21/12/11

EL ESPÍRITU NAVIDEÑO

Recuerdo póstumo hermano mío y amigo de todos los que te trataron en vida
.

.

¡Lo pasé tan bien!.. Todo lo que ocurría a mi alrededor era tan sublime y subjetivo, que me hacía sentir pletórico de felicidad. Mientras se sucedían los minutos el nerviosismo se acrecentaba dentro de mí; desde el colegio esperaba la llegada de las vacaciones con gran ansiedad. Al llegar el día deseado, sólo quedaba paladearlo, con el recuerdo de años precedentes y con el deseo de los venideros. Los días veinte y tres y veinte y cuatro, era un constante desfilar de personas agradecidas que venían a premiar al hombre que les había favorecido en los momentos difíciles, poniendo a sus servicios sus conocimientos y su comprensión a lo largo del año, cuando aun no existía seguridad social y los medios escaseaban. ¡Ese era mi padre! Hoy, a lo largo de los años, han desaparecido la mayoría y los que éramos niños nos hacemos viejos. Todo era como la fragancia de las flores, un bello amanecer, una puesta de sol, una linda melodía, una risa franca y abierta, unas ganas de vivir enormes. Todo era expectación, minuto a minuto, el nerviosismo crecía a lo largo de los días igual que el disfrute, y a pesar de ello, quería que el tiempo volara, por que habían cuatro grandes metas: Noche Vieja, Navidad, Año Nuevo y Los Santos Reyes. No tenía más que cerrar los ojos y soñar... Esperar y desesperar al unísono. Por esas fechas señaladas, los regalos llovían y ávido estaba pendiente, para no hacer esperar a los portadores de los presentes, que solía ser, desde una docena de huevos, una lata de pasteles, gallinas y pollos, cestas con todo primorosamente ordenado, relojes, etc.,.etc., hasta una carta, una tarjeta de felicitación, que venían de Alemania, Francia, América, las cuales, algunas más que otras, hacían que brotaran lágrimas abundantes, llanto callado y solitario, en el rincón más apartado de la casa, como fueron las que llegaban de Venezuela.

Una de las cosas que me hacía ilusión era el papel del regalo, siempre me ha sucedido lo mismo, y a duras penas me aguantaba para no deshacerlo delante de la portadora del regalo.

Mientras se sucedían los minutos, el Teide se vestía de blanco, feliz anunciador de la Navidad, y el mundo estallaba de alegría. En los hombres se operaba el testimonio de la fe, esperanza y caridad... El odio y la discordia daban paso al amor y la armonía entre los pueblos, en busca de la estrella que está por encima de las miserias humanas, apuntando hacia el Nacimiento...

En el corazón de mi pueblo, hoy ciudad, estaba la casa de mis padres, en ella se producía un acto de gratitud; las personas que a lo largo de todo el año habían recibido las atenciones y asistencia profesional de un hombre bueno y responsable, se volcaban trayendo los regalos de los más variados, desde una simple flor hasta un hermoso ramo, según sus posibilidades. Recuerdo cuanto me satisfacía ese gesto reciproco de atenciones. Las horas se sucedían placenteras. Por las noches, los villancicos nos alegraban el corazón. Hoy, echo de menos, más que otras veces, todo lo vivido. Puedo asegurar, que tiempos pasados fueron mejores y sin miedo a errar. Podría definir que en el pasado está todo, en el presente algo de ese todo y en el futuro nada y algo, que es el espíritu que se escapa y que tiene que reunirse con ese primer todo...

Hoy mi espíritu navideño está llorando ese encuentro y cual pastoreo de sueños va tras la perdida estrella buscando afanosamente la alegría que no me llega por estar tan distante de ese añorado pasado.


Luís Francisco González Herreros
Diciembre 1.995 Puerto de la Cruz

Considerando:

No fue por pura casualidad, yo sabía que mi querido hermano guardaba algo escrito, algo que él dedicara a la Navidad o nacimiento del Niño Jesús; refiriéndose a nuestras costumbres y el golgorio de esos entrañables días. Rebuscando hallé lo que buscaba, después de su triste partida.
Luís era un hombre de paz, reflexivo y amante de las familias a quienes quería siempre verlos viviendo en armonía. No podía entender, porqué se distancian a veces y llegan a perder para siempre los vínculos que debieran unirlos definitivamente. En sus continuas reflexiones concebía el amor entre los semejantes, como principal pilar de las familias y una de las más importantes bases de una sociedad equilibrada.
Era muy callado, pero no dejaba de pensar en la felicidad de los demás. No era sumiso, era inteligente para consigo mismo, quería vivir en paz con todos y que los demás le imitaran.
Sus hobbys eran la lectura y cuidar sus palomas mensajeras. No era egoísta, era un buen amigo del que lo eligiera como tal; y sobretodo compartía con los demás todo lo que tuviera. Muchos pichones regaló a todos aquellos que estaban comenzando con la gran afición deportista de las palomas, a los que aconsejaba y ayudaba desinteresadamente, para verles algún día triunfar sin inconveniente alguno.
Mi hermano Luís era una buena persona. ¡Que nadie me diga lo contrario! Es sabido que fue uno de esos seres de conducta intachable y corazón abierto. ¡Que Dios lo tenga en la Gloria!, le pedimos en nuestras oraciones y “que coseche muchos premios” colombófilos allá con sus nuevos amigos, los Ángeles del Cielo.
Siempre te recordaremos, Luís.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspor.com
CELESTINOGH@TELELINE.ES

No hay comentarios: