24/2/10

ALGO SE APRENDE AL CABO DEL TIEMPO…

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El silencio es el mejor aliado de aquellos que escribimos, bien o mal, pero escribimos y si se nos critica es porque nos leen y si nos leen es que buscan en nosotros lo que no hallan en los demás.

Nuestras musas son asustadizas, asoman y se esconden, como las ardillas ante el temor de ser sorprendidas… Ellas son las que nos llaman, las que activan todos los resortes de nuestra imaginación, ellas nos buscan según sea o no, lo que les inquieta, lo que todos debiéramos poder expresar… Como dice Mario Vargas Llosa: “Un escritor no escoge sus temas, son los temas quienes le escogen”. Es cierto, somos cómplices de sus instintos y sus ambiciones. Las musas son los ángeles del pensamiento y las hadas de la inspiración… Son como el vetusto e insustituible caudal del poeta, media luz y silencio; sólo la tenue luz que no molesta y a la vez atrae a los espectros del subconsciente. La luz tenue y silenciosa que alumbra en las tinieblas de nuestra soledad, los atajos del callado espacio, entre todo comienzo y el final de este.
También Jorge Luís Borges, apostilla con sapiencia: “Si uno siente que la tarea literaria es misteriosa… entonces uno puede esperar mucho, ya que uno no es responsable”
No me gustaría parecerme a otros que fueran mejores que yo, sin embargo, sinceramente, me gustaría, discretamente, aprender de ellos todo lo que fuera menester para llegar a ser, al menos, considerado y dentro de ese bien, respetado. Que son mis musas las que me preocupan, son tan sutiles y mimosas; son como las estrellas del firmamento, inquietas y seductoras y un tanto nerviosas. Ellas me obligan a ser explícito, a ser amoroso, y consecuente conmigo mismo.

Las musas del poeta, del escritor y del pastor, no calman su sed hasta ver realizados esos instintivos vuelcos sentimentales que tantas veces nos asaltan. A veces, hasta llegar al subconsciente, hasta ver la imaginación presa con todo su caudal de influencias, aunque no crea suficiente la reserva, nos piden más calor y entrega a nuestras alegaciones… Ellas son el reloj sentimental de nuestro tiempo literario, cada segundo de tiempo que transcurra, nosotros estaremos sintiendo la necesidad de complacerles describiendo con ternura y clarividencia los pasos en cada espacio literario, evitando siempre incurrir en falsas limitaciones y rodeos, conceptos estos, fundamentales en el exigente marco lírico.

Sólo el tenue murmullo de las risas al pasar cerca, como soplos celestiales que acariciaran, como ecos musicales que llegaran desde lejos y asistieran sigilosos, para no turbar el equilibrio armónico de la imaginación… Sin azorar el silencio de la idílica quietud de los sentidos que mecidos en la paz que adormece cuando escribimos y velamos el sueño poético de nuestra inspiración…


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com

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