27/7/10

MIENTRAS, SIGUE CAYENDO LA LLUVIA

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La inmensa quietud y el silencio otoñal se rompieron cuando llegaron las lluvias... Ahora, en el obligado recogimiento hogareño, echo de menos los románticos paseos por la triste vera que conduce al pueblo, desde este tranquilo lugar. Ni puedo, como hace sólo unos días, al detener mis cansados pasos, hablar con el amigo que, inconscientemente, consume sus últimas horas, esperando el milagro de su paz espiritual, cuando consiga trasponer el umbral sobrenatural de la otra orilla sideral, hasta alcanzar la dimensión del eterno sueño en la infinidad etérea... Tampoco alcanzo, en mi alejamiento, a escuchar las posibles quejas de aquellos comerciantes que ven mermadas sus ventas por culpa de las lluvias, cuando antes sonreían al considerar sus pingues beneficios. Todo está menos concurrido que otras veces, pero no nos hemos detenido a pensar: ¡Qué falta nos hacían estas aguas! Nuestros campos hoy están contentos al recibir el contacto más preciado por sus sedientos poros que se esponjan y se nutren después de una severa sequía que llegó amenazarnos con un verdadero desastre ecológico y por ende económico. Hay, entonces, motivos sobrados, para agradecer esta bendición que nos llega desde arriba.

En mi obligado encierro casero, al menos ayer y hoy, no me canso de otear, a través de la ventana, cómo corre el agua por el asfalto, y cómo la abundante vegetación de esta privilegiada zona urbanística, resplandece bajo el fulgor de la luz artificial en la noche.

La ciudad aun no se ha paralizado, como es de prever después de las torrenciales lluvias, todo sigue en movimiento mientras cae el tan necesario líquido. Ya los menudos duermen; y cuando reina el silencio en toda la casa, tras los mojados cristales de mi ventana, siento deseos de permanecer en pie, viendo llover... y perdido en la oscuridad, presiento muy cerca de mí el mar con sus enfurecidas olas batiéndose con fuerzas contra las rocas de la escollera y arremetiendo despiadadamente contra los indefensos bajíos de la costa. No hay música más persuasiva y deliciosa que la producida por la cadente caída de la lluvia llegando fuertemente contra los cristales y que viene a despertarnos del tedio de la inconsciencia, y llega a transmitirnos esa larga letanía de notas acariciadoras guiadas por las suaves brisas y a veces los fuertes vientos, modulando en emocionado encuentro la tempestad armónica de las más bellas sintonías... El canto sentimental de las lluvias es un poema de irresistible seducción. Y, yo quisiera cantarle a esa gracia divina con la más pura prosa y dejar presente el sentimiento de mi gratitud alabando al Cielo. Que la sed de nuestra tierra sólo la calma esa afluencia enviada por Dios. El agua que perjudica a unos y nos beneficia a todos, que nuestro suelo es agrícola por excelencia y de el dependeremos siempre, por mucho asfalto que quieran echarnos encima. La Naturaleza es tan sabia, que puede, en cualquier momento, anular al hombre y sus egoístas ambiciones. Un día puede reventar la tierra accionada por la angustia contenida, como si reventaran todas las raíces desde sus entrañas y rompieran definitivamente el alocado progreso de las grandes "estructuras" viales y arquitectónicas... Los barrancos volverán a correr como ayer y la vega a florecer, la campiña dará sus deliciosos frutos y el hombre volverá a sentir la ilusión de luchar por su humilde parcela, con esperanza de verla crecer entre la maleza salvaje de nuestros montes. y nuestros niños podrán jugar a la orilla de los caminos...

Viendo caer la incesante lluvia, me siento, a través de mi insistente observación, un ilusionado testigo de mis más sinceras premoniciones acerca del futuro de nuestras Islas Canarias; y el miedo que antes sintiera por nuestra injusta depreciación... Igual, siento y tengo el valor de manifestarme en favor de nuestra integridad física y social, diciendo lo que me dicta el corazón.

Nuestros campos necesitan más atención, necesitan brazos fuerte y herramientas que puedan emplear… Pero también necesitan que nuestros políticos tomen conciencia de la importancia que representaría su cuidado y las ayudas correspondientes que incentiven al agricultor. De igual manera la ganadería. Seguro que así se aliviarían tantos temores pensando en nuestros oscuros horizontes, rodeados por todas partes del gran Océano y tanta soledad.

Aprovechemos tanta agua cuando el cielo nos la regala, construyamos represas conforme a nuestras necesidades. Construyamos nuestro futuro ante todo mirando a nuestros campos, Ordenemos nuestros verdaderos problemas y comencemos a resolverlos respetando las prioridades. Construyamos todos juntos ese futuro tan necesario.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
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