11/4/13

DESCANSE EN PAZ EL ALMA DEL AMIGO PEPE LECHADO





Aún en estos momentos no tengo sosiego, me turba enormemente la idea de haber perdido para siempre al amigo Pepe Lechado. La triste noticia de su apresurado óbito me produjo un impacto tremendo. No podía creerlo y fue su desconsolada viuda quien me dio la dolorosa noticia, en el garaje comunitario donde guardamos los coches. Vivimos en el mismo edificio hace más de treinta años y todos los días nos tropezábamos frente al ascensor y con sana alegría nos saludábamos al encontrarnos. Era muy simpático y ocurrente y llovían las bromas juntas con su familia, contentas de estar todos bien. Luego cada uno para su casa y siempre buenos amigos.

Si quieren que les diga más verdad, hasta ayer, después de tantos días, he estado huyendo de su familia para no sufrir más al encontrarnos. Y así fue, no pude contenerme y casi me ahogo de angustia. Estábamos todos menos Pepe y mis pupilas intuitivamente lo buscaron, presentía que estaba allí y hasta me pareció oír su reposada voz, siempre bromeando…

A veces los golpes que recibimos de la vida suelen ser muy duros y desgarradores. Qué poca cosa nos sentimos, qué impotentes al no poder evitarlo y tener que resignarnos ante el destino y la misma evidencia, cuando se nos va un amigo o un ser muy querido. Absolutamente nada podemos hacer para evitar  esos fatídicos trances luctuosos. Y triste es, también, no hallar las palabras apropiadas para consolar a sus dolidos familiares y demás amigos. Será que me estoy haciendo demasiado viejo, pero estos momentos me afectan considerablemente.

Cuando salgo del ascensor al salir de casa, siempre pienso si estará abajo esperando para subir con su familia a la que tanto quería; siempre fue un modelo de esposo, padre y abuelo, para los cuales sólo vivía.

Los primeros días, después de su defunción, casi no he podido conciliar el sueño, no le aparto del pensamiento. Una persona tan fuerte y sana, tan serio y responsable, no se puede ignorar fácilmente. Nos gustaba hablar de perras de vino y nos transmitíamos los lugares donde estaba el mejor. Le gustaba mucho salir con su familia y luego, para desconsolarme, me lo contaba. Sin embargo sabía hasta donde llegaba dada su responsabilidad. Era un amigo de verdad y en realidad tengo muchos motivos para echarle tanto de menos; y me imagino cuanto dolor debe estar sufriendo su familia y los buenos amigos que dejó y que tuvieron la suerte de haberle tratado. Ahora sólo nos resta rogarle a Dios por él, otra cosa no podemos hacer. Las palabras se las lleva el viento, las lágrimas se secan, sólo los recuerdos quedan y no los borra nada ni nadie, irán con nosotros cuando nos llegue la hora también. Rogar a Dios por el eterno descanso de su alma; y para que les de consuelo a sus dolidos familiares. Recordémosle siempre como una persona ejemplar y un amigo de verdad.

¡Descase en paz su alma!  ¡Y tengamos resignación cristiana!





Celestino González Herreros
          celestinogh@teleline.es



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