7/3/09

REPASANDO VIVENCIAS DEL PASADO

.

.
Asomada en su balcón le vi, al pasar por su casa y hubiera querido que la tierra me tragara... La distancia, desde abajo, no me permitía verle tal y como estaba en esos momentos, mas, preferí pensar que estaba bien... Independientemente de que ahora somos otros. Sin embargo, nuestros ojos se miraron con vehemencia, absoluto respeto y consideración. Ya la vida nos había pasado facturas desconsideradas de nuestros involuntarios errores; y las pagamos "a plazos" pero todas, quizás quede el más doloroso saldo, aunque pensemos que nada nos debemos. Fuimos amigos en nuestra tierna edad, cuando nos creíamos huérfanos de todo lo bello que la vida nos deparara. Cuando comenzábamos a entender la capacidad sentimental del imprevisto amor, su firme proyección e insospechados desengaños. Cuando despertamos en el bello mundo de la entonación poética, generado entonces, de ciertas crisis emocionales y necesidades evidentes de afecto... Pero un afecto distinto, ya no el que necesitan los huérfanos de verdad, un afecto conductor de ese mágico e indescifrable lapsus afectivo y sentimental. Sin intrigas ni oscuras desviaciones. A pesar de ello, de esa manifiesta inocencia, sufrimos el castigo de lo imprevisible. El destino dijo su última palabra.

Fuimos amigos leales, amigos con el único compromiso de respetarnos siempre y, guardar nuestros recuerdos, aquellos recuerdos gratos de tal amistad, mientras Dios nos permita seguir viviendo. Vivir para vernos aunque sea de lejos, si hubieran inconvenientes en nuestro futuro, o que el destino nos desviara del camino que soñamos juntos. Así fue. Nuestras vidas cambiaron sus rumbos y divergieron nuestros pasos hacia derroteros distintos, sin que por ello, rompiéramos definitivamente aquel proyecto de adolescentes amantes, de no olvidarnos, pase lo que pase. De no olvidar nuestras quiméricas fantasías, nuestros infantiles deseos... Y los ratos vividos, sin escondernos nunca, porque en nuestra amistad sólo cabía el cariño y afecto de dos buenos amigos que se entendían y habían conocido juntos la noble sensación de saberse, a la par, correspondidos. Y a ese cariño nos aferramos, como quien se aferra a una mastodontica muralla de humo y al cabo del tiempo nos vimos con las manos vacías, pues aquel amor se había esfumado, fue el destino quien lo aleccionó...

Pero quedaron los recuerdos, aquellos párvulos e infantiles recuerdos, aquellos tiernos deseos de estar siempre juntos, aunque sólo sea en el pensamiento; y con el dignificar aquella amistad sin mácula alguna. Entonces nos necesitábamos mutuamente, sólo queríamos estar juntos, o muy cerca el uno del otro; y todo el tiempo posible.

Muchos años han pasado desde entonces y aún nos seguimos respetando. Nuestra madurez ha contribuído para que sin recelos entendiéramos que la vida es así, increíblemente difusa.

No hay comentarios: