6/1/12

CADA CUAL EN SU CASA Y DIOS EN LA DE TODOS


¡Vaya, qué resaca! Ya pasó el día más entrañable para todos nosotros, chicos y grandes, disfrutando según la posibilidades de cada cual, concientemente, eso si, porque no hemos querido ignorar cuántos desconsuelos en muchas familias, cuánta tristeza; y sin embargo, algunos y no pocos, han sabido aceptar la evidente realidad de que otros tantos no tienen ni donde caerse muertos, como se suele decir. Pero lo han sabido superar… Como dice el título de este desafiante artículo, Dios no nos abandona nunca. Pasó y pasó… Ahora a seguir espiando la marcha de los tristes acontecimientos, sin bajar la guardia y sin perder la esperanza de que vuelvan a renacer aquellos gratos tiempos que nos permitían vivir más tranquilos, creyendo en las nuevas posibilidades, que, desde luego, no volveremos a desaprovechar. Habiendo trabajo, que la ilusión vuelva a renacer, y volverá a resplandecer en nuestro entorno social. Volveremos a estar tranquilos, ya no habría tantos temores, también para aquellos que aún conservan su trabajo constantemente amenazados.

Ese sentimiento familiar, a veces desesperado, pero callado, viendo como se comportan los pequeños y nosotros, los adultos. Quizás más comprensivos, somos en definitiva quienes tomamos el pulso de la evidencia, que aunque se desenvuelva en el más íntimo ambiente familiar, quizás encierra diferencias de criterios, todo ello acerca de las apetencias de cada cual.

¡Ay!, cuando todo acaba bien, qué alivio, por que nunca sabemos…

Que volveremos a reunirnos no lo dudemos. Volveremos con nuestros hijos y nuestros nietos a sentirnos “menudos” casi siempre con aquellos mismos deseos, el entusiasmo de participación entre los más jóvenes, a ver que nos toca también, aunque sólo fuera un bolígrafo, algo que nos ilusione, por que esa inolvidable mañana en la que hemos despertado, cada año con más nostalgia, nos recuerda que también fuimos niños y que nos conformábamos con lo que nos trajeran, pero que no se olvidaran de nosotros los Reyes Magos de Oriente.

En realidad no quisiera borrar este hermoso día, sin antes darle las más efusivas gracias a Dios, por estar presente en el más bello acontecimiento familiar, leyendo en el semblante de cada uno de ellos la gratitud evidente y tan expresiva representada.

Qué gusto da, verse uno involucrado en el compromiso del amor que la Divina Providencia nos tiene siempre reservado.

Ya se fueron todos, cada cual a sus respectivos hogares y creo que se fueron contentos. Y no me canso, Señor, de agradecerte cuanto haces por nosotros; y el presentimiento que tengo no me abandona, que es cierto, que estás en la casa de todos… Tu sabes, Señor, brindar el amor que tanto necesitamos, sabes dosificar la intensidad del mismo y compartirlo en cada hogar, sin que tengamos que cuestionar tu voluntad divina.

Transpuesta la puerta de la casa, cuando todos se han ido, si supieran qué sola y callada ha quedado, qué silencio y cuanta soledad… La vieja y yo nos miramos, sin decirnos nada, pero adivino sus pensamientos. Que estamos viejos me está diciendo con su triste mirada, la expresión más clara de su inocencia. Que no sabremos si habrá otro día tan hermoso como el que hemos vivido hoy. Uno nunca sabe… Ella que es la artífice de tanto esplendor cada día de los Santos Reyes y sus cansados pajes… Ella que en cada paquetico pone todo el amor posible capaz de llenar el corazón de los suyos. Ella… ¡Que Dios nos la cuide!


Celestino González Herreros

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