Desestimando el recurso del silencio, hoy como una excepción, navego entre ruidos diferentes, sin querer aislarme porque así me siento a gusto. La algarabía la forman, unos que cantan, otros que ríen, los niños que corren como locos y gritan, liberando así sus revoltosas energías. La “cotorra” de la vecina, también parece que estuviera esperando a su duende encantado, pues tiene alterado como nunca al sufrido vecindario. Los coches que suben y los que bajan por la Avenida. Los perros ladrando en la plaza y allá afuera. El campanario anunciando la próxima Misa. ¡Y tantos ruidos más!, que sería imposible ponerle atención expresa a alguno determinado para diferenciar sus cadencias acústicas. Nada turba mi entusiasmo en estos instantes. Nada impide oír los latidos de mi corazón; me siento feliz como esos niños que, alocadamente corren en todas direcciones; estoy contento y no sé porqué. Nada me impide soñar en estos especiales momentos de alegría y euforia. Todo cuanto me rodea parece sonreírme y que estuviera impregnado de amor, y aromas primaverales, olor a vida fresca, a flores nuevas que se abren deliciosamente, desperezando sus suaves pétalos que saludan a la vida con sus aterciopeladas caricias y mágicos perfumes. Ahora, la música alegre que llega, quiere acompañarme en mi estado anímico, dándole a mi sueño, el ritmo propio, y las cadencias del éxtasis emocional más profundo.
Cierro los ojos y vuela mi mente buscando caminos antes andados... Y, voces amigas que llamen...
Dulce evidencia aquella, la de quiméricas tardes de fulgidos atardeceres; viendo, cuando morían las olas en la playa y llegaban a tus desnudos pies hundidos en la arena. Cuando jugábamos... Cuando nuestras miradas encendidas se encontraban y despertaban el deseo irrefrenable del amor. Aún conservo, a pesar de los años, en mis labios, el sabor salobre y dulce... Sabor del tiempo que nos ha dejado el recuerdo amado; y el calor de tus manos. Todo un mundo de fantasías que la vida nos brindaba, donde no había más poder que la inocencia compartida. Cuántas margaritas deshojamos juntos, y cuántas veces vi. tus ojos entornados despertar del sueño ilusionado con una angelical sonrisa en tus labios rojos dibujada. Cada una de las estrellas del firmamento, tenían un nombre propio para nosotros, y las veíamos parpadear con marcado nerviosismo en la distancia, si mirábamos al cielo.
Ellas fueron cómplices, de tantas cuitas amorosas.
Entonces no advertíamos estos ruidos, que aún persisten a mí alrededor, los desestimábamos, buscábamos los rincones donde sólo pudiéramos oír el jadeo de nuestra respiración y el susurro de algunas frases de ternura.
En este instante, para mí, ya es primavera... No la eterna primavera que argumentamos por sistema. Hoy me siento diferente, sin mirar el calendario, diría que la siento, ha venido a alegrarnos, con más esplendor, parece. En este instante, siento rejuvenecer mi espíritu, estoy contento. Hoy, cuando más necesitamos el calor apetecido y las fragancias frescas de sus flores, esperamos juntos a que asomen sus rayos de luz divinizada... Igual que esperan las aves en los aleros; y la cotorra de la vecina a su duendecillo, a ver si se calma un poco... Todos esperamos a la primavera, como si fuera la vez primera; con la ilusión que el niño espera a que nazcan las flores, para llevarles algunas a sus abuelos, y las pongan en un poco de agua, y sonreírles siempre que pasen por ellas, porque ya es primavera para todos. Entonces el amor también despierta, aflora... Y la vida se nos convierte en un sencillo jardín lleno de flores, para los viejos, los adolescentes, los jóvenes y esas inocentes criaturas, que las recogerán algún día para nosotros.
Mi amor, ¡cuánto hemos caminado juntos! Casi pierdo la cuenta. ¡Y, cuántos momentos felices hemos vivido! Los malos mejor es olvidarlos, los supimos superar y eso basta, porque juntos siempre fuimos invencibles, desde la responsabilidad, el respeto mutuo y el amor que nos une desde aquel entonces, y tantos buenos recuerdos... ¡Cuántas Primaveras cuidando nuestro jardín! Y buscando en los soleados caminos, la flor silvestre solitaria y aislada, para acariciarla con ternura... ¡Cuántas tardes, repitiéndonos siempre lo mismo, sin cansarnos nunca y cada vez con más ternura! Sólo me preocupa, eso si, no estar siempre juntos, ir así por los senderos acostumbrados. Eso me pone triste, sin saber ni qué pensar al respecto. Amémonos hoy, como siempre lo hemos hecho, viviendo el presente y recordando nuestro pasado, sin perder ni un segundo. Porque la vida es lo único que en realidad, nos queda. Vamos a vernos muy solos tú y yo... Acerquémonos más cada día, no nos separemos nunca y disfrutemos cada nueva primavera, con la misma ilusión que los adolescentes, como la vez primera. Pensando que la vida es eterna, interminable, y nuestro amor. Para siempre nuestra.
Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
Cierro los ojos y vuela mi mente buscando caminos antes andados... Y, voces amigas que llamen...
Dulce evidencia aquella, la de quiméricas tardes de fulgidos atardeceres; viendo, cuando morían las olas en la playa y llegaban a tus desnudos pies hundidos en la arena. Cuando jugábamos... Cuando nuestras miradas encendidas se encontraban y despertaban el deseo irrefrenable del amor. Aún conservo, a pesar de los años, en mis labios, el sabor salobre y dulce... Sabor del tiempo que nos ha dejado el recuerdo amado; y el calor de tus manos. Todo un mundo de fantasías que la vida nos brindaba, donde no había más poder que la inocencia compartida. Cuántas margaritas deshojamos juntos, y cuántas veces vi. tus ojos entornados despertar del sueño ilusionado con una angelical sonrisa en tus labios rojos dibujada. Cada una de las estrellas del firmamento, tenían un nombre propio para nosotros, y las veíamos parpadear con marcado nerviosismo en la distancia, si mirábamos al cielo.
Ellas fueron cómplices, de tantas cuitas amorosas.
Entonces no advertíamos estos ruidos, que aún persisten a mí alrededor, los desestimábamos, buscábamos los rincones donde sólo pudiéramos oír el jadeo de nuestra respiración y el susurro de algunas frases de ternura.
En este instante, para mí, ya es primavera... No la eterna primavera que argumentamos por sistema. Hoy me siento diferente, sin mirar el calendario, diría que la siento, ha venido a alegrarnos, con más esplendor, parece. En este instante, siento rejuvenecer mi espíritu, estoy contento. Hoy, cuando más necesitamos el calor apetecido y las fragancias frescas de sus flores, esperamos juntos a que asomen sus rayos de luz divinizada... Igual que esperan las aves en los aleros; y la cotorra de la vecina a su duendecillo, a ver si se calma un poco... Todos esperamos a la primavera, como si fuera la vez primera; con la ilusión que el niño espera a que nazcan las flores, para llevarles algunas a sus abuelos, y las pongan en un poco de agua, y sonreírles siempre que pasen por ellas, porque ya es primavera para todos. Entonces el amor también despierta, aflora... Y la vida se nos convierte en un sencillo jardín lleno de flores, para los viejos, los adolescentes, los jóvenes y esas inocentes criaturas, que las recogerán algún día para nosotros.
Mi amor, ¡cuánto hemos caminado juntos! Casi pierdo la cuenta. ¡Y, cuántos momentos felices hemos vivido! Los malos mejor es olvidarlos, los supimos superar y eso basta, porque juntos siempre fuimos invencibles, desde la responsabilidad, el respeto mutuo y el amor que nos une desde aquel entonces, y tantos buenos recuerdos... ¡Cuántas Primaveras cuidando nuestro jardín! Y buscando en los soleados caminos, la flor silvestre solitaria y aislada, para acariciarla con ternura... ¡Cuántas tardes, repitiéndonos siempre lo mismo, sin cansarnos nunca y cada vez con más ternura! Sólo me preocupa, eso si, no estar siempre juntos, ir así por los senderos acostumbrados. Eso me pone triste, sin saber ni qué pensar al respecto. Amémonos hoy, como siempre lo hemos hecho, viviendo el presente y recordando nuestro pasado, sin perder ni un segundo. Porque la vida es lo único que en realidad, nos queda. Vamos a vernos muy solos tú y yo... Acerquémonos más cada día, no nos separemos nunca y disfrutemos cada nueva primavera, con la misma ilusión que los adolescentes, como la vez primera. Pensando que la vida es eterna, interminable, y nuestro amor. Para siempre nuestra.
Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
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