28/3/10

LAS MIRADAS SON A VECES LA EXPRESIÓN DEL ALMA

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Si la música es un instrumento del alma, las miradas son a veces, el reflejo de la misma. A través de la mirada podemos posesionarnos y nos pueden poseer, aunque fuera accidentalmente, aquello que llevamos guardado celosamente en lo más íntimo. Como si los ojos también hablaran y hasta nos suplicaran, cuando nos miran con ternura. Es el habitual caso de los enamorados, por ejemplo, que se hablan sin palabras y se dicen hasta lo más profundo, cuando se aman de verdad.

El odio y el rencor es otra cosa, otra forma de comunicarnos ese fuego que quema por dentro. La intriga, la desconfianza, el resentimiento, el miedo… Son formas diferentes de mirarnos y por ende de decirnos lo que pensamos. Una mirada puede transmitir el mutuo acuerdo, la comprensión y la aceptación de aquello que nos ofrecen y transmitirnos confianza. Su transparencia nos tranquiliza.

Las palabras huelga también a veces, lejos de ayudar a entendernos, podrían confundirnos, estar a expensas de la mala interpretación que se les de; y cuando sobran dejan un vacío molesto: generan incomprensión, hastío. Son capaces de romper el idílico momento de la entrega amorosa, interrumpen la somnolencia de aquellas miradas que se encontrasen en el silencio mismo de la intimidad…
Si alguna vez consuelan, las palabras nunca dirán más que las miradas en las que buscamos la atracción posesiva del verdadero amor.

A solas, mirando insistentemente al mar, siempre he buscado en su imagen serena y a veces turbulenta, en sus aguas transparentes y, según el momento, mar de fondo, revuelta, en esa plenitud e inmensa magnitud, las bellezas que deben estarnos ocultarnos en sus complejas profundidades, su mundo flotante de bellezas incalculables y secretos incontables… Me gusta acariciarla cuando las olas vienen a morir en mis pies y se desparrama su abundante liquidez al llegar, jadeante y arrastrándose, ya sin fuerzas, lamiendo las negras arenas que la absorben cómplices de sus húmedas caricias.

Muchas horas he obsequiado a la mar, sólo contemplándola y queriendo hallar algún desquició, alguna señal sobrenatural que me transmitiera el significado de su silencio cuando está tranquila, cuando las estrellas en ella se reflejan y riela la luz de sus generosos destellos…
Le he hablado a la mar, le he contado cosas mías muy íntimas que a nadie he referido. He esperado pacientemente, por si oyera algún eco suyo.
Mirando al mar he soñado los sueños más dulces y gratos que haya soñado, desde la orilla más próxima, hasta perderme mar adentro y llegar como mis sueños al otro lado de la vida, donde el alma no duerme ni el corazón, que aunque dejara de latir iba a seguir amando y la mente soñando…

Sin palabras, sin proferir el menor de los lamentos, sólo viéndonos en su inmensidad reflejados nuestros íntimos deseos meciéndose juntos, como si naufragáramos, yéndonos a la deriva hasta hallar el puerto apetecido…
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Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com

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