24/11/12


ÁNGULOS DE IRRESISTIBLE PROYECCIÓN TURÍSTICA


He ahí la estampa prometedora de nuestro inmenso océano que nos permite acariciar celosamente el atractivo perfil de la costa Martiánez de Puerto de la Cruz, donde en tiempos pasados jamás pensábamos que sería el atractivo turístico señero por sus excelencias naturales, el lugar más apetecible y envidiado, donde se fraguaron tantos sueños y aquellos de nuestra primera juventud. Es lógico y nada difícil, comprender algunas veces, nuestra euforia sentimental al respecto. Sin ganas de quitar cosas para poner otras… Y sin embargo seguimos afanosamente mejorando su imagen, embelleciéndola, si se quiere, todo el entorno alucinante y único de nuestro Puerto de la Cruz, que aunque tan grande imaginándole desde lejos, a tientas, imaginativamente podemos abrazarle  u oníricamente cuando caminamos por sus peatonales calles, sus bellas avenidas o los sugerentes rincones, solitarios y tranquilos, unos, otros soleados, desde donde podemos apreciar la atractiva silueta marinera y turística de la ciudad. Cuando tratamos a sus alegres gentes moviéndose en todos los sentidos en su afán cívico y natural recreándose en nuestra honrada oferta ambiental.

Ahí está, sólo un trozo de cielo y de mar y un pequeño guiño de nuestra moderna ciudad, donde descansan placidamente nuestros satisfechos visitantes, reponiendo fuerzas para emplearlas en la noche de cristal y alegres resplandores, gozando la fiesta portuense donde quieran participar. Ahí está nuestra ciudad turística abierta a todas las culturas y nobles pensamientos, confidente de nuestras generosas aspiraciones y cuantos matices o apetencias el espíritu nos sugiere.

Viendo la imagen que ilustra el espacio que ocupan mis emotivas palabras pareciera que una mágica ventana se abriera hacia el mundo exterior, burbuja de los más tiernos sueños; y por ella penetraran a nuestro mágico interior y avistaran la grandeza que atesora nuestro pueblo marinero y rigurosamente sociable con quienes nos visitan internacionalmente, conocido ya por quienes nos han honrado con su visita y han repetido varias veces la misma aventura entre nosotros. A ellos dedico mi tiempo, mi humilde tiempo, pero no por ello, al fin, parte de nuestra vida representando a mi noble ciudad como el destino más acertado y generoso jamás soñado. Puerto de la Cruz, en Tenerife, no tiene fronteras, es un tranquilo jardín sin amo ni señor, es la paz y sosiego personificado, es la idiosincrasia de su gente lo que nos define amigablemente.

Celestino González Herreros
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