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Si fuera a enumerar los ratos vividos,
los que he gozado en los barrios de la Matanza,
justificaría la razón de mi añoranza
estando lejos de estos lares queridos.
Son sus atardeceres, mirando al mar
desde la silente ladera distante y sus/brisas las caricias constantes
e influjos que en su mágico embrujo nos invita amar.
Báquicas tardes con los amigos reunidos,
visitando lugares acostumbrados,
degustando los vinos ya trasegados,
entre parras caídas y nogales floridos.
Oyendo el lamento de nuestras folias
y el murmullo alegre del agua que avanza
targea abajo, canturreando su bonanza,
despiertan los sueños de mis fantasías
Y las voces de las guapas campesinas
deambulando por los angostos atajos,
al salir de sus respectivos trabajos.
Congratuladas como buenas vecinas.
Si fuera a enumerar mis embelesos
no habrían palabras en mi lenguaje
para brindarle un justo homenaje
a este municipio a través de mis versos.
La Matanza y pueblos anexos se engalanan
siempre que despunta el alba matutina;
parece que al correrse la cortina
de la noche, sus encantos despertaran.
Recuerdo, estando ausente, ver paisanos nuestros
visiblemente emocionados sollozar
al evocar con desconsuelo este lugar,
donde fueron felices con sus ancestros.
Había que estar lejos para comprender
lo que atesora nuestro terruño amado,
por emigrantes tantas veces llorado,
más aún, por aquellos que no pueden
volver.
Con los labios resecos por la emoción,
recordando las ventas de vino a granel
- apoyados en rudimentario tonel -
muchas veces soñamos con este rincón.
Celebro este emocionante reencuentro
después de obligada ausencia, a mi pesar,
que lo de hoy, no ha sido pasar por pasar.
Es que hay sentimientos que gritan desde muy adentro.
Celestino González Herreros
http.www.celestinogh.blogspot.com
24/2/10
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