15/8/11

POR FIN…

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No hay tiempo perdido si hemos considerado, de aquello que hayamos perdido, el valor de su esencia y cada momento vivido. Si hallamos aquella identidad y la albura de aquellos atisbos sensoriales viendo pasar los instantes como nubes que se deslizan en el inmenso espacio cósmico, aquellos sueños se realizarán. Como vuelan las aves y remontan allá lejos sus acrobáticos movimientos, donde los letargos parecieran que danzan y dejan la graciosa estela de sus diminutos cuerpos, a nuestra merced.

Hoy quisiera tener alas y alcanzar esa altura deificada, a donde todos ansiamos ir buscando lo mismo, la paz eterna, la abnegada tranquilidad espiritual que suele guiarnos cuando hayamos partido…

Pensando estaba en mi añorado padre, que Dios lo tenga en la Gloria, ¡cuántas veces habrá suspirado imaginando el vuelo de esas grises e inquietas nubes! y las habrá figurado proyectadas en su mente, como aves que remontan ese vuelo misericordioso en sus momentos de aflicción y soledad, como un torbellino en el apagado espejo de su vida, ciego y viejo… Tropezando siempre con el mismo desencanto y la angustia de no poder vernos y saber cómo somos ya y cómo está todo a su alrededor…antes de decirle adiós a la vida.

Entre sus cosas hallé este poema suyo que les transcribo. Lo tuve mucho rato entre mis manos, leyéndolo no sé cuantas veces. Y en su nombre se los muestro.




POR FIN…



Por fin tocó a las puertas de mi alma la vejez,

pálida, desmelenada, casi sin vida, y ella, el alma mía

ingenua como siempre, cándida tal vez,

le abrió las puertas de par en par y le dio cabida.



Y aquí estoy ya viejo, viejísimo, ante el empañado espejo de la vida

en aras de la muerte, la muda y silenciosa,

la que con su mirada aguda,, inapelable, sentenciosa

está simplificando las escasas horas de mi eterna despedida.



Y ¿a dónde irá Señor mi alma, cuando yo muera,

a la profunda y escalofriante fosa, o junto a ti?,

dímelo, si, dímelo y así moriré tranquilo,

en paz, sabiendo que está a tu vera.



Y tú, invisible, parca, no bifurques el camino cuando vengas por mí

hazlo deprisa, en raudo vuelo,

que Dios omnipotente allá en el Cielo,

espera impaciente el alma mía que le ofrecí.



Cuando de mí te desprendas alma mía, rumbo a Dios

y mi cuerpo descanse para siempre bajo la losa pesada y fría,

no me olvides jamás, recuérdame cada día

y así gozar con la idea de estar juntos los dos.



No alma mía, cuando yo muera, no me abandones

y si penetrar pudieras en mi profunda y oscura fosa,

pídele a la muerte, incansable, sentenciosa,

que si a alguien he ofendido, no torture mi descanso y me perdone.


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ENRIQUE GONZÁLEZ MATOS

Puerto de la Cruz. Tenerife Año. 1.984



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Celestino González Herreros
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