25/4/09

¡AY MADRE, QUÉ SOLO ME SIENTO SIN TI!

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...Proseguía hablando de sus cosas íntimas, mientras descansábamos a la sombra
de un frondoso árbol... A pesar de ser un lugar concurrido, ello no me impedía que atendiera su interesante diálogo.

- Cada noche, con su retrato entre mis manos, la beso con indescriptible ternura y amor. Son besos tan largos y sentidos, que hasta llego a llorar. Mi amor, mi dulce madre, cómo le quiero. Sé que no volverá más a mi lado, jamás. Tal vez ni me oiga, ¡qué pena siento! Mas, le seguiré queriendo –, decía conmovido.

- En mis sueños, ¡cómo le busco! Por las noches, tantas veces, me he dormido pensando en ella. Son mis pensamientos y mis ardientes ansias, lo que me transporta a esa onírica dimensión... Créeme, a veces siento deseos de subir a una elevada tribuna, para dirigir palabras de exaltación a la imagen enriquecedora de todas las madres; y que me oyeran... Decirles, seriamente, que “madre” sólo hay una, no como maquinalmente se dice. Que me vean llorar por la mía y oigan mis súplicas. Decirles, que no malogren el tiempo que puedan dedicarle, que la amen, le disculpen sus achaques o defectos, si los hubiere y vean en ella el verdadero amor que suelen brindarnos. -

- Madrecita del alma, cuánto daría por besar tus mejillas y acariciarte toda. -

- ¡Ay, si la tuviera!, para estar a su lado, cuidarla siempre y, dormir alguna vez, apoyado en su regazo, como cuando era niño, oyéndole decir algún cuento infantil... Hace años que la perdí; y cada día que pasa, siento más su ausencia. Me falta su amor, sus palabras consoladoras, sus sonrisas y el calor de sus manos. -

- Viéndole en el portarretrato, es tal la expresión de su mirada, no sé si de añoranza, de ternura... ¡Ya no sé!.. Pero, me entristece mucho no poder tenerle a mi lado, no poder abrazarla y besarla mil veces, más aún, hasta que se acabe mi aliento y muera de amor con ella entre mis brazos. -

- Sí, subir a esa plataforma imaginaria y saber que me escuchan, adultos, jóvenes y niños. Que vean en mí, el desconsuelo que se siente cuando se pierde a la madre, aquellos quienes no hayan sentido la necesidad de su presencia habiéndola perdido. Que idolatren su memoria y piensen mucho en ella. Y para los que la tienen y la desprecian, los que creen que les va a durar siempre y los que jamás han sentido miedo de perderla.

Tantos muchachos adictos a las drogas, aquellos que las mortifican sin piedad, que las están matando poco a poco con ese injusto desprecio a sus propias vidas, que la consideren, que no la martiricen tan despiadadamente, ni abusen de su silencio de madre. Que la quieran como toda madre se merece.-

Y cuando ella muera, se acuerden que yo aún lloro por la mía, desconsoladamente, a pesar de haber sido para ella un hijo que buscó siempre su felicidad.

De súbito se hizo un extraño silencio y balbuceó: -¡Ay, madre, qué solo me siento sin ti!-

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