4/11/11

LA VERDADERA RAZÓN ESTÁ OCULTA EN EL CORAZÓN

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Tus manos y las mías al juntarse y aquel solemne rato, corto pero intenso, mientras duró tan ansiada caricia, fue como abrazar toda la encantada dimensión espiritual de aquel amor que ambos sentimos y que pensamos siempre que nada ni nadie nos lo truncarían.

Con más tacto que ligereza, el miedo propio del injusto abandono, del curso que tomaron nuestras vidas, súbitamente, ha renacido, por circunstancias extrañas y aunque nunca dejáramos de amarnos, y nos planteamos la disyuntiva, de si seguimos amándonos o cada cual por su lado nos ausentemos para siempre, aunque no podamos olvidarnos, en la fosa del olvido…

Aún conservo el calor de tus manos, el sentimiento tan profundo de aquella emoción mía al tenerte tan cerca, al compartir contigo el latir de nuestros respectivos corazones; y sin decirnos casi nada, sólo mirándonos como dos adolescentes que vivieran el primer contacto afectivo. Nuestras manos unidas por los enormes lazos de nuestro indisoluble amor, aunque el tiempo haya pasado trémulo y sentencioso. Y tantas cosas nuestras hayan quedado esparcidas, abandonadas… ¡Ilusiones truncadas!

Hablaste, si. Algo comentaste. Los nervios te estaban traicionando al tenerme tan cerca de ti, al sentir el contacto de mi fatigado cuerpo. Tú que tanto me adorabas y que hubieras renunciado a todo con tal de que siempre estuviéramos así, queriéndonos y unidos por el más puro de los amores.

Leí en tu triste mirada el agobio de tus pensamientos, la angustia de tu corazón. Leí en tus ojos otra vez, como cuando éramos dos adolescentes enamorados, aquella expresión tuya que tantas veces me decía que temías que el destino nos separara, por la razón que fuera, o sin razón alguna. Y fue así, siempre hemos vivido cual condenados reos de la injusticia del amor, despiadadamente abandonados, sin recursos, sin aplazamiento alguno. ¡Abandonados a la suerte de nuestro Dios, hasta estos días de evidente retorno sentimental y aquel momento indescriptible, acariciando tus temblorosas manos, después de tantos años!

Celestino González Herreros

http://www.celestinogh.blogspot.com

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