Toda la luz, cual sinfonía celestial que llegara, fue como si se volcara sobre el blanco papel donde escribo y ella quisiera, de súbito, borrar con su transparencia virtual los borrones que hubieran, esas dudas y contradicciones que a veces nos acosan o acompañan en el concierto mundano de nuestra existencia. Toda la luz llegó como un vendaval inesperado y en ese claro de luz, mi mente fue liberada y brotaron nuevos pensamientos como en un sueño de amor; y los caminos florecieron todos; y las quebradas y los atajos más dispersos... Todo fue transformándose con la solemnidad del momento en otra dimensión distinta, en lugares nunca vistos, aunque muchas veces soñados, caprichosamente soñados. Y por la empalizada me pareció verte, silente, cruzando el callado pavimento tantas veces andado juntos. Se desataron las firmes ligaduras de nuestra propia incomprensión y aparecieron los desperfectos ya viciados por el tiempo transcurrido, apenas reconocibles, pero eran nuestros defectos y nuestra intolerancia, la vaguedad de nuestra escasa experiencia y las indecisiones de nuestros sanos impulsos a pesar de todo.
¡OH Dios!, necesito un amplio lienzo, que sea el mayor... Ya que este trozo de papel es muy escaso para volcar en el todo el caudal de voces y pensamientos que han renacido en mi mente. De súbito ha sido, al pensar en ti. Un lienzo para buscar en ese mar de luces aquellos resquicios de sombras volatizables de mi pasión. La otra cadencia del singular concierto, donde se esconden los recuerdos más turbios, los inconfesables recuerdos, el llanto callado y las lágrimas que aún titilan como perlas encendidas en nuestro corazón.
La brisa cuando acaricia, más parece que nos devolviera esa paz tan necesaria... Y entre tanto, escapamos del cruel laberinto de nuestras confusiones.
Donde hay o hubo amor, siempre hay perdón; hasta en los sueños Dios perdona, aún cuando desafiemos las leyes divinas y luchemos por conseguir “oníricamente” lo que el destino nos quitó.
Con tanta luz y un lienzo apropiado, de pinceles armado y un montón de pinturas, con mi mente alocada y el corazón tan henchido de amor, ¡ay, Dios mío!, cuántas pinceladas, qué torbellino de luces y colores juntos, de sombras y abismos... ¡Ay!, si pudiera plasmar en ese imaginario lienzo mi pasión y el amor que siento por todo cuanto me rodea hoy y lo inalcanzable. La pálida luz de esa nueva aurora es ahora como un mágico amanecer que surgiera en mi alma, es la luz delatora de mi inmensa felicidad.
Si pudiera expresar con palabras el éxtasis que estoy viviendo en este apartado lugar, viendo frente a mí, sólo el estático horizonte de esa línea imaginaria entre el mar y el cielo, allá en la lejanía; la mar tendida y serena… Si pudiera guardar este poético momento y disfrutarlo en determinadas circunstancias, si pudiera eternizarlo…
Ante mí y ante la inmensidad del mar, sólo hay matojos y pequeños montículos de tierra abandonada, piedras sueltas y desordenadas por doquiera. Mirando al mar, siento que en mi mente se desataran viejas querencias como si quisieran volver a navegar por las cristalinas aguas del océano, como ayer. Sentir como entonces aquellos bandazos y las caricias yodadas de las brisas pasajeras y la salobre sensación que dejan en los sedientos labios cuando la mar se agita y la ola al romper salpica.
Tierra firme y abandonada, sin manos que la proteja, surcos también sedientos abiertos antaño por aquellos brazos que se esforzaron por fertilizarla un día y las semillas germinaran par hacerla próspera y generosa. Hoy sólo veo ruinas, un deleznable cuadro de abandono, ya nadie vive aquí, se fueron todos a ninguna parte mejor, se fueron en busca de las cosechas doradas de otros lugares y me han dejado solo, con un puñado de semillas en los bolsillos que espero germinen como la ilusión que me asiste y el amor que `ponga en mi trabajos. Del cielo llegarán las lluvias y a través del mar llevaré lejos mi abundante cosecha, yo solo, mar adentro, aunque en mi mente siempre la lleve a ella.
¡OH Dios!, necesito un amplio lienzo, que sea el mayor... Ya que este trozo de papel es muy escaso para volcar en el todo el caudal de voces y pensamientos que han renacido en mi mente. De súbito ha sido, al pensar en ti. Un lienzo para buscar en ese mar de luces aquellos resquicios de sombras volatizables de mi pasión. La otra cadencia del singular concierto, donde se esconden los recuerdos más turbios, los inconfesables recuerdos, el llanto callado y las lágrimas que aún titilan como perlas encendidas en nuestro corazón.
La brisa cuando acaricia, más parece que nos devolviera esa paz tan necesaria... Y entre tanto, escapamos del cruel laberinto de nuestras confusiones.
Donde hay o hubo amor, siempre hay perdón; hasta en los sueños Dios perdona, aún cuando desafiemos las leyes divinas y luchemos por conseguir “oníricamente” lo que el destino nos quitó.
Con tanta luz y un lienzo apropiado, de pinceles armado y un montón de pinturas, con mi mente alocada y el corazón tan henchido de amor, ¡ay, Dios mío!, cuántas pinceladas, qué torbellino de luces y colores juntos, de sombras y abismos... ¡Ay!, si pudiera plasmar en ese imaginario lienzo mi pasión y el amor que siento por todo cuanto me rodea hoy y lo inalcanzable. La pálida luz de esa nueva aurora es ahora como un mágico amanecer que surgiera en mi alma, es la luz delatora de mi inmensa felicidad.
Si pudiera expresar con palabras el éxtasis que estoy viviendo en este apartado lugar, viendo frente a mí, sólo el estático horizonte de esa línea imaginaria entre el mar y el cielo, allá en la lejanía; la mar tendida y serena… Si pudiera guardar este poético momento y disfrutarlo en determinadas circunstancias, si pudiera eternizarlo…
Ante mí y ante la inmensidad del mar, sólo hay matojos y pequeños montículos de tierra abandonada, piedras sueltas y desordenadas por doquiera. Mirando al mar, siento que en mi mente se desataran viejas querencias como si quisieran volver a navegar por las cristalinas aguas del océano, como ayer. Sentir como entonces aquellos bandazos y las caricias yodadas de las brisas pasajeras y la salobre sensación que dejan en los sedientos labios cuando la mar se agita y la ola al romper salpica.
Tierra firme y abandonada, sin manos que la proteja, surcos también sedientos abiertos antaño por aquellos brazos que se esforzaron por fertilizarla un día y las semillas germinaran par hacerla próspera y generosa. Hoy sólo veo ruinas, un deleznable cuadro de abandono, ya nadie vive aquí, se fueron todos a ninguna parte mejor, se fueron en busca de las cosechas doradas de otros lugares y me han dejado solo, con un puñado de semillas en los bolsillos que espero germinen como la ilusión que me asiste y el amor que `ponga en mi trabajos. Del cielo llegarán las lluvias y a través del mar llevaré lejos mi abundante cosecha, yo solo, mar adentro, aunque en mi mente siempre la lleve a ella.
Celestino González Herreros
http://celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
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