13/5/12

LA TRISTE ENCRUCIJADA DE NUESTRA VIDA

Cuando uno llega hasta cierta edad, cuando ya peinamos canas, también pareciera que cambian todas las perspectivas sin darnos cuenta; somos nosotros los que vamos apartándonos de todo aquello que antes nos fuera tan familiar… Decimos que nos sentimos como extraños hasta en el lugar donde hemos vivido siempre, donde nacimos. Que nada es como antes, que nos sentimos como desorientados, como cuando hemos emigrado y retornamos. Parécenos, a veces, andar como sonámbulos recorriendo nuestras calles y visitando lugares que jamás hayamos olvidados en los momentos más nostálgicos, allá donde estuviéramos. Entonces soñábamos con volver alguna vez para hallarnos en nuestro terruño amado, entre los nuestros, entre todos aquellos que un día nos dieron la triste despedida en la dársena del muelle de Santa Cruz de Tenerife, junto a la maleta de madera llena de ilusiones y con la fija idea de volver…

Ciertamente, somos nosotros los que hemos cambiado y nos hemos distanciado, tal vez sin pretenderlo, pero si, dada nuestras limitaciones naturales debido a la edad y que hoy todo es distinto, ni el humor es el mismo, ni ya aquellas nuestras posibilidades físicas nos acompañan, no podemos repetir con la misma vitalidad aquellas aventuras de la juventud hace tiempo perdida.

Antes, si uno salía, a donde fuera, el tiempo nos parecía corto. Hoy hasta nos parece que estuviéramos cometiendo un grave delito cuando suponemos que es mucho tanto tiempo fuera, lejos de quienes nos esperan y se preocupan por nosotros. Por aquello de los años, por que ven en nosotros hasta donde hemos llegado y quieren que duremos mucho más. No todos tienen esa suerte, saber que nos esperan…

Con todas estas reflexiones y sin pretender contagiar a nadie, dispongo que este tiempo que aún me queda, pueda dedicarlo a revindicar mi condición de hombre previsor, repito, sin molestar a nadie; sólo verme en el espejo de la vida y con el valor necesario aceptar la evidencia. Al verme ya casi caduco y no negarme a mi mismo que si fui joven. De esa etapa de mi vida, antes de verme en esta encrucijada, sólo guardo los recuerdos, aquellas vivencias entrañables y cuantos seres queridos participaron en ellos sentimentalmente. En esa corriente natural de las más hermosas sensaciones, compartidos siempre con el amor que depara la familia, los amigos y amigas, todas aquellas personas que nos dieron lo mejor de sus sentimientos, por una razón u otra, pero que siempre nos apoyaron en los buenos y malos momentos, contribuyendo al mejor de los entendimientos.

No me he olvidado de la guinda del postre, todo hay que decirlo, amigos.

Quisiera saber cual es el mayor de los errores que a diario cometemos y quisiera, así mismo, enmendarme de ellos, no volver a repetirlos y poder ver de frente y sin sonrojos, la realidad de la vida cómo es, la solidaria convivencia entre los de un lado y los del otro lado, respetuosamente, sin profanar los compromisos suscritos en los más serios e importantes consensos democráticos… La diversidad de los problemas existentes y el papel que juega nuestra política sociedad clamando justicia que se nos niega, ese castigo constante que seguimos sufriendo con tantas amenazas, que, quienes más las están sufriendo son los menos pudientes, los más pobres.

Y dicen… Que dicen, que estamos, si, que estamos comenzando, que lo de hoy no es nada… Todo esto me induce a creer que se trata de una guerra sin cuartel entre la derecha y la izquierda, una lucha despiadada que puede acabar muy mal en cuanto las gentes despierten de sus incomprensibles letargos, cuando los estómagos pidan comida y no haya con qué… No me gusta nada tanta pasividad de un lado y tigerazos del otro bando.

Celestino González Herreros

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