La vida y nuestras costumbres van tomando un giro espectacular, ya no es que sean mejores o peores los cambios que ameritan las circunstancias. De nada sirve, en este especial sentido, aferrarse a los principios que ya hoy, en su mayoría, algunos son o están realmente desfasados. Concurren nuevas circunstancias que nos obligan a tomar nuevas decisiones. No podemos quedarnos atrás lamentándonos. Y esta vez hablo de nuestra economía. No sé como decirlo sin que mis palabras hieran susceptibilidades, ni provoquen polémica alguna.
Un muchacho casado hace un par de años, se hizo su casita y como tiene una huertita que la cuida con esmero y gran celo, me trajo a casa, una hermosa caja con tomates, acelgas, zanahorias, lechugas, una hermosa papaya y varias cosas más. Y nunca fue persona del campo, pero piensa muy juiciosamente respecto a la tierra. Dice que ha leído varios escritos míos publicados en varios Blog y en el mío propio, respecto a la tierra y que, para testimoniar la verdad de mis argumentos, me obsequiaba con el presente detalle. Añadió que aunque humilde –pienso que tiene mucho valor- evidencia aquello que digo, al referirme a la tierra: “La tierra siempre fue generosa y agradecida”
Nuestras costumbres, no quiero decir que se pierdan, eso jamás. Hemos de ser tolerantes e ir dando paso a nuevas alternativas, no podemos quedarnos atrás o en mitad del camino. Ello implica al hombre a seguir luchando sin desfallecer, aunque tengamos que cambiar algunos esquemas o elementos básicos, las formas y los momentos…La lucha será siempre conflictiva y las malas rachas nunca eternas.
Las personas acabamos cansándonos de las clásicas situaciones, entre el poder y la oposición, a esa fuerza dominante… Como ocurre a la inversa. Acabamos por pasar de ambas conductas, cuando no se le ve el queso a la tostada. Y en nuestro fuero interno, estamos deseando, aunque no lo confesemos libremente, que llegue el día en que podamos sentirnos “más satisfechos” respecto al triste ambiente que reina en nuestra sufrida sociedad, molestos por las despiadadas arremetidas entre nuestros políticos, como una guerra infantil entre muchachos jugando con aquellos soldaditos de plomo, sin importarles el ridículo que hacen algunas veces, evidentemente, sin percatarse de ello. Nuestros pueblos merecen un respetito, siquiera eso, más seriedad y pensar siempre que las urnas no perdonan llegado el momento. En nuestra ciudad se está cocinando un guiso que a nadie va apetecerle, ni a los perros. Amenazas, siempre amenazas… Y repito, las urnas no perdonan, así pues, más cordura y frenar los impulsos. Eviten las divisiones partidistas dentro de los equipos… Esos son, los instigadores, los inadaptados que sólo busca significarse y el consiguiente protagonismo a ver si alguna vez llegan alguna parte, cueste lo que cueste y a coste de herir el honor de los demás sin importarles que sean personas seria y de ejemplar conducta ciudadana. Antes de concluir, sinceramente, deseo que no interpreten mal mis palabras, tampoco son lecciones, ni mucho menos. En esta lucha por salvar el prestigio de nuestra ciudad, estamos implicados todos, cada cual desde su lugar, si me gustaría, seguir contribuyendo a mi modo, hasta conseguir que estemos más unidos, seguir respetándonos y jamás desfallecer hasta lograr para los que vienen detrás de nosotros, arrancadas todas las espinas de nuestros caminos y dejarles una ciudad mejor, más prospera y que quede siempre para nuestra historia, el loable recuerdo y el honor de nuestros “testarudos” pero buenos políticos. ¿Qué otra cosa más hermosa podríamos dejarles? Y que lo veamos con humildad y orgullo desde donde estemos entonces.
Un muchacho casado hace un par de años, se hizo su casita y como tiene una huertita que la cuida con esmero y gran celo, me trajo a casa, una hermosa caja con tomates, acelgas, zanahorias, lechugas, una hermosa papaya y varias cosas más. Y nunca fue persona del campo, pero piensa muy juiciosamente respecto a la tierra. Dice que ha leído varios escritos míos publicados en varios Blog y en el mío propio, respecto a la tierra y que, para testimoniar la verdad de mis argumentos, me obsequiaba con el presente detalle. Añadió que aunque humilde –pienso que tiene mucho valor- evidencia aquello que digo, al referirme a la tierra: “La tierra siempre fue generosa y agradecida”
Nuestras costumbres, no quiero decir que se pierdan, eso jamás. Hemos de ser tolerantes e ir dando paso a nuevas alternativas, no podemos quedarnos atrás o en mitad del camino. Ello implica al hombre a seguir luchando sin desfallecer, aunque tengamos que cambiar algunos esquemas o elementos básicos, las formas y los momentos…La lucha será siempre conflictiva y las malas rachas nunca eternas.
Las personas acabamos cansándonos de las clásicas situaciones, entre el poder y la oposición, a esa fuerza dominante… Como ocurre a la inversa. Acabamos por pasar de ambas conductas, cuando no se le ve el queso a la tostada. Y en nuestro fuero interno, estamos deseando, aunque no lo confesemos libremente, que llegue el día en que podamos sentirnos “más satisfechos” respecto al triste ambiente que reina en nuestra sufrida sociedad, molestos por las despiadadas arremetidas entre nuestros políticos, como una guerra infantil entre muchachos jugando con aquellos soldaditos de plomo, sin importarles el ridículo que hacen algunas veces, evidentemente, sin percatarse de ello. Nuestros pueblos merecen un respetito, siquiera eso, más seriedad y pensar siempre que las urnas no perdonan llegado el momento. En nuestra ciudad se está cocinando un guiso que a nadie va apetecerle, ni a los perros. Amenazas, siempre amenazas… Y repito, las urnas no perdonan, así pues, más cordura y frenar los impulsos. Eviten las divisiones partidistas dentro de los equipos… Esos son, los instigadores, los inadaptados que sólo busca significarse y el consiguiente protagonismo a ver si alguna vez llegan alguna parte, cueste lo que cueste y a coste de herir el honor de los demás sin importarles que sean personas seria y de ejemplar conducta ciudadana. Antes de concluir, sinceramente, deseo que no interpreten mal mis palabras, tampoco son lecciones, ni mucho menos. En esta lucha por salvar el prestigio de nuestra ciudad, estamos implicados todos, cada cual desde su lugar, si me gustaría, seguir contribuyendo a mi modo, hasta conseguir que estemos más unidos, seguir respetándonos y jamás desfallecer hasta lograr para los que vienen detrás de nosotros, arrancadas todas las espinas de nuestros caminos y dejarles una ciudad mejor, más prospera y que quede siempre para nuestra historia, el loable recuerdo y el honor de nuestros “testarudos” pero buenos políticos. ¿Qué otra cosa más hermosa podríamos dejarles? Y que lo veamos con humildad y orgullo desde donde estemos entonces.
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