22/12/12


EL TIEMPO, EL HOMBRE Y SU MENTE


La mente no necesita calzados para andar por los lugares amados, es tan ligera y ágil como el aire agitado  del propio deseo; liviana como el sutil suspiro... La mente liberada del hombre veloz recorre las distancias sin límites: desde una orilla a la otra. Es como el pensamiento emancipado, autárquico, corre abnegadamente  en pos de sus motivos idealizados, representados  en los sueños... Vivaz y muda, sin palabras que la delaten. La mente sortea toda clase de adversidades, vence  en sus obstinados propósitos y llega siempre puntual donde desee llegar. Sólo sí, a veces, no es correspondida esa abnegación y su etérea evocación se ve limitada. El hombre y su mente, también, suelen ser víctimas de sus propios impulsos, a pesar de la ingravidez de aquella.

¡Cuántas veces le hemos dado rienda suelta!.. Y, cuántos momentos diferentes hemos vivido  en aras de ese nexo espiritual al evocar situaciones diversas; y cuántas veces la pena nos ha minado, provocando el llanto callado que tratamos de ocultar siempre. Las doradas alas del pensamiento, cómo me han obligado a recorrer esas largas distancias, más allá de las fronteras que imaginamos, al final de todos los caminos, donde las voces se apagaron y el aliento ahogado se hace silencio, eterno silencio... ¡Cómo recuerdo cosas que han ido quedado atrás!..

Viendo,  en la concurrida playa norteña, una pequeña embarcación alejarse velozmente, que va dejando atrás la estela espumosa  en el mar abierto, sinceramente, con nostalgia he reflexionado  en todo cuanto digo: "el tiempo nos va separando de tantas cosas íntimas y queridas; como la blanca estela espumosa"... Ahora, y  en cualquier momento lo pienso,  en cualquier lugar y situación. Pienso  en aquellas vivencias pretéritas y tantos recuerdos que conservo, con tal reparo y conciencia, que valoro más el presente de esta corta permanencia nuestra. Siento la natural embriaguez que me deparan estos sentimientos... Y tanta añoranza de todo cuanto ya no puedo alcanzar por más que corra, o sea ardua mi persecución. Lo que ha muerto descansa  en paz, aunque la mente siga atormentada, buscándole...

Uno busca, entre las sombras, querencias perdidas de algún ser amado. Algún lugar,  hoy desaparecido, donde nuestras huellas estaban presentes, señalando momentos apasionados. "Aquel rincón tranquilo: abajo el mar, moviéndose apaciblemente, sólo oyendo el susurro, cual dulce y cadente melodía de sus olas. Arriba el blanco muro que bordeaba al camino, tantas veces transitado. Perdida la mirada, sin decirnos ni una sola palabra, mirando al mar, cogidos de la mano. Cosas así, muchas anécdotas más se fueron alejando, como la espuma  en la mar, separándonos para siempre. Uno va buscando esas vivencias idealizadas, tal vez, sin apenas percatarnos de la misma realidad. Teniendo tan cerca un corazón que está latiendo por nosotros. Uno sigue buscando imposibles, obcecadamente. Y aunque el camino sea escabroso y solitario insistimos buscando lo que ya no existe; y morimos  en ese empeño, obviamente, sin alcanzar ver realizados esos sueños...


Celestino González Herreros
          celestinogh@teleline.es






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