SON LOS GRATOS RECUERDOS FUENTE DE INSPIRACIÓN
Apenas comienzo a activar las teclas de mi máquina de escribir, parece como si fueran destilando y sintonizando con el pensamiento, las ideas que van surgiendo ordenadamente. Otras veces se agolpan, de tal manera, que hasta algunas se escapan; y lo que quisiera saber es, a dónde van, si en busca de aquellos motivos evadidos también, hoy perdidos, quién sabe, y que quisiera retener aunque fuera por breves momentos. Que son aquellas vivencias de la juventud, las que jamás se repitieron y antes fueron el aliento y el pulso de nuestras vidas... Saber quisiera, si aún existe, cuál ha sido su destino tantos años ignorada.
La juventud perdida es quizás aquello que más nos ha dolido siempre. Sucede que es cierto, no vuelve, se fue para siempre y mientras vivamos la recordaremos. Y cuanto más años pasen lo iremos comprendiendo mejor. No la alcanzaremos jamás y hasta el último momento la recordaremos con suma nostalgia; y a veces, llorándola.
Si nos miramos en el espejo de la vida y vemos las huellas del tiempo calcularemos cuanto se ha alejado de nosotros, despiadadamente.
Cuando dicen los poetas: Hace años, muchos más, tuve una gran ilusión que llenaba mi vida. Ella era luz y calor, era como la cálida brisa que acaricia y a la vez nos hiere. Era como un soplo, como un golpe de aire fresco que halagaba y mitigaba el calor ardoroso de la pasión… ¡Así era ella! ¿Y dónde estará hoy que nunca supe más de ella?
Anoche mientras dormía, debe ser que soñaba, sentí un soplo de aire fresco que inundó mi alcoba. Sentí que la ventana, ella sola se había abierto… Pero seguí soñando y como si no estuviera solo le vi., después de tanto tiempo de triste ausencia, acercarse a mí, como una nebulosa que se deformaba por momentos, pero su voz era igual a la voz aquella de antaño, voz angelical, de niña embustera, de diosa enamorada que quisiera reconstruir nuestro pasado de adolescentes enamorados. No se cuánto duró aquel sueño, sólo se que recuerdo cada instante de mi letargo, su mirada, el calor de sus labios y el temblor de nuestras manos. Sólo se que al despertar mi almohada me delató, ya que estaba húmeda por el llanto, cuando vi. que se alejaba, otra vez para siempre y no podía retenerla, que me sentía mucho más viejo y más solo.
Celestino González Herreros
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