29/8/11

EL PERFIL DE LOS SUEÑOS ROTOS

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¿Por qué lloran tus ojos si al mirarme aún sonríes? ¿Por qué tu risa no oigo?... Te he visto esquivar mis celosas miradas para que no advierta tu pena, ¿qué sería, si no, ese sentimiento que desborda en tu callado llanto?... Dolorosa mirada la tuya y qué sonrisa tan dulce.

Todo se torna incomprensible, con el curso callado del tiempo las verdades son otra cosa distinta, a veces no dejan crecer la ilusión más allá de una escasa dimensión que nos condiciona, llegando a dispersar todos los sueños... La fragilidad de la vida es tal, que se quiebra en un solo suspiro que expira sin darle tiempo al llanto, sin que pueda uno quedarse el calor de una última caricia y sin dejarnos decir el último adiós o retener una fugaz mirada de amor y ternura...

Antes me ilusionaba la primavera, hoy es el triste otoño la estación del año con la cual más me identifico. Ver caer las hojas del árbol me recuerdan a tu llanto y entre las grises nubes del melancólico y aterido entorno, ver el resquicio de un alegre claro donde aparece el cielo; igual me recuerda una semblanza de tu inocente sonrisa y ello me consuela. ¡He visto pasar tantos Otoños!...

Cuando el aire se mueve presiento las brisas que antaño agitaron aquellas hojas ocres que vi. correr por el húmedo pavimento buscando el refugio de algún rincón; o de alguna rama o tronco caído de otro árbol muerto.

Hoy he vuelto a sentirme triste, por que te he visto, esta vez entre la muchedumbre y estabas ocupada en no sé cuántas cosas. Parecías el centro de todas las atenciones, todos te llamaban y para todos tenías una expresiva mirada. A los niños acariciabas con especial ternura y a los viejos saludabas con reverente respeto. Estabas radiante entre todos ellos y yo no podía hacer otra cosa que admirarte... No quería romper el idilio que vivías entre los tuyos y opté por apartarme aún más, hasta no alcanzar a verte.

Por las calles caminé como si estuviera en otro mundo, ni veía ni escuchaba; me fui perdiendo en el sueño más profundo, en el abandono más inhóspito que sufriera hombre alguno buscando en el silencio aquellas viejas vivencias. Entonces, cuando éramos adolescentes no comprendíamos muchas cosas, ni los peligros que acechaban tras una discusión, por muy superficial que esta fuera, no creímos que un amor se pudiera romper para siempre por sólo discutir un par de veces, buscando quizás, entendernos mejor... Cosas del amor, ese fuego que abraza sin piedad y nos ciega. Te vi alejarte y pensé que sería como siempre, para volver mañana más dulce y cariñosa, pero no fue así, fue para siempre... Y el destino jugó sus diabólicas cartas y desbarató el juego cuantas veces quiso, nos alejó disfrutando con ello y dándonos ocasión de aceptar nuevos caminos, a ti te indicó el tuyo; y el mío ha sido, como todos los caminos que el destino impone, para seguir viviendo y al que nos vamos adaptando, y en cierto modo, nos brinda las más variadas y gratas perspectivas de otras ilusiones, a veces duraderas o por el contrario, que se rompen inesperadamente, en el peor de los casos y nos deja abandonados con "el perfil de los sueños rotos"... y los sentimientos a la deriva, arrastrando la pena incontenible de la soledad y el desconsuelo.

Después de tanto tiempo, te he visto llorar cuando miras a las estrellas y, a la vez sonríes, como buscando en la distancia inalcanzable de los sueños... Te he visto ausentarte en esa quimérica percepción sin alcanzar tus deseados objetivos... También he corrido entre la gente para verte mejor cuando cruzas las calles de la ciudad y me gustas cuando estas contenta con ese donaire de tu dulce andar que aún conservas a pesar de los años y que me recuerda aquel triste día, cuando te fuiste He seguido tus pasos hasta el Cielo; y te acompaño como un lazarillo, cuidando ese amor tuyo siempre ciego, que no supo ver realmente lo mucho que siempre te he querido.

La tarde ya iba muriendo, declinaba con los vivos fulgores crepusculares del ocaso, ya el camino estaba casi desierto, pocas personas lo poblaban, ni sus propias sombras que antes avanzaban sigilosamente en retirada.

Nuestro triste personaje fue recogiendo las cuartillas que había escrito, en el más profundo silencio, sobre una destartalada mesa en la playa tranquila del pueblo, mientras apuraba el contenido de su copa. Con el dorso de su mano izquierda limpió sus labios y haciendo un ligero esfuerzo se puso en pie, imitando a los demás, los últimos transeúntes y así no quedaba tan solo... Había pasado el tiempo sin apenas darse cuenta, había estado ausente con sus recuerdos y vagando con su soledad hasta perderse. Y se fue por el pendiente camino, tan callado como siempre y meditabundo, con las cuartillas bajo el brazo, pensando en ella. ¡Recomponiendo el perfil de sus sueños rotos!


Celestino González Herreros
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