12/9/12

¡AY DE AQUELLOS QUE NO SABEN AMAR!

Era la hora, ni un minuto más, para romper las cadenas de su encierro. Débiles eslabones que pudieron haberse roto mucho antes, pero... Siempre hubo un pero premonitorio: un momento reflexivo, confuso y cómplice de ese mismo silencio que tanto costó romperse. Pensemos que llegó ese instante en buena hora y ojalá que nadie se equivoque. Que aunque el sujeto en sí, siga indeciso y sienta miedos, más allá de tales expectativas, pareciera que fuera el camino quien pudiera aclarar las dudas, para ver mejor la complicidad evidente en el decisivo análisis a que fuera expuesta la situación... Quizás comenzó ya a sentir, cómo su sangre circula tranquila, cual torrente licuado por la misma ilusión... Paz interior, sosiego y clarividentes espectros en ese camino que habrá de transitar en adelante, más confiado.

Debe ser como cuando una hinóspita tormenta deja de amenazar y aparecen los primeros síntomas de bonanza y sonriera todo alrededor y comprobáramos que ya lo peor pasó y sólo cabe suponer que ha sido como un mal sueño del que despertamos ilesos.

Es la hora de decirse cuanto se quieren, que no sabrían soportar por más tiempo aquel injusto silencio. Que, con el devenir de los años, ya mayores, se sigan queriendo tanto, evidencia los motivos... Entre ellos, es necesario, desde ahora, compensar tales ausencias sufridas con algún gesto que ilusione y dé fuerzas para poder seguir viviendo amando. Una mirada cuando se encuentren, una sonrisa, un adiós si quiera, pero no ignorarse por más tiempo como si no se conocieran.

En realidad, la causa de tantos desencantos después de profundizar reflexivamente en el estado actual de las relaciones humanas; ver hacia atrás y comprobar cuanto habremos perdido; y las nuevas estructuras que se nos imponen, con imperativos dudosos, desde el punto de vista moral, estético y racional, da qué pensar. Los que ya son algo mayores se lamentan así.

Hay cosas que chocan con nuestros principios, las cuales jamás compartiremos. Somos peces de distintas especies nadando en turbias aguas de un mismo mar y enfrentándonos a la realidad de esta confusa vida

Un tanto desvalidos, si, frente al blanco papel... Como quién calca el dolor de alguien y escribe sus propias conclusiones en el momento y en el lugar de las circunstancias que nos rodean: sin echarle, del todo, las culpas al destino que nos haya tocado vivir, trato de despejar la incógnita que ellos no consiguen desisfrar, verles realizados en la vida.

Es el caso de aquellos que no aman y han de resignarse “cobardemente” fingiendo lo contrario. Algunos, con el tiempo, han conseguido adaptarse a ese cautiverio –ellos o ellas- e incluso, han muerto sin haber podido liberarse de su misma soledad También los hay, aquellos que viven un cruel calvario, sólo porque lo dicta un papel, sin saber el daño que se hacen y hacen a los demás, es el caso de las separaciones conyugales. Son temas diferentes que no caben en mis cálculos inmediatos.

Celestino González Herreros

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