4/7/11

REALMENTE CREO QUE NO ESTAMOS TAN SOLOS

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Uno suele refugiarse en los recuerdos para poder alcanzar ese cause emotivo de la inalterable evocación que nos llega a conducir por los senderos ocultos de aquel nostálgico pasado… Con marcada lucidez nos hallamos, sin alteración alguna, en esos recordados caminos que nos devuelven tantas y tan queridas vivencias que siempre hemos alimentado con renovada ilusión, pese haber transcurrido el tiempo y ya no seamos tan fuertes y capaces como quisiéramos, porque los años no pasan en balde. Mas, ahí, en ese grato y acogedor refugio aún habitan y están latentes, los mejores años vividos. Ahí están, desde el más diminuto de los recuerdos, perpetuándonos. Y recurrir a ellos supone revivir aquellos irrepetibles instantes; y aún se mantiene en ellos el calor sentimental de entonces. Solemos revivirlos con frecuencia, callados, en silencio, sin sombras que nos custodien ni brazos que nos detengan, dueños absolutos de aquellos hermosos episodios que se resisten a morir y están empesimismados sólo en irse con nosotros, cuando nos llegue el fatídico momento de la partida sin retorno. Nuestra niñez, aquel calor de la familia, nuestra juventud, las aventuras viajeras por la América del Sur y otros lugares, inquietudes propias de aquella edad. Los sueños rotos, los crueles desengaños sufridos, los aciertos logrados, la nueva familia y ver crecer a los hijos, ver pasar el tiempo, nuestra vejez y las tristes dudas consiguientes, todo ello condensado en un antes y un dudoso después, el pasado y el futuro enfrentados en la más dura lucha vivida. Siempre preocupados por los que vamos a dejar atrás, sin nosotros y lo poco que al final podamos hacer por ellos.

La vida del hombre, del ser humano, suele condensarse en breves estimaciones: aquel quimérico pasado, el engañoso presente y el dudoso futuro… Nada más simple que la vida del hombre. Añado, pues, por sarcástico orden: la represión psicológica sufrida, el engaño del falso entusiasmo y la habitual duda de siempre. Mas, de todas nuestras decepciones y dentro de esa cruel maraña, existe la imperiosa razón de la existencia. La única esperanza que alienta a la Humanidad, es la misma Creación de las especies y el medio que las cobija. La paz oculta que a veces despierta en nosotros, al pensar en nuestro Dios, el Dios de todos… Ese consuelo, es el motivo más evidente de que no estamos solos y nuestro futuro puede no ser tan incierto…


Celestino González Herreros
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