2/1/12

VESPERTINA SERENATA DE LOS PÁJAROS EN EL SOLAR DE ENFRENTE

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Es el silencio que le permitió escuchar el melódico canto de los pájaros en ese nuevo amanecer, posiblemente, anunciando la nueva aurora. Pudo apreciar también lejanas voces entrecortadas, quedamente pronunciadas, que intuía fueran las mismas voces que tantas noches oyera y supuestamente, fueran producto de su inquiera imaginación, pero las oía a pesar de su lejanía, sólo que, aunque algo le decían, nunca alcanzó a comprender qué.

El lamento de los violines les acompañaba en la danza de sus vuelos, saltando de rama en rama. Sin querer profanar la delicia de sus acústicos trinos, se acomodó sigilosamente en el lugar más discreto de mi balcón para verles mejor y poder adivinar el lenguaje y sus inquietos movimientos cuando se desplazaban en distintas direcciones. Otros se escondían en los aleros de mi tejado y me observaban interrogantes, sin inmutarse a penas, abriendo sus diminutas alas pero sin levantar el vuelo.

Y mientras las cuerdas de los violines vibraban melancólicas, todo el entorno pareciera que fuera contagiado de luz y melódicas pausas que se repetían; y las brisas se llevaban consigo los cantos y lo inundaban todo de música y con el canto alegre de las aves…

Serenata de luces y de amor, al despuntar el alba, que mecían a las flores tempraneras del solar de enfrente y lo cristalizaban todo de luz que reflejada en las diminutas gotas del rocío se arrullaban como diamantes suspendidos, columpiándose junto a los pájaros en las soleadas ramas de la verde arboleda.

Apenas despierta el alba matutina, sin haber aparecido sobre las crestas de la alejada montaña, sin haber amanecido del todo, los primeros rayos del sol que apuntan y bañan de luz y calor, la silente ladera y los reverdecidos campos y se van expandiendo progresivamente hasta llegar donde se halla, frente al alegre solar donde la danza de las aves, se hace más notoria y bullanguera, más alegre y esplendorosa, viéndoles desperezarse, recibiendo el calor solar, le instaba a reflexionar en las cosas bellas de la vida.

Atraído por el embrujo matinal salió al camino y emocionado platicó con los pájaros a la vez que les llevó algo de comer, migajas de pan viejo que les había guardado la noche anterior, sirviéndose también de la grata compañía de ellos

Celestino González Herreros

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