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¿Qué luz alumbra si no hay sombras y nada se deslumbra? Cuál luz alumbra las miserias de este mundo, si es que a duras penas, la luz de la lumbre llega a los tristes hogares de los humildes. No hay esplendor luminiscente, la lumbre está apagada, pasaron vientos inclementes y golpearon la llama de la cocina apagándola bruscamente, sólo hay silencio y dolorosa resignación. Los labios están secos y las miradas sólo reflejan angustia...
No hay esplendor alguno y siento declinar la fe de aquellos que algo esperaban y que aún siguen esperando.
Las tardes otoñales en la aldea son terriblemente crueles, algunas veces, no hay comida y el frío se hace insoportable, por lo que se ven obligados a echarse al camino, por si hallan algo que puedan llevar a la boca. Los ancianos, los más jóvenes y los niños. ¡Qué tristes cortejos! ¿De dónde sacan las fuerzas?, por que siguen esperando... Y yo que había pensado que perderían la fe. Son sus plegarias tan sentidas, tan fervientes que sólo Dios puede oírlas y está sólo en EL mitigar el desencanto de esa clase social tan marginada... Sólo Dios sabe de sus penas, y si no se pone remedio inmediato... He pensado: ¿Serán los elegidos para su Reino? Si lo supiéramos ciertamente, todos íbamos a querer ser pobres para merecer el Cielo. Si nos equivocamos, que no lo creo, el hecho de ser pobre "aunque fuera por unos instantes" nos iba a deparar la sensación sublime de acercamiento espiritual que nunca olvidaríamos. Habríamos vivido el placer de estar cerca de Dios, como si hubiéramos escuchado su divina Voz celosamente arropada dentro de nuestro corazón, habríamos sentido su divinidad consolando nuestras penas, aliviándonos el dolor y devolviéndonos las fuerzas perdidas por tantos sinsabores sufridos.
Su proximidad parece como si borrara todo mal... No habría suerte mayor que si alguna vez pudiéramos sentirnos "pobres" de solemnidad, aunque sea sólo por estar un rato cerca de Dios. Pero pasemos a los hechos reales, somos los hombrea quienes debemos librar la lucha, se acercan momentos difíciles, eso dicen. Pues no podemos seguir jugando a la guerra, no podemos continuar engañándonos ni siguiéndole el juego a los mandarines de turno. Entre todos podemos conseguirlo, ¿qué es eso de seguirle el juego a un puñado de ambiciosos que sólo buscan su protagonismo personal en medio de tanta desgracia y necesidades? No estoy desvariando, creo que necesitamos reflexionar con fundamento. Sin embargo, presumo que la embriaguez política a que estamos acostumbrados va a ser, al final de todo, la que marque las pautas y decida cual ha de ser nuestra única conducta. Vencedores y vencidos. Gobierno obcecado y oposición herida. Unos pocos contra otros pocos y los demás viéndoles hacer y deshacer a sus antojos... ¿Cómo vamos a progresar así? ¿Acaso han pensado seriamente en sus hijos y en los hijos de ellos? Esta guerra sin cuartel es ignominiosa, absurda, hipócrita y desleal. Palabras, palabras y más palabras... Falsas promesas y atropellos desmesurados... Piques entre hermanos, fraudes a mansalva y vejaciones sin reparo alguno. ¿Eso es ser un leal político? ¿Así se ayudan los hombrea, se levantan y salen de sus habituales crisis los pueblos? Qué distinto fuera si pudiéramos encausar todos nuestros verdaderos problemas y entre todos hiciéramos aunque fuera un mínimo esfuerzo por solventarlos. Eso sería política constructiva, nadie querer nada para sí, egoísticamente, todos luchar por el bien común... Eso sería la gran política del hombre, entonces entre todos acabaríamos con los falsos rumores de que nos esperan tiempos muy difíciles. Ante todo brindemos confianza, seamos, pues, optimistas, desechemos los temores con el trabajo, y si no hay trabajo busquémoslo hasta debajo de las piedras. Trabajo si que hay, sólo que, seguramente no es lo que se había apetecido. Volvamos a remendar zapatos, a hacer de carpinteros, ebanistas, soldadores, barberos, albañiles, etc. Volvamos al campo, a picar piedras, a recolectar frutas,... No esperemos que la hambruna nos ciegue... Pero no, esos trabajos son despreciables. Entonces, qué. ¿Les echamos la culpa a los distintos Gobiernos? Luego tampoco quieren que vengan los emigrantes... Estas son las cosas que debieran discutirse con seriedad y consenso, buscar la forma y el lugar adecuado hasta llegar a la raíz de nuestros verdaderos problemas. A trabajar todos y cada cual en lo suyo.
No hay esplendor alguno y siento declinar la fe de aquellos que algo esperaban y que aún siguen esperando.
Las tardes otoñales en la aldea son terriblemente crueles, algunas veces, no hay comida y el frío se hace insoportable, por lo que se ven obligados a echarse al camino, por si hallan algo que puedan llevar a la boca. Los ancianos, los más jóvenes y los niños. ¡Qué tristes cortejos! ¿De dónde sacan las fuerzas?, por que siguen esperando... Y yo que había pensado que perderían la fe. Son sus plegarias tan sentidas, tan fervientes que sólo Dios puede oírlas y está sólo en EL mitigar el desencanto de esa clase social tan marginada... Sólo Dios sabe de sus penas, y si no se pone remedio inmediato... He pensado: ¿Serán los elegidos para su Reino? Si lo supiéramos ciertamente, todos íbamos a querer ser pobres para merecer el Cielo. Si nos equivocamos, que no lo creo, el hecho de ser pobre "aunque fuera por unos instantes" nos iba a deparar la sensación sublime de acercamiento espiritual que nunca olvidaríamos. Habríamos vivido el placer de estar cerca de Dios, como si hubiéramos escuchado su divina Voz celosamente arropada dentro de nuestro corazón, habríamos sentido su divinidad consolando nuestras penas, aliviándonos el dolor y devolviéndonos las fuerzas perdidas por tantos sinsabores sufridos.
Su proximidad parece como si borrara todo mal... No habría suerte mayor que si alguna vez pudiéramos sentirnos "pobres" de solemnidad, aunque sea sólo por estar un rato cerca de Dios. Pero pasemos a los hechos reales, somos los hombrea quienes debemos librar la lucha, se acercan momentos difíciles, eso dicen. Pues no podemos seguir jugando a la guerra, no podemos continuar engañándonos ni siguiéndole el juego a los mandarines de turno. Entre todos podemos conseguirlo, ¿qué es eso de seguirle el juego a un puñado de ambiciosos que sólo buscan su protagonismo personal en medio de tanta desgracia y necesidades? No estoy desvariando, creo que necesitamos reflexionar con fundamento. Sin embargo, presumo que la embriaguez política a que estamos acostumbrados va a ser, al final de todo, la que marque las pautas y decida cual ha de ser nuestra única conducta. Vencedores y vencidos. Gobierno obcecado y oposición herida. Unos pocos contra otros pocos y los demás viéndoles hacer y deshacer a sus antojos... ¿Cómo vamos a progresar así? ¿Acaso han pensado seriamente en sus hijos y en los hijos de ellos? Esta guerra sin cuartel es ignominiosa, absurda, hipócrita y desleal. Palabras, palabras y más palabras... Falsas promesas y atropellos desmesurados... Piques entre hermanos, fraudes a mansalva y vejaciones sin reparo alguno. ¿Eso es ser un leal político? ¿Así se ayudan los hombrea, se levantan y salen de sus habituales crisis los pueblos? Qué distinto fuera si pudiéramos encausar todos nuestros verdaderos problemas y entre todos hiciéramos aunque fuera un mínimo esfuerzo por solventarlos. Eso sería política constructiva, nadie querer nada para sí, egoísticamente, todos luchar por el bien común... Eso sería la gran política del hombre, entonces entre todos acabaríamos con los falsos rumores de que nos esperan tiempos muy difíciles. Ante todo brindemos confianza, seamos, pues, optimistas, desechemos los temores con el trabajo, y si no hay trabajo busquémoslo hasta debajo de las piedras. Trabajo si que hay, sólo que, seguramente no es lo que se había apetecido. Volvamos a remendar zapatos, a hacer de carpinteros, ebanistas, soldadores, barberos, albañiles, etc. Volvamos al campo, a picar piedras, a recolectar frutas,... No esperemos que la hambruna nos ciegue... Pero no, esos trabajos son despreciables. Entonces, qué. ¿Les echamos la culpa a los distintos Gobiernos? Luego tampoco quieren que vengan los emigrantes... Estas son las cosas que debieran discutirse con seriedad y consenso, buscar la forma y el lugar adecuado hasta llegar a la raíz de nuestros verdaderos problemas. A trabajar todos y cada cual en lo suyo.
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