Por pura casualidad, llegó a mis manos una vieja fotografía, la misma que ilustra este espontáneo artículo, la cual me produjo cierta sensación de nostalgia. Con los recuerdos retrocedí en el tiempo, evocando de aquella época, vivencias enternecedoras. A tal grado llegó mi exaltación, al sentirme nuevamente muchacho, que me vi aferrado a tantos y tan viejos recuerdos de aquellos días lejanos e irrepetibles; y tiernos, para la generación de entonces, en la que, dada nuestra conformidad, ignorábamos el paso de las horas y del tiempo presuroso, cuando íbamos acercándonos a la madurez y a la responsabilidad inherente de la misma edad. Los juegos iban siendo relegados por las tareas del colegio, amén de otras tantas obligaciones. Cuando comienza aflorar el sentimiento de la angustia, el miedo a lo prohibido y las primeras sensaciones sentimentales que nos iban sorprendiendo... Todo aquello que perdimos con el paso del tiempo y que, quisiéramos o no, siempre íbamos a evocarlo.
Con frecuencia, por las calles adoquinadas y callejones del Puerto de la Cruz, solíamos deleitarnos, entre otras muchas cosas, viendo rodar el carro de la basura, tirado por un sumiso burro, cuyo amo era D. Domingo Perera Abero (conocido por “El Fatiga”), entonces Jefe de Limpieza del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, (no aparece en la foto). Después de recoger la basura y llevada al barranco San Felipe, allí la quemaban. A continuación volvían, ahora a recoger la comida para los cochinos que criaba el mismo.
De pie, sobre el carro, vemos a don Felix Perera Ramos, hijo de “El Fatiga” cuando era un jovencito, y ¡si será casualidad!, acabar siendo yerno de D. Manuel Florentín Plasencia, de sobre nombre “El Canterrio”, vecino del barrio San Antonio, quien en la foto va caminando... Esta instantánea está tomada allá por los años cincuenta; y el camino por donde transitan, todo sembrado de tarajales, se llamaba “Cuesta Mariña” por debajo de la finca y casa de don Juan Galán, entre ese lugar y El Charcón, lo que es hoy Playa Jardín.
Recordamos a don Manuel, con su cigarro entre los labios, serio y pensativo, ir de un lado a otro, con sombrero, alpargatas y en mangas de camisa. Era un hombre bueno y tranquilo, hasta que alguien tratara de molestarlo.
Así, como don Domingo, su hijo Felix (aún entre nosotros) y don Manuel, hubo muchos hombres que bien se merecen el homenaje del recuerdo, porque han dejado, como buen ejemplo, su paso por la vida, a veces en circunstancias muy difíciles, sin desfallecer en ningún momento. Cada persona de aquellas, contribuyeron sin darse ellos cuenta, al bienestar económico que hoy gozamos. Fueron leales a sus familias, las cuales salieron adelante, a costa de sus sacrificios y muchas privaciones... Desde los más humildes, todos, los de ayer y los de hoy, por supuesto, somos eslabones imprescindibles para la consolidación de nuestra singular idiosincrasia; y de nuestras conductas dependerán los éxitos que vayamos cosechando. ¿Será la semilla que sembraron nuestros ancestros en este suelo fértil y generoso? No lo pongamos en duda jamás, es la herencia recibida, la mejor de las herencias... Los buenos ejemplos, vengan de quienes vengan.
Como anécdotas... ahora hablemos de burros. En el Puerto de la Cruz, respetamos y consideramos también a los animales. Hubo una época, hace muchos años, aunque no tantos, fueron protagonistas de excepción dos cuadrúpedos más, aparte del mencionado de la basura, denominados, uno, el burro Sarguito y la otra, la mula de El Fielato. Ambos destinados para el reparto de mercancías, el primero de don Tomás Reíd y la otra del comercio El Fielato, cita en la calle La Marina. Ambos tiraban de sus respectivos carros y como el pueblo era pequeño, a veces se cruzaban en el camino y los animales al enfrentarse, entre ellos surgía el inevitable ceremonial que duraba unos segundos, mientras los baquianos o arrieros se saludaban, liaban algún cigarrillo y hablaban sus cosas, los cuadrúpedos enamorados disfrutaban del encuentro a través de sus melancólicas miradas y los correspondientes rebuznos y movimientos de orejas. Dicen las malas lenguas del pueblo, que hay hasta escritos, que rezan, que una vez fueron, o que fue al pasar, se detuvieron frente a la casa de un retratista, y que se hicieron un retrato. La prosa dice así: “El burro Sarguito y la mula de El Fielato, una tarde fueron hacerse un retrato...” Instantánea que no he podido conseguir. Sólo para el recuerdo, para acompañar e ilustrar esta nota social. En otra ocasión hablaremos de los camellos del popular Lázaro.Así se escribe la historia, un poco de cada cosa y sin olvidar a nadie, con la mejor buena fe, despolvando los recuerdos y acariciándolos como un preciado tesoro.
Puerto de la Cruz. año 2.000
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