EL APETITO DE LOS ORIENTALES DESCONCIERTA
Los asiáticos, varios cientos millones de seres humanos; y uno piensa: ¿de dónde sacan la comida para tantos vivientes? Ellos saben dónde está la despensa y comen de todo aquello que a nosotros, los occidentales nos repugna. Se atiborran de proteína animal las que derivan de los insectos, tarántulas, escorpiones, roedores, perros, gatos, etc. De hambre no mueren, como son tantos puede ser que mueran insatisfechos, ya que no alcanza para todos. Y no escatiman como nosotros, que antes morir de hambre que comer esas especialidades suyas.
Hasta el agua les alcanza y los tejidos de distintas calidades, incluyendo la fina seda, les alcanzan para vestirse ellas y para comerciarlos. Pero, ¿de qué forma lo hacen? Hacinados, sin control y por cuatro monedas, todo el día y parte de la noche. Sacan qué comer hasta buscando bajo las piedras en la tierra y hasta en el fondo del mar.
Gastan lo menos posible y no les falta nada de lo estrícto o necesario. Saben divertirse, a su modo, claro está, pero siempre representando alguna leyenda o alegoría costumbrista. Son fieles representantes de sus antiquísimas tradiciones.
Ocultan sus tragedias en la forma de expresarse: el dragón cimbreante, el águila herido, la muerte súbita, etc. Es que los chinos saben bañarse y esconder la ropa, como acostumbramos a decirlo nosotros.
Están diseminados en el mundo entero. Recuerdo, viviendo yo en Venezuela, que allá deje varios amigos asiáticos, que en cultura, conducta y comprensión, mucho tenemos que envidiarles. Esa cultura de los asiáticos es exquisita, aunque no generalizada. Tan antigua como lo fuera Confucio, un valuarte irrepetible en su historia universalista, que sorprende cuando hurgamos en las sabias páginas de su historia.
Un Continente admirable, progresista y laborioso, siempre han sorprendido con sus lógicas manifestaciones por su inteligente participación en el contacto social y universal y han sido trabajadores ejemplares.
Celestino González Herreros
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