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Madre, no consigo acostumbrarme
a vivir sin ti, me cuesta mucho,
no puedo... ¡No sabes cuánto lucho!
Y... ¿cuándo volverás abrazarme?
Veces me pregunto, pensando en ti,
madre, si no te viera en mis sueños,
aquellos recuerdos hogareños
y los placeres que junto a ti viví.
Mi vida sería como un calvario
viendo pasar los días sin alegría,
ir buscándote noche y día
en este mundo fatuo y solitario.
Ir sin el calor de tu cariño
no me acostumbro. ¡Es mi cruel herida!
¡Ay, madrecita del alma querida,
es que no te siento si a ti me ciño!
Soy aquel que en tu regazo durmió,
abrigado con tus suaves brazos,
los que fueron maternales lazos
que tu injusto óbito no desató.
Aún así, madre, no me acostumbro
si ya no puedo tu voz escuchar
ni entre las mías tus manos estrechar
y sentir lo mejor de este mundo.
Quizás algún día llegue a entenderlo,
que aún te siga llorando tanto
y sienta este desencanto,
o quizás nunca llegue a saberlo.
25/4/09
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