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A mis hijos se les ocurrió la idea de ir almorzar en casa de “Doña Esperanza”, como siempre hemos dicho, o, llamado el lugar Casa Francisco, donde el tingladito, en Santa Ursula. Me pareció muy acertada el proyecto, así saludaría a esa buena gente que hace años no les veo.
Al acomodarnos en el comedor donde teníamos una mesa reservada desde el día anterior y al ver acercarse hacia nosotros a uno de los hijos de Francisco, lo primero que hice fue preguntarle por su padre. Y, cuál no sería mi disgusto cuando me dijo que le habían dado cristiana sepultura la semana anterior. Me quedé de una sola pieza, ni me acuerdo qué exclamé entonces, lo cierto es que se me estrujó el corazón y sentí encogérseme.
Para aquellos quienes no tuvieron el placer de conocerle, les diré que era una persona excepcional, respetuosa, buen carácter y buen conversador. Desde que en vida, su madre doña Esperanza, atendiera al público con su exquisita cocina, gentes de muchos lugares de la isla eligieron siempre su Casa para pasar un día grato y placentero, atendido con el mejor de los esmeros y la consideración consiguiente.
Luego el Negocio lo atendió su hijo Francisco y ahora lo defienden sus hijos, quienes hacen honor a las buenas cualidades y virtudes heredadas de su padre.
Hay momentos en la vida en los que al reflexionar sobre su fragilidad, en los cuales llegamos a sentirnos, tan indefensos, tan sutiles… Esa fragilidad de la vida es digna de tenerse en cuenta. En cualquier momento, en el menos esperado, ya estamos implicados, bien sorpresivamente, sentenciados por algún desarreglo patológico o, simplemente, por exceso de edad. Por suerte no sabemos cuándo ha de ser. Y entre tanto, siempre debiéramos tener preparadas nuestras cosas, no para llevárnoslas, nos vamos ligeros de equipaje, sólo lo puesto que el viaje es largo, muy largo. Antes tenemos tiempo, con un poco de suerte, de descargar nuestras conciencias, hemos de irnos limpia el alma, la única esperanza si aspiramos llegar al lugar del eterno descanso.
Mientras estaba degustando los alimentos que habíamos pedido, no apartaba de mi mente tantos recuerdos en compañía de mi padre y sus habituales amigos, los que solían ir algunas tardes a jugar unas partiditas con las cartas, hace ya algunos años, y era Francisco el anfitrión de las rondas, siempre amable y dichacharachero. Pensaba entonces, sentado aún en torno a la mesa, almorzando con mi familia, cuál es nuestro verdadero destino, hoy aquí, mañana quién sabe donde, pero lejos para siempre sí, aunque les tengamos tan cerca, en nuestra mente y en el corazón.
Don Máximo Arbelo Hernández (conocido por Francisco), falleció el 31 de enero de 2.012, a la edad de 94 años, confortado al recibir los Auxilios Espirituales. Su desconsolada esposa doña Afligido García Domínguez, hijos y demás familiares, ruegan le tengamos presente en nuestras oraciones por el eterno descanso de su alma.
Aunque nos parezca que allí falta alguien… El estará siempre presente sonriéndonos y agradeciéndonos nuestra fiel y habitual asistencia...
Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
A mis hijos se les ocurrió la idea de ir almorzar en casa de “Doña Esperanza”, como siempre hemos dicho, o, llamado el lugar Casa Francisco, donde el tingladito, en Santa Ursula. Me pareció muy acertada el proyecto, así saludaría a esa buena gente que hace años no les veo.
Al acomodarnos en el comedor donde teníamos una mesa reservada desde el día anterior y al ver acercarse hacia nosotros a uno de los hijos de Francisco, lo primero que hice fue preguntarle por su padre. Y, cuál no sería mi disgusto cuando me dijo que le habían dado cristiana sepultura la semana anterior. Me quedé de una sola pieza, ni me acuerdo qué exclamé entonces, lo cierto es que se me estrujó el corazón y sentí encogérseme.
Para aquellos quienes no tuvieron el placer de conocerle, les diré que era una persona excepcional, respetuosa, buen carácter y buen conversador. Desde que en vida, su madre doña Esperanza, atendiera al público con su exquisita cocina, gentes de muchos lugares de la isla eligieron siempre su Casa para pasar un día grato y placentero, atendido con el mejor de los esmeros y la consideración consiguiente.
Luego el Negocio lo atendió su hijo Francisco y ahora lo defienden sus hijos, quienes hacen honor a las buenas cualidades y virtudes heredadas de su padre.
Hay momentos en la vida en los que al reflexionar sobre su fragilidad, en los cuales llegamos a sentirnos, tan indefensos, tan sutiles… Esa fragilidad de la vida es digna de tenerse en cuenta. En cualquier momento, en el menos esperado, ya estamos implicados, bien sorpresivamente, sentenciados por algún desarreglo patológico o, simplemente, por exceso de edad. Por suerte no sabemos cuándo ha de ser. Y entre tanto, siempre debiéramos tener preparadas nuestras cosas, no para llevárnoslas, nos vamos ligeros de equipaje, sólo lo puesto que el viaje es largo, muy largo. Antes tenemos tiempo, con un poco de suerte, de descargar nuestras conciencias, hemos de irnos limpia el alma, la única esperanza si aspiramos llegar al lugar del eterno descanso.
Mientras estaba degustando los alimentos que habíamos pedido, no apartaba de mi mente tantos recuerdos en compañía de mi padre y sus habituales amigos, los que solían ir algunas tardes a jugar unas partiditas con las cartas, hace ya algunos años, y era Francisco el anfitrión de las rondas, siempre amable y dichacharachero. Pensaba entonces, sentado aún en torno a la mesa, almorzando con mi familia, cuál es nuestro verdadero destino, hoy aquí, mañana quién sabe donde, pero lejos para siempre sí, aunque les tengamos tan cerca, en nuestra mente y en el corazón.
Don Máximo Arbelo Hernández (conocido por Francisco), falleció el 31 de enero de 2.012, a la edad de 94 años, confortado al recibir los Auxilios Espirituales. Su desconsolada esposa doña Afligido García Domínguez, hijos y demás familiares, ruegan le tengamos presente en nuestras oraciones por el eterno descanso de su alma.
Aunque nos parezca que allí falta alguien… El estará siempre presente sonriéndonos y agradeciéndonos nuestra fiel y habitual asistencia...
Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
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