26/9/08

La taberna de los nostálgicos


La lisonjera bulla se acentúa, cada cual a su aire, progresivamente elevando el tono de su voz y así se tornan colectivos los ánimos dentro de la taberna. Una forma muy particular de las gentes de “costa”, como si al hablar quisieran anular el concierto habitual de los distintos fenómenos marinos junto al rugir de las olas… Era evidente que estaba rodeado de marinos y pescadores, gente de a pié todos ellos.

Aún quedan lugares en Puerto de la Cruz que no han perdido el sabor marinero que en realidad les caracteriza y les distingue en muchas de sus manifestaciones sociales. Ciudad moderna como pocas, con infraestructuras envidiables y atractivos turísticos por doquiera, que progresa a un ritmo reposado y eficaz. Pero lo nuestro, en cualquier lugar y momento nos sorprende cuando menos lo esperamos, es nuestra identidad que nunca muere.

Mientras escribo, con una cuartita de vino tinto del norte de Tenerife, delante, me acuerdo de todos aquellos hijos de este lugar que por imperativos de la vida, muy justificables algunos, otros porque eligieron la aventura de cambiar de aires y emigraron, se que nunca olvidan sus raíces y todo aquello que dejaron atrás, sé que tienen el corazón dividido y que sus pensamientos vuelan, a veces, buscando a través de ese hilo conductor de los recuerdos, caminar por los amados lugares, detenerse en determinados rincones y rendir emocionado afecto, homenaje nostálgico y evocador a esos motivos tan entrañables. Cuando estamos lejos de lo nuestro, necesariamente, también el subconsciente se nos divide, estamos allá y a la vez estamos acá, reviviendo viejos momentos, tan añorados... O estamos haciendo cálculos, pensando siempre en aquel día que Dios nos permita volver y poder estar, ante todo, con los seres queridos. Mas, curiosamente, todos los buenos deseos, casi siempre se cumplen. Y más curioso aún, cuando hayamos regresado, al poco tiempo contamos las horas pensando en el día, ahora a la inversa, que podamos volver a emigrar o simplemente viajar al lugar de donde hayamos venido, donde habremos dejado una buena parte de nuestro aventurero corazón.

Se supone que no hay palabras que definan exactamente el verdadero sentido del amor, que sólo hay alientos entrecortados, largos suspiros y a veces, el dolor más profundo, cuando ese amor nunca fue correspondido. Que no hay palabras ni elocuencia poética alguna que sea capaz de aliviar ese dolor que tanto daña interiormente, ni egos valientes que puedan disimular esa tragedia, esa huella en el corazón, aunque el curso del tiempo parezca borrarlo todo. Que donde hubo siempre queda y las lágrimas del desamor van por dentro, ocultas para que no las vea nadie. Se que a veces, nos delatamos sin poder evitarlo cuando las fuerzas flaquean ante la misma evidencia, cuando los sentimientos se encuentran, cuando las miradas se cruzan y se buscan y aunque no se pronuncien esas prohibidas palabras de amor, los pulsos se agitan y se siente más fuerte el dolor…

Nuestro Puerto de la Cruz nos dice tanto, si atendemos los diversos mensajes de sus nostálgicos silencios, si nos detenemos ante tanta expectación y sus abundantes posibilidades, si andamos al paso de sus cadencias y generosidades… El Puerto de la Cruz, todo el es un mensaje de amor en sus diversas manifestaciones. No existe un momento en mi vida que deje de darle gracias a Dios por estar aquí, inmerso en este embrujo influyente que me obliga hablar como me expreso, reconociendo que no hay lugar como este, donde nací y estoy viviendo, ni gente mejor. Y aunque estuviera ausente, lejos de todo esto, iba a sentir siempre igual e iba amarle como le estoy amando.

La bulla en este concurrido lugar persiste, ayuda a que uno pueda aislarse para escribir y poder expresar los pensamientos con deleite.

Ya acabé la cuarta de vino, un vasito más y ya me voy, quiero ser puntual a la cita…

Adivino que las palabras, a veces, sobran, que la imaginación las suple en la evocación, cuando deseamos sentir el calor de la cercanía, de las manos que acarician y el silencio que confiesa la misma lealtad con que se sueña sin dejar secuelas, ni testimonio alguno, sin arañazos, sin huellas delatoras, ni humedad de las lágrimas que ellas solas brotan. Las palabras, creo que nunca hablan por si solas, que están supeditadas al convencionalismo y a la moderación de la sociedad que compartimos.

El lugar no importa, desde donde haya salido tanta inspiración, lo que en realidad cuenta es la intención con que se envían estos mensajes a los seres queridos, máxime si están lejos de nuestro terruño amado. Lo realmente valioso en esta y demás ocasiones, es la sinceridad con que se dicen los argumentos sin romper jamás el encanto de la comunicación. Gracias por estar ahí, escuchándome a través de este medio. Diría más, imaginándome tal y como soy: un sentimental incorregible, nada engreído y lo más humilde que nadie pueda sospechar. Generoso cuando halla apoyo, comprensión y cariño en los demás.

¡Cómo suceden las cosas en la vida, y el hombre, cómo cambia su forma de ser, sus sentimientos!.. ¡Cómo se va haciendo mejor persona a medida que entra en años y cómo acaba siendo ejemplar ante los demás aunque haya sido peor!.. Y es que la vida es así, una callada escuela que al cabo del tiempo nos va moldeando y corrigiéndonos, haciéndonos más aceptables. La vida siempre ha sido leal consejera, siempre nos ha brindado la oportunidad de poder llegar a ser felices y si en algunos casos no ha sido así, no le culpemos, habremos sido nosotros los desleales por no haber tenido confianza en nosotros mismo.

Eternamente felices


La enorme capacidad del ser humano, que nos permite volver al pasado de nuestra vida sentimental, hace que el mensaje traiga consigo todos los elementos aquellos que nos motivaron sin perder ellos la calidez o crudeza del momento. Somos capaces de sufrir con la misma intensidad, cualquier desengaño, o el haber vivido cualquier tragedia o desventura, al despertar esos recuerdos… La evocación nos permite detener el tiempo y recorrer el camino antes andado, como si al comienzo del mismo nos esperaran los acontecimientos que ayer nos movieron. Aún se mantienen vivas las lozanas flores que juntos sembramos a cada lado de esa ruta idealizada, como las gardenias del amor… Aún el perfume de las mismas consigue embriagarme hasta tenerle a mi lado radiante de felicidad, ofreciéndome sus manos que pronto alcanzo para abrazarle de nuevo.

Cualquier edad nos permite soñar, sólo necesitamos la complicidad del silencio o la misma soledad que nos aparte de la realidad, sin llegar a despreciarla, mientras nos quede camino por recorrer.

Los claros de Luna, también son cómplices de esas emotivas fantasías y embelesos, cuando su luz asoma y cae sobre los transparentes senderos del fantástico trecho a seguir y borran las sombras de las mágicas noches de la dulce evocación, donde volvemos hallarles, siempre esplendorosas y frágiles como las rosas del huerto de aquellas ilusiones.

Poder imaginarnos con todo sigilo, los pasos del ser amado pisando el amplio cobertizo y oír que sus tímidas pisadas se nos acercan, inquietan el ritmo del corazón; y oír la voz, más lejos o más cerca, musitando palabras de amor, llamándonos con la cadencia acostumbrada; y oír la risa que llena todo el espacio hogareño, nos llena el alma de consuelo, pese a la nostálgica verdad, como en los sueños… Despertamos sonrientes, aunque quede el corazón oprimido. Pero hemos sido felices y volveremos a serlo cuantas veces se nos antoje o sintamos necesidad de ello. Los ratos amargos son menos afortunados, acabamos desechándolos sin que hayamos probado la hiel de sus encuentros en el marco onírico de tan deseadas apariciones.

La felicidad hay que buscarla, de la forma que sea, unos evocando los recuerdos, otros en un nuevo amor, los que más olvidando el pasado; y algunos, esperando que todo acabe, con la ilusión del más allá. La gran promesa del Creador. Pero ello requiere sacrificios que no debemos obviar. Esperar sí, pero preparados para el Encuentro Divino, sin la menor preocupación, estando en bien con nosotros mismos y con nuestros semejantes, como preludio de la eterna felicidad. Hallándonos nuevamente entre tantos seres queridos que se nos han ido… ¡Eternamente felices!

Pienso que ese será nuestro verdadero destino, lo que presiento sin riesgo a equivocarme.

Ahora mismo te siento tan cerca

Mi mundo, ¡qué pequeño es de un extremo a otro! A mis cansados ojos nada se le escapa, por doquiera te veo hasta extasiarme, todo está a mi alcance; y siento tu aliento donde quiera que te halles… Todos los senderos son iguales. Y cuando cae la lluvia, con los pequeños arroyuelos que se forman en el árido pavimento, con ellos suelo jugar distraídamente y te veo igual si miro sus aguas cristalinas, sonriéndome; y tu voz navega con la suave brisa que va y viene de un extremo a otro. Mi mundo sin ti cabe en mis temblorosas manos y bebo como agua fresca la miel de tus besos hasta saciar la sed de mis labios.

No sé si mis caricias te llegan, yo si siento el calor de tu cuerpo si te aproximas a mí y en tus ojos veo, como la luz del cielo, un fulgor de luminarias que no se apagan, sólo parpadean, o el tenue resplandor de cada nueva aurora que asomara a este mundo mío de fantasías y añoranzas, donde vivo y te busco cada noche, cada día… Donde nada ni nadie turba mi prolongado sueño todo el tiempo, sin tregua alguna. Tan largo es mi letargo que no sé de las horas que van pasando. Todo está a oscura y sólo veo la luz de tus ojos y oigo tu voz llamándome desde la distancia que nos separa.

Los senderos más escabrosos son aquellos donde quedaron sepultadas las desafortunadas vivencias del desamor, en esas sendas ocultas quedaron para siempre las ilusiones rotas, yermas en el más absoluto olvido. Sólo recuerdo los momentos felices que el destino nos deparó y los conservo con devoción infinita, de tal forma, que he llegado a vivirlos nuevamente a solas al evocarte. Rayito de luz, dulce melodía de mis sueños, en mi mundo tú vives en mí, sin pretender profanar la paz de tu distanciamiento… Ahora mismo te siento tan cerca. Mira como se me pone la piel, cómo late mi corazón, cómo al cerrar los ojos te veo mejor y puedo ir a tu encuentro…

Amor, ¿acaso no oyes mi voz, cuando te llamo, aunque te lleve dentro de mí? Sólo puedo soñarte, delirante, apasionadamente y en silencio, para no turbar la paz que nos une cada instante de mi vida. Soñarte desde este pequeño mundo que alberga mi corazón sin cerrojos, donde puedas ser libre a pesar de ser mi prisionera, donde tu libertad te permita estar siempre conmigo, recorriendo aquellos hermosos caminos que en mi mente atesoran los recuerdos de tantas horas vividas juntos… Libre como mis pensamientos, como la cálida brisa que tantas veces nos acarició y que ya sólo percibo en mis sueños de amor cuando estás a mi lado.

A veces siento que ya, más no puedo quererte y he llegado a pensar, que en nuestro pequeño y onírico mundo soy más feliz teniéndote así, siempre acompañándonos, sin descuidarnos. Hallándonos más cerca de Dios en cada mirada… En cada amorosa caricia. Diciéndonos tiernas palabras de amor en silencio, con nuestras miradas…

6/9/08

Luces y sombras en mi agónico Valle


Me había absorbido el silencio de la noche; por momentos llegué a sentirme cómplice de los duendes nostálgicos que deambulaban sentimentalmente, evadidos de su habitual recogimiento, evocadores de pretéritas vivencias. Muchas de ellas desterradas en el mundano olvido y en las distancias... Que el tiempo ha pasado con sus prisas acostumbradas, dejándonos esa sensación de abandono cuando se nos han ido de las manos buena parte de la vida y la intimidad de los sueños de aquella dulce edad...

Mientras me asomaba en la orilla del camino vi, abajo en la hondonada del Valle y al filo de la costa, los destellos de las luces del Puerto de la Cruz, cual si fueran una constelación fúlgida compuesta de fantásticas formas luminosas, diamantes conectados al negro manto, sí, que refulgieran en la oscuridad y en el silencio de la lejanía. Como una visión quimérica de sueños y luces que parpadearan... Adiviné, en esos instantes, fulgores sublimados de la Ciudad convulsionada por los atractivos que en ella concurren y por la multiplicidad de motivos sugerentes en cada uno de los encuentros fascinantes de su entorno cosmopolita. Tal vez, esa atracción idílica hizo que me detuviera largo tiempo en su contemplación; y busqué, en tal embrujo sensitivo, algo que siempre esperé ver aparecer: el milagro de una visión entrañable perteneciente a ese pasado que se remonta muy lejos de mí.

La embriaguez sensorial quebró mis sentidos, enturbiando el paisaje melancólico de mi Valle, ahora sepultado en el inmenso silencio de la noche, que sólo las luces de los pueblos a mi alcance visual, delataban la intempestiva metamorfosis de nuestros suelos, desde las montañas hasta la costa, como una cascada luminiscente, ladera abajo, hasta llegar al mar que baña nuestras costas y, en ese atisbo hallé las diminutas embarcaciones ahora asistidas por sus lánguidos mechones encendidos que se reflejan en las tranquilas aguas, rielándolas con su luz proyectada sutilmente también hacia la escollera y los salpicados riscos de sus exóticos bajíos... La vista se me extasiaba viendo tantos resplandores y sentía que el corazón, de puro regocijo, se me inflamaba. Me sentía deliciosamente atrapado, como si fuera la última vez que iba a ver todo aquello que objetivamente aparecía ante mis ojos. No sentía prisas por abandonar el lugar y poseído por esa eminente sensación me fui rindiendo, sin ganas de hacer esfuerzo alguno; sólo el pensamiento quería iniciar el peregrino deslizar en busca de las tiernas sensaciones de la emoción que uno experimenta al evocar aquellas cosas que sucedieron y que evolucionaron paulatinamente con el paso del tiempo. ¡Oh, dulce sinfonía la de los sueños que dejan las estelas imborrables del amor, u otras harto deliciosas y placenteras, las cuales transcurren silenciosas trasponiendo todos los umbrales de la ilusión, reflejando así mismo el calor de la pasión contenida, hacia ese infinito, morada eterna de los recuerdos, ahora liberados en mi mente.

Los caminos estaban solitarios, apenas las brisas transmitían sus suaves caricias; no como fuera antes, cuando corríamos por el campo, o abajo en la tranquila playa... Ahora están desiertos, no se oyen los pasos, ya se apagó la risa que antes se oyera... Ahora siquiera oigo cuando las aguas del manantial se mueven sobre los salientes de las rocas, ni cuando corren por los causes de las quebradas; todo parece haber enmudecido en los barrancos, sólo se oye la algarabía de los grillos, que también se apaga ante mi presencia; y, sin detenerme aún, sigo buscando en la noche a que aclaren los caminos, que se quiebren las tinieblas de mi sueño y se rompa el silencio...

Sobre la pesada piedra donde estaba apoyado descargué mi dolor, allí quedaron mis lamentos, mis desencantos y todos mis fracasos mientras miraba a mi Valle de La Orotava. Había penetrado en la oscuridad de la noche recordando todas las cosas bellas que en ese encantador entorno la vida me había dado y entre tantas y emotivas meditaciones, también surgieron las decepciones y no pocas desventuras acumuladas que entonces afloraron entre los desvaríos míos cuando sentí el temor que la soledad nos depara al evocar con los recuerdos el pasado.

Mi mente, poblada de tantos recuerdos, siguió taciturna por todos esos senderos, entre luces y sombras; y la imaginación mía que en vigilia constante sondeaba esa barrera luminiscente buscando a mi verde Valle, sin querer aceptar la tragedia como una luctuosa realidad oculta en la noche... Abajo había gritos y estertores que la noche con la mordaza de su silencio trataba de callar, ahogando así su último aliento... Nunca una noche fue tan larga para mí y al despertar, sobresaltado, corrí hacia la ventana, sudoroso y mi corazón agitadísimo: ¡mi Valle aún vivía!.. Entre sus escombros, esta mágica Primavera, veremos florecer la hierba en su fértil tierra y las aves revolotear entre los caídos matojos... No habrá muerto mi Valle mientras dure este lapso vernal y en tanto, sus caminos estén alegres noche y día, a pasar de tantas luces y sombras... Volverán otra vez a florecer los geranios en sus hoy maltrechos patios y las buganvillas con sus retoños primaverales... Mientras viva mi Valle cantaré hasta que el Cielo oiga mis plegarias... ¡Rogándole a Dios que no muera mi Valle!..

Puerto de la Cruz, a 08 de marzo de 1.995
Publicado en Los Realejos: Agosto 1.995

Siguiendo la huella de otros pasos...


Una enorme y bellísima aguililla, con su armonioso vuelo, proyectaba sombras negras que se movían sigilosamente sobre los alineados viñedos, celosamente cuidados y prietos de brillantes y pulposas uvas en sus alargados racimos de boyante espesura y en cuyas resistentes vayas pendían exuberantes como queriendo descolgarse... Los virajes en el transparente aire que hiciera el rapaz animal en su artístico planear, yo los seguía con la mirada somnolienta por el cansancio, dejando escapar las sombras que me llegaban y, que se escurrían sobre la verde alfombra vegetal.

Siguiendo por el camino, alcancé a ver al otro lado del mismo, los bordes del barranco contiguo, que se abrían a medida que me acercaba a su profundo abismo de sinuosas pendientes en sus bellísimos márgenes, siendo escurridizos los pronunciados declives, hasta llegar abajo, a la pedregosa y sombría oquedad de su oculto suelo. Tiré una piedra al vacío, como queriendo medir la distancia y sólo alcancé su lejanía a través de un espontáneo silbo que hice para buscar su perdido eco, y esperé hasta quedar satisfecha mi curiosidad, cuando rompió el silencio de tan atractivo y oculto lugar.

En la bifurcación del terreno, tuve ocasión de preguntarle a un campesino que se cruzaba conmigo, si quedaba mucho y cuál era la ruta indicada para llegar al pueblo más cercano. Informado debidamente, seguí adelante, por la vertiente de la derecha, y a tan sólo unos minutos más, comencé avizorar las lejanas siluetas de las primeras casas que surgían entre la gigantesca arboleda y la abundancia de la abrupta maleza. En el mismo trayecto, un mozo de mediana edad y contextura fuerte, bajaba vivaz sorteando los obstáculos impertinentes del inhóspito y árido tramo de ese corto trayecto, el cual, llevaba consigo un par de hermosas vacas y allá venían dos vecinos más, acompañados de un corpulento perro, que resultó ser, un precioso ejemplar presa canario de tentadora belleza y elegancia indescriptible. Uno de ellos, deteniendo su marcha, se me acercó y me pidió si tenía con qué encender un cigarrillo, y en la parada obligada hablamos algo, sin que fuera nada concreto, simplemente monólogos y el correspondiente saludo. Al llegar al pueblo, lo primero que pregunté fue, si había otro sendero para no regresar por el mismo que me llevó hasta allí... Efectivamente, así era, ello me brindaba la satisfacción de ver más y disfrutar del paseo subsiguiente, después de que hablara con alguien del pueblo y viera algo de nuevo interés.

A lo lejos resplandecían las lejanas montañas, envueltas en algunas nubes dispersas que alegraban el panorama campestre. En el pequeño poblado, las calles estaban desiertas y su única plaza, el ambiente balsámico y soberbiamente pasmoso, daba a su vez cierta sensación de paz, hasta el punto de agradar sobremanera, después del largo camino, por lo que opté por sentarme en el próximo banco de piedra que hallé, y que, como todos los demás, estaba libre y esperé a reponer las energías gastadas en el incesante caminar desde las primeras horas de la fresca y prometedora mañana. Luego fui en busca del calor de las gentes, que aún no asomaban de sus disimulados escondrijos, en previsión instintiva propia de los lugares apartados. Y así, fueron apareciendo, no sin sigilo, obsequiándome, primero sus sonrisas, mas tarde los acostumbrados saludos y como nota simpática, algunos perros que salieron a mi encuentro, ladrándome desaforadamente y el clásico niñito que se me queda mirando con expresión interrogante... ¡ Qué diáfano y limpio estaba el cielo ese día!..¡ Y que dulzura al alma daba tanta paz en un paraje como ese!

Hasta mí se acercaron dos personas mayores, que, reverentemente se libraron de sus respectivos sombreros de tela negra, y se me brindaron para lo que yo mande -así dijeron- invitándome, si quería ir a sus casas y conocer, sin reservas, las cosas del pueblo y sus costumbres rurales. Aquello me gustó mucho, ya dentro de la vivienda de uno de ellos y después de saludar a toda su encantadora familia, veo llegar a una muchacha joven, con, en una mano una botella de vino y en la otra un queso blanco casero que olía a eso, al verdadero queso. Y así aparecieron los vasos y sin darnos cuenta, mientras hablábamos, acabamos con la botella; entre tanto. Ya me sentía uno más entre ellos y dijimos de salir, para conocer cosas de la calle, la iglesia, al manda más del pueblo, en fin, familiarizarnos. Fueron tres horas y media de camino, sin hablar con nadie, que al llegar a esto todo cambia y el espíritu de uno se siente de otra forma, más animado, seguro que sí.

El cura, como es natural, se apuntó al almuerzo que, entre un pequeño grupo de "nuevos amigos" improvisamos: Sacrificaron unos conejos y los arreglaron para degustarlos a la brasa, con mojo y papas guisadas, y una bimba de gofio amasado con almendras y miel de palma. Frutas había de todas las que da el campo y el vino, no digamos nada, caldo de dioses... Después de la comida, unos viejos trajeron sus guitarras y aquello fue "pa" qué les cuento. Luego el envite con la baraja, más vino, que al final tuvieron que llevarme en una bestia media arisca la condenada, hasta el final del camino y allí tomé la guagua...

Puerto de la Cruz desde la Plaza de Europa


Me aislé involuntariamente de cuanto me rodeaba; fueron pues, las circunstancias y las sensaciones vividas en esos momentos.

Eran las diez de la mañana, mi entorno veía concurridísimo, con gran número de extranjeros y no menos, de españoles peninsulares, cuyas naves ilusionadas recalaron en este acogedor puerto, que es la Isla de Tenerife. Sus destinos eligieron las plácidas brisas de nuestro clima templado casi todo el año; se veían contentos, quizás alguno de ellos, fueran ya como las aves migratorias que sobre vuelan nuestro mar para volver nuevamente con nosotros.

Después de algunos días de molestos efectos climatológicos, - circunstancia que sólo se da aquí en determinadas fechas por razones obvias y naturales - al soportar las influencias atmosféricas acostumbradas y disipadas prontamente por los vientos alisios que siempre nos acompañan y nos llegan cual suaves brisas llenas de dulzura y melancolía, que acarician indefinidamente... Esta vez, la calina y los vientos calientes y secos que soplan del desierto africano hacia nuestro litoral durante un par de días, cubrían como un tupido celaje las cumbres de nuestros valles, ocultando tierra, mar y cielo tras ese velo mutable cuando llegan los alisios; y es como si el cortinaje cediera la luz azul de nuestro cielo y se extendiera a todo lo largo y ancho de nuestros pueblos...

Hoy amaneció el cielo claro y limpio. Luego, contradictoriamente, se hicieron presentes dispersas nubes que amenazaban lluvias desde el poniente. El temor a ser invadidos por la devastadora langosta africana había desaparecido. Y así, tan rápido, la mar se tornó menos rizada y el Sol penetrante, cálido y radiante, nos abrazaba pletórico de esplendor. El tiempo había cambiado, y yo estaba, por pura casualidad, en la preciosa Plaza de Europa. Mientras caminaba en ella, me sentía nostálgico, tanta transformación en tan corto plazo...

Instintivamente me asomé buscando al mar, en el borde oriental de la muralla, que más parece la réplica de una fortaleza de la época medieval, por su acondicionamiento estético y ambiental, muy aceptable por ser un reclamo sentimental de evocadores recuerdos. Las tranquilas aguas, en mí intuían, como espectros esos recuerdos que me volvieran la mar, en esa cálida orilla.

Más allá, recorriendo el largo y espumoso litoral, admiré el blanco cinturón de sus orillas de negras arenas acariciadas por las inquietas y risueñas olas llegando a sus diminutas playas, celebrando la luminosidad reflejada en la cortina lluviosa, y por el sol en irisados colores cuando han embestido las encrespadas olas contra los mudos acantilados; o se ven en sus rizadas crestas su encendida blancura al remontar la mar con su furia y embestir luego contra los inmóviles riscos de la firme escollera.

Mirando al mar el alma se inunda de gratas sensaciones que navegan como las ilusiones y los pensamientos, mirando al mar, donde no existen sombríos rincones, sólo las distancias, parece que uno se perdiera, se deslizara en pos de sus sueños y hallara en su inmensidad toda complacencia vital.

Y cuántos caminos se abrieron a través de sus inquietas aguas, senderos hacia el Nuevo Mundo... Senderos de dolor, y otras veces de felicidad. Vía crusis del hombre aventurero, del visionario y también de los valientes marineros de mis inigualables costas iluminadas por los luceros de la esperanza de esos hombres soñadores.

La Plaza de Europa, en su silencio acostumbrado y en esta bella ciudad norteña, entroniza nuestro sentir cosmopolita, es otro patio más en nuestros jardines portuenses, orgullo de Tenerife, lugar de recogimiento y para reflexionar respecto a la mar y el tiempo. Es, quizás, el lugar más tranquilo y acogedor y a la vez inspirador de los sueños más nobles, quizás por que está a la orilla del mar y sólo se oyen los cantos de las caracolas en complicidad con el mismo silencio e invitan a corear los cálidos susurros de sus idílicos arrumacos...

La mente por los oscuros senderos...


Qué lentos son los pasos de mi regreso, que no me ayudan. Y cómo ha cambiado todo desde el día que partí. Como si yo fuera el muerto que muere otra vez, así me siento... Como si ya hubiera olvidado el corto camino, el único atajo de ilusionada distancia que me llevara siempre hacia ti, como si hubiera envejecido también mi alma. ¡Qué lentos siento hoy mis cansados pasos, qué larga se me ha hecho la noche! ¡Y qué corto mi sueño!.. Ya no sueño más si quiero, no hay caminos en mi subconsciente y me hiere el silencio de tantas soledades... Aunque quisiera no sueño, estoy muerto.

Se me va la mente por ocultos senderos buscando el elixir de la compañía alejada ah tiempo. Mis sentidos amordazados no reaccionan como fuera antes, las cosas bellas de la vida las veo, si, deslumbrar en mi agonía, pero no son mías, las veo y sólo con mi apagada mirada las acaricio; como si pasara de largo por viejos caminos que antaño recorriera, pero que ya no me pertenecen; y me obligara el desconsuelo del abandono, a no poder quedarme para vivirlo todo como antes, más aún, como nunca lo habré vivido... La vida es todo cuanto nos rodea, es la gente, la tierra, el mar y el cielo.

Mientras vivimos estamos de paso, es corta la permanencia, pero sin embargo los encantos que nunca valoramos, las cosas pequeñas, las cosas que llaman... Esas no se nos van, están ahí perennemente. Las sutilezas que tanto despreciamos, son como las simientes para el alma, de ellas nace el verdadero amor, la verdadera grandeza y otras tantas manifestaciones que culminaron desde ese sentimiento sublime y embrionario, como el mismo hombre...

Cuánto diera, si pudiera, que ya nada tengo material, por oír las voces amigas, de los seres queridos. Por besar una sola violeta, por llorar entre tus manos el llanto de mi silencio apasionado.

Sólo si tu recuerdo me llama estaré vivo; y mientras tu plegaria dure estaré contigo, y si te "alejaras" como yo me fui, estaremos juntos. Ya no importa el olvido... Tú estarás conmigo y entonces no habrán silencios sepulcrales ni llantos ocultos, habrá un nuevo amanecer para los dos con aires perfumados, con aromas de nuestros campos y muchas violetas teidíferas, habrá un canto angelical para nuestro amor que nos unirá más, eternamente, y tu voz será mi voz, y tu alma y la mía será una sola y en torno a nosotros tendremos siempre todo aquello que hayamos perdido...

¿Sabes?, volveremos de nuevo a rehacer nuestras vidas, y me dirás: ¡Te quiero!, cuantas veces lo desees, y reirás conmigo... Pero nunca más llorarás, porque entonces estaremos juntos, quién sabe donde, ni cómo, en aquel lugar prometido... Aquel lugar soñado...

Veremos pasar el tiempo sin importarnos su frecuencia ni las prisas que lleve, ni cómo se lleva tantas ilusiones, tantas vidas que apenas han comenzado a liberarse, en un brusco arrebato suyo, como si eso fuera justo, uno tras otro, sin consideración alguna. deliberadamente. Pero estaremos juntos, sin soltarnos las manos, para siempre juntos.

Volver a empezar...


Desde siempre, el hombre, sobre la faz de la Tierra, ha tenido un destino señalado, más o menos afortunado, y ha nacido para llegar a esa determinada (¿?) culminación venturosa, cronológica, a la vez que ineludible.

A través de los años, su providencia, la cual acaba imponiéndose como una realidad individual, señala los caminos a seguir; algunos pueden bifurcarse y desembocar en otros derroteros insospechados y aquellos augurios deseados para sí, tal vez, se vean truncados. Las distintas etapas de la vida van pasando cada una, para entrar progresivamente en situaciones más serias y comprometidas, desde la primera edad hasta la dulce vejez. Nuestra existencia es como una ondulante dimensión de trenzadas participaciones que nos instan en aspectos diferentes, desde cualquier ángulo que se nos vea, ya que sufrimos transformaciones considerables, a permanecer atentos junto con nuestro creciente deterioro... Y es evidente, de que el hombre se va consumiendo, mientras algunos no lleguen a percatarse de ello. Vamos dejando en el camino todas nuestras fuerzas e ilusiones, rindiéndonos y apartándonos en la larga ruta, dándoles el paso preferente a los demás, sin importarnos ya quiénes son ellos. Pero al sospechar a dónde van con sus vitales fuerzas y la alegría que desbordan, deducimos que todos nuestros esfuerzos son vanos, que todos vamos hacia el mismo lugar y las prisas van cediendo, a la postre presentimos el trayecto final, ya que los ánimos también van acabándose paulatinamente.

En sus postrimerías, los hombres ya mayorcitos y según sus destinos, reparan en esos decisivos momentos, intuyendo que de nada les sirven las resistencias instintivas y conservadoras, en esa invariable realidad. Unos más protegidos, por que están abrigados por el cariño y los cuidados que le dispensan sus familiares, amigos e instituciones sociales, amen de las gubernamentales; a los demás, sin esa suerte tan maravillosa, sólo les queda arrastrar el fardo lastimero de sus desengaños, sus inconsolables penas y los lejanos recuerdos... Hallar las tristes y paupérrimas horas vividas, ¡para nada!, al recordar su engañoso pasado, después de tanto luchar y darlo todo por los demás, para ahora verse tan solos, abandonados por sus seres más allegados, por la sociedad misma, eso es denigrante.

Siempre ha sido así. El viejo ya ha vivido bastante, ya no sirve para nada, es un estorbo que ocupa un espacio necesario para otros más jóvenes... "Hasta huelen mal algunas veces". Son desesperantes, inoportunos e intransigentes. No se están en un sitio quietos, todo lo tocan y protestan de todo.

¿Por qué Dios no habrá hecho un Paraíso aparte sólo para los viejos? ¡Un lugar que envidiara el resto de los hombres y lo ambicionaran para ellos! Un lugar especial cuya atracción ilusionara y mitigara aquí, en vida, tantas contrariedades y desconsuelos, la incomprensión injusta y cruel de tantas personas desaprensivas hacia los mayores de edad. Los viejos volverían a ser como niños, y como jóvenes... Volver a empezar... La ilusión en ellos renacería, volverían a iniciar de nuevo "sus vidas", las renacerían tan dulcemente...

A pesar de las habituales demoras, si no tanto, algo se está haciendo para ellos, nunca como ahora podemos hablar de solidaridad humana, la Organización de Naciones Unidas, por ejemplo, se ha empleado a fondo en ese proyecto universal de amparar a todas las personas de edad avanzada, buscándoles un techo seguro y cuanto necesiten para que vivan sus últimos años dignamente, con esa ilusión reparadora que todos necesitamos e ir sosegadamente en ese difícil trecho que nos queda por andar, que yendo con dignidad parece que fuera menos triste la idea de acabar para siempre.

Cuando paso por una Residencia de Ancianos, por los Centros llamados de la Tercera Edad o similares, siento que algo me da vueltas dentro del pecho, es como un sentimiento nada extraño que me obliga a meditar y mientras pienso, en mis soliloquios digo que hacen falta más Instituciones de esas - muchas más - que garanticen a nuestros queridos mayores esa paz que veo en ellos, al pasar por esos benditos Hogares. Cuando miro hacia adentro... Les veo tan felices y contentos, algunos de ellos viviendo mejor que cuando lo hacían en sus antiguas casas... Sin pasar por la angustia de tener que pedir que le pongan el plato de comida, que ya es tarde... O que las ropas de la cama se ensuciaron... Que no tienen ni un cigarrillo... Que sienten frío... Que están enfermos... ¡Qué paz, Señor, saber que le atenderán a uno sin reproches, sin gritos ni maldiciones! No oír jamás la expresión lacerante que acostumbran a proferir algunas personas despiadadas a sus viejos: "¡A ver cuando te vas a morir, condenado!"

Y lo invariablemente serio e importante, y que más nos preocupa, es, saber que seremos viejos (si es que llegamos) obviando a muchos que ya se sienten solos y que seguramente piensan como yo, aunque no sea mi caso:

¡Si hubiera muchas Residencias para Ancianos!

En estos momentos, cuando tanto se habla de crisis económicas y de valores humanos, es cuando más se debiera pensar en el caso de nuestros progenitores. Ahora hay más pobreza que nunca, no tenemos ni idea de cuantos ancianos mueren de hambre y frío diariamente, e igual que los niños sin padres que mal viven, deambulando indignamente en este convulsionado mundo de represión e injusticia humana, "salvajemente". Matándonos los unos a los otros sin respetar sexo ni edades ni condiciones físicas o síquicas; bombardeando hospitales, colegios... Envenenando las aguas, quemando los bosques e incendiando aldeas enteras; ahora es cuando habría que estudiar, desde todos los niveles sociales y políticos, cómo hacer realidad un proyecto que logre en un futuro no muy lejano, la garantía de la dignidad de esos "pobres niños". Y en su corta permanencia, la de esos viejos valores - que son nuestros padres y abuelos- o siquiera mitigarles el sufrimiento y el abandono de muchos de ellos por parte de muchos gobiernos y de la propia familia. Pensemos, que esos Centros podrían ser nuestro digno y placentero hogar el día de mañana, repito, si es que logramos llegar a viejo.

Que lejos se han quedado los temores


Siempre que comienza un nuevo año me hago el propósito de ser lo más "positivo" posible respecto a los demás y, por supuesto, aunque me cueste trabajo, también busco algún provecho de lo que escribo, para alimentar mis esperanzadas convicciones respecto a mi destino, en las postrimerías de mi agradecida existencia. Siempre busco contagiar la alegría, cualquier mensaje de amor y calor humano, cada vez igual, pero no lo consigo: cuando no es por una cosa es la otra y aunque quiera mantenerme al margen de la realidad tantos acontecimientos desagradables, ya conocidos por todos, y que nos obligan a lamentarnos y mantenernos en tensión constante, hoy quiero hacer un extraordinario esfuerzo tratando de olvidar las penas y fatigas de tantos pueblos del mundo, los cotidianos desengaños que también nosotros estamos sufriendo; y así mismo, logro borrar esa huella que no podemos ocultar, que dejan los sorpresivos fracasos de determinada índole y los temores que puedan acosarnos.

Hemos visto en la sombras de nuestra indefensión ocultarse ilusionados proyectos, perdidos para siempre, quizás. Sentido el dolor hasta la desesperación, también, al perder en ese viaje sin retorno a seres muy queridos, por un camino u otro, y nos hemos sentido terriblemente solos sin ellos... Son como las tormentas y como el tiempo, llegan y pasan, luego se vuelve a prender la luz del alba con insistente atracción, con un extraño halo de esperanza que percibimos junto al calor que nos deparan sus fulgores, y parece que alumbran nuevamente los caminos de la vida. Y nos incorporamos con el supremo esfuerzo de la ansiedad, ese deseo por recobrar lo perdido, o simplemente, poder darnos a nosotros mismos algo de estímulo para ordenar el torbellino de nuestras cosas dispersas por doquiera "abandonadas" por la confusa ceguera ante la espantosa y adversa situación que vivimos.

Sólo faltan unos pasos más... Busquemos el consuelo en nosotros, busquémonos y para ello hemos de asomarnos a la vida. Abramos todas las puertas y ventanas, igual que el corazón... Veamos ese nuevo amanecer y andemos por aquellos caminos, aunque nos devuelvan recuerdos imperecederos, que en ellos están aún frescos y dispersos los pétalos de las primeras margaritas del gran amor, entonces deshojadas; en ellos están las huellas indelebles de sus pasos y, si hasta parece, que las brisas traen el eco dulce y cálido de su voz...

Todos los caminos están ahí, abiertos, para que sigamos la misma ruta de nuestros viejos sueños, sin interferir para nada en nuestro dolor, pero sí, dándonos la tierna sensación de no estar tan solos y esa compañía nos dará más fuerzas para sostenernos altivos frente a la vida y recibamos de ella todos sus influjos y la afectividad que tanto necesitamos. El campo nos llama con sus aromas característicos por que las brisas son mensajeras de ilusiones. En el campo, cuando vemos libar a las abejas o a las sutiles mariposas nos extasiamos "sin saber por qué" hasta el punto de sentir envidia de ellas por no poder libar todas las flores como una ofrenda, y en ese culto, poder dejar parte de nuestro corazón y llevar la miel a los labios amados en nuestros sueños trasnochados que vuelan con las alas del profundo amor...

Y si nos acercamos a la orilla de nuestras playas, podamos sentir en nuestros rostros la caricia que íbamos buscando y que tanto hemos echado de menos... ¡Nunca estaremos tan solos!

Los caminos siguen abiertos y a través de ellos esa luz irá creciendo dentro de nosotros. Otra vez habrán bellos atardeceres, oiremos aquellas melodías del silencio mezclándose con el trinar de los pájaros y la brisa pasando suavemente, sólo rozándonos allá donde estemos; pero con las puertas abiertas para escuchar sus cantos... Y por las noches, reposarán nuestras sienes en la placidez del sueño poblado de gratos recuerdos, sintiendo sólo la fatiga de aquellos largos paseos por entre el follaje de nuestros montes, como si estuviéramos perdidos en su espesura deambulando entre luz y sombras, entre "tierra y cielo" entre risas y llantos, buscando esa luminosidad esplendorosa y reconfortante de la nueva aurora, vista a través de nuestra ventana abierta a todos los encantos de la propia vida. Todos los caminos están abiertos para nuestra felicidad, si sabemos entender que, el dolor jamás podrá ser interferido por nuestra necesidad de querer seguir viviendo, que nunca estaremos solos en el recuerdo. Y aceptar de que otros quedan aquí que necesitan vernos felices, que están esperándonos en los floridos márgenes de ese fantástico camino que Dios ha querido alargar para que sigamos los obligados pasos que nos quedan aún por dar...

¡Qué lejos se han quedado los temores!, como si las ausencias aclararan las ideas y pudiéramos pensar sin ahuyentar el verdadero dolor, que podamos sentirnos tristes y alegres a la vez... Podamos vivir junto a esos seres perdidos, siempre, en los recuerdos... con las cosas que aún están dispersas por algún rincón, en las gavetas de sus armarios, en el corazón... Podamos seguir junto a ellos, que no hayan vencidos en esta cruel batalla, sólo una espontánea ausencia. Podamos hablarles, y hasta en voz alta, y repetir las mismas frases, como era antes... Podamos soñar día y noche con ellos.

Y también podamos vivir con los pies firmes en la tierra, atendiendo nuestras obligaciones, sin excusa alguna. Podamos sonreír y darle gracias a Dios por todo cuanto nos ha dado, aunque algo muy íntimo siempre nos haya quitado, pero respetando con reverente amor sus decisiones y si nos llegaron a parecer alguna vez injustas, quepa también pensar que siendo voluntad de su divino poder, habrá en ello una decisión celestial de trascendental repercusión sobrehumana... Nosotros aún sabemos muy poco de Dios, nuestra capacidad intelectual es incapaz de asimilar su grandeza y su bondad infinita. Dejemos en sus manos nuestras almas... Y vivamos la vida, busquemos ese calor "comunicativo" que tanto necesitamos todas las cosas creadas que están aquí, en nuestro entorno. Olvidémonos de la parte "negativa" y disfrutemos de los días de vida que nos queden. Vivamos y hagamos felices a cuantos nos rodean, compartiendo con ellos, también nuestras alegrías...

Desenganchado el vagón del mal el tren marcha mejor...

Escuchar al subconsciente fue mi acierto, no entendía nada hasta entonces, todas esas cosas que van sucediendo a nuestro alrededor y a las que, muchas de ellas, no les hallamos sentido. Confuso atravesé el umbral de mis dudas dejando atrás lo incomprensible, lo vago... ¡Todo era trivial, insustancial, hueco y sin dimensión alguna!

Al escuchar esa voz interior, como salida desde la tumba de mi conciencia, detuve con suerte la marcha de tantas y estériles meditaciones para fijar mi atención al hacer un detenido análisis de todo aquello que me estaba ocurriendo. Y oí los consejos implacables de mi atribulada razón, había que elegir otro camino ya que, por el que iba no hallaría la salida, estaba viviendo un laberinto emocional, estaba atrapado y hubiera sido definitivamente fatal seguir por esos derroteros.

Desde entonces he alimentado la esperanza de haber sabido elegir por donde voy, y me consuela decir que soy feliz en gran medida, aún reconociendo que nadie es feliz del todo. Veo muy lejos de mí aquellos momentos de desazón y desconsuelos, de aquel aislamiento obligado, como si estuviera incomunicado e interponiéndose otra voluntad que no era la mía, entre la realidad y el miedo.

- Pero bueno, lo importante es que estás cambiadísimo, ¿quién iba a decírmelo? Si no lo veo no lo creo. Has vencido muchacho, te lo garantizo. No puede ser de otra forma, has logrado desterrar al enemigo infernal que tanto daño te hacía y que no respetó el terrible dolor que también causó a tus familiares y tantos buenos amigos que tienes. Ayer lo supe por tus padres y vine cuanto antes pude a verte. La verdad es que me alegro, ya sabes que yo les aprecio mucho y que te conozco desde cuando eras un mocoso...

Las amistades hay que saber escogerlas. Nadie es más tonto que aquel que se hace pasar por tonto, ese cae fácilmente. La calle está llena de “golfos", ¡si pudiéramos acabar con todos ellos! Luego, también están los “grandes", ocultos en sus lujosas madrigueras, tirando la piedra y escondiendo la mano. Aprovechándose de la parte débil de nuestra juventud desorientada, sin trabajo, ni perspectivas que les de la esperanza incentivadora a corto plazo que sea, de hallar la solución de sus más elementales aspiraciones, saber que serán atendidas (sin tantas demoras) sobre sus futuros, de alguna manera. No, no estoy justificando la conducta equivocada y lamentable de esos desalmados sin escrúpulos, que por un puñado de pesetas están asesinando a tantas criaturas cada día, eso nunca. Bueno sería buscar entre todos la solución a santísimos problemas que sufre la Sociedad y que no habrá Gobierno capaz de superarlos mientras no exista trabajo para todos y para las siguientes generaciones "cultura", desde el ceno de las familias, los colegios y las distintas Administraciones jurídicas, políticas y sociales. Es responsabilidad de todos, si no, nada positivo se conseguirá, la vida será un desastre.

- Pero bueno, esperemos que tú no vuelvas a caer, podría costarte la vida, tenlo siempre presente. Búscate una ocupación, y si no la hay la inventas. Lo importante es, que no vuelvas a las andadas, no caer en las redes del mal-

Como quien ve desenganchado el vagón, que se aleja con su inercia del fantástico tren de la vida, donde va el enemigo aterrador de la droga y se aleja, en sentido opuesto, como una pesadilla; y para siempre...