ECOS DE UN CANTO
ANUNCIADO...
A veces repaso con inusitado empeño los recuerdos como
una necesidad que debo atender, que obliga a extasiarnos en ellos, como si a un
trozo de nuestra vida le viéramos flotar en
medio de un inmenso mar de confusiones y quisiéramos atraerlos, al
pensar que nos pertenece y sin querer aceptar que ahora es pasado, Que son
despojos de una realidad que va sufriendo una metamorfosis ineludible de tiempo
y vida que se estaciona fragmentada en la fría oquedad del espacio pretérito que
se nos va alejando... Sólo nos queda el consuelo de la evocación, ese recurso
emotivo del deseo y la necesidad de hallar el calor de aquellos días que se nos
fueron y en nuestra alma dejaron una marca para siempre y en la mente, donde
han sido memorizados los gestos y las imágenes de todo aquello que no quiere
morir.
Hoy siento, de los recuerdos, el placer que me deparan
aquellas vivencias en la Villa
de Los Realejos, cuando allí vivía y compartía mi actividad profesional en
dicho Municipio; hallo en ellas una mezcla de satisfacciones que me devuelven,
cuando el tiempo ya ha pasado, de la vida la alegría de haberlas vivido. En mi
mente aparecen las caras con sus gestos dulces y diáfanos de tanta gente
conocida y no me libran de ese sentimiento el tiempo que también ha pasado y ha
cambiado tantas cosas... Me entristece, eso sí, el fatídico destino de muchas
gentes conocidas de esos pueblos, que, también van yéndose; se nos han ido y
sólo conservamos de ellos, el calor del afecto que nos dieron y la evocación de
los inolvidables momentos con todos ellos compartidos.
Aún así, a veces parece que no hayan pasado dichos
ciclos, ese precipitado devenir cual si fueran soplos del vendaval de la vida,
aún llenos de ilusiones, de esperanzas y tristes contradicciones que no se dejan
influir y lo arrastra todo a su paso, lo que, obviamente le pertenece, a medida
que va pasando, y nos deja aquí indefensos, a merced del implacable sino…
El municipio de los Realejos, bien merece todos los
elogios que han de ser inaplazables en el tiempo, el pasado y en el que
vivimos, teniendo en cuenta su capacidad de desarrollo urbanístico y social, la
expansión en su territorio, del espacio aprovechable para dotar de las
respectivas infraestructuras necesarias a sus ciudadanos. Su armonioso
crecimiento no puede pasar desapercibido, ni el silencio de su avance físico y
social. Sin grandes aspavientos, se ha ido extendiendo positivamente y seguirá
su inteligente curso. Todos han contribuido a su engrandecimiento, cada cual en
la medida de sus posibilidades y
circunstancias, unos con más suerte que otros, pero el esfuerzo de cada uno de
los respectivos gobiernos, es patente y bien valorado. No debemos hacer leña
del árbol caído, lo que si es correcto, es respetarnos mutuamente y demostrar
siempre de lo que somos capaces y dejar las buenas obras para la gloria de
vuestra historia.
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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