NUNCA VI EL BARCO QUE LE TRAJO A PUERTO
Seguí escuchando el rugir de las olas cuando luchaban contra el solitario acantilado. Amanecía entonces y ya el Sol comenzaba asomar detrás de la verde montaña, supuestamente salpicado su despierto y nutrido follaje del rocío de la noche anterior.
Busqué, infructuosamente en la lejanía, allá donde están todas las incógnitas de la vida, lejos de nuestro alcance material, lo que son los imposibles, lo inalcanzable; aún escuchando los impactos durísimos de la mar bravía contra la resistente escollera que le detiene y enfurece, arremetiendo cada vez con más furia contra ella. Mas, nada impedía que se desbocaran mis pensamientos, que desafiando a la tormenta se iban alejando, siempre con más insistencia hacia aquel lugar...
Mirando las rocas negras de afiladas e insinuantes crestas, como aristas multiformes, podía ver el agua rebosada que caía por sus agrietadas formas; pensé en las lágrimas del dolor, en el llanto que se rompe al no poder ser contenido y que la emoción libera en determinados momentos de nuestras vidas. Me fui sumergiendo en un estado de ansiedad tal, que llegó a impedirme poder entender el abandono que sufría. Estuve esperando en el desencanto de la evidencia (reservada sólo para mí) aceptándola consecuentemente.
Todo había sido un sueño, estuve la noche entera en la apartada playa, y a solas con el murmullo de las olas y los cantos del viento que animaron el silencio de mi irremediable soledad. Le estuve esperando y no asistió a la cita, ¡fue un sueño tan largo y angustioso!
Con la temprana luz del alba y hasta mi alcoba, el trino de los pájaros del jardín contiguo llegaba anunciando el nuevo día que me traía la realidad: el despertar de un triste sueño, una jugada del amor persistente que te sigue y no te abandona ni aún cuando sobre la cálida almohada las sienes descansan y parece que duermen, creídas de su dulce paz, e ignoran que los sueños traspasan toda barrera de la mente y la misma voluntad y despiertan del subconsciente. Que te llevan con ondulantes caricias a vivir episodios diferentes en un mundo ausente y lleno de fantasías inenarrables cuyas únicas huellas quedan en el recuerdo...
He vuelto a ir a la playa, no parece mi alegre playa de siempre. No sentía las caricias de sus brisas cuando bajé hasta la húmeda arena; expectante me acerqué a sus silentes orillas a contemplar las olas que elevaban sus pronunciadas crestas de un blanco níveo y se rompían como los sueños, desbaratándose sobre sus mismas e inquietas aguas, hundiéndose ya sin fuerzas, como una luz que se apaga en la incontinencia del desencanto. Veía las olas que se iban acercando mansamente... Y la pequeña embarcación que entraba, después de esquivar la escollera, adentrándose en la dársena llegaba confiada hasta las resplandecientes arenas de los márgenes áridos a ser ascendida hasta llegar arriba con su abundante captura, ayudada por el grupo de marinos amigos que rato hacía que la esperaban... Y se van todos juntos guiados por tres perritos de la muralla, al bar de la esquina a celebrar la llegada. Como cada día que la mar les permite salir, aunque nunca garantice si habrá un regreso feliz. ¡Como en mi sueño de anoche!
La playa en silencio es presaguiante, impresiona sobremanera ver desolada su arena, sin ninguna barca y la mar tranquila. Es doloroso asistir a ella en el silencio de la noche, echado sobre la fría y callada arena, mirando siempre al frente y no ver llegar el barco que en los sueños de tantas en tan tristes ocasiones, vi. naufragar en mis letargos, la balsa maltrecha de mis esperanzas hecha jirones. "¡Que no hay mareas que la empujen hasta la orilla!"
Y vuelve amanecer, como cada día; me voy de retirada con mis harapos a cuesta, caminando en silencio, cabizbajo y meditabundo, sin escuchar los pasos que a mis espaldas se acercan, ni sospechar el momento. ¡Otra vez soñando! Camino la pendiente sin sentir el cansancio y hablando a solas, entre susurros incoherentes, cálidas lágrimas que voy bebiéndome y el corazón gimiendo. De pronto irrumpió en el silencio un suspiro...
Espérame, estoy contigo. Detente un instante en el camino, ahora... Abrázame amor mío, he vuelto… Estoy contigo... Detente, que estoy contigo.
Celestino González Herreros
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