No me lo creerán, en un reducido espacio, en un bar. de Tapas, bebidas y café con leche, me detuve. Necesitaba matar por lo menos una hora del tiempo, pues tenía que esperar con el coche afuera para luego ir a una cita personal de obligado cumplimiento.
La TV funcionando con volumen alto, todo el mundo el mundo hablando a la vez sus asuntos, golpes en la cafetera, los coches que pasan por la calle, el choque de las tazas contra los platos y el de los vasos al descansarlos en las mesas y en el mostrador, la máquina de los cigarros, etc. ¡Lo que es esta vez salgo loco! Pero no podía seguir dando vueltas por la ciudad con el coche buscando donde aparcar después de media hora infructuosa. ¡Qué negocio! Ya falta menos para que sean las 20.00 p.m.
¿Qué les puedo contar aparte de lo que ya saben? Se me fue lo que les iba a decir, no inventaré nada. La verdad es que si apagaran la TV, por lo menos estaría más cómodo. No puedo negar que me he distraído oyendo –sin querer- las conversaciones del personal y algunas clientas y desaforados clientes. Todos, cada cual narraba una historia diferente. Estaba una con un perrito en brazos y que pensaba ir al veterinario, que sospechaba que su mascota se había tragado una pelota… ¡No le queda nada! Hasta me he reído y he participé en alguna de las conversaciones, como uno más. Oí una conversación de ciertas gentes, que hablaban de otros poniéndoles a parir… La soberbia brilló. Y la agresividad se puso de manifiesto. Se iba getando una ira colectiva bastante desagradable. Cada cual opinaba distinto acerca de los protagonistas ausentes. Que si le doy con esto… Que si le doy con lo otro…
Miré mi reloj y aún me faltaba casi media hora para irme, según había calculado.
El vino era criado en la parte alta de La Orotava y sus alrededores, no estaba malo y repetí un para de copas, mientras seguía consultando a mi reloj. Ya faltaba menos. Los ánimos en el reducido local ya se iban calmando, había más espacio libre, se respiraba otro aire… Y el volumen de la TV: lo redujeron un tanto. Se entendía mejor lo que hablaban los parroquianos. Luego volvió la conversación de los perros cuadrúpedos, que si uno lo tenía enfermo de “gripe” que estornudaba mucho. Nadie habló de la fantasmagórica “Crisis” ni del Gobierno. Las gentes pasan de todo, no dejan de vivir igual, ni se interesan de la realidad que estamos viviendo y de los problemas que se nos avecinan.
Pero bueno, dejemos que los más despreocupados vivan siempre igual, ya les llegará la hora, cuando tengan que pagar la luz, las hipotecas, la cesta de la compra, gasolina, etc. Entonces, si leyeron esto que con cariño les dedico, me entenderán mejor lo que quería decir en esta ocasión. No sigo porque se me acabó el tiempo. Otra copa más y hasta la próxima, amigos.
La TV funcionando con volumen alto, todo el mundo el mundo hablando a la vez sus asuntos, golpes en la cafetera, los coches que pasan por la calle, el choque de las tazas contra los platos y el de los vasos al descansarlos en las mesas y en el mostrador, la máquina de los cigarros, etc. ¡Lo que es esta vez salgo loco! Pero no podía seguir dando vueltas por la ciudad con el coche buscando donde aparcar después de media hora infructuosa. ¡Qué negocio! Ya falta menos para que sean las 20.00 p.m.
¿Qué les puedo contar aparte de lo que ya saben? Se me fue lo que les iba a decir, no inventaré nada. La verdad es que si apagaran la TV, por lo menos estaría más cómodo. No puedo negar que me he distraído oyendo –sin querer- las conversaciones del personal y algunas clientas y desaforados clientes. Todos, cada cual narraba una historia diferente. Estaba una con un perrito en brazos y que pensaba ir al veterinario, que sospechaba que su mascota se había tragado una pelota… ¡No le queda nada! Hasta me he reído y he participé en alguna de las conversaciones, como uno más. Oí una conversación de ciertas gentes, que hablaban de otros poniéndoles a parir… La soberbia brilló. Y la agresividad se puso de manifiesto. Se iba getando una ira colectiva bastante desagradable. Cada cual opinaba distinto acerca de los protagonistas ausentes. Que si le doy con esto… Que si le doy con lo otro…
Miré mi reloj y aún me faltaba casi media hora para irme, según había calculado.
El vino era criado en la parte alta de La Orotava y sus alrededores, no estaba malo y repetí un para de copas, mientras seguía consultando a mi reloj. Ya faltaba menos. Los ánimos en el reducido local ya se iban calmando, había más espacio libre, se respiraba otro aire… Y el volumen de la TV: lo redujeron un tanto. Se entendía mejor lo que hablaban los parroquianos. Luego volvió la conversación de los perros cuadrúpedos, que si uno lo tenía enfermo de “gripe” que estornudaba mucho. Nadie habló de la fantasmagórica “Crisis” ni del Gobierno. Las gentes pasan de todo, no dejan de vivir igual, ni se interesan de la realidad que estamos viviendo y de los problemas que se nos avecinan.
Pero bueno, dejemos que los más despreocupados vivan siempre igual, ya les llegará la hora, cuando tengan que pagar la luz, las hipotecas, la cesta de la compra, gasolina, etc. Entonces, si leyeron esto que con cariño les dedico, me entenderán mejor lo que quería decir en esta ocasión. No sigo porque se me acabó el tiempo. Otra copa más y hasta la próxima, amigos.
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