fuertemente comprimidos. Me parecía, viéndole en su soledad, refugiado en el lugar apetecido rememorando su pasado, aquellos días desde su dulce infancia, recordando también a su amado padre y a mamá buena dándole tanto y queriéndole insaciablemente... Y, obligando al tiempo, le hizo llegar al romántico encuentro de su gran amor, los años vividos juntos y aquel malogrado día, cuando le dijo adiós para siempre, en aquellos momentos de desesperación. Se había quedado solo -se supone- y en aquella chirriante perezosa habían acabado sus días... La casa se vino abajo, que, por ser vieja nadie la cuidó y así está: los recuerdos abandonados, las cosas íntimas esparcidas como basura junto a los matojos e impresentables excrementos, iguales a los del perro mío, y orinas expelidas por los rincones... No hay una valla de protección en ese lugar señalado, donde vivieron, sufrieron y amaron seres humanos que lo dieron todo por los suyos... No hay, simplemente, un mínimo de respeto que se pueda atribuir al hecho, y en consideración hacia esas vidas que se consumieron, posiblemente, en el sacrificio y en el amor...

Nuestro hombre llamó al perro, lo acarició tanto, que, en un efusivo abrazo intentó besarle en su cabeza, pero el animal, juguetón, rehusó instintivamente; conmovido secó las lágrimas que de sus marchitos ojos estaban brotando; ya, ni al perro, su mejor amigo, podía besar ni contarle sus temores... Lo sujetó con la cadena y se fueron hacia su casa, donde se encontrarían con la familia, que ya iban siendo menos, porque los muchachos se habían hecho hombres, ya tenían su propia familia y sus casas; allí estaba sólo la esposa, siempre esperándole. Estarían día y noche solos, haciendo cosas, discutiendo algunas veces, o recordando viejos momentos... y mirando de soslayo y cada vez con más énfasis e insistencia a través de la ventana lo que está más allá...

Todo lo demás, forma parte de la vulgar comedia de la vida, visitas esporádicas, risas y fiestas, algún encuentro callejero, miradas frías, caminos solitarios y al final siempre solos, ocultando sus fracasos y decepciones, disculpando los errores y omitiendo lo inconfesable...

Según lo he ido narrando, estuve consciente de lo que decía, no se si será cierto que todas estas circunstancias concurran... Yo también tengo un perro y suelo salir con él a dar mis vueltas, ya me estoy haciendo viejo, no es una casualidad, por cierto. Y suelo mirar con frecuencia a través de la ventana... sin saber aún, en realidad, qué busco ni qué cosa extraña tanto me atrae, y por más que trate de disipar esas influencias, no consigo evitarlo. A mis años, busco agotar, a sabiendas de tan serias dudas, toda la energía favorable que pueda brindarme la vida. Busco cómo reunir de nuevo a esos retoños míos que se han dispersado, porque ese es el destino de cada cual; y me han dado hermosos nietos, con los que comparto mis escasas horas, y me hacen concebir nuevas ilusiones. Vuelvo a sentir ganas de vivir, para participar con ellos de todos los encantos de una vida mejor. A tal punto llega mi transformación espiritual, que quisiera ser como ellos, poder crecer a su ritmo, sonreír igual, tener una madre que me duerma en sus cálidos brazos y un padre que me cuente historias... Hoy valoro la vida de otra forma, hoy son mis hijos y los hijos de mis hijos y quisiera vivir mucho más para estar juntos, hacer cosas nuevas e imitar todas sus travesuras... Pero no me va a quedar tanto tiempo, todo ha de llegar a su fin.

-Si algún día, cuando me haya ido, revolviendo en el baúl de mis recuerdos o en las gavetas del viejo mueble, descubrieran entre tantas cosas de insignificante valor, aparentemente, algunos de estos escritos, no os pongáis tristes leyéndolos. Todo lo mío arrojadlo al fuego, que ya se encargarán de sus cenizas las brisas amigas que siempre me acompañaron. Ellas saben los caminos que he soñado y podrán devolverme, con sus caricias, el sentimiento perdido y sabrán llevarme vuestros mensajes de amor-.

La esposa, el hijo, el padre, el hermano y los abuelos, habremos pasado por la vida como una circunstancia compartida... Mas, no dejo de pensar en la perezosa abandonada al azar, en su destino". Insisto, cuando trato de disipar los temores que a veces invaden mi ser y atormentan a mi mente, suelo imponerme, aunque mi ridículo esfuerzo me hiera más, en defensa de los años que no se pueden ocultar. Y quisiera, si fuera posible, que también mi leal perro recordara aquellos ratos que pasamos juntos y el cariño que le daba.

En el portal de la casa, cuando entraba, vio salir a unos niños corriendo sin que se percataran de su presencia. Reían, gritaban... ¡Qué alegría la de algunos niños! Viven cautivados en su mundo de fantasías. ¡Qué envidiables! Al llegar al hogar no había nadie, todos habían salido a sus asuntos... Otra vez solo; y su perro, echado a su lado, muy cerca de él, mirándole de tiempo en tiempo, aunque también estaba callado, como si estuviera triste, le asustaba la soledad; y apoyando su liviana cabecita sobre su zapatilla, adormitaba suspirando a la vez que parpadeaba con resignación. Quizás pensaban en los niños que habían salido por el portal, ellos eran sus nietos.

Reflexionando sobre la posible veracidad de tales experiencias, he llegado a la conclusión de que no debiéramos esperar tanto de la vida. Conformémonos con lo que tengamos, aunque nunca dejemos de esperar... Con la expectativa común de nuevos hallazgos, las ilusiones despiertan el interés... Es bueno esperar, hasta que se detenga el galopar del tiempo.

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

VIEJAS VIVENCIAS EN MI PUERTO DE LA CRUZ

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Me gusta caminar en solitario por las calles de mi Puerto de la Cruz, a pesar de mis años y, a veces, me detengo en determinados lugares y vivo aquellos emotivos momentos de mi corta juventud. Al evocarlos, al volver, inevitablemente, al distante pasado, como si hubiera hallado una mágica dimensión en mi mente e intuyera cada feliz episodio vivido proyectado en la blanca pared de la imaginación y anduviera envuelto oníricamente en la calidez de los mismos. Aquellos acontecimientos que creyera fueran sólo míos…y que me pertenecieran, no se irían a refugiarse en el estático pasado de nuestros sueños. Empero esos recuerdos no los borra, no los destierra nadie, esos recuerdos y estos profundos pensamientos morirán con nosotros cuando nos hayamos ido.

Si, todo ha sido como un espléndido reflejo de tantas vivencias inolvidables, cuando siendo joven, en esos amados rincones siempre descubría motivaciones distintas.

Cada rincón de nuestra ciudad nos dice algo irrenunciable de aquel pasado; y sin abdicar a tantos impulsos, nos detenemos, aún hoy, como si ante una tela mágica simuladamente nos detuviéramos para adorar aquellas sensibles querencias que nos legaba la vida. Y que contemplamos a través de la sana evocación, cuando aún podemos recrearnos y asistir a ellas.

No son iguales las fuerzas, los años no pasan sin dejar huellas, secuelas; lesionan, y las cicatrices que quedan nos delatan considerablemente, a veces, hasta parecen marcas imborrables que no cicatrizaron debidamente. Nos hacen más viejos, al menos si, que lo parecemos y sólo hay una prueba que diga lo contrario, cuando sentimos aún deseos de amar, de volver a ilusionarnos y caminar como ayer, por nuestras calles, acariciando con la mirada todos los encantos que nuestra ciudad nos ofrece; y entre nuestras gentes caminando, volvernos a sentir partícipes de tanta armonía y de sus bellas estampas panorámicas. Sintiendo el suave y plácido contacto de nuestro aire atlántico, nuestras suaves brisas y el murmullo de tantas voces amigas que se oyen como el canto, no siempre tristes, de nuestros placenteros sueños. Aquellas voces amigas que se apagaron para siempre, también las escuchamos en nuestros letargos. ¡Y dicen tanto!...

¡AY! Puerto de la Cruz querido, aunque alguna vez, definitivamente mueras, siempre estaremos juntos.

No es justo que los hombres olvidemos, alguna vez, aquellos viejos recovecos, discretos escondites… Ellos son fieles escenarios donde fueron escritas tantas páginas inolvidables de la modesta historia de cada uno de nosotros, donde quedarán impresas para siempre, los recuerdos más hermosos, el silencio de tantas ilusiones o agravios de nuestras vidas y donde aún de la tinta empleada aún quedan huellas en el suelo, que si algunas ya se han borrado, los que conservamos en nuestra mente aquellas vivencias, dicen eso y mucho más de aquel viejo Puerto de la Cruz.

Una vez vi. nacer una flor silvestre entre los exuberantes hierbales de otro amado rincón portuense, y cada día pasaba a verle, ella parecía como si me hablara, pero nunca entendí su lenguaje, sólo sí, le vi cada día más bella y hermosa; y no comprendía por qué no envejecía… Siempre lucía sus desbordantes encantos, en tanto yo me sentía cada vez más viejo. Ella me sonreía al verme pasar y con su gesto mitigaba mi pena, ser viejo habiendo flores tan bellas y que no fenecen es, sinceramente, que todo en la vida, por imperativos legales, no envejece, ni muere prematuramente.

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

ES EVIDENNTE QUE EXISTE LA ESPONJA POLÍTICA

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Las tensiones políticas parece como si hubieran cesado últimamente, no del todo, por supuesto. Al parecer siguen habiendo normales descontentos, los votantes no están conformes con las formas, otros hartos de tanta complicidad, y no pocos, con los “matrimonios políticos” más que desencantados.

Y como lo mío no es la política y sólo deseo poder llevarme bien con todos y por igual, me salgo de la cruel batalla y de esos duros enfrentamientos entre los distinguidos ciudadanos de este mismo municipio, aquellos que quieren ante todo ser los principales protagonistas de la absurda contienda… Una pregunta si que me hago. ¿En verdad, cada uno de los contendientes desea lo mismo para la transparencia y lógico bienestar de nuestra ciudad? Aquella gran fuente de trabajo, no lo olviden, por las especiales cualidades de nuestra gente y el clima extraordinario que todo el año nos favorece.

En verdad, ante todo, ¿desean darle a Puerto de la Cruz la estabilidad necesaria que le permita resurgir esta nueva oportunidad? Me imagino que en los próximos cuatro años, se le verá el queso a la rica tostada, Pero no olviden que hay muchísimas familias verdaderamente pasándolo muy mal. El evidente problema es acuciante y nuestro flamante gobierno Canario tiene que moverse muy seriamente. Que no se duerman en los laureles… ¡Esto es de locura! Nuestro Gobierno regional y los distintos estamentos políticos, un poco más de dilación y no podremos contener un gran desastre económico y por ende laboral que se nos avecina. E insisto, que los Bancos con nuestros dineros no están favoreciendo la situación que nos ahoga. Si las leyes no controlan a la Banca no hay nada que hacer, lo demás siempre serán buenas palabras y mejores intenciones y buenos propósitos, pero está demostrado que de nada han servido para que nos devuelvan aquel bienestar que corrompieron con sus absurdos recortes y mal intencionado proceder. Y no hablemos de las sucias hipotecas.

Tengo la esperanza de que en tantos años de lucha y sinsabores, nuestros respectivos gobiernos hayan aprendido la lección. Primero, aquello de los posibles errores y los claros defectos que siempre han sido la causa fundamental de tantos fracasos seguidos. Que hayan corregido sus defectos o sean menos en el futuro, que tanto daño nos han hecho y repito, que son en gran parte la triste causa del incontrolable agobio en que vivimos. Nuestros hijos y los hijos de ellos, están sufriendo el atropello más grande y jamás sufrido antes, teniendo que claudicar ante la mano dura de la Banca española. Primero los engañan al prestarles el dinero pese a los altos intereses, luego les quitan sus enseres al no poder hacer frente por la actual situación económica, embargan sus casas y todo lo que hay dentro y para más INRI tienen que seguir pagando…Sin trabajo, sin techo, sin nada. Algunos acabarán en la cárcel, si no en el siquiatra…

Son deprimentes, muy deprimentes las situaciones que nos están acogotando tan cruelmente. Miremos hacia la derecha o hacia la izquierda y no hay capacidad alguna que nos ilusione, estamos obligados a soportar el castigo que, aunque digamos que no, nos lo merecemos. ¡Que tristes doblan las campanas por ti, mi querido Puerto de la Cruz! ¡Quién te vio… y hoy te ve!

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

FRAGANCIAS DEL FLORIDO CAMINO

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Siento sensación de estar despertando con el cansancio propio de un largo viaje, acosado por los viejos recuerdos que hubieran aflorado en el sueño cual fantasmas del pasado. Abatido el espíritu, aún en la mente proyectadas aquellas vivencias que sí fueron realidad, y que, a pesar de los años transcurridos, aún no he podido olvidar.

Cada lugar, hoy petrificados en mi corazón, iba señalando la huella delatora de aquella juventud irrepetible y distante en el tiempo, hoy llorada con nostalgia... La huella de tantos pasos que he vuelto a palpar con mis manos temblorosas. Sí, y he despertado con los ojos enrojecidos y el corazón agitado por tantas emociones, corriendo en distintas direcciones, como queriendo abarcarlo todo: la fragancia del florido camino aquel, por donde solía ir acompañado... ¡Los primeros pasos del amor! Y, aquellas miradas tan apasionadas y la loca risa envuelta en la cálida brisa hasta perder el eco adormecido de su furtiva huida.

Entonces todos éramos jóvenes; y en esa dulce y tierna edad, nunca pensábamos que algún día seríamos viejos y que el destino era quien decidiría la suerte de cada cual. Lamentablemente, ya no están entre nosotros tantos amigos de entonces. Ellas, fieles confidentes, a las que cariñosamente hicimos las primeras confesiones de amor. Algunas ya no están, tampoco. ¡Cuántas frases con profunda ternura nuestros labios pronunciaron, y cuántas miradas afectivas, cuántos suspiros y lágrimas! Todo aquello era producto, también, de un sueño de amor, a veces truncado, al volver a la dura realidad, a la evidente lucha por ser lo que somos: adultos desencantados, o viejos decrépitos, sin ilusión algunos, otros buscando, entre las hierbas secas, aquel camino florido en sus sueños, creyéndose aún jóvenes, sonriéndole al estático espejo de sus vidas con engañosa valentía y la mente llena de fantasías. Disimulando el cansancio y ocultando la angustia de su contenido llanto, al despertar.

El mensaje de la vida siempre fue discreto, cauteloso y sin promesas. Nada es imperecedero, es como el pabilo de un cirio encendido en las tinieblas, amenazado constantemente, en la intemperie solitaria, por las inclemencias y el soplo agudo del etéreo impulso maléfico de la celosa. Como ocurre en los sueños, cuando le presentimos, o le vemos llegar parsimoniosa y sin llamar a la puerta entra y nos lleva sigilosa, sin importarle, para nada, los sentimientos ni tantas cosas que vamos a dejar atrás... La vida es como una rosa que se deshoja lentamente, mientras vamos muriendo poco a poco. A veces casi sin darnos cuenta, y sólo dejamos en este amado mundo, lleno de tantos interrogantes y contradicciones, los despojos yermos de nuestras fervientes ilusiones, dulces y tristes recuerdos y el dolor incurable en aquellos seres queridos que supieron entendernos.

La vida es un dilema poético, es alegría y sufrimiento, es amor y dolor...

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

SINTIENDO EL GALOPAR DEL TIEMPO

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En cualquier lugar de la ciudad, en el campo, en cualquier sitio y a la misma hora, aproximadamente, el viejo se veía acosado insistentemente, por acercamientos cariñosos que señalaban una necesidad fisiológica inexcusable que acababa en aullidos y ladridos de su fiel amigo. Tuviera o no tuviera ganas de sacarlo a dar el cotidiano paseo, había que hacerlo. Obviamente, el afecto era recíproco, y no podía existir la tentación malsana de una negativa. Ambos siempre terminaban en los lugares más frescos cuando la estación meteorológica era caliente, buscando las habituales parcelas de tierra, donde no molestaran la sensibilidad de los demás. Luego, caminaban hacia las alamedas más próximas, la plaza contigua o el solar pedregoso del viejo caserón abandonado...

Nuestro hombre, con la visible presencia de sus años, mientras su perro olfateaba todo lo que a su paso hallaba e intermitentemente levantaba su patita trasera, con mirada escrutadora seguía atento a lo que quedaba de la vieja casa. Había un muro y el marco de donde hubiera antes una puerta, desde el cual se veía un pasillo lleno de escombros, hierbajos, y entre otras cosas, despojos que recuerdan que allí hubo vida. Restos de una mesa con sólo tres patas carcomidas por las polillas, y el respaldo de una silla... Más adelante, donde debió haber estado el salón y en un rincón del mismo, una perezosa de madera y mimbre totalmente deteriorada pero identificable, el lugar preferido del abuelo; y muy cerca, otro espacio abierto en la descompuesta pared, posiblemente esa sería la ventana de los sueños, por donde escapaban los suspiros evadidos de su alma y, por cuya abertura, llegaba también el trinar alegre de los pájaros que anidaban en los frutales de la abandonada huerta. Llegaban hasta allí, discretamente, todos los aromas campestres y las caricias de las brisas otoñales a ese recóndito lugar, en lontananza donde habitualmente iba a refugiarse, huyendo de los ruidos de la casa, para concentrar mejor sus ideas, esas percepciones que los viejos sienten cuando apenas ya por si solos no se pueden valer... Me parecía ver al anciano sentado allí, meciéndose en silencio con los ojos cerrados y su expresión triste como tantas veces... pensativo y frotando sus temblorosas manos, caídos sus cansados hombros y sus labios fuertemente comprimidos. Me parecía, viéndole en su soledad, refugiado en el lugar apetecido rememorando su pasado, aquellos días desde su dulce infancia, recordando también a su amado padre y a mamá buena dándole tanto y queriéndole insaciablemente... Y, obligando al tiempo, le hizo llegar al romántico encuentro de su gran amor, los años vividos juntos y aquel malogrado día, cuando le dijo adiós para siempre, en aquellos momentos de desesperación. Se había quedado solo -se supone- y en aquella chirriante perezosa habían acabado sus días... La casa se vino abajo, que, por ser vieja nadie la cuidó y así está: los recuerdos abandonados, las cosas íntimas esparcidas como basura junto a los matojos e impresentables excrementos, iguales a los del perro mío, y orinas expelidas por los rincones... No hay una valla de protección en ese lugar señalado, donde vivieron, sufrieron y amaron seres humanos que lo dieron todo por los suyos... No hay, simplemente, un mínimo de respeto que se pueda atribuir al hecho, y en consideración hacia esas vidas que se consumieron, posiblemente, en el sacrificio y en el amor...

Nuestro hombre llamó al perro, lo acarició tanto, que, en un efusivo abrazo intentó besarle en su cabeza, pero el animal, juguetón, rehusó instintivamente; conmovido secó las lágrimas que de sus marchitos ojos estaban brotando; ya, ni al perro, su mejor amigo, podía besar ni contarle sus temores... Lo sujetó con la cadena y se fueron hacia su casa, donde se encontrarían con la familia, que ya iban siendo menos, porque los muchachos se habían hecho hombres, ya tenían su propia familia y sus casas; allí estaba sólo la esposa, siempre esperándole. Estarían día y noche solos, haciendo cosas, discutiendo algunas veces, o recordando viejos momentos... y mirando de soslayo y cada vez con más énfasis e insistencia a través de la ventana lo que está más allá...

Todo lo demás, forma parte de la vulgar comedia de la vida, visitas esporádicas, risas y fiestas, algún encuentro callejero, miradas frías, caminos solitarios y al final siempre solos, ocultando sus fracasos y decepciones, disculpando los errores y omitiendo lo inconfesable...

Según lo he ido narrando, estuve consciente de lo que decía, no se si será cierto que todas estas circunstancias concurran... Yo también tengo un perro y suelo salir con él a dar mis vueltas, ya me estoy haciendo viejo, no es una casualidad, por cierto. Y suelo mirar con frecuencia a través de la ventana... sin saber aún, en realidad, qué busco ni qué cosa extraña tanto me atrae, y por más que trate de disipar esas influencias, no consigo evitarlo. A mis años, busco agotar, a sabiendas de tan serias dudas, toda la energía favorable que pueda brindarme la vida. Busco cómo reunir de nuevo a esos retoños míos que se han dispersado, porque ese es el destino de cada cual; y me han dado hermosos nietos, con los que comparto mis escasas horas, y me hacen concebir nuevas ilusiones. Vuelvo a sentir ganas de vivir, para participar con ellos de todos los encantos de una vida mejor. A tal punto llega mi transformación espiritual, que quisiera ser como ellos, poder crecer a su ritmo, sonreír igual, tener una madre que me duerma en sus cálidos brazos y un padre que me cuente historias... Hoy valoro la vida de otra forma, hoy son mis hijos y los hijos de mis hijos y quisiera vivir mucho más para estar juntos, hacer cosas nuevas e imitar todas sus travesuras... Pero no me va a quedar tanto tiempo, todo ha de llegar a su fin.

-Si algún día, cuando me haya ido, revolviendo en el baúl de mis recuerdos o en las gavetas del viejo mueble, descubrieran entre tantas cosas de insignificante valor, aparentemente, algunos de estos escritos, no os pongáis tristes leyéndolos. Todo lo mío arrojadlo al fuego, que ya se encargarán de sus cenizas las brisas amigas que siempre me acompañaron. Ellas saben los caminos que he soñado y podrán devolverme, con sus caricias, el sentimiento perdido y sabrán llevarme vuestros mensajes de amor-.

La esposa, el hijo, el padre, el hermano y los abuelos, habremos pasado por la vida como una circunstancia compartida... Mas, no dejo de pensar en la perezosa abandonada al azar, en su destino". Insisto, cuando trato de disipar los temores que a veces invaden mi ser y atormentan a mi mente, suelo imponerme, aunque mi ridículo esfuerzo me hiera más, en defensa de los años que no se pueden ocultar. Y quisiera, si fuera posible, que también mi leal perro recordara aquellos ratos que pasamos juntos y el cariño que le daba.

En el portal de la casa, cuando entraba, vio salir a unos niños corriendo sin que se percataran de su presencia. Reían, gritaban... ¡Qué alegría la de algunos niños! Viven cautivados en su mundo de fantasías. ¡Qué envidiables! Al llegar al hogar no había nadie, todos habían salido a sus asuntos... Otra vez solo; y su perro, echado a su lado, muy cerca de él, mirándole de tiempo en tiempo, aunque también estaba callado, como si estuviera triste, le asustaba la soledad; y apoyando su liviana cabecita sobre su zapatilla, adormitaba suspirando a la vez que parpadeaba con resignación. Quizás pensaban en los niños que habían salido por el portal, ellos eran sus nietos.

Reflexionando sobre la posible veracidad de tales experiencias, he llegado a la conclusión de que no debiéramos esperar tanto de la vida. Conformémonos con lo que tengamos, aunque nunca dejemos de esperar... Con la expectativa común de nuevos hallazgos, las ilusiones despiertan el interés... Es bueno esperar, hasta que se detenga el galopar del tiempo.

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

16/6/11

FELIZ REENCUENTRO AMOROSO

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Cuando menos lo esperábamos te vi.
compuesta por la calle tuya cruzar
y aunque corrí no te pude alcanzar,
hasta que en el barullo te perdí.

En verdad, hice todo cuanto pude
e insistí por hallarte nuevamente
y no pude apartarte de mi mente;
me contuve y firme me mantuve.

Ilusionado di la vuelta otra vez
Y por fortuna al final te encontré,
luego de tu lado no me aparté
por temor a sufrir otro revés.

Más, caminamos juntos calle abajo,
felices disfrutando del encuentro
oportuno. Sintiendo muy adentro
cuánto recompensa tanto trabajo.

Luego, recordando nuestro pasado
ciegos nos olvidamos del presente
y me pareció estar ausente…
que nuestro tiempo no hubiera pasado.

Empero, te pregunté si aún me amabas,
que yo jamás te había olvidado,
aunque hoy me sienta tan avejentado.
Te pregunté el porqué temblabas…

¿Por qué no quisiste responderme a eso?
Bajaste tristemente la mirada
y me respondiste malhumorada:
Si, tengo mi herido corazón, preso…

Dices que te había traicionado
que con mi silencio sufriste mucho
¡ y tanto!, que… No sabes cuánto lucho
por que vuelva a sentirlo ilusionado.

Comprendo que ya estamos algo viejos
y que los años nos han transformado
que por lo que nos hayamos amado
tenemos derecho a no vivir tan lejos…

Que corazón viejo a veces nos marcha
con ritmos de mozos enamorados
y la mente y los sueños dorados
derriten la más severa escarcha…

Que no hay silencio que nos confirme
la muerte de un profundo sentimiento,
ni que justifique el resentimiento
por que me vaya… Que me obligue a irme.



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Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

¡CÓMO PESAN LAS BALDOSAS!

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Estuve escuchando al viejo,
de cómo pasan los años
y de cuántos desengaños...
Acercándose me dijo:

Que lo pasado no contaba
lo almacenaba y más nada.
No hubo batalla ganada.
De eso si se lamentaba.

Mi viejo seguía hablando:
Oye, hijo, sé prudente,
quédate siempre pendiente
cuando me estés escuchando.

Y así, muy serio, decía
con desconsolada calma,
como si hablara su alma,
que a la muerte no temía.

Sus ojos tristes cerraron
con ademán de nostalgia
y mientras mis manos cogía
sus lágrimas desbordaron.

No está alegre su alma,
viendo que la luz se pierde,
que ya no aparece el verde
a través de la ventana...

Ya las flores de su jardín
casi no puede mirarlas,
y va a tener que dejarlas
por que se le acerca su fin.

¿Dónde se pueden ocultar
los recuerdos del pasado
de este viejo ya cansado?
¿Dónde los iba a sepultar?

Serenas tardes vividas
al calor de los amigos
en lugares ya perdidos
y veladas trasnochadas

Empequeñecen las cosas
que a través de la distancia
las veíamos con arrogancia
y parecían tan hermosas…

¡Cómo pesan las baldosas!
¡Cómo los años sentencian!
Mis ojos ya no presencian
aquellas queridas cosas...

Sé prudente - repetía -
no desafíes al Destino,
Consérvalo, sigue el camino
con honor y valentía.

Y cuando llegues a viejo,
recuerda este gran día,
de cuantas cosas te decía.
¡No lo olvides nunca, hijo!

Que tengas la dicha de ver
y puedas mirar hacia atrás.
Hijo, que puedas ser capaz
de mis palabras comprender.

Te irás quedando muy lejos,
los caminos se terminan
cuando las fuerzas declinan
y vas perdiendo reflejos.

Mi voz se está apagando
ya va expirando la tarde
y la leña casi no arde,
mi cuerpo se está enfriando.

El enlutado cortejo
también se está preparando.
¡Qué sólo me estoy quedando!
¡Hijo, no llegues a viejo!



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Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

SAN TELMO DELICIOSO LUGAR DE ENCUENTRO

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No voy a retroceder en el tiempo para evocar vivencias imborrables y personales, ni de tantas generaciones pretéritas; no voy a revivir todas las mías, sino algunas, por que no acabaría en tan buen tiempo. Solo decir que me entristece, cuando me acerco por ese emblemático y enternecedor lugar, y veo a tantas gentes, sin distinción de edades, disfrutando casi durante todo el año de su playita favorita, de piedras y arenas negras que se complementan, para emular el bello arenal de otras playas que, si bien tienen mejor lecho, nunca el encanto familiar de su acogedor ambiente... Este antiguo desembarcadero del boquete de San Telmo, supongo que, a cada uno de nosotros, a todos, nos habrá ocurrido algo semejante. Hubo una edad, un momento en la juventud, que sólo nos alimentaba la fantasía, como si no tuviéramos los pies en la tierra y las ideas flotaran como estrellas en el firmamento y se alinearan buscando realidades, aunque fueran insólitas; y nos aventurábamos en el ejercicio de las mismas. Es quizás, el complejo urbanístico, social y turístico mejor asentado que tiene Puerto de la Cruz y el que menos gastos genera, por que todo allí es natural. En ese paradisiaco lugar, siendo niño aprendí a nadar, me empujaron otros muchachos y no tuve más remedio que mover los brazos, las piernas y los pies. Allí aprendieron a nadar mis hijos y ahora los nietos. Actualmente, lo digo así porque el tiempo ha transcurrido inexorablemente; veo con frecuencia a algunos de los que fueron activos protagonistas aquellos muchachos de entonces, ya con las sienes plateadas algunos, que aun siguen ejercitando el cuerpo como antes lo hicieran; algunos con el mismo estilo que cuando eran jóvenes. Digo, me entristece, porque reconozco que he perdido habilidades. Recordemos cuando nos lanzábamos al mar desde el muro de la Ermita de San Telmo -todos aquellos buenos amigos están en mi mente- o de la gran grúa que entonces existía en el Penitente. Cuando nos íbamos nadando, primero hasta la “Cebada”, luego la gran aventura del risco “El Pris”, el lugar más distante desde la punta del muro. Ya sé, habían otros aventajados que hacían el recorrido desde el Muelle Pesquero hasta la Playa de Martiánez. Algunos viven aún, para corroborar lo que digo y dirán también que me quedo corto. En las rocas de Santo Domingo, al lado del Penitente, se celebraban, al igual que hoy, verdaderas competiciones de saltos al mar y las gentes curiosas lo pasaban muy bien, viendo los acrobáticos saltos de la muchachada de entonces. Casi siempre exhibiéndonos para “cautivar” la atención de las muchachas que por razones obvias admiraban tanto valor y riesgo de unos y otros. Hoy en día, igual que antes, la gente va a la playita a relajarse y olvidarse de todo y con ello recuperar la paz del espíritu en buen grado y las energías perdidas por el incesante esfuerzo y el estrés por el precipitado curso del tiempo de que disponemos para resolver los asuntos propios y los ajenos en el trabajo; poder estar al día en todo.

En verano como en invierno y con ello digo todo el año, da gusto ir a la playita de San Telmo y sus atractivos bajíos junto a la escollera que los resguarda. En el extremo del muro está lo más delicioso para los que saben sostenerse en el agua: el Reboso. Como su nombre indica, cuando llega la mar hasta su hondo cause se llena hasta rebosar para enseguida bajar súbitamente y volver a subir bruscamente. Es un juego divertidísimo y tan atractivo escenario se llena de bañistas. En el muro -muellecito rompeolas- cuando las olas baten con fuerza, premeditadamente, en la parte posterior del mismo hay un descanso y allí agarrados o simplemente agachados llegaba la ola rota propinándonos la abundante espuma cual si fuera una mágica ducha. El charco “Los Espadartes” cuando hay pleamar es una gozada y los charquitos adyacentes para los niños pescar peje verde y cabozos, además de zambullirse ellos, pues son ideales. para el baño y a la vez jugar..

Está muy bien cuidado ese recinto abierto al mar, con bar, terraza, solarium, duchas y ese santito, San Telmo, que desde su hornacina vela por todos los presentes en ese delicioso lugar de encuentro.

Mientras abajo, en la playa, los bañistas lo pasan “bomba”, la calle San Telmo, moderna y marinera arteria urbana de Puerto de la Cruz, se ve concurridísima de gentes de distintas procedencias y condición social, que van y vienen, entrando y saliendo de los muchos comercios que la conforman, si bien y casi siempre, con sus prisas habituales por razones obvias. No dejan de mirar hacia abajo, ni disimulan sus desconsuelos por no estar ahí, gozando de esa bella y popular ribera, tan acogedora, que le da al entorno tal semblanza de romanticismo y ternura, que, en la mirada de buena parte de tantos transeúntes se asoma una mezcla de emoción y envidia de tan placentera contemplación que convoca decididamente a participar de ese ambiente. A mí siempre me cautivó. Cuando joven, acostumbraba a contemplar ese bello lugar con desmedida nostalgia; miraba al mar con cierto recelo, pues me atraía considerablemente y a la vez respetaba su silencio cuando estaba en calma, con sus suaves marejadillas que sigilosas llegaban a las orillas, tanto de la arena como de los basálticos acantilados y riscos de los estáticos bajíos... Cuando la mar rugía, golpeando la muralla, también sentía ese incondicional respeto, pero en mi fuero interno sentía una extraña sensación de ira que me hacía cómplice del natural arrebato de las olas; en la mar veía reflejado mi espíritu y por eso le entendía. Largas horas contemplándola viví, ajeno a todo cuanto me rodeaba y en ella buscaba evadirme de mi propia confusión, que son las dudas de esa tierna edad. Del porqué de las cosas que van sucediendo en la vida... Era pues, un lugar especial para mí, lo confieso sin rubor alguno. Allí, desde la calle, mirando al mar, oí la voz de mi destino, cuando me llamaba con insistencia; y no descansé hasta cruzar el “charco” . En sus profundas oquedades intuía su silencio más profundo, como si abajo hubiera un atractivo mundo de ensueños... Viendo los colores marinos del subsuelo, adivinaba senderos de márgenes distintos a los habituales y sin fronteras que detener pudieran a mis pasos; entonces buscaba entender el final de un presente tedioso que me aburría, sin horizontes... Quería rehacer un sueño roto que, desde la infancia se había quebrado cual ánfora rota en mil pedazos. Entonces yo luchaba por restaurar el encanto perdido de mi inocente adolescencia, quería, al sentirme hombre, trasponer los umbrales que me condujeran, sin dilación alguna, a algún lugar estable y seguro. Llegué a América, concretamente a Venezuela, país que me dio el temple que necesitaba para sentirme mejor. Allí se forjó mi espíritu y estando allá siempre recordaba al blanco muro de la calle San Telmo, cuando apoyado en él, tantas noches, bajo los claros de luna, con mareas altas o bajas y siempre en el silencio de la noche oía voces que llegaban de allende, quién sabe de dónde, invitándome a serenar mi espíritu. Me ofrecía la ruta de otros navegantes que se fueron y muchos de ellos hallaron lo que buscaban.

San Telmo y todo su bello entorno, es seguramente el lugar más apetecible, antes, hoy y lo será siempre, para soñar despierto, para vivir soñando la paz y el sosiego del descanso, recuperando la ilusión perdida de algunos y la libertad de otros en el contexto espiritual y eso ayuda a vivir más tiempo y enseña a sonreír como lo estáis haciendo.

Sin duda alguna, la playita de San Telmo es el lugar más atractivo, visto desde la calle Santo Domingo, mirador excitante y de excepción, de nuestra alegre ciudad, donde solemos detenernos al transitar el lugar con desmedida admiración al contemplar tanta belleza natural desde su angular visión. Esa única panorámica, por sus atractivos encantos ha seguido la ruta de los sueños, está repartida por todo el mundo llevada en la retina y en el corazón de nuestros visitante y, a través del mágico celuloide.

Cuando ha pasado algún tiempo desde el día que escribí hasta aquí y publiqué en algún Diario regional, lo dicho en esa ocasión, desde un punto de vista sentimental por lo que ello representó siempre para mi generación, los románticos de ayer, que por cierto, muchos de ellos ya no están físicamente entre nosotros, debo añadir como respuesta a mis actuales observaciones, la evidencia de los logros urbanísticos de la zona en ciernes y sus afines lindes. Desde que comenzaron a ejecutarse las obras de modernización en esos límites urbanos, cada vez es mayor mi entusiasmo y observo con lógica complacencia la aprobación colectiva de mis conciudadanos y visitantes.

Es ese lugar como una parcela marítima de excepción e índole familiar, allí casi siempre veo a las mismas personas, asiduos beneficiarios que no faltan a la sita, haga frió o haga calor, asisten al diario acontecer a disfrutar del aire yodado, limpio y salitroso que se respira deliciosamente y del baño tan recomendado como revivificador y el sol tan necesario tomado con prudencia en todo momento, necesario y regenerador.

Siempre que paso por la calle Santo Domingo, el lugar llamado “Punta del Viento” al llegar a esa altura mágica, me detengo para contemplar la soberbia y hermosa estampa marinera, social y deportiva, esa calidez ambiental que enamora y sugiere libertad y progreso. La imaginación, como siempre me ocurre, vuela sin poder evitarlo, me traslada a pretéritas etapas de mi vida, a mi niñez, primera infancia y aquellos años de mi juventud, como a tantos otros debe estarles ocurriendo, Mi mente se va poblando, inevitablemente, de tantos recuerdos… Nuestra playita de San Telmo para mí fue y lo sigue siendo, lo mismo que para muchas personas conocidas que veo al transitarlo, abajo en la diminuta playa, yendo placidamente de un lugar a otro, el obligado movimiento o paseo por el muro hasta la orilla final del mismo. El “Reboso”, aquella sensación cuando la mar nos sube… Éramos también como peces en el mar. Hoy ya no es igual, al menos para mí. Hace tiempo me despedí de ese enorme placer, necesariamente, por imperativos mayores. Más, si recomiendo, sin límites de edades, disfrutar todo el tiempo que la vida les permita seguir asistiendo a ese entrañable lugar.

Desde la atalaya de Santo Domingo suelo extasiarme largos ratos, en silencio asomado; y leo el pensamiento de cuantas personas ven el panorama veraniego y eminentemente llamativo, que ven con expresión de desconsuelo y natural envidia al no estar abajo entre tantos bañistas de todas las edades viviendo momentos inmejorables, mientras en sus lugares de origen nieva abundantemente…

Celestino González Herreros
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MEMORABLE PASADO DE LA FUENTE DE MARTIÁNEZ

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Gigantesca protuberancia de la corteza terrestre, característica y constante, simbólica de nuestro pueblo, hoy herbazal y dormido lecho de un hermoso pasado. Piedra blanda agrietada por la erosión del tiempo, presentando sus desiguales oquedales a todo lo largo de su imagen frontal y en su declive espectacular, cavernoso y plisado desde la zona alta del montículo, lo que hoy se llama Urbanización La Paz, moderno enclave turístico y que antes fuera un hermoso platanar salpicado de vetustas viviendas campestres distribuidas en medianas que habitaban la gente obrera y campesinos del lugar, y en puntos destacados de la verde llanura de cultivos, algunas familias propietarias de los señalados latifundios de belleza incomparable e intrincados caminos que conducían a la Playa de Martiánez, bajando por La Fuente que lleva el mismo nombre.

Entonces era uno de los lugares más bello y atractivo del Puerto de la Cruz, así mismo, productivo desde el punto de vista agrícola. Hasta hace más de medio siglo, aproximadamente, era un vergel de frutales en la parte alta, que se escurrían igualmente deslizándose por la accidentada ladera hacia el mar. Aún recuerdo ir a "robar" higos de leche y de tuneras, moras, uvas, etc., con el pretexto de buscar hojas de moreras para alimentar a los gusanos de seda que criábamos, cada cual en sus respectivas casas, como una herencia de nuestros antepasados que ya tenían la misma afición. Había familias que colectaban los capullos vacíos, después de salir el títere para sufrir la correspondiente metamorfosis y convertirse en nerviosa y blanca mariposa. La funda o capullo se destinaba, como ya todos sabemos, para la elaboración oportuna de la seda natural. Curiosamente, aún permanecen en pie algunos de esos árboles y las palmeras datileras; acabo de verlos, y parte del extenso cañaveral a unos metros de distancia tan sólo.

A mi mente acuden recuerdos de la infancia, oteando hacia arriba con melancólica intuición, me pareció ver correr por las difíciles veredas a un muchacho de unos diez años de edad, con las hojas del moral bajo el brazo y con las manos sueltas por si daba un resbalón; y poder agarrarme al grueso tronco de la higuera... Y deteniendo la mirada en los deliciosos frutos me preguntaba: ¿quién se va a casa sin coger algunos y comerlos allí mismo aunque estuvieran calientes?

Abajo están los acantilados, de consistencia basáltica e inmovibles, donde la mar embiste obstinadamente, golpeándose con furia contra sus pronunciadas aristas de color negruzco con influencias del verde reflejado del soberbio entorno, cuando no, las otras rocas menos escarpadas de aparentes redondez y pronunciadas protuberancias que se muestran alisadas por las caricias de las menos inclementes, más suaves mareas de eternos arrumacos bajo la luz de la Luna en las idílicas noches marineras...

Actualmente se ha construido un túnel que serpentea parte de la costa hacia el oriente, que, desde Martiánez enlaza con la autovía del este y sirve de desahogo al impresionante tráfico rodado que entra y sale diariamente a la ciudad, descongestionando la circulación vía Las Arenas. Es el progreso de los pueblos en los tiempos que corremos, somos capaces de mutilar un bello entorno solo por dar salida a las soluciones de imperiosos problemas. Y hemos de reconocer que no todo está mal hecho, en cambio a ojos vista, veces hemos sentido el rubor de vergüenza ajena, cuando las cosas no están bien hechas, las palabras sobran para aclarar temas por todos conocidos y que entristecen sobremanera.

Orientándonos desde donde estoy, todo esto eran plataneras, tanto en La Paz como en toda la zona de Martiánez, a un lado y otro del barranco hasta el comienzo de la Calzada que conduce al Tope. Desde allí seguían las hermosas plantaciones Valle arriba buscando las laderas subsiguientes y la cumbre, donde ya cambiaba la vegetación en los verdes pinares de incomparable belleza.

¿Quién no recuerda el paseo que nos traía y llevaba hasta la playa desde La Paz y la obligada parada en mitad del sendero para tomar agua limpia y fresca directamente en la Fuente?

El chorro de la atractiva y transparente agua, tenía a su alrededor la compañía de los verdes culantrillos y abundantes colonias de frescos berros, todos ellos diseminados en la húmeda sombra proyectada de la abultada protuberancia basáltica de la majestuosa roca y desde donde pendían variadas plantas trepadoras y hierbajos, junto a los berodes y los rizados helechos. Hasta ella iban a beber y zambullirse las aves de transito y las que habitaban ese tranquilo lugar, dándoles al ambiente un melodioso acento de ilusión y fantasía. Al fresco de tan delicioso paraje se acercaban en busca de su silencio, a refugiarse en sus excelencias naturales, los amantes de "la paz" espiritual y hallaban el consuelo que buscaban... Todo aquello era como un idílico santuario de recogimiento, transportación... y descanso, por el que también ha pasado el tiempo y ha dejado impresa su lastimera huella devastadora y cruel.

Otro atractivo más de esa familiar y augusta roca lo constituían sus cuevas, cavernas con una realidad histórica, aunque algunas veces inspiraron no pocas leyendas de guanches y donde aparecían restos humanos y utensilios que presuntamente usaron los habitantes de las mismas. Y las cuevas de las palomas, donde se refugiaban cantidad ingente de aves de especies diferentes, y las que predominaban eran las palomas salvajes. Últimamente, algunas domesticas se unían al grupo autóctono y allí se quedaban para siempre. Recuerdo la exótica estampa de las tuneras, taginastes y los cardones y la presencia alegre de la alpispa, los mirlos y los tabobos, que de un lado a otro volaban picoteando la aromática y madura fruta que por doquiera hallaban. Era uno de los lugares ecológicos más atractivo, que poseía nuestra costa norteña.

Desde el arcaico y típico paseo de Las Palmeras, próximo a la majestuosa peña, por la sugestiva atracción de su belleza, es otro entrañable lugar de nuestro Puerto digno de mención, y desde ese emplazamiento excepcional, si miramos hacia la admirable roca nos obliga a pensar: ¿Por qué querrá ocultar tanta belleza? Se ha construido indiscriminadamente en ese paradisiaco lugar y su entorno, hasta el punto de que pronto tengamos que asomarnos de puntillas para poder ver algo de lo poco que aún queda. Y si no se ha destrozado por completo, es por lo accidentada de su vertiente, no hay otra razón válida; y esa elegante pared natural de tierra y piedra, permanecerá así hasta cuando Dios quiera. En ella se dan cita, aún y a pesar de su lamentable abandono, nuestra flora autóctona que el hombre no sembró, fueron los vientos alisios y las suaves brisas de nuestro Atlántico quienes trajeron las semillas inmigradas, así como las aves y las aguas de otros Continentes. También los barrancos, desde las altas cordilleras de nuestra geografía tinerfeña, a cuyos márgenes afluyeron las desbordadas aguas, hasta el final de sus desordenados recorridos que fueron dejando a su loco albedrío la fecunda simiente que a nuestros pueblos ha dado siempre su encanto ecológico y tradicional.

¿Cómo no voy a sentirme atribulado en la mañana de hoy, al asomarme en la ventana desde donde estoy y ver el paisaje, antes insólito, por sus bellos atractivos y lo que fuera una realidad ensoñadora, inigualable, convertida en una pobre cosa que está ahí tratando de señalar su patética suerte? Con su agónica presencia, sabiendo cual será el destino de lo poco que nos queda, aunque no muera su pasado, porque estará siempre en el recuerdo mientras el hombre viva cautivado de tanto embeleso.

Es más bella la ladera desde Martiánez en toda su extensión hasta que se nos pierde de vista en dirección opuesta; realmente, cuando he bajado a la playa, para verle mejor, he comprobado que me he quedado corto en mis manifestaciones poéticas al describirla. Habría que empezar de nuevo... Habría que tener una sensibilidad especial, tendría que escoger las palabras y buscar la más elocuentes, que dudo estén a mi alcance. Tendría que emborracharme de ternuras e implicar a mi alma, y delirar enloquecido de entusiasmo por sus exóticas veredas, sin turbar la paz que le rodea ni alterar su maravillosa imagen... ¡ Habría que soñar despierto!

Desde la arena, viéndole con reverente pasión, me dominan sus profusos atractivos, hay en todo ello mucho esplendor todavía. Hasta donde mi cansada vista me permite ver, le contemplo cada vez más extasiado, como si hubiera de improviso renacido todo lo que echaba de menos, para calmar mi desazón: cual aurora refulgente diseñada por la mano omnisciente de nuestro Creador... Así se advierte en mi voraz contemplación...

Celestino González Herreros
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POR AMOR CRECEN LAS FUERZAS Y SE AHUYENTAN LOS TEMORES

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La soledad nunca fue buena consejera y menos, buena compañera, enturbia las ideas y como una sombra impertinente; lo niega todo y persistentemente anula cualquiera alternativa que surja… Pesa como una fúnebre losa y acaba haciendo prisionero de su fatalidad a la victima. La soledad anula al propio espíritu y hiere deliberadamente; y hasta ciega. El silencio de la soledad, a veces parece sepulcral, obnubila todo horizonte y apaga cualquiera luz que ose aclarar los caminos, para no dejar salir del ahogo que produce eso de sentirse ausente de la libertad y del estímulo de los sentimientos. Es como estar solos, no escuchar voces ajenas, ni sentir deseo alguno. La soledad, quien la haya sufrido podrá expresar qué se siente, pero nunca con palabras exteriorizar el poder de su silencio, sólo el sentimiento de esa ausencia angustiosa que inhibe y al ser humano le oculta en esas sombras indefinibles. Sólo delatar puede la tortura de su padecimiento.

Solos viven los desamparados, los que han perdido el camino y no saben, ciertamente, a dónde van, ni qué buscan. Solitarios están los que amando mueren de pena al no lograr alcanzar esa mano que se le extiende infructuosamente. Solo se siente aquel que llama y nadie le responde. Solo es aquel que amando tanto nadie le encuentra y muere en silencio sin escuchar la voz amiga que añora… Sola está la Luna allá en la distancia etérea, que aunque la veamos cambiar de formas y nos de su luz más clara que la luz misma, no alcanza a reflejarla siempre, en el oscuro camino del desamparo que crece y crece…

Sin embargo, solo se ha logrado vencer esa fatal sensación que aprisionaba, cuando cede por la influencia del amor, cuando llega sin avisar y se posesiona del ser dándole ese as de luz que le permite caminar seguro a través del inhóspito túnel de la indefensión y la tortura sentimental Cuando se pensaba que todo se había nublado, pero sin imaginar, siquiera, que al final del túnel la luz de la libertad siempre espera, sólo que existe la necesidad de avanzar y vencer, de luchar con la ilusión que renace insistentemente, hasta anular a los espectros de la sinrazón y prevalece la verdad y desaparecen los miedos infundidos.

Siempre han existido situaciones inesperadas que llegan a alterar el ritmo normal de la vida del hombre, reveces que en muchos de los casos lesionan seriamente, según la fortaleza del individuo, hasta el punto de rozar la locura, aunque siempre esta es pasajera cuando se lucha por dominar la molesta situación de ese cuadro sentimental. Nada es imposible para el amor. Por amor se fortalecen los espíritus, crecen las fuerzas y se ahuyentan los temores.


Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

11/6/11

VENEZUELA ESPERANZA QUE CONVOCA

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A lo largo de mi vida como inmigrante en Venezuela obviamente, tuve que vivir miles de experiencias, unas más “divertidas” que otras, las cuales recuerdo como bagaje sentimental que han llenado las imborrables páginas de aquel pasado tan fascinante.

Responder a tu pregunta, de que si tengo - para que la cuente - alguna experiencia... Muchas se me agolpan en la mente buscando, no sé ciertamente qué, si la luz con alguna buena intención, como pudiera ser el consejo amigo; el mensaje irresistiblemente anecdótico con intenciones de preaviso... La vida siempre nos depara inesperadas sorpresas que nos dejan huellas imborrables hasta en el subconsciente, que, al perdurar en el recuerdo, ya forman parte íntima de nuestra propia voluntad. Y en base a eso, a veces los reflejos de nuestra conducta resultan más comedidos y acertados. Ya he dicho hasta la saciedad, que Venezuela fue una escuela inmejorable y fuente de aprendizaje para todos aquellos que la vivimos. No importa la edad, pues también los viejos aprendieron en sus distintas andaduras a valorar sus propias iniciativas y el poder dinámico de sus fuerzas. Aprendimos a valorar, en suma, aquello que dejaron atrás, ante todo; y a interpretar el papel social fuera de nuestro entorno familiar, con el equilibrio de todos los sentidos, respetando otros modelos de conductas fáciles de imitar con buena voluntad. Cediendo un poco se ha logrado el comienzo de una integración social muy necesaria para hallar la luz de la verdadera convivencia cívica y social. Después de esa armoniosa convivencia, cada día surgen nuevas experiencias que irán conformando la fortaleza de nuestro espíritu. Ceder en muchas ocasiones es regalar posibilidades de entendimiento, sin las cuales no es posible avanzar en nuestros proyectos, por ventajosos que estos fueran.

Querido amigo, esta es una de las más hermosas experiencias que he aprendido de la vida en el país hermano. Y puedes creerme, siento todas mis fuerzas renovadas cuando lo recuerdo.


Otro día les contaré algunos angelotes “chistosas”, que las hay en cantidad. Venezuela es un país muy alegre, fue y lo será siempre, a pesar de sus dificultades actuales y transitorias; pero observemos al pueblo que no se cansa de luchar y se enfrenta valientemente a todas ellas sin desmayo, porque saben que algún día y a corto plazo, será realidad su floreciente auge económico y social y volverá abrir sus amorosos brazos a Europa, para que sus hombres en paro forzoso o contratados... sin perspectivas de futuro, tras una Ley de Emigración nueva, puedan integrarse a ella bien cualificados, dinámicos y verdaderamente ilusionados. Para que expandan su riqueza ganadera y agrícola, que es la que va a mitigar, en gran manera, las deficiencias actuales, por sólo poner un ejemplo, y para ello, nadie mejor que el pueblo canario con capacidad de lucha, sacrificio y amor, como siempre se ha caracterizado. Existe un espléndido abanico de posibilidades en el campo laboral, no sólo ganaderos y agricultores, Venezuela es muy rica y generosa y guarda el Tesoro más grande de toda América y va a darnos la ocasión a Canarias de poder ayudarla.

Celestino González Herreroscelestinogh@teleline.es

5/6/11

LA VERDADERA LIBERTAD SEGÚN PIO XII



La libertad, base de las relaciones humanas normales, no puede ser entendida como desenfrenada licencia, se trate de individuos, o partidos, o de todo un pueblo - la colectividad, como se dice hoy -, o aún de un Estado totalitario que, con absoluta indiferencia, usa cualquier medio para alcanzar sus fines. No, la libertad es algo muy diferente. Es un templo de orden moral erigido sobre líneas armoniosas; es el conjunto de derechos y deberes entre los individuos y la familia, y algunos de estos derechos son imprescriptibles aún cuando un bien común aparente, pueda oponerse; derechos y deberes entre una Nación o Estado y la familia de Naciones y Estados. Estos derechos y deberes están cuidadosamente medidos y equilibrados por las exigencias de la dignidad de la persona humana y de la familia, de una parte, y del bien común por la otra.

SIGAMOS APOYANDO A PIEDAD Y A SU MADRE ADOPTIVA SOLEDAD PERERA PEREZ VICTIMAS DE LA INCONSCIENCIA

Nuestras leyes jurídicas nacionales, no sé si contemplan la veracidad de tan dignas palabras del Santo Padre, impregnadas de razón y juicio, del noble deseo de que así se cumplan, para el bien común de la Sociedad que compartimos, actualizando las Leyes que nos rigen, con más equidad y normal empeño, y aquello que se llama Justicia impartirla igual para todos, y más cuidadosamente, respetando los derechos del niño, hoy tanto pregonados y al parecer mal interpretados o simplemente desoídos incompresiblemente. Aunque cabe el supuesto de que existiera la desgraciada circunstancia de que grupos no solidarios no quieren aplicarlos, obviamente, hacer justicia en favor de la libertad de tantos menores que claman piedad en los centros de acogida o como quieran llamarlos, para volver con aquellas personas que les acogieron oportunamente, y tanto amor les dieron… He ahí la razón de tantas justas protestas, tan generalizadas, en nuestro suelo nacional y comunitario, llegando a fraccionar la paz de tantos hogares lastimando, a veces deliberadamente, la convivencia ciudadana alimentando la discordia y el sufrimiento de esas familia literalmente despreciadas.

El caso de la niña de La Orotava (Tenerife), de nombre ficticio “Piedad” es terrible… Pensar cuánto pueda estar sufriendo en su encierro, sin comprender aún por qué se la llevaron a ese frío lugar… ¿Qué pensará ella de todos nosotros, de nuestra Sociedad y sus leyes… Pero, ¿por qué si no cometió jamás algún delito, cómo iba a ser, si desde que vino al mundo, sólo ha sido para sufrir del más cruel abandono y sólo fue feliz el tiempo que vivió con su madre adoptiva que la necesita y la ama cada día más? ¿Qué pensará esa niña de nuestro sistema jurídico? ¿Es que nunca va a existir compasión para ella? Ya no sé ni qué decir. Y si callo no aguanto. No hay derecho o razón alguna, para que nos hagan esto. Por lo menos respetar los derechos de esa niña y de tantos miles de niños, que suponemos estarán sufriendo el mismo calvario. Esta situación se hace inaguantable para todas las partes reflexivas, reprobable… Es lo único que ya puedo decir.


Celestino González Herreros
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EL TIEMPO APREMIA…



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Cada día se hace más difícil acercarnos a los jóvenes para encausarles lo mejor posible y arrancarlos de las garras del mal, acercarlos actualmente a los valores básicos, tan alejados de las nuevas generaciones abocadas al fracaso de sus inestables vidas. Y, pensar que, logrando que comprendieran lo importante que sería, si cambiaran el estilo de sus vidas, el erróneo concepto que lideran de la libertad, sin bases ni formación sicosocial . Sin equilibrios emocionales, que a la larga viene a ser el derrumbe de todos los proyectos previamente concebidos. Sin un cambio razonable no es posible progresar, ni ganar la única meta aconsejable.

Las nuevas generaciones, bien podrían transformar este mundo alocado en otro mejor, o acabarlo del todo. Entre todos, más jóvenes y menos jóvenes, debemos alcanzar un futuro más halagüeño, más estable y digno de nosotros. Pero como he dicho, debe ser entre todos: entre padres e hijos y estos atendiendo mutuamente, los deseos y sugerencias del otro. Los hijos interesarse de los sanos consejos de sus mayores, sin cortapisas ni evasivas, siendo responsables, entendiendo y sabiendo distinguir el bien del mal… En los colegios, en la calle, en la misma iglesia; y en donde un joven esté presente y sea capaz de entender la palabra amiga y confidente; y el deseo y la esperanza de cambiar algún día, y no muy lejano, nuestra mal herida sociedad.

No es posible resistir tantos desafueros, tantas intrigas, improperios y amenazas. Que esa sea la conducta de las fieras en la sabanas, ese es su habita, su mundo salvaje e irracional, pero nosotros, los humanos, los humanos cristianos, no puede ser igual. Reflexionemos, hagámoslo serenamente, sin apasionarnos y al final comprenderemos que es cierto, que no digo desatinos, que si las nuevas generaciones quieren, todos y tantos desmanes políticos y sociales, iban a ser depurados y con ello, corregidos, firmemente desterrados, durante el tiempo que dure la autoridad del razonamiento humano. Y nosotros, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, aceptemos tal calidad de vida, basada en el respeto mutuo, la solidaridad y el amor.

Aunque parezca utópico, cosas más difíciles se han conseguido, cuando la buena voluntad y perseverancia, paralelamente han caminado juntas tras un fin común a favor de la Humanidad.

Sigamos reflexionando todo el tiempo que fuera necesario, intuyamos una sociedad más justa, menos agresiva y equitativamente repartidas las ganancias para que a todos nos toque por igual la oportunidad de ser felices; y ser condescendientes con nuestros semejantes en todo momento.



Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

LOS DERECHOS DEL NIÑO




Protección de menores

Todo niño, por el simple hecho de serlo y por su condición de ser humano, tiene los siguientes derechos que deben ser respetados en todo momento de su vida como tal. No habiendo alternancia alguna que lesione ese derecho. Por consiguiente, en nuestro Estado de Derecho, cúmplase esa Ley. Ellos son:

Vida prenatal.- Se debe considerar esos derechos desde su concepción y nacimiento, porque desde entonces pertenece a nuestra sociedad, hasta su mayoría de edad. De aquí, que el primer derecho del niño en la normalidad de su gestación, lo que se traduce en la necesidad de proteger a la madre durante el embarazo.

El nacimiento.- El nacimiento es el hecho biológico que independiza al hijo del organismo materno. Ese hecho tiene también importantes consecuencias para la vida del niño, por que de las condiciones en que se produzca dependerá su porvenir biológico.

La tuición materna.- Si la madre biológica no puede proteger y cuidar a ese niño, por las circunstancias que hubieren, ese niño necesita que alguien lo cuide y le de aquello de lo que adolece: abrigo, alimento, amor, cuidados tanto físicos como morales, etc. No puede quedar desamparado, habría que buscarle una madre que le adopte y le de cuanto necesite una criatura para vivir con dignidad y una posición económica que le permita un porvenir lo más seguro posible a través de sus estudios y el mejor de los ejemplos familiares. Entonces aquel desamparo que antes existía iba a traducirse en normales garantías resolutivas de un futuro bienestar. Y he aquí un derecho primordial que debe sobreponerse a todo concepto jurídico, por que traduce la necesidad del niño de ser protegido en su indefensión por ese inagotable amor que acaricia con dulzura en la intimidad del hogar. Resumiendo, no hay razón si ello es demostrable, que impida el derecho fundamental que permita darle al niño lo que le corresponde cuando hay alguien que le quiere proporcionar lo que nadie puede hacerlo, darle todo el amor que necesita y un futuro halagüeño, envidiable y seguro.

Concretamente, este es el caso de la niña “Piedad”, ¿porqué se le niega su libertad y que vuelva con Soledad Perera Pérez? ¿Acaso se disfruta con ello? Da la impresión que sí. Ya está harto comprobado, según los distintos Informes tramitados, que la madre biológica no la quiere y mucho menos puede hacerse cargo de la niña. ¿A qué esperan?..

Celestino González Herreros
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celestinogh@teleline.es

EN LA FAMILIA EL VALOR DE LA UNIÓN Y LA SOLIDARIDAD

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Y bien, dije al niño que se paseaba arrogantemente a lo largo y a lo ancho delante de la casa paterna ¿Qué hay de nuevo, Miguel? Pareces muy contento.



-Señor, respondió él mirándome con un aire pleno de gravedad. ¿Usted no lo sabe? Y mostrándome con el dedo el ojal de su saco adornado con una pequeña cinta: - ¡Hemos sido condecorados! - dijo, haciendo un gesto de dignidad y de orgullo.

- ¿Condecorado?, grité yo. ¡Condecorado a tu edad! Eso es hermoso, es admirable. Pero…

- No soy yo, señor, es papá.

- Y entonces, dije sorprendido: ¿Por qué?..

Y él, adivinando mi pensamiento: - ¡Papá soy yo, señor, es nosotros, es toda la familia!

Al primer momento, estuve a punto de reír, pero, me reprimí prontamente y, besando al niño en las dos mejillas, entré en la casa para felicitar al feliz padre. Y me decía para mis adentros: ¡Tiene razón, Miguel tiene razón! Cuando el padre es honrado, ese honor se esparce entre todos los suyos de la misma manera que si hace el mal, la vergüenza recae sobre ellos.

He allí la familia. Tal es el vínculo estrecho que une sus miembros. Se llama solidaridad. Esa palabra significa que en la familia todos los miembros son uno.




LA PÁLIDA LUZ DE ESA NUEVA AURORA

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Toda la luz, cual sinfonía celestial que llegara, fue como si se volcara sobre el blanco papel donde escribo y ella quisiera, de súbito, borrar con su transparencia virtual los borrones que hubieran, esas dudas y contradicciones que a veces nos acosan o acompañan en el concierto mundano de nuestra existencia. Toda la luz llegó como un vendaval inesperado y en ese claro de luz, mi mente fue liberada y brotaron nuevos pensamientos como en un sueño de amor; y los caminos florecieron todos; y las quebradas y los atajos más dispersos... Todo fue transformándose con la solemnidad del momento en otra dimensión distinta, en lugares nunca vistos, aunque muchas veces soñados, inesperadamente soñados. Y por la empalizada me pareció verte, silente, cruzando el callado pavimento tantas veces andado juntos. Se desataron las firmes ligaduras de nuestra propia incomprensión y aparecieron los desperfectos ya viciados por el tiempo transcurrido, apenas reconocibles, pero eran nuestros defectos y nuestra intolerancia, la vaguedad de nuestra escasa experiencia y las indecisiones de nuestros sanos impulsos a pesar de todo.

¡OH Dios!, necesito un amplio lienzo, que sea el mayor... Ya que este trozo de papel es muy escaso para volcar en el todo el caudal de voces y pensamientos que han renacido en mi mente. De súbito ha sido, al pensar en ti. Un lienzo para buscar en ese mar de luces aquellos resquicios de sombras volatizables de mi pasión. La otra cadencia del singular concierto, donde se esconden los recuerdos más turbios, los inconfesables recuerdos, el llanto callado y las lágrimas que aún titilan como perlas encendidas en nuestro corazón.

La brisa cuando acaricia, más parece que nos devolviera esa paz tan necesaria... Y entre tanto, escapamos del cruel laberinto de nuestras confusiones.

Donde hay o hubo amor, siempre hay perdón; hasta en los sueños Dios perdona, aún cuando desafiemos las leyes divinas y luchemos por conseguir “oníricamente” lo que el destino nos quitó.
Con tanta luz y un lienzo apropiado, de pinceles armado y un montón de pinturas, con mi mente alocada y el corazón tan henchido de amor, ¡ay, Dios mío!, cuántas pinceladas, qué torbellino de luces y colores juntos, de sombras y abismos... ¡Ay!, si pudiera plasmar en ese imaginario lienzo mi pasión y el amor que siento por todo cuanto me rodea hoy y lo inalcanzable. La pálida luz de esa nueva aurora es ahora como un mágico amanecer que surgiera en mi alma, es la luz delatora de mi inmensa felicidad.

Si pudiera expresar con palabras el éxtasis que estoy viviendo en este apartado lugar, viendo frente a mí, sólo el estático horizonte de esa línea imaginaria entre el mar y el cielo, allá en la lejanía; la mar tendida y serena… Si pudiera guardar este poético momento y disfrutarlo en determinadas circunstancias, si pudiera eternizarlo…

Ante mí y ante la inmensidad del mar, sólo hay matojos y pequeños montículos de tierra abandonada, piedras sueltas y desordenadas por doquiera. Mirando al mar, siento que en mi mente se desataran viejas querencias como si quisieran volver a navegar por las cristalinas aguas del océano, como ayer. Sentir como entonces aquellos bandazos y las caricias yodadas de las brisas pasajeras y la salobre sensación que dejan en los sedientos labios cuando la mar se agita y la ola al romper salpica.

Tierra firme y abandonada, sin manos que la proteja, surcos también sedientos abiertos antaño por aquellos brazos que se esforzaron por fertilizarla un día y las semillas germinaran para hacerla próspera y generosa. Hoy sólo veo ruinas, un deleznable cuadro de abandono, ya nadie vive aquí, se fueron todos a ninguna parte mejor, se fueron en busca de las cosechas doradas de otros lugares y me han dejado solo, con un puñado de semillas en los bolsillos que espero germinen como la ilusión que me asiste y el amor que ponga en mi trabajo. Del cielo llegarán las lluvias y a través del mar llevaré lejos mi abundante cosecha, yo solo, mar adentro, aunque en mi mente siempre la lleve a ella.


Celestino González Herreros
http://celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

SOLEDAD DISTANCIA SIN HORIZONTES

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No voy a defraudarte amigo, trataré de armonizar tus deseos con mis escasas facultades a ver si consigo satisfacerte. Buscaré cómo acercarme a los viejos escenarios que tanto anhelas. Me pides que hable de aquellos viejos tiempos. Y recuerda que te dije: -Vamos adelantarnos un poco de esa etapa de nuestras vidas; mira, te propongo que hablemos del presente-. Y me dijiste que no, que esperabas buscara un poco en el pasado aquel, cuando éramos jóvenes y parecía que uno flotara en el aire como una burbuja... Cuando la ilusión era la fuente de nuestras inquietudes y no había otra razón que justificara la existencia misma. Ilusión por todo con irresistibles deseos de posesión, de descubrir los misterios de la vida junto a sus superficialidades. Entre otras cosas (propias de la edad) nos gustaba ir tras las chicas, que era entonces lo más apetecible y lógico, hoy son distintas las perspectivas, al verse uno ya mayor y en el preludio de la vejez. Pensar en todo eso me anima a conservar la ilusión, con los recuerdos que son en definitiva el aliento que nos sostiene ahora, cuando nos van faltando las fuerzas y las excelentes influencias de las iniciativas y el equilibrio dinámico de aquella juventud.

Me preocupa tu desánimo injustificado, por que no somos tan viejos como para que te excedas en tus negativas apreciaciones, o tal vez temores. Tú recordarás cuando me decías que no éramos nadie, que no teníamos ni para comprarle un caramelo a la amiga. Que dependíamos siempre de nuestros mayores mientras estuviéramos estudiando y no lo ganáramos de otra forma. Que cuando fueras en verdad un hombre jamás llegarías a ser viejo, o lo que pueda parecerse a un adulto aburrido. Que te las compondrías para estar siempre alegre y contagiar esa alegría a los que te rodearan.

Me estás decepcionando, repito, querido amigo. Anda, ven conmigo. ¿Algo te lo impide?. Pues vamos, y préstame atención, considérame como lo que somos y hemos sido siempre, buenos amigos y nada más.

Tú no sabes cuantas veces envidié tu carácter, tu forma de ser abierta y comunicativa, ahora no te me derrumbes, que aún me sigue llamando la atención ese don que tú tienes, o al menos, antes lo tenías.

Te acuerdas de aquella chiquilla de las trenzas largas y nariz respingona que te tenía en el aire (como una burbuja) y me decías que no dormías, que la tenías grabada en tus retinas y en la mente; que no podías soportar su ausencia ni un minuto más. "Ayer la vi." y me preguntó por ti. (Después de tantos años, ¡qué bonito!) Ha pasado el tiempo y no parece. Ella casó y enviudó. Me decía con insistencia que fue muy feliz, que él era muy bueno, que la tenía como a una reina...

Cada segundo que pasaba miraba a mí alrededor por si te veía llegar y no se diera cuenta; me hubiera gustado que la vieras, tan bonita como antes a pesar de los años. Yo intuía que había un extraño destello en toda ella. Algo estaba ocurriendo. Cuando me hablaba o hacía algún gesto, me traía recuerdos tiernos y algunos amargos, no voy a negarlo. Recordaba cuando me decías que era como una rosa, suave y aterciopelada...

Antes de despedirnos de tan casual y emotivo encuentro me volvió a preguntar por ti. Que si estabas bien, que si habías tenido suerte. Si te habías casado, si tenías hijos y cuántos. Al final ya conmovida me comentó, con un brillo de ternura en su mirada, que aún te seguía amando, que no podía evitarlo. Que ahora estaba más triste que nunca, que se refugiaba en el cariño de sus nietos, pero le faltabas tú, que fuiste el único culpable de vuestra separación "inútil", de aquel gran amor... ¡Que te necesitaba tanto! Que siempre se acordaba de aquellos ratos de incalculable ternura "que nunca más volvió a gozar" como esa vez, ni en ningún momento, de todas aquellas vivencias... Y que tú la inducías al éxtasis más profundo con solo mirarle... Me dijo tantas cosas enternecedoras que no pude menos que seguir envidiándote. ¡Y mira que han pasado años!

Luego, tú prefieres que te hable del pasado, nada quieres saber del presente, solo saber de ella "estáis los dos locos, siempre lo estuvisteis y yo soy testigo." que es cierto todo eso que digo, si no, me callaría para siempre.

Habla hombre, algo tendrás que decirme, te veo pálido y nervioso, sin tu habitual arrogancia. Estoy sintiendo interés por lo que vas a añadir a mis casuales comentarios... Sin habérmelo propuesto, previamente, he removido, ciertamente, cenizas que reposaban en el más profundo silencio. O tal vez en el abandono más absoluto.

Dime eso que necesitas tanto, esa dulce confesión de tus verdaderos sentimientos; aunque ya sin palabras lo adivino, me lo estás diciendo… Tú también la sigues queriendo, a pesar de todo. Si hubieras visto cuando pronunció tu nombre, se me puso un nudo en la garganta; y lo repitió varias veces, mirándome a los ojos fijamente, implorándome que no la engañara. Quería saber solamente si estabas bien, si podrías necesitarla, si te sentías solo. Y le hablé de ti, que me inspirabas lástima, que nunca quisiste saber nada de otra mujer y que estás prácticamente abandonado. Siempre callado y buscando, con la mirada ausente, más lejos que lo permisible... "Hay distancias que no se alcanzan ni con el pensamiento, por que huyen por el tortuoso camino de la sinrazón (inclemente distancia sin horizontes) y tristemente nos vemos sumergido en la más absoluta soledad".

Mira, antes de despedirnos le dije, que volviera otra tarde, que me gustaba oírle cuando hablaba de ti. Que guardaría el secreto, que no te diría nada si así lo deseaba. Y me detuvo con cierto ímpetu, sujetando mi brazo me dijo que quería verte, que te necesitaba antes de partir definitivamente... Que te buscara. Mas, para evitarte el encuentro he dudado si no fuese prudente, en fin, hasta ya estaba decidido a olvidarlo todo. Por esa razón, al comienzo te decía que mejor vivamos las cosas del presente momento, de todo lo que acontece en nuestro entorno y que te olvidaras de aquello que tú mismo un día destruiste por tu estúpida inexperiencia, esa lamentable situación que se vive con frecuencia en la juventud y luego sólo trae desencanto y sufrimientos.



Y me sales tú ahora, pidiéndome que te hable de los viejos tiempos ¡y yo queriendo evitarlo! Ya te lo he dicho, es lo que precisamente estabas buscando." Ella te quiere, siempre te quiso". Sólo que, otro le dio lo que tú le negaste. Sin vuelta de hoja.

Que no hay juego más traidor y sucio en el amor, que el de los falsos interrogantes, por que con ellos nace la incomprensión y las desleales dudas respecto a la felicidad. Y cuando muere la confianza y el amor se siente herido, existe el riesgo de perderlo todo y para siempre "aunque nunca muera", como ocurrió con ustedes.

Seguimos caminando juntos, pero ahora en silencio, él con las facciones ensombrecidas y sin apartar su mirada del estático pavimento me asentía con la cabeza, como queriendo darme a entender que era cierto cuanto le decía, aunque seguía sin entender, ¿de quién fue la culpa realmente y cómo sucedió?.. Ya era demasiado tarde, la había perdido.

Con lo bella que es la vida, tener que ver turbados sus esplendorosos atractivos. Y yo que llegué a envidiarle hasta este último instante.

Un caudal de luz cegó a mis ojos, sentí dentro de mí como si nacieran nuevas sensaciones que me inundaban de placer y ternura. Sentí deseos de correr a reunirme con los míos "de ir gritando por la calle..." Y pensar que le envidiaba tanto, mas, hoy me doy cuenta que en verdad soy yo el envidiable, teniendo lo que tengo, para mí un precioso tesoro y una paz incalculable...

¡Anda amigo, ve por ella a ver qué sucede!..


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

QUIZÁS SEA SÓLO TURBULENCIAS SENTIMENTALES

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Oyendo por pura casualidad, durante mi corto trayecto automovilístico, unas suaves notas musicales de aquella exótica Venezuela, mientras conducía el auto y al llegar a mi destino, aún seguía oyéndose tan seductora y sentimental música de aquel bello lugar. Apagué, pues, el motor del coche y cerré los ojos en ademán de entrega y me puse lo más cómodo que en esos instantes pude. Casi sin darme cuenta, de súbito me sentí transportado y a la vez complacido, entregado hacia esas soberbias latitudes tropicales; y me pareció estar centralizado en un exótico paraje rural contemplando a mi alrededor todo el verde imaginable del tupido cafetal y el pequeño arroyuelo que acaba llevando, a través de su cimiento, la liquidez cristalina que su caudal arrastra hasta la amplia laguna donde abundan las aves, llamadas por los peces que allí comparten sus tranquilas aguas. Sentí hasta el inconfundible olor de la tierra húmeda y percibí el sueave y lastimero silbo de la brisa acariciándome… Mientras, la música seguía escuchándose a través del radio del coche; y yo me iba quedando dormido, extasiado de placer, poco a poco… Para soñar más profundamente, con aquel y otros bellos pasajes musicales de mi querida Venezuela.

Se me pasó el tiempo soñando; y viendo gentes que casi tenía olvidadas, aunque la mayor cantidad de ellos ya se hayan ido para siempre, los recordé con el mismo cariño.

Los pueblos y ciudades seguían iguales que cuando los dejé, nada había cambiado desde entonces. La música me había envuelto en una dimensión onírica indescriptible, todo me era familiar, como esa nostálgica música que tan alto suele elevar a mi espíritu, y, en verdad, a veces, no sé si estoy vivo o en realidad estoy soñando despierto. Y es que soñar con aquello que uno ama, cuesta tan poco…

Siempre fue Venezuela horizonte de los canarios en épocas difíciles, en cuyas tierras trabajaron duramente, dándole a la Nación el fruto de las semillas que sembraron en toda la geografía nacional. Y sus descendientes aún siguen laborando en lo mismo, aunque con nuevas técnicas, pero el mismo celo. Claro, que no todos eran campesinos, muchos cerebros adelantados desempeñaron y lo siguen haciendo, cargos importantísimos en todas las áreas y han contribuido, en todo momento, al florecimiento del país. Muchos, también han dejado la vida allá en ese empeño considerable. Ahora mismo, cuando nos ha sorprendido la crisis que sufrimos, si miramos hacia allá buscando una necesaria salida, vemos con desencanto que también están sufriendo lo suyo… Es más, ellos vienen creyendo que acá fuera posible salir adelante, pero se hallan con nuestra realidad, lo que en verdad nos da pena es, no poder ayudarles como en épocas pasadas nos asistieron cuando tanto lo necesitábamos. Es posible que con el tiempo y nuestra perseverancia, esta negra situación se vaya aclarando y volvamos a la bonanza de aquel nostálgico pasado. Que podamos ayudarnos mutuamente en la medida que fuera necesario. Lo que no debemos nunca es tirar la toalla y mucho menos permitir que nuestras ancestrales relaciones lleguen a dañarse. Que aquellas sanas semillas que germinaron en los fértiles surcos de esa generosa tierra, sigan dando el valioso fruto de pretéritas y presentes generaciones y la convivencia necesaria para mantener firmes nuestras comunes relaciones socio – culturales.

Aunque la música se haya detenido en el transistor, en mi mente la sigo escuchando, el arpa sigue gimiendo hiriendo el silencio de la tarde y en mi corazón despertando los más profundos recuerdos hoy llenos de añoranzas; tejiendo en mi alma aquellos sueños de juventud, reviviéndolos nuevamente, como tantas otras veces, cuando añoro a mi linda Venezuela, la que tuve la dicha de conocer cuando viví en ella, hace ya bastantes años…

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es

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