CASOS
Y COSAS DE CASA, SI SEÑOR…
Los enfermos, los impedidos
físicamente, los ancianos, etc., en Puerto de la Cruz no tuvieron la ocasión
del disfrute del Coso de los Carnavales portuenses del presente año, 2.013, ni
el resto de nuestros comunitarios canarios y españoles. Se quedaron con las
ganas debido a que las distintas TV locales, la autonómica y nacionales estaban
muy ocupadas con programas más importantes.
¡Había que ver en los viejitos
de Santa Rita, por ejemplo, tamaña contrariedad! Algunos de ellos dijeron: ¡Ya
no nos escuchan! ¡Toda la semana esperando el momento para que nos hagan esto!
El desencanto fue general,
toda la ciudad turística estaba en vilo… ¿Cómo es posible con tanto progreso
informático, con tantos adelantos técnicos y que nos sintamos más desamparados
que nunca? Si quiera por complacer a tantos enfermos encamados y a los viejitos
que no pueden salir de sus casas… ¿Acaso es por que no había dinero? No hay
justificación que valga, ni buena voluntad por complacer a esa pobre gente a
quienes les debemos tanto. Con la vara que miden serán medidos, no lo olviden.
Hubo en Puerto de la Cruz, por
nombrar un municipio canario, en tiempos no muy lejanos, más respeto y
consideración hacia nuestros viejos. Ahora pienso con estupor, ¿qué será de
nosotros, ahora los que ya estamos en el umbral de la vejez, cómo irán a
tratarnos? A veces es muy triste vivir tanto, si, llegar a ser viejos
indefensos. A merced de tanta incomprensión.
Esas personas que rigen los
destinos materiales de los ciudadanos, debieran tener más cuidados a la hora de
barajar el rumbo de una sociedad, no entorpecer el ritmo de la existencia de
los seres humanos, no falsear los conceptos aludiendo mejoras que jamás lo
serán si se atenta con la calidad de vida de nuestros viejos, por ejemplo,
engañándoles. ¿Qué prisa tienen de verles desaparecer para que sean una carga
menos que atender? No hablo de conciencias porque es de suponer que aquellas
personas que les desatienden económicamente, precisamente, los últimos días de
su existencia, no pueden tener conciencia, ni entrañas que aniden el dolor que
causan. Pero no olvidemos que la vida no perdona, harán lo mismo con ellos
llegado el momento.
A las personas mayores hay que
atenderlos lo más justamente posible, no debiéramos negarles nada. Y sobre todo
o antes que nada, considerarles y amarles. Seamos pues, transigentes con ellos
y alegrarles sus últimos días; demostrarles y recordarles cuánto les debemos,
aunque nunca nos hayan pedido nada a cambio de sus desvelos con nosotros desde
cuando nos enseñaron a dar los primeros pasos hasta estos días que aún estamos
viviendo. Ellos, a veces, se conforman con sólo una sonrisa y un cariñoso beso.
¿Saben cual es la mayor preocupación de nuestros viejos? ¿Cuál va a ser nuestro
destino, el destino de su cónyuge, sus hijos, nietos y los que más vengan? Les
preocupa muchísimo nuestra suerte cuando ellos falten. ¿Quién siente más por
los demás? ¿Cuánto les debemos?
¿Creen ustedes, queridos
lectores, que se merezcan recortes puntuales para entorpecer la atención
asistencial a los discapacitados y enfermos crónicos? ¿Verdad que no es justo?
Sólo deseamos que no se les
atropelle brutalmente como si fueran objetos inservibles y reduzcan su loca
marcha para hacerles el menor daño posible.
Celestino González Herreros
celestinogh@teleline.es
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