31/5/08

Memorable pasado de la fuente de Martiánez

Gigantesca protuberancia de la corteza terrestre, característica y constante, simbólica de nuestro pueblo, hoy herbazal y dormido lecho de un hermoso pasado. Piedra blanda agrietada por la erosión del tiempo, presentando sus desiguales oquedales a todo lo largo de su imagen frontal y en su declive espectacular, cavernoso y plisado desde la zona alta del montículo, lo que hoy se llama Urbanización La Paz, moderno enclave turístico y que antes fuera un hermoso platanar salpicado de vetustas viviendas campestres distribuidas en medianas que habitaban la gente obrera y campesinos del lugar, y en puntos destacados de la verde llanura de cultivos, algunas familias propietarias de los señalados latifundios de belleza incomparable e intrincados caminos que conducían a la Playa de Martiánez, bajando por La Fuente que lleva el mismo nombre.

Entonces era uno de los lugares más bello y atractivo del Puerto de la Cruz, así mismo, productivo desde el punto de vista agrícola. Hasta hace medio siglo, aproximadamente, era un vergel de frutales en la parte alta, que se escurrían igualmente deslizándose por la accidentada ladera hacia el mar. Aún recuerdo ir a "robar" higos de leche y de tuneras, moras, uvas, etc., con el pretexto de buscar hojas de moreras para alimentar a los gusanos de seda que criábamos, cada cual en sus respectivas casas, como una herencia de nuestros antepasados que ya tenían la misma afición. Había familias que colectaban los capullos vacíos, después de salir el títere para sufrir la correspondiente metamorfosis y convertirse en nerviosa y blanca mariposa. La funda o capullo se destinaba, como ya todos sabemos, para la elaboración oportuna de la seda natural. Curiosamente, aún permanecen en pie algunos de esos árboles y las palmeras datileras; acabo de verlos, y parte del extenso cañaveral a unos metros de distancia tan sólo.

A mi mente acuden recuerdos de la infancia, oteando hacia arriba con melancólica intuición, me pareció ver correr por las difíciles veredas a un muchacho de unos diez años de edad, con las hojas del moral bajo el brazo y con las manos sueltas por si daba un resbalón; y poder agarrarme al grueso tronco de la higuera... Y deteniendo la mirada en los deliciosos frutos me preguntaba: ¿quién se va a casa sin coger algunos y comerlos allí mismo aunque estuvieran calientes?

Abajo están los acantilados, de consistencia basáltica e inmovibles, donde la mar embiste obstinadamente, golpeándose con furia contra sus pronunciadas aristas de color negruzco con influencias del verde reflejado del soberbio entorno, cuando no, las otras rocas menos escarpadas de aparentes redondez y pronunciadas protuberancias que se muestran alisadas por las caricias de las menos inclementes, más suaves mareas de eternos arrumacos bajo la luz de la Luna en las idílicas noches marineras...

Actualmente se ha construido un túnel que serpentea parte de la costa hacia el oriente, que, desde Martiánez enlaza con la autovía del este y sirve de desahogo al impresionante tráfico rodado que entra y sale diariamente a la ciudad, descongestionando la circulación vía Las Arenas. Es el progreso de los pueblos en los tiempos que corremos, somos capaces de mutilar un bello entorno solo por dar salida a las soluciones de imperiosos problemas. Y hemos de reconocer que no todo está mal hecho, en cambio a ojos vista, veces hemos sentido el rubor de vergüenza ajena, cuando las cosas no están bien hechas, las palabras sobran para aclarar temas por todos conocidos y que entristecen sobremanera.

Orientándonos desde donde estoy, todo esto eran plataneras, tanto en La Paz como en toda la zona de Martiánez, a un lado y otro del barranco hasta el comienzo de la Calzada que conduce al Tope. Desde allí seguían las hermosas plantaciones Valle arriba buscando las laderas subsiguientes y la cumbre, donde ya cambiaba la vegetación en los verdes pinares de incomparable belleza.

¿ Quién no recuerda el paseo que nos traía y llevaba hasta la playa desde La Paz y la obligada parada en mitad del sendero para tomar agua limpia y fresca directamente en la Fuente?

El chorro de la atractiva y transparente agua, tenía a su alrededor la compañía de los verdes culantrillos y abundantes colonias de frescos berros, todos ellos diseminados en la húmeda sombra proyectada de la abultada protuberancia basáltica de la majestuosa roca y desde donde pendían variadas plantas trepadoras y hierbajos, junto a los berodes y los rizados helechos. Hasta ella iban a beber y zambullirse las aves de transito y las que habitaban ese tranquilo lugar, dándoles al ambiente un melodioso acento de ilusión y fantasía. Al fresco de tan delicioso paraje se acercaban en busca de su silencio, a refugiarse en sus excelencias naturales, los amantes de "la paz" espiritual y hallaban el consuelo que buscaban... Todo aquello era como un idílico santuario de recogimiento, transportación... y descanso, por el que también ha pasado el tiempo y ha dejado impresa su lastimera huella devastadora y cruel.

Otro atractivo más de esa familiar y augusta roca lo constituían sus cuevas, cavernas con una realidad histórica, aunque algunas veces inspiraron no pocas leyendas de guanches y donde aparecían restos humanos y utensilios que presuntamente usaron los habitantes de las mismas. Y las cuevas de las palomas, donde se refugiaban cantidad ingente de aves de especies diferentes, y las que predominaban eran las palomas salvajes. Últimamente, algunas domesticas se unían al grupo autóctono y allí se quedaban para siempre. Recuerdo la exótica estampa de las tuneras, taginastes y los cardones y la presencia alegre de la alpispa, los mirlos y los tabobos, que de un lado a otro volaban picoteando la aromática y madura fruta que por doquiera hallaban. Era uno de los lugares ecológicos más atractivo, que poseía nuestra costa norteña.

Desde el arcaico y típico paseo de Las Palmeras, próximo a la majestuosa peña, por la sugestiva atracción de su belleza, es otro entrañable lugar de nuestro Puerto digno de mención, y desde ese emplazamiento excepcional, si miramos hacia la admirable roca nos obliga a pensar: ¿Porqué querrá ocultar tanta belleza? Se ha construido indiscriminadamente en ese paradisiaco lugar y su entorno, hasta el punto de que pronto tengamos que asomarnos de puntillas para poder ver algo de lo poco que aún queda. Y si no se ha destrozado por completo, es por lo accidentada de su vertiente, no hay otra razón válida; y esa elegante pared natural de tierra y piedra, permanecerá así hasta cuando Dios quiera. En ella se dan cita, aún y a pesar de su lamentable abandono, nuestra flora autóctona que el hombre no sembró, fueron los vientos alisios y las suaves brisas de nuestro Atlántico quienes trajeron las semillas inmigradas, así como las aves y las aguas de otros Continentes. También los barrancos, desde las altas cordilleras de nuestra geografía tinerfeña, a cuyos márgenes afluyeron las desbordadas aguas, hasta el final de sus desordenados recorridos que fueron dejando a su loco albedrío la fecunda simiente que a nuestros pueblos ha dado siempre su encanto ecológico y tradicional.

¿Cómo no voy a sentirme atribulado en la mañana de hoy, al asomarme en la ventana desde donde estoy y ver el paisaje, antes insólito, por sus bellos atractivos y lo que fuera una realidad ensoñadora, inigualable, convertida en una pobre cosa que está ahí tratando de señalar su patética suerte? Con su agónica presencia, sabiendo cual será el destino de lo poco que nos queda, aunque no muera su pasado, porque estará siempre en el recuerdo mientras el hombre viva cautivado de tanto embeleso.

Es más bella la ladera desde Martiánez en toda su extensión hasta que se nos pierde de vista en dirección opuesta; realmente, cuando he bajado a la playa, para verle mejor, he comprobado que me he quedado corto en mis manifestaciones poéticas al describirla. Habría que empezar de nuevo... Habría que tener una sensibilidad especial, tendría que escoger las palabras y buscar la más elocuentes, que dudo estén a mi alcance. Tendría que emborracharme de ternuras e implicar a mi alma, y delirar enloquecido de entusiasmo por sus exóticas veredas, sin turbar la paz que le rodea ni alterar su maravillosa imagen... ¡ Habría que soñar despierto!

Desde la arena, viéndole con reverente pasión, me dominan sus profusos atractivos, hay en todo ello mucho esplendor todavía. Hasta donde mi cansada vista me permite ver, le contemplo cada vez más extasiado, como si hubiera de improviso renacido todo lo que echaba de menos, para calmar mi desazón: cual aurora refulgente diseñada por la mano omnisciente de nuestro Creador... Así se advierte en mi voraz contemplación...



Puerto de la Cruz, a 27 de junio de 1994
Publicado en el Periódico EL DIA: 09.10.94

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