HA FALLECIDO EN PUERTO DE
Mis pensamientos, es estos tristes momentos, al saber que otro buen amigo nos ha dejado, sólo físicamente, claro está; y que en mí perdurará, por condición humana, en el latente recuerdo, desde que éramos muchachos, jovencitos y hasta el triste presente, ya mayorcitos, nuestras sienes plateadas y el evidente deterioro de nuestra salud y algunas facultades…
Ahora mismo le estoy recordando con pantalón corto, cuando iba acompañarme en casa de mis padres. Vivíamos muy cerca y era costumbre visitarse los chicos y relacionarse.
Siempre fue una persona correcta, muy prudente y bien educado. ¡Ay, que tiempos aquellos! Y que mentalidades las nuestras, cuando cualquier motivo en la vida, nos conformaba.
Entonces yo disponía de dos hermosos palomares en las azoteas de la casa de mis padres. En nuestra ciudad hubo muy buenos colombófilos oficialmente controlados, cuidados y defendidos por las Fuerzas del Ejercito Español, cuando siempre hubo alguno que no respetaba las Ordenanzas Ministeriales.
Era Gonzalo Pavés Curbelo, una de esas personas que por mucho que digamos para justificar sus humanas cualidades, su sensibilidad y natural nobleza, que convencía, siempre nos quedábamos cortos por muchas frases bonitas que elijamos. El era mucho más de lo que pudiéramos decir. Como cualquiera de nosotros, tendría sus defectos, eso es normal, pero sus virtudes, al menos como amigo no se las voy a negar.
Saber, sorpresivamente, la noticia de su óbito, ¡me ha dejado tan indefenso! Por qué no decirlo, también algo asustado. Con qué facilidad, a veces, nos vamos definitivamente, es que nos falta tiempo hasta para decirle adiós a la vida… A los desconsolados familiares, a los amigos; todos nos quedamos sorprendidos. Lo que cuesta, algunas veces, venir al mundo. Y qué fácil nos vamos.
Me consta, Gonzalo, ante todo fue un buen padre de familia y a los amigos los respetó hasta el último instante. A mí, particularmente, siempre me brindó muestras de gran afecto. Con él me sentía siempre muy hermanado y con su querida familia. Pero como las palabras huelgan, sólo ya me cabe el consuelo de rogar a Dios por el eterno descanso de su alma. Y a su desconsolada familia, nuestra querida Lula y sus muchachos, la paz espiritual que les conforte y junto con sus oraciones vayan las nuestras, como aves mensajeras que se remontan alegremente hasta el final del espacio que vivimos, hasta allá arriba, en el Cielo, rogándole a Dios por su eterno descanso.
Celestino González Herreros
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