21/5/08

Puerto de mar y de ilusiones donde los sueños arribaron...


Aún conservo en mi memoria aquellos lejanos días, viviendo las Fiestas de Julio... Entonces lo veía todo distinto, e indudablemente cautivado por las influencias habituales de la juventud. Todo eran sorpresas, emociones imposibles de contener y nada fáciles de olvidar, siempre sensaciones nuevas; y era allí, donde íbamos tan ilusionados a dar vueltas, en la Plaza del Charco, donde, esperándonos, estaban los amigos y las amigas... Entre todas ellas siempre había una que sobresalía, que no se apartaba ni un instante de la mente. ¡La de los sueños!

Y en las noches de rondas por las calles empedradas del viejo y atractivo Puerto de la Cruz, recordemos juntos, aquellas románticas serenatas al pie de la ventana de la muchacha amada y los largos paseos por la costa... Por las tardes, también recuerdo ir buscando a ultranza, las viejas tascas de la calle Mequinéz y sus aledaños, así como las de la calle La Lonja, El Presidio en Santo Domingo, el merendero típico y alegre de Felipe, en la playa de Martiánez, Mario en San Telmo, los aperitivos soberbios en casa de Don Casiano Verano y tantos otros. Hoy, a mi mente acuden esos recuerdos con el natural desconsuelo que hasta llegan a entristecerme; por todos los cuales, al evocarlos, siento la sensación de un vacío tremendo, como si al retroceder a esa época tan ausente, se me fuera, deliberadamente, el alma en busca de esas vivencias y quisiera recobrar aquellas ilusiones perdidas para sentirme tan feliz como lo fuera entonces, cuando creía alcanzarlo todo... Tradicionalmente, y por estas mismas fechas, el espíritu de mi pueblo parece que fuera creciendo, y se estimularan su idiosincrasia e imagen, como si se fueran animando con todos los deliciosos encantos de sus abundantes bellezas.. El Puerto de la Cruz se desvela en su espléndida condición social, cual si amaneciera deslumbrante de un fantástico sueño y se le viera risueño, brindándonos realidades multicolores en sus calles y plazas ahora abanderadas e iluminadas... Igual que en sus noches sensuales y bullangueras, amenizadas con los ritmos más exóticos de nuestras espléndidas orquestas con aires musicales bailables de diversos ritmos y las de los otros queridos pueblos del Centro y Sur de América, sones caribeños que tan gratamente nos contagian sus alegres cadencias tropicales. La sensibilidad de nuestras gentes se mezcla con la alegría del visitante que sabe poner la nota más expresiva en el acontecer de estos días con su presencia y participación en los variados eventos socio culturales a celebrarse. Es interesante ver sus vías públicas transitadas masivamente, y observar en los rostros de las personas asistentes esa disposición alegre y desenfrenada de plena participación fiestera. En estas fechas, cada año, el programa a desarrollar se amplía con el empeño de que todos sus actos religiosos y populares satisfagan lo más ampliamente posible y con ello transmitir también la condición comunicativa de los portuenses al recibir con gracejo la fascinante contribución foránea.

Innegablemente, siempre estamos de fiestas o al menos dispuestos para celebrarlas. El medio es propicio, entre otros motivos, porque la Ciudad aún conserva muchos de los antiguos rincones que nos recuerdan su identidad social primitiva; perdura, pues, su tipismo y folklórico acento, que es su sentimiento popular y, obviamente le pone de manifiesto; y, es por eso, que siempre está alegre y abierto a todas las corrientes sociales y culturales. Mas, por tantas razones, hoy es la meta más acreditada del turismo universal, lo que viene a corroborar cuanto he dicho a grosso modo. Pero en Julio, el Puerto de la Cruz se crece en todos los aspectos. La Primavera ha dejado sus lindas flores en honor a las fechas tradicionales señaladas, y en sus perfumes, el embeleso poético de una ofrenda sentimental a los Santos patronos. Aromas y fragancias que envuelven el aire que nos acaricia y respiramos... Las viejas casitas terreras que aún quedan se visten de blanco y destacan sus rojos tejados que anhelosos se proyectan hacia las alturas... Volveremos a escuchar el tronar de las tracas y demás artificios pirotécnicos... Y la pequeña bahía romperá su monotonía, conservando sus atractivos, engalanando sus bellas embarcaciones, que siempre nos recordarán pretéritas procesiones marineras sobre el ancho mar...

Son sus calles cauce de un caudal desbordado de religiosidad y civismo que convocan a reflexionar detenidamente en lo humano y en los vínculos religiosos que nos unen... Todo ello, en su conjunto, refleja esa solidaridad que distingue a sus gentes cuando se encuentran en ese ambiente tan propio, como es el que nos brinda la gran Ciudad Turística y, eminentemente, marinera; puerto de mar y de ilusiones donde los sueños más hermosos arribaron siempre.

El talante popular y alegre de sus natos moradores rompe a tiempo los esquemas negativos para imponer, en ese desafío, sus tradicionales sentimientos y para lucir su gracia universal en el ambiente cosmopolita que se vive, en el cual no se necesita agenda ni fortalezas, por que nada, decididamente nada, se les opone. Puerto de la Cruz es como una monumental roca basáltica de inmensas proporciones que rompe valientemente todas las adversidades que nos puedan llegar. Es el fortín de tantos sueños... Los años transcurridos han sido generosos con nosotros; hoy podemos rememorar aquellas andanzas, y evocarlas con ternura, soslayando lastimosamente todo lo que el progreso y el tiempo nos llevó. El que más o el que menos, sintió alguna vez, en ese marco dilecto, alguna ilusión... Quizás hoy lo recuerden algunos, los que nunca valoraron eso que se les fue de las manos y por lo que, en consecuencia, se lamentan tardíamente. Yo, en cambio, disfruto cuando llegan estas fechas, siento que me invaden los recuerdos de aquellas gentes, viéndoles ir en todos los sentidos celebrando el grato momento que vivían en sus calles, las plazas, la iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, y la dulce mirada del Gran Poder de Dios en su silente Altar, cual humilde y atrayente trono, fuente deificada de amor, humildad y paciencia. Y también, San Telmo. ¡Ay, cómo lo recuerdo todo, a pesar de los años! Mi infancia y mis amigos de entonces, aquella juventud..., años de embelesos constantes hoy rescatados en mi mente para con ellos despertar otros que han sido sueños aletargados pero igual de queridos, arropados todos ellos, en un rincón del alma para que nunca mueran... He vuelto a soñar aquellos alejados momentos y he sentido la ilusión de entonces, caminando sobre los vetustos adoquines de mi pueblo marinero, saludando a tantas buenas personas que te inspiraban afecto y confianza, gentes sencillas y nobles, ausentes muchos de ellos y tan presentes en mis recuerdos. Pueblo por el que siento gran admiración, por saber conservar la gran ilusión de mantener la tradición cristiana y popular de las Fiestas de Julio desde tiempos inmemorables, celebradas en honor al Gran Poder de Dios y su veneraba Virgen de El Carmen, de la forma acostumbrada y con el calor humano de siempre. Sea pues, esta inspiración espontánea y sincera mía, la razón más afectiva de una profunda y sentida plegaria de amor, rogando, un año más al Cielo, por el destino de nuestro entrañable Ciudad y toda la Isla de Tenerife. ¡ Una vez más en Julio!..Que llegue a cada rincón de sus hogares la dulce mirada de nuestra Carmela y el Gran Poder de Dios, que se posen cual divina bendición en el lecho de tantos enfermos... y les brinden su gracia divina y con ella recuperen las fuerzas perdidas... Y, a tantos compatriotas nuestros, que luchan en tierras lejanas en sus obligados exilios, que no muera nunca en ellos el recuerdo de esta tierra que nos vio nacer; para todos ellos también pido una sentida oración...

Así ama mi pueblo, aquel pueblito que fue creciendo hasta llegar a ser lo grande que es hoy. De todas formas, yo me remito al pasado, a aquel hermoso enclave a la orilla del mar, bañado por sus olas con olor a algas y yodo, bajo este espléndido sol, con sus brisas cancioneras que nos brindaban esperanzas marineras que despertaban en nosotros el deseo de amar y luchar... El deseo de buscar de la vida todos sus encantos...

Siempre será así en Julio y habrá muchas razones que nos pongan sentimentales. Mas, amorosamente mitigaremos nuestros pesares acompañando los pasos serenos y lentos de nuestras Veneradas Imágenes en su recorrido acostumbrado... Con ese disfrute espiritual hallaremos el consuelo necesario y las fuerzas para sobre llevar, dignamente y con provecho, esta vida hasta un próximo encuentro.

Puerto de la Cruz a 31 de mayo de 1996.

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