24/5/12

HEMOS DEJADO PASAR EL TIEMPO COMO SI VOLVIERA...

Desde los albores de la historia, hasta nuestros días, nosotros, los hombre, hemos luchado por liberarnos de las ataduras psicológicas y sociales que habitualmente nos reprimen. Mas, aún serán muchas las batallas que hayamos ganado, pero nos queda la difícil tarea de entendernos a nosotros mismos y saber qué es lo que en realidad queremos. A pesar de los éxitos logrados, nunca estamos conforme, quisiéramos más y mucho más; y nunca nos íbamos a sentimos del todo satisfechos.

Sin ir muy lejos, mirémonos ante un espejo, y veremos en nosotros algo que nos mantendrá descontentos, igual que ayer y hoy, mañana será peor... Tuvimos ocasiones, miles, de rectificar nuestros defectos y lo fuimos dejando como cosas secundarias de nuestra vida. Siempre supimos a dónde íbamos abocados, cuál iba a ser nuestro final, aunque no quisiéramos admitirlo. Hemos dejado pasar el tiempo como si volviera... Sin entender que, cada vez vamos perdiendo una pequeña parte de nosotros mismos, fracciones irrecuperables que se nos fueron de las manos sin aprovechar aquellos instantes irrepetibles y que no alcanzaremos jamás, porque se han ido lejos y ya no nos pertenecen. Hemos dejado pasar el tiempo, inexcusablemente; y cuando uno se ve asomado en el veloz tren de la huida, así de paso, nos parece entender mejor la vida; y al tener conciencia de ello, sentimos más apego a lo poco que nos queda ya y a todo aquello que vamos dejando atrás, en el azaroso y sombreado camino. Siempre por la incomprensión y el egoísmo humano, que tanto nos traicionó y nos condujo a la desilusión. Pienso que los mortales, al perder el rumbo para el cual vinimos al mundo, al no saber canalizar los propios sentimientos, hemos perdido la más importante batalla de la vida. Y entonces, ya no valen los escasos recursos que se nos brinden a posteriori. A menos que reflexionemos, anteponiéndonos al último fracaso y busquemos en nuestro interior el verdadero ego, y aceptemos con humildad nuestro destino; y sin reparos absurdos, descubramos esa identidad ante Dios y ante los hombres, estamos expuestos a nuevos fracasos. Si, busquemos su mano misericordiosa y acariciemos con fe, las influencias de sus mensajes de amor y sabiduría, si no, no nos salvaremos... Nuestras vidas deberían nutrirse de su providencia divina para sentirnos optimistas y alegres. Y jamás temerle a la soledad en ese viaje eterno que no podemos eludir.

Podemos si, detener al fatídico expreso, frenar su marcha vertiginosa; demorarnos y analizar concienzudamente, lo que nos quede… Descerrajando las fuertes cerraduras de nuestro corazón para que, entre de lleno la luz sobrenatural que antes nos deslumbró. Abriendo puertas y ventanas, recogiendo las pesadas cortinas y asomándonos a la vida con el verdadero entusiasmo que contagia el amor hacia los demás y todas las cosas que nos rodean. Dándole calor a los que sufren abandono y la ausencia cruel de sus seres amados, de lo inesperado... Sonriéndole al marginado y alentando al solitario.

La vida es hermosa y no hay batalla, por cruda y cruel que esta sea, donde no grite un corazón pidiendo la paz para todos por igual.

Yo he leído, en la mirada última de muchos moribundos, el dolor y la tristeza al entender que se iban... Sufrían por no haber agotado, hasta el postrero instante, el regalo glorioso de la vida; lamentando el tiempo perdido y llorando por no haberlo entendido antes, cuando el corazón lo pedía. Y he visto brotar agua de la fuente apagada en el olvido... Porque la ilusión mantiene fresco los caminos y hace florecer hasta al más humilde hierbajo. Yo he visto sonreír a las piedras sueltas en los senderos por donde he pasado, y les veo derrochando, al paso que llevo, la sutil fragancia de las flores en los márgenes del camino; y el eco del canto que dejan las brisas anunciando que aún hay vida, cuando el tiempo pasa sin tantas prisas, envolviendo todas las cosas bellas que nos animan; entre sombras y luces que atraviesan la maleza... Cantando las caracolas en la playa, como cuando tú y yo nos estábamos amando, cuando aún sentíamos el calor de nuestras manos y oíamos el crujir de los maderos de nuestra pequeña barca, yendo rumbo hacia la felicidad, y que creíamos más duradera, hasta cuando naufragó entre flores y mares increpados, quedando abatida en la escollera de nuestros frágiles corazones...

Celestino González Herreros

http://www.celestinogh.blogspot.com

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