5/5/12

SIEMPRE ESTÁ EN MI CORAZÓN SU AMOR DE MADRE



Quitársela al Cielo no puedo y aunque pudiera hacerlo ni lo pensaría, sería por mi parte el más vulgar de los sacrilegios y si pienso bien, donde está, es sin dudas, el mejor de los lugares, el más seguro…

Aunque me sienta tan solo sin ella, sin escuchar su voz, ni pueda acariciarla y decirle lo que representó siempre para mí y cómo alegraba mi vida, imaginármela donde está me da el mayor de los consuelos. Por las noches cuando le pido a Dios que le de descanso eterno a su alma, siento un regocijo tal… Y de tanto contener mi llanto me duele y siento la más triste emoción, por si nadie me oyera; y le rezo en silencio, un silencio tan profundo que hasta siento la sensación de correr a su lado y sólo me acompañan las tibias lágrimas que brotan de mis ojos sin poder evitarlas.

Señor, cuídamela hasta que pueda ir a verle y estar siempre a su lado, así como a mi padre, hermanos y demás familiares y amigos. Hasta que deba dejar este material mundo y a pesar de ello, también hermoso, donde nacimos, crecimos y aprendimos amar, a sufrir y a cumplir las penitencias que nos fueran impuestas y que hayamos merecido providencialmente. Al nacer, con el tiempo aprendimos a respetar la voluntad de Dios y aprendimos que sólo estamos aquí de paso, que es ley de vida alguna vez partir cuando nos llegue el momento. Aunque pocas veces el hombre acepte esa ley irrevocable y quisiéramos una permanencia en este mundo más duradera y sonriente. No renunciar, a veces, cuánto vamos a dejar atrás, los seres más queridos, las escasas pertenencias materiales que hayamos conservado o heredado, por que hemos de irnos sin equipaje, tan livianos y felices como vinimos…

Nuestro egoísmo suele cegarnos, no comprendemos que a veces ellos quieren descasar de cuúnto hayan disfrutado aquí, en esta vida. Otras veces presienten la llamada de Dios, la intuyen, y eso, sin que lo entendamos bien, proyecta caminos que no vemos, ilusión que no sentimos hasta que seamos nosotros los que vamos a partir; y hasta que expiremos el último aliento no lo sabremos nunca.

Por las noches, cuando nadie me vea, me refugio en aquellos inolvidables recuerdos y como las noches ya a mi edad se me hacen tan largas, pienso que estoy con ella y hasta hacemos planes… A veces me rinde el sueño y sigo con ella, es cuando más feliz soy y cuando más le demuestro mi amor, teniéndola a mi lado en mi letargo, temiendo siempre que el sueño se acabe y vuelva a la triste realidad, a la soledad. Hasta que vuelvo hallarle; y no me aparto de su lado.

Me pregunto, ¿cómo pueden haber hijos que hagan sufrir a sus padres, a sus hermanos y hasta a los buenos amigos, deliberadamente? ¿Cómo pueden hacer llorar a sus seres queridos y no importarles que puedan enfermar de tanto sufrir y puedan irse para siempre? No lo entiendo.

Para felicitarle en el Día de de todas madres, cuando debiera ser todos los días del calendario, sólo voy a enviarle como un sentimental detalle, un profundo pensamiento que como una sentida plegaria consuele a su alma. Nada más puedo enviarle, decirle que la quiero, que siempre está en mi corazón.

Las flores se marchitan con el tiempo, las lágrimas se secan, los sueños se quiebran cuando menos lo deseamos, sólo queda el cariño que siempre he sentido por ella. Sólo vivo de los buenos recuerdos que me dejara…

Cuando una madre se va, qué solos nos quedamos aunque nada distinto nos falte. Le buscamos por doquiera y sólo hallamos por respuesta este luctuoso silencio que nos haya dejado y el inmenso vacío que nada ni nadie, jamás podrá llenarlo, mas, nos queda el consuelo inmenso de saber que alguna vez podríamos hallarla…

Sirvan mis sentidas palabras para reconocer públicamente el exquisito valor del amor que sienten por sus hijos todas las madres del mundo, sin excepción alguna y felicitarles en el Día de su santa, nuestra dulce María.

Celestino González Herreros

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