20/10/12


RETROSPECTIVA VISIÓN DE PUERTO DE LA CRUZ

Estaba pensando hace unos instantes, en aquel viejo Puerto de la Cruz que tan pequeño nos pareciera, cuando de un extremo al otro, lo caminábamos como nada; y hoy nos parece tan largo e inalcanzable aquellos vestigios en los que participábamos con toda normalidad.
Es cierto, que los  perímetros topográficos de nuestro municipio han ampliado sus posibilidades. Desde Martiánez íbamos caminando hasta María Jiménez en sólo minutos y así las distintas rutas, sin agobio ni cansancio, Apenas había cuatro o cinco coches y unas dos o tres jardineras o guaguas. Se usaba mucho los carros tirados por animales o aquellos que había que empujarlos en las subidas para luego soltarlos en las bajadas y pavimentos llanos. ¡Cierren los ojos y hagan una composición de los lugares; y también tenían su encanto!

Muchas de las casa poseían como un patio trasero o una huerta donde yacían los corrales para las cabras, los cochinos, gallineros, palomares, conejeras, etc. Con los desperdicios –cuando había-  de la cocina y del comedor y la gentil ayuda de algunos vecinos que guardaban sus residuos diariamente daba para alimentar a esos animales en cautiverio, a veces, era hasta necesario para poder sostenerlos. Claro que por Navidad se les compensaba con una buena parte de los beneficios. Algunos tenían hasta un par de vacas y con la leche de ellas y de las cabras, cubrían el gasto diario. Una parte de la leche la vendían a personas conocidas, el resto lo dedicaban a la elaboración de quesos, mantequilla, etc.

Aquellas gentes nuestras eran capaces de reprimir toda tragedia, crisis políticas, económicas o ambientales. No se rendían ante la evidencia adversa. Eran emprendedores, sagaces, creadores y valiosos marchantes. De cualquier cosa hacía un objeto útil para usarlo en los quehaceres diarios. Todo se aprovechaba, nada se desperdiciaba y de ahí sacaban la luz de sus múltiples inventos. En los barrancos y quebradas no había basura, todo era útil, latones, botellas, maderas, hasta las hojas secas de las palmeras para confeccionar las escobas.
Hoy vamos a los contenedores de la basura habitual y sus alrededores, a veces, para quedarnos perplejos, enseres que todavía están en buen estado, que con una manita habilidosa pueden ser reparados, van sin consideración alguna al desguase. Es inconcebible, con la crisis económica que estamos viviendo, se hayan olvidado de aquellos oficios con los que se mantuvieron tantas familias y vivieron en un nivel nada despreciable, como eran carpinteros, albañiles, jardineros, zapateros, electricistas, panaderos, pintores, mesoneros, barberos, ebanistas, afiladores, etc., etc. Debe ser que no pusieron interés en aprender los oficios de sus mayores. Ya no se ejercen esos oficios, casi han desaparecido. Nuestras gentes se han dejado convencer por los más usuales medios comunicativos de propagandas, con sus programas del moderno consumismo, una de las causas más evidentes de la crisis que estamos soportando. Todo a botar a la basura y a comprar nuevo, según aconsejan los medios pagados por las multinacionales del mundo entero. Llega a ser como una enfermedad infecto contagiosa que se hace colectiva y el que menos tiene más gasta en aparentar lo que en realidad no es.

Para construir una sociedad equilibrada es necesario comenzar a ejercer los viejos esquemas; vive de acuerdo a tus posibilidades, no quieras emparentarte nunca con el que más tiene, claro, sin olvidar que es más importante en esta vida, no el que más tiene sino el que menos necesita, pero para ello hay que razonar y ver la realidad sin trampas que la esconda, vivirla sin amargas intrigas, cada cual con lo suyo, en su casa, calladitos y luchando por mejorar su nivel de vida, en tanto que Dios esté en la de todos; seguramente para infundirnos fuerzas nuevas, esperanza, claras decisiones y voluntad suficiente que nos devuelva la calidad de vida que en realidad necesitamos.




Celestino González Herreros
         celestinogh@teleline.es

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