Hay momentos en la vida del hombre en que el tedio llega a aturdirle, es el caso de aquellos que no han sabido renovarse, sin que ello implique descuido de las costumbres heredadas o los hábitos adquiridos en el transcurso de sus vidas, desde cuando siguieron los esquemas sociales más recientes, y aprendieron a imitar los modernos gustos y usos de cada época pasada. Ahora agotadas las expectativas y ante el nuevo panorama social, no todos los elementos disponibles parecen augurar mejores perspectivas. Es obvio que tengan que buscar nuevas fórmulas para aclarar el confuso marco de tanta incertidumbre. Sólo que con los años se ha perdido buena parte de las aptitudes necesarias para hacer frente a las adversidades acostumbradas, y cueste más, con menos energías, atemperar el grotesco escenario del molesto aislamiento. Esa escasa contribución debilita los esfuerzos y crece la natural ofuscación de quienes se creen impotentes.
Quiérase o no, todos han de seguir el curso del tiempo sin detenerse ante nada, seguir el cause de su marcha, aunque sientan que navegan en un mar confuso, a la búsqueda de nuevas experiencias, si se quiere, "tolerantes y sacrificadas" tratando de identificarse, deliberadamente, con los nuevos valores, cosechando de ellos sus nuevas doctrinas, en pro del necesario entendimiento, por cruel que les parezca, con esas corrientes culturales, políticas y sociales, mientras les llegue la hora de encomendar el alma al Cielo.
Sin embargo, parece querer bislumbrarse ese entendimiento "urgente" entre las distintas generaciones. Es muy gratificante ver compartido, no pocas veces, ese campo polémico de la incomprensión entre viejos y jóvenes. Unos y otros, han sentido alguna vez la soledad y el tedio, y han encontrado en el oponente de edad el apoyo necesario; y han descubierto la ternura deseada que buscaban, teniéndola tan cerca... Nunca, a tal grado de comprensión, han llegado, quienes ahora no dudan haber vivido equivocados y haber desperdiciado un tiempo precioso que no volverá. Sin duda lo estamos viendo. Mas, como si ambas partes hubieran accedido, ahora, a entenderse, por imperativo afectivo, sin que existan diferencias de fuerzas ni imposición alguna. Son sentimientos naturales que obliga al hombre a razonar, y no sólo a pensar ni calcular sus objetivos, prima la propia necesidad de afecto, que tanto se ha deteriorado últimamente y que parece, la estamos recuperando. A mí, personalmente, me sobran motivos para sentirme optimista y "agradecido" al hallar toda comprensión en los más jóvenes; y sin tener que ceder un ápice de mis voluntades... Más, cuando el corazón manda, busca sus propios causes y se enriquece sólo aceptando su propia suerte, que comparto con los demás cuando es aceptada.
El espíritu de aquel hombre, al fin consiguió liberarse de tantas influencias que antes le impedían ir suelto por la vida, buscando su propio destino, traspuso todos los umbrales y se halló seguro cuando se detuvieron sus pasos en el punto que tantas veces fuera acariciado en sus verdaderos anhelos. El espíritu no descansa, aunque vaya en su cortejo de muerte, prevalece y sondea cada lugar apetecido con independencia... Sueña caminos; y aunque vaya solo en su aventura, le acompaña la fiel mensajera de su ilusión. Y parando en esa especial dimensión, le hemos visto detenerse, intuyéndole...
Cada vez que amanece, cuando el Sol sale y se asoma por sobre la verde montaña, en nuestros campos, parece que el aire lavara el visaje de la espesa maleza y alegrara a la grata cosecha... Cada vez que el viento amenaza con su furia incontrolable, sólo esperamos a que su calma restablezca la paz en la campiña, viéndole alejarse sigiloso...
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