30/12/11

DESPUES DE LAS TORMENTAS AMOROSAS LA CALMA SIEMPRE LLEGA

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Aunque no esté del todo confirmado, parece que fuera una locura amar, sólo amar, a menos que se ame con locura… Los delirios del amor son, a veces, trastornos de la razón y el espíritu de cada cual en la pareja, son las fuerzas unidas de ambos participantes rompiendo un muro contencioso que trata de impedir evolucionar, según sus instintos personales, y cuando, entre unos y otros exista un mismo propósito, difícilmente ceden… Lo difícil es que ambos piensen exactamente igual respecto de todo cuanto les rodea y si estuvieran de acuerdo, poco iba a durar esa relación amorosa, por lo que podemos deducir de esas diferencias conceptuales, que nace el sentimiento que ayuda a que la tolerancia influya a fortalecer la misma relación. Como las tormentas, cuando más inhóspitas y salvajes son, la calma que ha de venir se hace tan placentera que se olvidan pronto aquellos incómodos temores; y la paz que nos depara, a continuación, la consabida calma, bien vale la pena vivirla. Todo es avenencia indescriptible, placer y gozo. Esa bonanza es, como cuando, después de discutir la pareja, por la razón que fuera, se tranquilizan, se dan las manos y mirándose a los ojos con ternura sonríen placidamente.

La igualdad de opiniones y pareceres, les hubieran abocados al tedio, al aburrimiento y todo lo demás… Así pues, como ya he dicho, a veces, amar pareciera que es una locura, máxime cuando ambos hubieran sido cortados por las mismas tijeras y hablaran ciegamente el mismo lenguaje del amor y discutieran periódicamente, para luego probar la abundante miel del verdadero amor.


Con la política pasa algo parecido, cuando pactan, se juntan y… si no discuten en los Plenos, por ejemplo, las movidas resultan desaboridas, hasta que se tranquilizan, claro está, como si razonaran; y luego los proyectos parece que afloraran. Las conveniencias surgen inevitablemente. En fin, como en primavera, resplandece el ambiente, florecen los caminos y todos tan contentos. Como en la mar, el pez grande se como al pequeño y aquí no pasa nada. Habrá tiempos mejores y todo ese pacífico criterio y supuesto concepto de nuestra democracia política, cívica y social, dejará de ser un espejismo virtual… Y, a vivir, que son dos días…

Celestino González Herreros

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