28/10/12


ESPLÉNDIDA NOCHE DE PLENILUNIO

No vi nacer la luz de aquel virtual plenilunio, estaba ausente, la mirada perdida en el infinito, en el letargo de una breve abstracción. No vi el resplandor lunar conjugarse con los últimos y agónicos influjos del Sol; estaba perdido... Comenzando a gestarse el más bello momento, entre la luz y las sombras, entre los distintos estertores de la tarde y el mágico alumbramiento del espacio sideral. No vi claridad alguna mientras el subconsciente vagaba por otros derroteros.

Así, mientras se detuvo el tiempo, o si transcurrió, no sé. Sumido en esa soledad, sólo con la evocación del momento, sin saber con quién compartir el tedio, sentía o no sentía. Entre tanto, afuera podía divisarse aquel espléndido y débil resplandor, aquella comunión entre distintas luces, la del Sol, huidiza y la Luna primorosa, soltando sus dorados cabellos sobre la faz de la Tierra, amenizando así el silencio sobrecogedor en que estuve sumido. Plenilunio de luz celestial, de voces ahogadas como si despertaran… De tristes e incrédulas miradas, de sueños truncados e ilusiones pedidas. Sobre la faz de la Tierra aún riela acariciando las sombras del tiempo que va discurriendo, aunque las aguas del arroyuelo bajen riendo; y lamiendo los márgenes del místico cause que las lleven hacia el infinito de los sueños. Allá afuera, desde mi figurado cautiverio se oyen voces alegres, un festín inacabable, luces y sombras, cielo, mar y aire; y mucho alejamiento. No se oyen quejas ni lamentos, no se advierte drama alguno. Todo es alegría, clarines y trompetas, suaves brisas que acarician, sueños, ilusiones, fantasías... No hay despojos y si los hubo no se vieron.

Juntos fuimos por el camino más largo esa noche de plenilunio, entre las sombras nos escurrimos todo el tiempo, ocultos como si huyéramos de nosotros mismos, hasta perdernos en el silencio de nuestro recorrido, lejos del mundano ruido, toda la noche.

Vimos cuando comienza a salir el Sol, apenas despuntaba el alba. Aquella noche nos pareció distinta, más serena y fría que otras, nos pareció algo trasnochada. Sigilosamente se ocultaba la Luna... Recuerdo, si, que al despertar y percatarme que estaba solo en mi lecho, sentí desgarrárseme el corazón, su espacio estaba tan solo y frió… Mientras estuve con ella, mientras soñaba, ¡todo era tan distinto!; y la verdad, qué si larga fue la noche, corto fue el sueño y el despertar aun más cruel… ¡Ella no estaba!



Celestino González Herreros
          celestinogh@teleline.es




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