29/2/12

MANOLO MELIÁN ESCOBAR PRESENTE EN EL RECUERDO AUNQUE ESTÉ AUSENTE…


Últimamente he tenido que visitar el Taller Mecánico de mi ausente amigo Manuel, hoy diligentemente atendido por sus hijos, a quienes tuve la ocasión de saludarles, así como al resto del personal.


Como acostumbraba hacer, me senté en una de las dos butacas, en la Oficina de Administración, frente a la mesa central, e instintivamente “busqué” a mi lado la otra butaca. Al verla vacía sentí una muy fuerte y extraña sensación, indescriptible. Allí se sentaba él y al verla desocupada, hoy me obliga a pensar en lo frágiles que somos y a duras penas tragué mi angustia disimuladamente. Aquel rincón le gustaba más a él, cuando conversábamos largos ratos hablando de todo un poco, como si hubiera querido matar las horas… Era un gran conversador y a la vez un gran amigo, de los que ya quedan pocos.


Ver la butaca libre, hoy me impone sobremanera, a pesar de ello, para tener un sano recuerdo de aquellos ratos en los que platicamos juntos, le dije a Francisco, uno de sus hijos, que sacara una foto para recordar siempre aquello y borrar la lejanía que evidentemente nos separa; y lo triste es, que ha de ser para siempre. Sí, he de mentalizarme, de que ese puesto en la oficina, en el Taller, en ese solitario sillón, aunque vaya a estar tan vacío, cabe el consuelo de que Manolo estará siempre entre nosotros, en la mente, en el corazón. Intuitivamente, en cada rincón que transitemos En ese triste sillón también, aunque no le veamos materialmente, pero nuestro espíritu jamás se separará de su lado. El amigo Manolo nos obsequiará cada instante, con su afectuosa sonrisa, gesto que nunca le negó a quienes se acercaran a él.


La familiaridad que siento al llegar a su Taller, dice mucho para mí, sus hijos, de los que tan orgulloso se sentía, su personal, tanto administrativo, como el laboral. Si me atraen tan amistosamente, debe ser la influencia que sigue ejerciendo sobre todos nosotros, su espiritual presencia allí, igual que en su hogar, donde tanto trabajó largos años. Y las simientes, esa fértil semilla de sus valiosas cualidades y virtudes, como lecciones imborrables, ya han germinado en nuestras conciencias.


Celestino González Herreros

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