6/7/10

MENOS BIENNESTAR Y MÁS AMOR

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Seguimos subiendo por el sendero obligado hasta llegar a la glorieta de madera que daba agradable sombra a varios bancos. Y con el cansancio propio de mis años nos sentamos, estirando los pies todo lo más posible, para que la sangre circulara libremente y los músculos se relajaran.
-Amigo mío, cuánto tiempo sin vernos.
-Ha pasado el tiempo, cierto que si. Inexorablemente…
-Desde entonces, ¿cuántas cosas nuevas has hecho?- ¿Sigues con tus libros, verdad? ¿Y ahora, qué escribes?
-Casualmente lo tengo aquí. Como siempre, no está terminado del todo, o mejor dicho, quedó en suspense…
-Déjame verlo.
<<… organiza tus pensamientos, dirígelos por los causes de la lógica, que es nuestro paso por la vida, la única verdad. Todo lo demás son caprichos, sueños antojosos que pueden romperse como el cristal más frágil. Y no pasa nada. Otros sueños habrá y seguiremos viéndolos hechos pedazos, sin que ello represente que estamos perdidos. Cada día camina y se va, para darle entrada a otro en el calendario de nuestra vida. Y cada amanecer es distinto del otro, no pueden ser iguales porque caeríamos en la monotonía y el consiguiente aburrimiento de creer que sólo hasta ahí llegamos.

La ilusión por la vida “estable y los pensamientos ordenados” nos condiciona a hacer cosas, crear algo nuevo y repetirlo cuantas veces sea necesario, hasta verlas bien terminadas. Siempre estamos obligados a buscar el perfeccionamiento o al menos, acercarnos lo más que podamos, para luego enorgullecernos de ello, sin esperar que nadie nos lo diga. Debemos satisfacernos a nosotros mismos con nuestras cosas, con nuestras creaciones, por muy pequeñas que en realidad nos parezcan. Es ahí donde está la grandeza; y en el entendimiento, la razón que siempre buscamos y el origen de nuestras aspiraciones. No hay que buscar lo que no existe.

La vida ha evolucionada, no se ha detenido nunca y con ella nosotros hemos caminado y no siempre avanzado, hasta hacernos más viejos. A veces, el pasado no cuenta, fueron vivencias que ya murieron, son palabras huecas, son formas que no caminan más, que se detuvieron para siempre y ya no hacen daño ni benefician, relativamente. Todos fuimos niños y las experiencias de aquella época no deben dejar secuelas a nuestro presente. Sería ridículo estar buscando trastos viejos o ropas usadas que no nos servirán de nada para resolver los cotidianos problemas y los que pudieran ser peores problemas aquellos que faltan por venir... Porque la vida es eso, lucha, una constante lucha y el mayor de los méritos del hombre es el valor de saber enfrentarse a ella, por lo menos intentarlo, aunque no sea suficiente, que en ello está el éxito de la supervivencia humana. Y para completar mis exposiciones “teóricas” pero para mí auténticas, debo aconsejar, más que reflexiones estériles -casi siempre- inclinémonos un poco más hacia la perfección en el aprendizaje, concentración e interés en lo que vayamos aprendiendo. Porque es innegable que cada día sabemos algo nuevo, aunque muchos no quieran reconocerlo. La vida nos está enseñando, tanto sus exorbitantes encantos –porque no hay nada más bello-, como los caminos penosos de su parte negativa. Esos fantasmas repulsivos que nos producen el vértigo o el miedo que todos hemos sentido, con mayor o menor intensidad. Pero el hombre nació a semejanza del Hombre-Dios, con el poder del sacrificio y las fuerzas de la constancia. Y el amor a todo cuanto nos rodea, la caridad hacia lo pequeño, lo humildemente pequeño, como a las cosas grandes que se crea haber alcanzado; ese equilibrio es la razón, el juicio del amor hacia uno mismo y nuestras propias fuerzas.

Nuestra felicidad está en todas partes, busquémosla en la Creación, en la Vida que tenemos ante nuestros ojos, miremos a nuestro alrededor, cuántas bellezas… Si alcanzamos a ver hacia las montañas o si rotamos la mirada hacia ese inmenso y tranquilo mar del Océano… Veamos pues, a la gente caminar por la calle, cada cual va a lo suyo, mas. al final nos encontráremos en el mismo punto, pero se les ve con ilusión cruzar los caminos, siempre vayamos en busca de algo. Que si no es hoy, será mañana.

Así era y, éramos todos al venir al mundo, nos sentíamos inseguros al dar los primeros pasos, incapaces de emprender cualquier lucha, deprimidos, asustados. Y un día apretamos nuestros débiles puños -como si fueran de hierro- y levantándonos del suelo y alta la frente, hicimos los primeros esfuerzos -sin estar preparados- y aún así, desafiamos con nuestras escasas fuerzas a cuantos obstáculos se nos adelantaban. Y cuantas veces caíamos en la lucha, buscábamos nuevas fuerzas y lográbamos levantarnos… Desde entonces creíamos en nuestras escasas, pero firmes convicciones. Dicen y creo en ello, que un ángel nos protegía, nos ayudaba a sobreponernos. Desde entonces nació nuestra fe en algo superior. Y lográbamos levantarnos guiados por esa intuición inspirada en el amor.

Aquellos comienzos, aunque formen parte del pasado, posiblemente sea lo único que se diferencia de cuánto dejamos atrás, la fe ha perdurado en nosotros, aquel ángel aún nos acompaña, constantemente nos invita a amar la vida y con ello a todo lo demás.
Es un ejemplo o un modo de llegar hasta quienes se crean derrotados, incapaces de superar tantas caídas y tantos obstáculos. Que son pruebas de la vida para merecernos -alguna vez- el honor de ser hombres y haber hallado la verdad. Con el paso del tiempo, venciendo esas dificultades que nos invitaron a la lucha, confirmarán nuestros éxitos.

La parte positiva desde la infancia, no es malo recordarla, los juegos de los niños, las ilusiones crecidas sin límites desde las inocentes perspectivas de la edad. Los cuidados de la madre y el calor de sus caricias. El cansancio del padre, de tanto trabajar en la calle. Unos, otros de tanto luchar buscando un trabajo digno… Cuando apenas sonreían al llegar a sus casas, abatidos y sin fuerzas, para que nada faltara a su familia que fue creciendo aceleradamente y hoy, algunos y no pocos, se culpan sin piedad alguna, que aún así, alegan que fue poco lo que hicieron por ellos. Debieron darle menos bienestar y más amor. Ese es el pecado que no se perdonan, menos bienestar y más amor.

-¿Acaso no me pasará a mí igual?- Oí que decían…
Viendo de soslayo a mi amigo, estaba ahí, indudablemente, pero parecía ausente, no hubo interrupción en ningún momento. Tal vez fuera yo el transportado, que me hubiera perdido mientras estaba leyendo. Me produjo sensaciones extrañas lo que estaba escrito.
Ahora quedé en silencio, quedamos en silencio los dos, con la mirada perdida por entre las palmeras, las buganvillas y los matojos del camino. Como un rayo de luz que se aleja hiriendo a la verde vegetación, que atraviesa y huye, ¡quién sabe a dónde!, vimos caer la tarde. Allá en el horizonte acertamos a ver el Sol declinar con el acostumbrado fulgor de sus encendidos resplandores rielando sobre la mar serena…

Seguí mi paseo acostumbrado, ahora el camino era todo llano, entre flores y muchas plantas autóctonas y ornamentales. Siempre al llegar a ese lugar siento un peculiar placer, su silencio me recuerda la paz de los Campos Santos, cuando uno se halla en ellos solo, sin otra compañía que las frágiles mariposas -solitarias peregrinas- los pájaros y las abejas libando en las flores con desespero habitual. Camino por los senderos bien guarnecidos por pequeñas plantas de hojas plateadas y delicadas flores Camino en silencio, aunque siga imaginándome que está conmigo -mi buen amigo- el muchacho de los libros y las extrañas ideas, acerca del hombre y su conducta ante la vida… Se había ido, a terminar de escribir los capítulos que le quedaban por concluír..



Celestino González Herreros
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